¡Sal de la zona de confort! Esta frase se ha vuelto omnipresente, convirtiéndose en uno de los consejos más comunes de superación personal. Todos sabemos que acomodarnos demasiado no es positivo, que en algún momento nos toca coger las riendas de nuestra vida y pasar a la acción. Es cierto.
También es cierto que es importante enfrentar nuevos retos, superar miedos, aprender a lidiar con la incertidumbre y no aferrarnos a los viejos hábitos que terminan anquilosándonos. Pero toda medalla tiene su reverso, por lo que no es menos cierto que existen ocasiones en las que NO salir de nuestra zona de confort es lo mejor. Hay momentos en que es infinitamente más inteligente permanecer en esa zona familiar donde nos sentimos cómodos y seguros.
Los peligros de precipitarse fuera de la zona de confort
La cultura actual de superación personal glorifica el acto de abandonar la zona de confort. Es fácil decir que cada obstáculo nos acerca al éxito, que quien no arriesga no triunfa – aunque olvidamos que a menudo también fracasa estrepitosamente – y que necesitamos vencer el miedo a salir de la zona de confort para lograr grandes cosas en la vida, pero no debemos olvidar que cada una de esas acciones tiene consecuencias. Y es probable que no estemos dispuestos a lidiar con algunas de esas consecuencias o que simplemente no valga la pena.
Salir de la zona de confort – porque sí, porque es lo que nos «ha recetado el médico» – sin sopesar adecuadamente los riesgos y beneficios que ese paso conlleva, puede ser una decisión precipitada de la que podríamos arrepentirnos en un futuro más o menos cercano. En realidad, salir de la zona de confort no significa lanzarse al vacío sin paracaídas sino preparar cuidadosamente el terreno para dar cada paso.
Además, vivir obsesionados con la idea de que necesitamos abandonar nuestra zona de confort puede convertirse en la receta más segura para el agotamiento psicológico. La zona de confort también es un espacio de calma donde podemos descansar y reponer fuerzas, por lo que no necesitamos vivir continuamente fuera de ella. Por tanto, hay veces en las que quedarse en la zona de confort es lo mejor que podemos hacer.
De la zona de confort a la zona de pánico – pasando por la zona de aprendizaje
Andy Molinsky, profesor de comportamiento organizacional en la escuela de Negocios Internacionales de la Universidad de Brandeis, hizo referencia a tres espacios relacionados con la zona de confort.
- Zona de confort. Se trata de la zona de confort que todos conocemos, donde nos encontramos a gusto y nos sentimos relativamente seguros ya que nos movemos por situaciones familiares, guiados fundamentalmente por nuestros hábitos y costumbres, de manera que experimentamos muy poca ansiedad.
- Zona de aprendizaje. Es una zona de “estiramiento” en la que ampliamos nuestros horizontes. Se incluyen todas aquellas situaciones en las que experimentamos cierto nivel de ansiedad, generalmente porque son novedosas o implican un desafío. No obstante, esa ansiedad no es exagerada, sino que podemos gestionarla, de manera que la convertimos en combustible de motivación y productividad.
- Zona de pánico. Se trata de una zona en la que enfrentamos situaciones para las cuales no estamos preparados y experimentamos un nivel de ansiedad demasiado elevado que no sabemos cómo gestionar. En esta zona es habitual que nos sintamos paralizados o bloqueados por el miedo o que el nivel de ansiedad sea tan grande que caigamos psicológicamente bajo su peso.
Cuando entramos en la zona de pánico podemos experimentar tanto miedo y ansiedad que es probable que corramos despavoridos hacia la zona de confort y no nos atrevamos a salir nunca más de ella.
Al contrario, el crecimiento se produce en la zona de aprendizaje ya que es cuando alcanzamos nuestro punto óptimo de productividad y motivación. No obstante, para aprovecharlo debemos prepararnos – al menos mínimamente – para lo que podremos encontrar en esas situaciones nuevas, diseñando posibles planes de acción para superar los obstáculos que nos esperan.
¿Cuándo es conveniente quedarse en la zona de confort?
- Cuando ya has vivido muchos cambios. A veces la vida nos empuja fuera de la zona de confort haciendo que nos enfrentemos a situaciones difíciles para las cuales no estábamos preparados. Cuando hemos atravesado por un periodo complicado, puede ser una buena idea regresar a la zona de confort y permanecer en ella durante el tiempo que necesitemos para reponer la energía psicológica que hemos gastado. No debemos olvidar que llevar nuestras fuerzas al límite, exigiéndonos demasiado, puede hacernos tocar fondo emocionalmente y luego nos resultará mucho más difícil recuperarnos.
- Cuando te apetece quedarte en la zona de confort. Si te dices: “no quiero salir de la zona de confort porque me siento a gusto y es lo que he elegido”, no tienes que sentirte culpable por no querer añadir más retos o ansiedades a tu vida. Todos somos diferentes, si estás en un lugar porque lo has elegido y te sientes pleno y feliz, es probable que no necesites salir de tu zona de confort – al menos por el momento. Al fin y al cabo, no podemos perder de vista que salir de la zona de confort solo tiene sentido si puede hacerte sentir más feliz, no si te hará sentir más miserable.
- Cuando hay buenas razones para quedarse en la zona de confort. A veces simplemente no es el momento más adecuado para salir de la zona de confort. Quizá no existen las condiciones mínimas o no te has preparado lo suficiente. Si vas a dar un gran paso o realizar un cambio importante en tu vida, debes asegurarte de que es el momento justo – o al menos que no es un mal momento. Solo debes cerciorarte de que tienes buenas razones para quedarte momentáneamente en esa zona, no que se trata de excusas motivadas por el miedo. Para descubrirlo, imagina que tienes un borrador mágico. Si pudieras borrar la ansiedad, ¿te gustaría dar ese paso? Si la respuesta es positiva, debes prepararte para ir ampliando tu zona de aprendizaje e ir creando las condiciones. Pero si realmente no es lo que quieres hacer, no tienes que dar ese paso solo para “ampliar tus límites”, sobre todo si te genera una ansiedad innecesaria.
Conocer tu nivel de tolerancia al estrés es clave para crecer
Es importante comprender que la zona de confort es un concepto subjetivo en el que intervienen diferentes factores, entre ellos nuestras características de personalidad y el nivel de tolerancia al estrés. Un introvertido, por ejemplo, podría encontrar la idea de ir a un evento más problemática que un extrovertido.
También respondemos al estrés de manera diferente, por lo que es posible que la zona de aprendizaje de algunas personas sea más pequeña que la de otras y entren más rápido en la zona de pánico.
Cada persona tiene sus propias limitaciones y eso no es algo necesariamente negativo. Lo que sí es negativo y contraproducente es copiar lo que hacen los demás para salir de su zona de confort, porque esa puede ser la receta perfecta para el fracaso y la frustración.
El secreto para crecer sin entrar en la zona de pánico consiste en aplicar ese viejo aforismo griego: “Conócete a ti mismo”. Necesitamos comprender nuestros límites y conocer nuestro nivel de tolerancia al estrés y la incertidumbre. Solo así podremos ir ampliando paulatinamente esa zona de aprendizaje sin ir demasiado lejos.
Excelente, didáctico y esclarecedor.
Gracias.