Escapar de la realidad es algo que muchas veces hacemos sin darnos cuenta. Hay muchas vías de evasión y algunas son menos notorias que otras. No siempre huimos de las cosas físicamente, sino que a veces desarrollamos comportamientos que cumplen con esa función, aunque no lo parezca a primera vista.
Lo negativo de escapar de la realidad es que finalmente solo conduce a un autoengaño. Podemos hacernos a la idea de que un problema o un vacío no están ahí, pero si efectivamente están, tarde o temprano saldrán al paso; además, el no asumir esos problemas solo conduce a que crezcan, muchas veces sin control.
“Tú puedes hacer lo que te propongas. Eres fuerte y capaz. No eres frágil ni quebradizo. Al postergar para un momento futuro lo que quisieras hacer ahora, te entregas al escapismo, a la autoduda, y lo que es peor aún al autoengaño”.
-Wayne W. Dyer-
Así mismo, ese deseo de escapar de la realidad nos lleva muchas veces a desarrollar conductas dañinas tanto para nosotros como para los demás.
Sin darnos cuenta, el afán por no afrontar la realidad hace que nos escondamos detrás de conductas desadaptativas que no resuelven lo que queremos evadir y, en cambio, nos generan nuevos problemas. Las siguientes son algunas de esas conductas.
1. Contar con lo que no se tiene aún
Esta es una forma de escapar de la realidad que nos remite a un mundo ilusorio. Es el mundo de “si sucediera esto, se resolvería aquello”. Entonces, el problema, por ejemplo, no es resolver la situación laboral e incrementar los ingresos, sino comprar la lotería para solucionar las cosas de una buena vez.
Tampoco el problema es explorar lo que hay detrás de la tristeza y la soledad, sino esperar a que llegue esa persona que soñamos, que cambie la persona que amamos o que “suceda algo” que nos saque de ese estado. Es el mundo de esperar algo que difícilmente ocurrirá, para no hacernos cargo de lo que efectivamente nos sucede.
2. Depender de otros, una forma de escapar de la realidad
Otra forma de escapar de la realidad propia es sujetándola a la realidad de los demás. Hay dos maneras de hacerlo. Una, la más común, es responsabilizando a otros de lo que nos sucede. El problema es de la pareja, que hace o no hace; o del jefe, que exige o no exige; o de la familia, que es de esta manera o de otra, y así sucesivamente.
Es como si la persona creyera que es un simple juguete en manos de los demás. Como si no tuviera lugar para una mínima autonomía.
El otro camino de la dependencia es el de aferrarnos a alguien específicamente y delegarle a esa persona la responsabilidad sobre nuestro destino. Así no tenemos que confrontarnos con nuestros errores o problemas.
3. Inventar justificaciones
También es muy habitual que se elija el camino de escapar de la realidad buscando justificaciones ficticias para lo que nos ocurre. Las favoritas son el destino o la mala suerte. Esto, por supuesto, estaría fuera de nuestro control y por eso no podemos hacer nada al respecto.
También están los casos en los que nos aferramos a nuestras propias debilidades para justificar el desinterés o la falta de decisión para afrontar nuestros errores y vacíos. “Soy temperamental”, dicen algunos para eludir su falta de compromiso con la elaboración de su ira; o el “no sé de eso” que se emplea para evadir el avance. Hay cientos de fórmulas por el estilo.
4. Sobredimensionar los hechos
Aumentar la gravedad de algunos problemas a veces sirve al propósito de eludir otros. Hay quienes, por ejemplo, se casan con un pesimismo radical y lo usan como una excusa para no crecer. Aparentemente, el mundo está tan mal que no vale la pena intentar mejorarlo haciendo esfuerzos propios.
A veces, también la pareja, un hijo, la madre o el trabajo se convierten en una especie de nido de males. Toda la atención se enfoca hacia una de esas realidades y cualquier nimiedad en ese ámbito se transforma en una hecatombe. Esta es también una manera de escapar de la realidad, creando una cortina de humo.
5. Posponer lo importante
Dejar para después comienza siendo una forma de manejar el tiempo, que llega a ser una costumbre en quienes quieren escapar de la realidad. Posponen las cosas justo cuando estas comienzan a ponerse difíciles, o cuando exigen más que de costumbre.
Posponer indefinidamente las cosas es una manera de sacarlas de la mente sin experimentar culpa por ello. Sabemos en el fondo que lo correcto es abordarlas, pero optamos por eludir la situación y es así como creamos una larga cadena de pendientes que luego no sabemos cómo empezar a resolver.
Tratamos de escapar de la realidad cuando no tenemos claridad sobre cómo afrontarla o sentimos que las herramientas con las que contamos no son suficientes para hacerlo. Casi siempre nos equivocamos en esto.
La mitad de los problemas ya están resueltos cuando nos decidimos a encararlos y otros tanto si reflexionamos sobre ellos podemos resolverlos o al menos enfrentarlos para que nos afecten lo menos posible. Eso sí, siempre obtendremos grandes enseñanzas y frutos si lo hacemos.
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