Sentir la presencia de nuestra realidad en su estado puro e incondicional requiere plena atención, para ello, hay que sentir el presente, el aquí y ahora, sin los condicionamientos del pasado y del futuro, como explican ciertos budistas al referirse al tiempo, diciéndonos que existen cuatro tiempos: el pasado, el presente, el futuro y el presente incondicionado por el pasado y el futuro.
Muchos autores contemporáneos de la espiritualidad nos insisten en vivir el presente, situando nuestra plena atención en el aquí y ahora, cuestión que ya se planteaba en lejanos tiempos. Mantener la presencia en el presente nos resulta una tarea ardua porque en todo momento nos persigue el pasado y el futuro, llegar a establecer una conciencia atemporal en el presente, se maneja desde varios niveles de conciencia, nos explicamos; la tradición hindú del yoga-vedanta, nos habla de cuatro estados de conciencia: vigilia, sueño, sueño profundo o sueño sin sueños y el estado de turiya. El estado de turiya (significa cuarto) incluye y trasciende los anteriores estados de conciencia, teniendo en cuenta que cada estado de conciencia experimenta y percibe el tiempo de un modo diferente.
En el estado de vigilia el tiempo se percibe de modo cronométrico, teniendo en cuenta que nuestra conciencia racional ha marcado el espacio temporal calendarizándolo y dividendo el día en 24 horas, así el calendario y el reloj nos ha condicionado en el estado de vigilia marcándonos los tiempos y ahogándonos en las presuras y las prisas. Aun así, la percepción del tiempo en la vigilia cambia según nuestros estados emocionales sintiendo que el tiempo es elástico dependiendo de lo bien o mal que nos encontremos, pero sin duda el tiempo en el estado de vigilia nos resulta una opresión de la cual es difícil de escapar.
Mientras que en el estado de sueño la percepción del tiempo es intemporal, es decir, percibimos el tiempo sin la condición cronométrica, por lo que podemos sentir que hemos vivido una larga experiencia onírica en breves momentos, o lo contrario, sentir que el tiempo parece no transcurrir, ello se puede dar tanto en nuestras pesadillas como en los sueños placenteros. El estado intemporal de los sueños lo viven los niños, mientras no hacen uso de su lógica racional, siendo los mayores quienes les vamos indicando el tiempo que tienen que invertir en vestirse, desayunar, jugar, etc. La percepción intemporal en el estado onírico es directamente proporcional a nuestros estados emocionales, es decir que nuestras emociones son las que regulan la percepción temporal de nuestro estado onírico.
En el tercer estado del sueño profundo el tiempo se disuelve, a la vez que deja de existir actividad psíquica o mental, por lo que la actividad emocional también cesa. Este periodo de sueño profundo sin actividad onírica, ni psíquica, se convierte en nuestro espacio de descanso y de relax. En este estado del sueño profundo tan solo se encuentra nuestra conciencia en su naturaleza incondicionada y pura, exenta de lo temporal, por lo que en este estado entramos en lo atemporal. En este estado del sueño profundo, al carecer de actividad psíquica, la única posibilidad de percibir tal estado es experimentando la conciencia auto-sostenida. La conciencia auto-sostenida nos da paso al cuarto estado de turiya, que nos permite integrar los anteriores estados de conciencia. La cuestión, es, que dentro de nosotros existe la condición atemporal, es decir, lo eterno, entendiendo lo eterno como un presente no condicionado por el pasado y el futuro, y no confundirlo con un presente inamovible. Cuando la experiencia de una conciencia auto-sostenida se vive, lo que equivale a experimentar el vacío o sunyata, donde la conciencia no requiere de actividad psíquica o mental, lo atemporal se experimenta como una presencia inmutable. Ante tal vivencia, podemos acceder al estado «turiyatita» donde la no-dualidad permite integrar los diferentes estados de conciencia permitiendo que se haga accesible lo atemporal en el estado de vigilia.
La práctica del Zen nos lleva hacia una concentración sin punto de apoyo, o concentración abstracta, lo que nos facilita experimentar la conciencia auto-sostenida. En las enseñanzas advaita se indaga de modo directo la realidad del Ser, desde la no-dualidad, llevándonos hacia la presencia inmutable y atemporal, por lo que se ejercita en no identificarse en todo el tránsito del mundo relativo, verificando que lo temporal se produce cuando separamos nuestra actividad psíquica y física de aquello que es no-nacido, es decir, que en la conciencia dualista separamos la vigilia, el sueño y el sueño profundo de su origen primordial, donde la conciencia auto-sostenida resplandece en su luz increada, no nacida, atemporal. En la enseñanza Dzogchen comprender los funcionalismos de nuestra Esencia o Conciencia en su estado de contemplación no-dual pasiva y activa, es el fundamento de su camino. El Dalai Lama en el libro Dzogchen dice sobre Rigpa:
«Al mismo tiempo, la propia esencia de este Rigpa, espontáneamente presente, se considera eternamente vacua y primordialmente pura ― pureza total por naturaleza ― así que se trata de la unión de la pureza primordial y la presencia espontánea.»
Por tanto, vivir el presente, el aquí y ahora, manteniendo la presencia lucida de nuestra conciencia pura y original, es lo adecuado. Sin embargo, la atención plena y lucida requiere una visión integra, capaz de unificar los diferentes estados de conciencia de vigilia, sueño y sueño profundo donde esclareceremos el enigma de lo temporal y lo atemporal. De no ser así, nuestra percepción será parcial y mientras nuestra conciencia solo perciba partes, el desorden entre las partes nos confundirá.
Reflexionemos sobre el presente, sobre las causas que nos sujetan en lo transitorio, descubramos la relatividad del tiempo, pues en nuestros propios estados de conciencia comprobaremos tal relatividad; como hemos indicado la percepción del tiempo se manifiesta de modo diferente en la vigilia, en el sueño y en el sueño profundo. Encontrar la esencia de nuestro Ser más allá de lo temporal, nos permite sentir la presencia inmutable aquí y ahora, por ello, vale la pena, indagar sobre la relatividad del tiempo en nosotros mismos.
Atentamente:
Rafael PavíaAutor del libro Conciencia Integral.
Director del Circulo de Investigación de la Conciencia Integral .
JOLA… Primero gracias por otro lúcido artículo, Maestro Viejo, lo segundo desde mi irrelevancia y tu bondad para permitir los comentarios, he de discernir mi dialéctica, y comprender que si en concepto metafísico del presente constante continuo no existiría el pasado y menos el futuro plausible. El concepto del presente constante continuo, es comprender, en metafísica, la corriente de la fuente de la energía, que concentrada en ondas de cuerdas cuánticas, impide la dispersión de la energía, y si no fuera por la psique del pensamiento mortal, en tránsito, sobre la matería, y la consciencia en conciencia humana, trascendida, las dos presuntas dimensiones reales paralelas, la impregnación, en improta dejada que es la animación de la in animación de las ondas cuánticas eólicas, el pasado no podría quedar registrado en los registros akáshicos y el futuro plausible de probable posibilidades factibles, ved la diferencia a vuestro discernir sobre el presente atemporal… saludos agradecido qaral.