Los cuentos orientales, y los árabes en particular, han sido los modelos para muchos de los cuentos que hoy conocemos Algunos de los que aquí se presentan pertenecen a una tradición dentro del islam que es el sufismo y concretamente a uno de sus más conocidos representantes Farid-ud-Din Attar.
La riqueza de la tradición literaria oriental, y concretamente árabe, es innegable, sólo hay que pensar en los “Cuentos de las mil y una noche”, un modelo para tantos y tantos cuentos posteriores. Sus historias mantienen el encanto de la oralidad que cautivaba a sus oyentes porque, como en un espejo, se veían a sí mismos reflejados en ellas. Algunas de los que aquí presentamos se han dado a conocer como cuentos sufíes, una definición que indica que se refieren a aspectos tratados en las escrituras coránicas, puesto que el sufismo es una manifestación, ciertamente con algunas características propias, del Islam tradicional. Por eso. algunos tienen como autor a Farid ud Din Attar, que fue un célebre poeta y místico musulmán persa que vivió durante la segunda mitad del siglo XII y al que se considera perteneciente a la escuela sufí.
SELECCIÓN DE CUENTOS
“Bichr y el Nombre de Alá”. Farid-ud-Din Attar
Bichr, el descamisado, salió de madrugada borracho de vino turbio pero limpio en su alma y halló en medio del camino un pedazo de papel en el cual estaba escrito el Santo Nombre de Dios. Todo lo que tenía en este mundo era el valor de un grano de cebada y lo gastó para comprar almizcle con el que perfumó el pedazo de papel de tan apenado que estaba al ver el Nombre de Alá manchado de barro. Por la noche soñó que la Voz divina le decía:
“Tú recogiste Mi Nombre del polvo, lo perfumaste y lo purificaste con toda veneración. Yo, a mi vez, te doy acceso a la Verdad, Yo te hago puro y oloroso”.
(Adaptación de un poema de Le livre divin)
«La infidelidad». Farid-ud-Din Attar
Hassan Bari contaba que un día que estaba en la terraza de su casa oyó a la mujer de su vecino que gritaba:
“Hace cincuenta años que vivo en tu casa, siempre de buen humor, tanto en la abundancia como en la escasez. Hiciera frío o calor te he servido fielmente sin pedirte nada. He conservado intactos tu nombre y tu honor. Jamás me he quejado a nadie de ti; pero hoy no soporto ver que tomas a otra mujer y te relacionas íntimamente con ella”.
Al oír esto, dijo Hassan Bari, me embargó una dulce emoción y lloré. En la Palabra sagrada, el Señor Altísimo ha dicho: ¡Oh, mi servidor, te perdono tu pecado, pero si en tu corazón sucumbes y adoras a otro en mi lugar, no te perdonaré! (Corán, sura IV 51 y 116)”
(Le Mémorial des Saints)
«El discípulo». Farid-ud-Din Attar
El sheikh Junaid tenía un discípulo al que prefería sobre todos los demás, lo que incitó los celos de los otros discípulos; el sheikh, que conocía los corazones, se dio cuenta de ello y les dijo; “Os es superior en cortesía y en inteligencia, hagamos una experiencia para que vosotros también lo comprendáis”.
Junaid ordenó entonces que le trajeran veinte pájaros, y les dijo a los discípulos: “Que cada uno coja un pájaro, se lo lleva a un lugar en el que nadie lo vea, lo mate, y me lo traiga luego”.Todos los discípulos se fueron, mataron los pájaros y los volvieron a traer. Todos… salvo el discípulo favorito, que le devolvió vivo el pájaro.
“¿Por qué no los has matado?”, preguntó Junaid. “Porque el maestro ha dicho que tenía que hacerse en el lugar donde nadie pudiese vernos”, respondió el discípulo. “Pues bien, en todas partes a donde he ido, Dios estaba mirando”. “¿Veis su grado de comprensión?, diijo Junaid. Entonces los discípulos pidieron perdón a Dios.
(Le Mémorial des Saints)
“La transmisión” Anónimo
Una tradición del Profeta que describe su Viaje de la Noche dice:
En el trascurso de mi asunción espiritual, fui transportado al Paraíso. Se me colocó ante la puerta de una casa. Ante esta puerta estaba Gabriel de pie. Le pedí entrar. Gabriel dijo: “Sólo soy un servidor de Dios, tienes que rezar a Dios si quieres que la puerta se abra” Y es lo que hice. Dios dijo: “Únicamente abro la puerta a los que son mis bienamados. Tú y tus discípulos me sois muy queridos”. Y la puerta se abrió. En el interior vi un cofre hecho con perlas blancas y le pedí a Gabriel que abriera el cofre. Me dijo: “Sólo Dios puede hacerlo”. Le pedí a Dios que lo abriera, y el cofre fue abierto. Dios dijo: “Lo que contiene el cofre te pertenecerá a ti y a tu posteridad”. Habían dos cosas dentro del cofre: la pobreza espiritual y un manto.
Cuando volvía a bajar llevé conmigo el manto, y lo puse sobre los hombros de Alí y, después, sus hijos lo llevarán.
“La abubilla y las lechuzas”. Sihâboddîn Yahyâ Sohravardî.
Un día, durante uno de de sus viajes, la abubilla fue a parar al hogar de unas lechuzas y se detuvo allí. La abubilla es famosa por su vista penetrante, mientras que las lechuzas no ven nada durante el día. Aquella noche, pues, la abubilla la pasó con las lechuzas en su nido, y no hubo tema sobre el que las lechuzas no tuvieran algo que preguntarle.
A la mañana siguiente, la abubilla tomó su equipaje y se dispuso a partir. Pero las lechuzas le gritaban: “¡Desgraciada! ¿Qué pretendes con esta novedad? ¡Nadie sale de viaje durante el día!” La abubilla respondió: “Pero, qué historia tan extraña. Todos los viajes se hacen durante el día…” Sin embargo, las lechuzas replicaron: “¡Sin duda, te has vuelto loca! ¿Cómo podría uno ver algo durante el día, cuando todo es oscuridad, y el sol sobrevuela las tinieblas?”
La abubilla respondió: “Pero, si todo es al revés de lo que decís. Todas las luces del mundo dependen de la luz del Sol; todo lo que brilla obtiene su luz de él y le debe su brillantez. Él es el manantial, la fuente de la luz” Pero las lechuzas lo negaban preguntándose: “¿Por qué entonces no se ve nada durante el día?”.
La abubilla dijo entonces; “No podéis medirlo todo por vuestro rasero, pues quien vea durante el día os dirá: ¡Pero sí, yo veo! Pertenezco al mundo en el que la visión es la del testimonio ocular; disfruto de la visión directa. Los velos se han levantado: las superficies sobre las que se levanta el sol (el lado oriental de todas las cosas) las percibo mediante una intuición visionaria, sin ninguna duda”.
Después de escuchar esta explicación, las lechuzas elevaron un clamor de reprobación. Se reunieron y se decían unas a otras: “Este pájaro pretende ver claro durante el día, mientras que es lógico pensar que el día es la ausencia de visibilidad”.
Aquí las lechuzas se abalanzaron con uñas y picos hacia los ojos de la abubilla, e injuriándola, gritaban: “¡Y esta pretende ver durante el día! ¡He aquí el gran arte y la virtud!» Y añadieron “Si no cambias de idea, harás bien en temer por tu vida”
La abubilla reflexionó y se dijo: “Si no me retracto, si no me hago pasar por ciega, me matarán, pues me herirán sobre todo en los ojos y la muerte y la ceguera sobrevienen al mismo tiempo”. Y entonces recibió esta inspiración: “Habla a las gentes según la capacidad de su inteligencia”. Al momento cerró los ojos y dijo: “Heme aquí, ¡por fin he llegado a vuestro nivel; yo tampoco veo nada durante el día!”. Cuando constataron que así era, las lechuzas cesaron de golpearla y hacerla sufrir.
La abubilla comprendió entonces que, cuando se está en medio de las lechuzas, existe una regla sin excepción. Divulgar el “secreto del señorialidad” es cometer una impiedad. Divulgar el secreto del destino personal, es cometer una rebelión. Publicar el secreto, es caer en la impiedad. Hasta el momento de su huida, la abubilla fingió la ceguera al precio de mil tormentos. Se decía: “A veces digo: voy a divulgarlo. Todos los secretos que este tiempo comporta. Pero ante la violencia desenfrenada de los ignorantes, mil clavos mantienen mis labios cerrados”.
La abubilla suspiraba profundamente y se decía. “Ciertamente, en cuanto a mi tengo abundante conocimiento; si lo ofreciera generosamente como un don, me matarían” Y también: “Si el velo hubiera sido levantado, mi certeza no sería mayor”. Y recitaba los versículos del Libro: “… de modo que no adoran al Dios que ha producido el día y que está oculto en el cielo y sobre la tierra” (27/25) y “No hay nada cuyos tesoros no existan en Nosotros, y Nosotros hacemos que desciendan solo en una determinada medida” (15/21)
(Citado por H. Corbin, Tres relatos visionarios)
“Manjun y Leyla”. Farid-ud-Din-Attar
Alguien le preguntó a Majun: “¿Amas mucho a Leyla?”. Él respondió: “En verdad no la amo”. Asombrado, su amigo le dijo: “Pero, vamos, te pasas los días y las noches llorando, componiendo versos en su honor, sin comer ni dormir, loco de pena: ¿No es eso amor?” Majun respondió: “Todo eso es finito. Ahora Leyla se ha convertido en Majun. Majun se ha convertido en Leyla. Se han fundido el uno en el otro, ya no son dos”.
“Si buscas el objeto de tu amor a costa de tu alma, piérdete a fin de que se manifieste”. “Piérdete de tal modo que nunca más puedas encontrarte en la vida”.
(Citado por E. de Vitray Meyerovitch, 75 Cuentos sufíes)
“El rey y el servidor”. Rumi
Un monarca le dijo a un derviche: “Cuando Dios se manifieste y se aproxime a ti, acuérdate de mí”. El derviche respondió: “Cuando llegue a Su presencia y los rayos del sol de Su belleza me iluminen, ya no me acordaré ni de mi mismo; ¿cómo podría acordarme de ti?” Sin embargo, cuando Dios, el Altísimo, elige a un servidor y lo consume en Sí mismo, si alguien se acerca al faldón del vestido de este servidor y le hace un pedido, a pesar de que este intermediario no lo llevará ante Dios para que exponga su deseo, Dios igualmente se lo concederá, pues se cuenta que un cierto rey tenía un servidor favorito. Cuando este servidor tenía la intención de dirigirse a la Corte, las personas que deseaban presentar demandas le confiaban sus historias y sus cartas, a fin de que las sometiera al rey. El servidor lo colocaba todo en su bolsa, pero al llegar ante el soberano, al no poder soportar su esplendor, el servidor se desvanecía. El rey, entonces, introducía su mano en la bolsa con confianza, al tiempo que decía: “¿Qué es lo que mi servidor, desvanecido y absorbido por mi belleza, trae?” Tomaba las cartas y escribía al dorso de las peticiones la orden de resolver favorablemente los deseos de todos los solicitantes, después las colocaba nuevamente en la bolsa, a fin de que ninguna demanda fuese olvidada sino que, al contrario, todos los deseos fueran doblemente atendidos. De este modo, sin que el servidor expusiera los problemas de cada uno, todos eran resueltos.
(Fihi-ma-fihi)
«La puerta». Farid-ud-Din Attar
Se cuenta que un hombre fue al encuentro de Djafar Sadiq y le dijo. “Haz que vea al Señor Altísimo”. Al instante Djafar Sadiq le respondió: “Oh, tu!, cuando Moisés, el profeta, quiso ver el rostro del Señor, una voz que procedía de Él le respondió: No podrás verme jamás”. “Pero, le contestó el otro, nosotros somos el pueblo de Mahoma y nos está permitido ver” “Atad a este hombre y arrojadlo al río”, ordenó Djafar Sadiq. En el acto lo ataron y lo echaron al agua. Después de hundirse, volvió a aparecer en la superficie gritando: “¡Oh, hijos de Mahoma, ayudadme!” Y se hundió en el agua de nuevo. Siguiendo las órdenes de Djafar Sadiq, cuando a apareció por segunda vez lo dejaron gritar sin que nadie le tendiera una mano. Entonces, sin esperar ya nada de los que allí estaban, dijo: “¡Dios mío, sé misericordioso conmigo y ven en mi ayuda!”.Esta vez, Djafar Sadiq ordenó que lo sacaran del agua. Pasados unos momentos, cuando se recuperó, Djafar Sadiq le preguntó: “Y bien, ¿has visto al Señor Altísimo?” “Os he llamado, respondió el hombre, y nadie vino en mi ayuda. Cuando ya no esperaba nada de vosotros, puse mi esperanza en el Señor Altísimo. Y una puerta se abrió en mi corazón y cuando miré por esa puerta, encontré todo lo que deseaba”.
“Ahora, pues, dijo Djafar Sadiq, deja todo lo demás y no abandones nunca esa puerta”.
(Le Mémorial des Saints)
“La respuesta a la oración”. Rumi
Gritaba un hombre una noche: “¡Alá!” hasta que sus labios se endulzaron por su alabanza. Le dijo el demonio: “Hombre de muchas palabras, ¿dónde está la respuesta: `¡Heme aquí!’ a todos esos ‘¡Alá!’? No viene ninguna respuesta del Trono divino, ¿cuánto tiempo vas a repetir ‘¡Alá!’ con aire lóbrego?” Estas palabras le rompieron el corazón al hombre. Se acostó para dormir y en sueños vio a Al Khadir que le decía: “Oye, has parado de alabar a Dios; ¿por qué te arrepientes de llamarlo?” El hombre respondió: “No me llega por respuesta ningún ‘¡Heme aquí!’”. Al Khadir replicó: “No, Dios dice: ‘Tu ¡Alá! es mi ¡Heme aquí!, y esta súplica, este dolor y este fervor tuyos son mi mensaje hacia ti. Tu temor y tu amor son el lazo que coge mi gracia. Bajo cada uno de tus ‘¡Oh, Señor!’ hay muchos de mis ‘¡Heme aquí!`”
(Masnavi)
“La peregrinación”. Farid-ud-Din Attar
El sheikh Abd Allah Mubarak, un día que se encontraba en La Meca, vio en sueños a dos ángeles bajados del cielo, que se preguntaban cuántos peregrinos habrían acudido aquel año: “Seiscientos mil” dijo uno de ellos. “Y, ¿cuántos cuya peregrinación haya sido aceptada?”. “Ni uno solo” respondió el otro ángel. “Sin embargo, agregó, hay en Damasco un remendón llamado Ali ben Mufiq, que no ha efectuado la peregrinación en persona; pues bien, su peregrinación ha sido aceptada y le ha sido concedido la gracia de estos seiscientos mil peregrinos”.
Una vez despierto, el sheikh decidió ir a Damasco y visitar a aquel remendón, al que finalmente encontró y le contó su sueño.
Era un anciano que, al oír aquel relato se echó a llorar. Contó que, treinta años antes, tras haber apartado a costa de grades penalidades, trescientas cincuenta monedas de oro para ir a La Meca, había descubierto que sus vecinos tenían hambre. Y les había entregado la suma ahorrada diciéndoles: “Tomad este dinero para atender a vuestros gastos, esa será mi peregrinación”.
(Le Mémorial des Saints)
https://www.arsgravis.com/cuentos-sufis/