Todos los Budas y todos los seres sintientes no son otra cosa que la Mente Única, además de la cual nada existe. Esta Mente, que nunca ha tenido un comienzo, es no nacida e indestructible. No es ni verde ni amarilla, y no tiene forma ni apariencia. No pertenece a las categorías de cosas que existen o no existen, ni puede ser pensada en términos de nuevo o viejo. No es ni larga ni corta, ni grande ni pequeña, pues trasciende todos los límites, medidas, nombres, conjeturas y comparaciones. Es eso que ven ante ustedes. Si reflexionan sobre ella, de inmediato caen en el error. Es como el vacío ilimitado que no puede ser comprendido ni medido.
Si no están absolutamente convencidos de que la Mente es el Buda, y si están apegados a las formas, a las prácticas y a las actuaciones meritorias, su forma de pensar es falsa e incompatible con el Camino. La Mente es el Buda, y no hay ningún otro Buda ni ninguna otra mente. Es brillante e inmaculada como el vacío, sin forma ni apariencia alguna. Utilizar su mente para pensar conceptualmente es abandonar la sustancia y apegarse a la forma. Despierten solo a la Mente Única, y no hay nada que tengan que alcanzar.
Si ustedes, estudiantes del Camino, no despiertan a esta sustancia de la Mente, cubrirán la Mente con el pensamiento conceptual, buscarán al Buda fuera de ustedes mismos y seguirán apegados a las formas, a las prácticas piadosas, etc., todas las cuales son dañinas y alejadas de la senda hacia el conocimiento supremo.
La sustancia del Absoluto es internamente como la madera o la piedra, ya que es inmóvil, y externamente como el vacío, ya que no tiene límites u obstrucciones. No es ni subjetiva ni objetiva, no tiene una localización específica, ni forma, y no puede desaparecer. Quienes se apresuran hacia ella no se atreven a entrar, ya que temen caerse al vacío sin nada a lo que aferrarse durante su caída. Así que ven el borde y retroceden.
Todas las cualidades tipificadas por los grandes Bodhisattvas son inherentes a los hombres y no pueden ser separadas de la Mente Única. Despierten a eso, y estará ahí. Ustedes, estudiantes del Camino que no despiertan a esto en sus propias mentes, y que están apegados a las apariencias o que buscan algo objetivo fuera de sus mentes, le están dando la espalda al Camino.
Este Dharma es la Mente, más allá de la cual no hay Dharma. Y esta Mente es el Dharma, más allá del cual no hay mente. La Mente en sí misma no es mente, pero tampoco es no-mente. Decir que la Mente es no-mente implica algo existente. Que haya una comprensión silenciosa y nada más. ¡Fuera todo pensamiento y toda explicación! Entonces podemos decir que el Camino de las Palabras ha sido cortado y los movimientos de la mente eliminados.
En la verdad más alta, nuestra Naturaleza Búdica original está desprovista de cualquier átomo de objetividad. Es vacía, omnipresente, silenciosa, pura; es una gloriosa y misteriosa alegría pacífica ― y eso es todo. Entren profundamente en ella despertándola en ustedes mismos. Lo que está delante de ustedes es, en toda su plenitud, absolutamente completo. No hay nada aparte. Incluso si pasan una a una por todas las etapas de progreso de un Bodhisattva hacia la Budeidad; cuando al fin, en un solo destello, alcancen la plena comprensión, solo estarán comprendiendo que la Naturaleza Búdica ha estado con ustedes todo el tiempo; y que por medio de todas esas etapas previas no le han añadido nada en absoluto. Llegarán a considerar esos eones de trabajo y logro como nada mejor que acciones irreales desplegadas en un sueño.
Por eso el Tathagata dijo, «Realmente no logré nada completo ni excelso de la Iluminación» También dijo: «Este Dharma carece absolutamente de distinciones, no es ni alto ni bajo y su nombre es Bodhi». Es la Mente pura, que es el origen de todo y que, ya sea que aparezca como seres sintientes o como Budas, como los ríos y las montañas del mundo que tienen forma, como aquello que carece de forma o penetrando todo el universo, carece absolutamente de distinciones, no habiendo entidades tales como «yo» y «los otros».
Esta Mente pura, el origen de todo, resplandece siempre y en todo con el brillo de su propia perfección. Pero las personas del mundo no despiertan a ella, reconociendo como mente solo lo que ven, oyen, sienten y conocen. Cegados por su propia visión, audición, sentimiento y conocimiento, no perciben el brillo espiritual de la sustancia-origen. Si tan solo eliminaran todo pensamiento conceptual por un instante, esa sustancia-origen se manifestaría pos sí misma al igual que el sol asciende a través del vacío e ilumina todo el universo sin obstáculos ni límites.
Por lo tanto, si ustedes, estudiantes del camino, tratan de progresar a través del ver, oír, sentir y conocer, cuando se les prive de sus percepciones, su camino hacia la Mente se verá interrumpido y no encontrarán donde entrar. Solo dense cuenta de que, aunque la Mente real se expresa en esas percepciones, no forma parte de ellas, ni está separada de ellas. No deben comenzar a razonar a partir de estas percepciones, ni tampoco permitir que den lugar a ningún pensamiento conceptual; pero tampoco deben buscar la Mente Única fuera de ellas o abandonarlas en su búsqueda del Dharma. No las conserven, ni las abandonen, no vivan en ellas, ni se aferren a ellas. Arriba, abajo y a su alrededor, todo existe espontáneamente, porque no hay ninguna parte que esté fuera de la Mente de Buda.
Supongamos que un guerrero, olvidándose de que ya llevaba su perla colocada en su penacho sobre la cabeza, fuera a buscarla a otra parte, podría viajar por todo el mundo sin encontrarla. Pero si alguien le señalara el error, el guerrero se daría cuenta de inmediato que la perla había estado allí todo el tiempo.
Por lo tanto, si ustedes, estudiantes del Camino están confundidos acerca de su propia Mente real, y no reconocen que es el Buda, consecuentemente buscarán en otros lugares, complaciéndose en diversos logros y prácticas y esperando alcanzar la comprensión a través de tales prácticas graduales. Pero incluso después de eones de búsqueda diligente, no serán capaces de alcanzar el Camino. Estos métodos no pueden compararse con la súbita eliminación del pensamiento conceptual, con la certeza de que no hay absolutamente nada que tenga existencia absoluta, nada en lo que apoyarse, nada en lo que confiar, nada a lo que atenerse, nada subjetivo u objetivo.
Despertar repentinamente al hecho de que su propia Mente es el Buda, que no hay nada que alcanzar y ninguna acción que realizar ― este es el Camino Supremo; esto realmente es ser un Buda. Solo han de temer que ustedes, estudiantes del Camino, a través de traer a la existencia un solo pensamiento, puedan levantar una barrera entre ustedes y el Camino. Del pensamiento instantáneo al pensamiento instantáneo, no hay forma; del pensamiento instantáneo al pensamiento instantáneo, no hay actividad ― ¡eso es ser un Buda! Si ustedes, estudiantes del Camino desean llegar a ser un Buda, no necesitan estudiar ninguna doctrina sea la que fuere, sino aprender solamente cómo evitar el buscar y apegarse a cualquier cosa. Cuando nada se busca, esto implica una Mente no nacida; cuando no hay apego, esto implica una Mente no destruida; y eso que no nace ni se destruye es el Buda.
Los ochenta y cuatro mil métodos para contrarrestar las ochenta y cuatro mil formas de engaño son solo metáforas que atraen a la gente hacia la Puerta. De hecho, ninguno de ellos tiene existencia real. La renuncia a todo es el Dharma, y quien entiende esto es un Buda, pero la renuncia a TODOS los engaños no deja ningún Dharma al cual asirse.
Comprendan el único punto, y otros miles consecuentemente se aclararán; malinterpreten este único punto y diez mil engaños les rodearán. Aquel que se aferre a este punto no tiene más problemas que resolver.
Las personas ordinarias mira a su alrededor, mientras que el seguidor del Camino mira a la Mente, pero el verdadero Dharma es olvidar ambos. Lo primero es bastante fácil, lo segundo muy difícil. Los hombres tienen miedo de olvidarse de sus mentes, temiendo caer a través del Vacío con nada que detenga su caída. Ellos no saben que el Vacío no es realmente vacío, sino el dominio del Dharma verdadero. Esta naturaleza espiritualmente iluminada carece de principio, es tan antigua como el Vacío, no está sujeta a nacimiento ni destrucción, no es existente ni no-existente; no es pura ni impura, no es clamorosa ni silenciosa, no es vieja ni joven, no ocupa espacio alguno, no tiene dentro ni fuera, tamaño ni forma, color ni sonido. No puede ser buscada o vista, comprendida por la sabiduría ni por el conocimiento, explicada en palabras, contactada materialmente o alcanzada por logros meritorios. Todos los Budas y Bodhisattvas, junto con todas las cosas en movimiento que poseen vida, comparten esta gran naturaleza Nirvánica.
«Estudiar el Camino» es una metáfora. Es un método que despierta el interés de la gente en las primeras etapas de su desarrollo. De hecho, el Camino no es algo que pueda ser estudiado. El estudio conduce a la retención de conceptos y por eso el Camino es completamente malinterpretado. El fruto de la Verdad se gana poniendo fin a toda ansiedad; no proviene de estudiar en los libros.
Todos los grandes hombres han abandonado el estudio y han descansado en la espontaneidad. Ellos no piensan ni acaban perplejos como lo hacen los hombres mundanos.
Si el significado no les queda perfectamente claro, apresúrense a hacer sus preguntas. No dejen pasar las horas en vano. Si depositan su confianza en esta enseñanza y actúan en consecuencia, y no se liberan, con mucho gusto ocuparé sus puestos en el infierno por toda mi existencia. Si los he engañado, ¡quizás renaceré en un lugar donde los leones, tigres y lobos devorarán mi carne! Pero, si ustedes no ponen fe en esta enseñanza, y no la practican diligentemente, eso será porque no la comprenden. Una vez que hayan perdido un cuerpo humano, no obtendrán otros por millones de eones. ¡Esfuércense! ¡Esfuércense! Es absolutamente vital que lleguen a comprender.
Los Maestros Zen comprenden lo esencial y obtienen una comprensión directa de la Fuente de la Mente. Sus métodos consisten en revelar y ocultar, exponer y cubrir la realidad de una manera entrecruzada que responde adecuadamente a todos los diferentes grados de potencialidad para la iluminación. Ellos se distinguen por armonizar los hechos con el principio subyacente, para que la gente pueda percibir repentinamente el Tathagata; y arrancando sus profundas raíces samsáricas, hacen que sus alumnos experimenten el samadhi en el acto.
Lo que se conoce como la Ciudad de las Ilusiones contiene los Dos Vehículos, las Diez Etapas de Progreso de un Bodhisattva, y dos formas de Iluminación Plena. Todas ellas son enseñanzas poderosas que despiertan el interés de la gente, pero todavía pertenecen a la Ciudad de las Ilusiones. Lo que se conoce como el Lugar de las Cosas Preciosas es la Mente real, la esencia de Buda original, el tesoro de nuestra propia Naturaleza real. Estas joyas no pueden ser talladas ni acumuladas. Sin embargo, puesto que no hay ni Buda ni seres sintientes, ni sujeto ni objeto, ¿dónde podría haber un Lugar de las Cosas Preciosas? Si ustedes preguntan, «Bueno, esto en cuanto a la Ciudad de las Ilusiones, pero, ¿dónde está el Lugar de las Cosas Preciosas?», es un lugar que no tiene ninguna dirección. Porque si se pudiera señalar, sería un lugar existente en el espacio; por lo tanto, no sería el verdadero Lugar de las Cosas Preciosas. Todo lo que podemos decir es que está cerca. No puede ser descrito exactamente, pero cuando se tiene una comprensión tácita de ello, ahí está.
A menudo los fenómenos ambientales impiden que las personas perciban la Mente, y los acontecimientos individuales impiden que se perciban los principios subyacentes; por lo que a menudo tratan de escapar de los fenómenos ambientales con el fin de tranquilizar sus mentes, u obscurecer los acontecimientos con el fin de retener la comprensión de los principios. No se dan cuenta que esto es simplemente obscurecer los fenómenos con la Mente, los acontecimientos con los principios. Simplemente permitan que sus mentes se vacíen y los fenómenos ambientales se vaciarán por sí mismos; permitan que los principios dejen de avivarse y los acontecimientos dejarán de avivarse solos.
Mucha gente tiene miedo de vaciar sus mentes ya que temen sumirse en el Vacío. No saben que su propia Mente es el vacío. El ignorante evita los fenómenos, pero no el pensamiento; el sabio evita el pensamiento pero no los fenómenos. Cuando todo, dentro y fuera, corporal y mental, ha sido abandonado; cuando, como en el Vacío, no queda ningún apego; cuando toda acción es dictada puramente por el lugar y la circunstancia; cuando la subjetividad y la objetividad se olvidan ― esa es la forma más alta de renuncia.
El camino es la Verdad espiritual y carece originalmente de nombre o de título. Fue solo debido a que la gente en su ignorancia la buscaba empíricamente que los Budas aparecieron y les enseñaron a erradicar este método de acercamiento. Temiendo que nadie lo entendería, eligieron el nombre «Camino». No deben permitir que este nombre les lleve a formar un concepto mental de una ruta. Así que se dice, «Una vez capturado el pez, no prestamos más atención a la trampa». Cuando el cuerpo y la mente alcanzan la espontaneidad, el Camino es alcanzado y la Mente es comprendida.
Si pudieran pasar todo su tiempo ―caminando, de pie, sentados, acostados― aprendiendo a detener la actividad que crea conceptos en su propia mente, podrían estar seguros de alcanzar por fin su meta. Puesto que su fortaleza es insuficiente, podrían no ser capaces de trascender el samsara en un solo salto; pero después de cinco o diez años, seguramente habrán hecho un buen comienzo y serán capaces de hacer un progreso más amplio espontáneamente. Eso es porque ustedes no son esa clase de hombres que se sienten obligados a emplear su mente para estudiar el «Camino». ¿Qué tiene todo eso que ver con el budismo?
Por lo tanto, simplemente descarten todo lo que hayan adquirido, que no es mejor que una colcha que utilizaron cuando estuvieron enfermos. Solo cuando hayan abandonado todas las percepciones, cuando no quede nada objetivo que percibir; solo cuando lo fenoménico deje de interponerse; solo cuando se hayan librado de toda la gama de conceptos dualistas de la categoría de «ignorante» e «iluminado», merecerán por fin el título de Buda Trascendental.