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Para muchas parejas, mudarse juntas significa un gran paso en la relación. Tradicionalmente, esto significaba matrimonio, aunque hoy en día la mayoría convive antes de casarse o separarse. Pero hay una tercera opción: vivir separados.

No solo es sorprendentemente común , sino que vivir separados se ve cada vez más como una nueva y mejor forma de vivir para las parejas modernas . Las encuestas han sugerido previamente que alrededor del 10% de los adultos en Europa occidental, Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Australia viven separados, mientras que hasta una cuarta parte de las personas en Gran Bretaña definidas estadísticamente como «solteras» en realidad tienen una pareja íntima, solo vivir en otro lugar

Vivir separados supuestamente les brinda a las personas todas las ventajas de la autonomía: hacer lo que quieran en su propio espacio, mantener acuerdos locales y amistades preexistentes, así como los placeres de la intimidad con una pareja. Algunos incluso lo ven como «subvertir las normas de género», o al menos que las mujeres pueden escapar de las divisiones tradicionales del trabajo .

Pero nuestra investigación muestra una motivación más oscura: las personas pueden terminar viviendo separadas porque se sienten ansiosas, vulnerables, incluso temerosas de vivir con una pareja. Y, a pesar de vivir juntas, las mujeres a menudo siguen desempeñando roles tradicionales.

Mantenerse separado

Mientras que algunos que viven separados tienen relaciones a larga distancia, la mayoría vive cerca unos de otros, incluso en la misma calle, y están juntos la mayor parte del tiempo. Casi todos están en contacto constante a través de mensajes de texto, Facebook, Facetime y otras plataformas de mensajería. Y prácticamente todos esperan fidelidad monógama .

Las encuestas muestran tres tipos diferentes de parejas que viven separadas. Primero están aquellos que sienten que es «demasiado pronto», o que «aún no están listos» para vivir juntos, en su mayoría jóvenes que ven la convivencia como la próxima etapa de sus vidas. Luego están las parejas que realmente quieren vivir juntas pero no pueden hacerlo. No pueden pagar una casa conjunta, o un socio tiene un trabajo en otro lugar, o no puede obtener una visa, o está en prisión o en un hogar de ancianos. A veces, la oposición familiar, por ejemplo, a un compañero de una religión diferente, es demasiado intensa.

El tercero es un grupo de «preferencia» que elige vivir separados a largo plazo. En su mayoría son personas mayores que han estado casadas o convivieron anteriormente. Es este grupo el que se supone que usa la vida separada para crear una nueva y mejor forma de vida.

Miedos y amenazas

Sin embargo, nuestra investigación, basada en una encuesta nacional complementada por 50 entrevistas en profundidad, apunta a una historia diferente para muchas parejas de «preferencia». En lugar de buscar una nueva y mejor forma de relación a través de la convivencia, el ideal seguía siendo una familia «adecuada»: convivencia, matrimonio y un hogar familiar. Pero los encuestados a menudo temían este ideal en la práctica y, por lo tanto, «eligieron» vivir separados como la mejor manera de lidiar con estos temores mientras mantienen una relación. A menudo habían sido profundamente lastimados en relaciones de convivencia anteriores, tanto financieras como emocionales. Algunas mujeres sufrieron abusos. Como Michelle * explicó:

No quiero perder todo en mi casa, no quiero ser poseído, no quiero y no quiero ser golpeado por alguien que debe amarme.

No es sorprendente que Michelle haya «construido una pared de ladrillos muy sólida» con su pareja actual. Vivía aparte lo que mantenía este muro. Otro entrevistado, Graham, había experimentado un «momento increíblemente estresante» después de la separación de su esposa, con «ningún lugar para vivir y sin recursos reales ni nada». Así que vivir separados era una «especie de autoconservación».

Los socios actuales también podrían ser un problema. Wendy había vivido con su pareja, pero descubrió que «cuando bebe no es una buena persona … Fue abusivo conmigo y con mi hijo».

Vivir separados fue la solución. Maggie se sintió repelida por el estilo de vida ecológico «duro» de su pareja: su falta de lavado, descarga de inodoros esporádicos y falta de calefacción central (que necesitaba por razones médicas). También sintió que su compañero la miraba como intelectualmente inferior. Así que vivir separados era «la mejor opción» para su ideal de matrimonio conyugal.

Algunos hombres encontraron amenazadora la idea de vivir con mujeres. Para Ben, «no es un gran comerciante de compromiso», vivir separados era al menos «seguro». Y varios hombres en el estudio esperaban encontrar socios más «conformes» en el extranjero. Daniel, cuya pareja actual, mucho más joven, vivía en Rumania, explicó cómo su «universo entero fue destruido» por el divorcio. Y cómo sintió que «las mujeres en Inglaterra … parecen querer todo en mi opinión, simplemente no quería comunicarme con las mujeres inglesas».

Dados estos temores, preocupaciones y aversiones, ¿por qué estas personas se quedan con sus parejas? La respuesta es un deseo de amor e intimidad. Como dijo Wendy:

Lo amo … [y] me encantaría estar con él, si él fuera la persona que es cuando no está bebiendo.

Maggie nos contó cómo «realmente amaba» a su pareja y cómo habían «concertado un acuerdo» mediante el cual «si cocino, lavo y plancho, puede sacarme una vez al mes y pagarme». Incluso Gemma, que pensaba que vivir juntas le daba poder en la relación, se encontró en «modo de esposa» e hizo «todo su lavado y cocina».

Para algunas personas, entonces, elegir vivir aparte no se trata de encontrar una nueva o mejor forma de intimidad. En cambio, vivir separados es una reacción a la vulnerabilidad, la ansiedad e incluso el miedo: ofrece protección.