En días recientes se ha viralizado un test psicológico en línea cuya promesa es arrojar un diagnóstico del tipo de personalidad que tiene quien lo realiza. Sin embargo, para hacerlo todavía más atractivo, este examen asocia dichos resultados con los personajes de la serie animada Winnie the Pooh, particularmente popular desde hace ya varias décadas (y basada, cabe decir, en los relatos de A. A. Milne, escritor inglés que creó la historia original en los años veinte del siglo pasado).
En este test está basado en el artículo «Pathology in the Hundred Acre Wood: a neurodevelopmental perspective on A.A. Milne«, publicado originalmente en el año 2000 en la Revista de la Asociación Médica de Canadá (CMAJ, por sus siglas en inglés), una publicación académica arbitrada enfocada en el área de la salud.
En el artículo, firmado por Sarah E. Shea, Kevin Gordon, Ann Hawkins, Janet Kawchuk y Donna Smith (un equipo multidisciplinario de pediatras y neurólogos), se examina el mundo de Christopher Robin y Winnie-the-Pooh bajo la perspectiva neurológica y psicológica, a partir de la hipótesis de que los personajes ficticios que participan en este universo pueden tomarse como representación de derivaciones o «problemas» en dichas áreas del desarrollo humano que no han sido reconocidos ni tratados.
Es así como los especialistas diagnostican a cada uno de los personajes en función de las conductas que demuestran en el relato de Milne. De Pooh, por ejemplo, el protagonista, Shea et al escriben lo siguiente:
Empezamos con Pooh. Este desafortunado oso encarna el concepto de comorbilidad. Lo más llamativo es su atención. Trastorno por déficit de hiperactividad (TDAH), subtipo de falta de atención.
Para Piglet (conocido en algunos países hispanoparlantes como «Puerquito»), el diagnóstico comienza de la siguiente manera:
¿Y qué hay del pequeño Piglet? Pobre, ansioso, ruborizado y nervioso pequeño Piglet. Claramente sufre de un desorden de ansiedad generalizada. Si hubiera sido evaluado apropiadamente y se hubiera diagnosticado su condición cuando era joven, podría haber sido puesto bajo un agente antipánico, como la paroxetina, y haberse salvado del trauma emocional que experimentó al tratar de atrapar elefantes.
Y así sucesivamente.
En el artículo, las conclusiones sobre Winnie-the-Pooh y sus amigos se sintetizan de esta manera:
Como vemos, los investigadores no son especialmente amables con los personajes del cuento infantil.
Ahora bien, como es sabido, en la psicología clínica este tipo de ejercicios han sido muy comunes al menos desde que cierta veta de la disciplina se inclinó por una práctica decididamente cientificista. En particular en los países anglosajones, la psicología se ejerce con un apego casi dogmático por el método científico y su afán por cuantificar todos los elementos de un fenómeno analizado.
El examen que Shea y los demás científicos hacen a Winnie-the-Pooh y otros personajes tiene validez en dicho contexto, pues para esa forma de entender la psique humana quizá parezca coherente clasificar todas las posibilidades de comportamiento de una persona en un puñado de «trastornos», con sus causas y sus síntomas bien medidos e identificados.
A manera de contrapunto es posible referir (y leer) el ensayo «Varios tipos de carácter descubiertos en la labor psicoanalítica», de Sigmund Freud , publicado en 1916.
Como se indica ya desde el título, el texto realiza un recuento somero de los «tipos de personalidad» que el médico vienés pudo recabar en su ejercicio del psicoanálisis. No obstante, que aun en la traducción se hable de carácter y no de personalidad señala una diferencia importante de la manera en que, desde el psicoanálisis, se considera la subjetividad humana, más como una combinación contingente de múltiples elementos y no como una serie de moldes en donde es posible hacer entrar a todos los seres humanos. De hecho, Freud se cuida mucho tanto en este como en otros textos similares de establecer «tipos ideales» de la conducta humana, y más bien bien se limitó siempre a presentar sus casos en el marco de las circunstancias subjetivas de sus pacientes.
Y ese es, de hecho, el contraste que valdría la pena tomar en consideración al momento de realizar un examen de personalidad como este del que hemos estado hablando (u otros, incluso). Si bien la observación del comportamiento humano y el conocimiento acumulado sobre este nos han hecho establecer ciertos patrones que se repiten, ciertos rasgos comunes y otro tipo de regularidades, el análisis atento de cada caso siempre demuestra que cada persona experimenta sus circunstancias de existencia de manera única. Una mismo situación –la falta de atención de los padres, por ejemplo, como ocurre según los especialistas con Christopher Robin– puede derivar de formas diametralmente opuestas en dos niños diferentes: a uno puede hacerlo solitario y triste, y a otro creativo e independiente. ¿Por qué, entonces, tratarlos de la misma manera?
Este tipo de test a veces parecen un juego (y sin duda, esa es una cualidad que los hace tan atractivos), pero siempre vale la pena realizarlos con un espíritu no sólo crítico o reflexivo sino sobre todo consciente: teniendo siempre en cuenta la persona que somos, la historia de donde venimos y las circunstancias en las que nos encontramos.
Como en el tablero del ajedrez, en el cual, después del primer movimiento, las probabilidades del desarrollo del juego se multiplican exponencialmente, así también la existencia humana deriva hacia caminos incontables, imposibles de determinar, con cada decisión que tomamos respecto de los hechos que se nos presentan.
El artículo «Pathology in the Hundred Acre Wood: a neurodevelopmental perspective on A.A. Milne» puede consultarse en este enlace (en inglés)
https://pijamasurf.com/2020/01/puede_un_test_determinar_las_posibilidades_infinitas_de_la_conducta_humana/