por Guillermo Casini 

Meditacion

Sólo conoceremos el Ser teniendo la experiencia del Ser, nunca sólo leyendo, pensando los propios conceptos o hablando sobre el tema.

Pero ¿cómo podemos tener esa experiencia si estamos tapados por una maraña de pensamientos (llamada «mente») todo el tiempo?

Sólo deteniendo la compulsión a pensar e imaginar en el lugar mismo de su surgimiento, podremos ganar el espacio de silencio necesario para la experiencia directa de la presencia del ser en el propio corazón.

Pensamientos, sensaciones y percepciones constituyen todo el contenido de la mente y su única existencia.

Surgen espontáneamente como el sujeto conocedor, lo conocido y el conocimiento mismo actuando.

Estas formas de ser constituyen las repercusiones de una sola presencia eterna conociendo y experimentando cada evento que es captado por nuestros sentidos.

Este sexto sentido, el sentido se ser, es la base de los otros cinco y el cimiento de las creaciones elementales que conocemos en cada instancia de la vida como nuestro cuerpo, mundo y existencia personal.

La mente se funda en el primer pensamiento «yo» y sus repercusiones elementales, así como el fenómeno llamado «eco» se basa en el propio sonido de la voz expandiéndose y retornando cada vez que sucede, de forma misteriosa.

Ya que estas repercusiones no pueden ser controladas una vez que se exteriorizan, la única manera de detenerlas es encontrar el origen de su vibración, de su actividad expansiva

Para encontrar que el origen del eco es el sonido de la propia voz, solo basta con esperar el fin de sus rebotes y quedarse callado o quieto para comprobarlo.

De igual forma encontrando que el origen de estos pensamientos, sensaciones y percepciones es la noción de ser algo y su pronunciación como el sujeto o el pensamiento raíz «yo», todas sus repercusiones terminan y ese silencio indica la plena presencia del ser que existe como la unidad y la fuente de todos ellos.

Buscando el pensamiento «yo» todos los demás movimientos culminan, al igual que buscando el origen del sonido llegamos al silencio unificador.

El pensamiento «yo» no es destruido sino que se descubre como una extensión de nosotros mismos, como el reflejo de la luz suprema de la consciencia, como el segundo sol que aparece en un balde lleno de agua en pleno día.

Todos los objetos son expresiones formadas por el ser verdadero y sus proyecciones, yo mas esto, sujeto y objeto, conocedor y conocido.

Así este yo incipiente se gana el nombre de ego o yo hacedor, por aparecer como si fuera el que crea, actúa y destruye todas sus creaciones, cuando es sólo un fenómeno, un componente más del fluir natural de la existencia auto consciente.

Nosotros no existimos más que como el eco de nuestro propio ser, como el indicador del sonido primordial, que desde el punto de vista objetivo parecer ser un individuo en un mundo de constantes vaivenes.

Lo que parece ser dualidad son solo reflejos del único sujeto que permanece siempre como la presencia no-dual inalterable.

Cuando el objeto es visto como el sujeto mismo proyectado, ambos se funden en un solo ser y se realizan como puro conocimiento, terminando así con la falsa noción de dualidad, que nos lleva a experimentar el cuerpo, el mundo y la existencia como separada de nosotros mismos.

Esto se experimenta como paz y felicidad ilimitadas y nada ni nadie podrá quitarnos esa convicción, ni podremos olvidarlo o dejarlo de lado nunca más.

Quien conoce esto no necesita conocer nada más y es más rico y poderoso que cualquier rey de la tierra, porque se tiene a Sí mismo como SATCHITANANDA, la existencia infinita que conoce y penetra todo lo que abarca sin objetividad, o podemos decir sin otro propósito que el propio disfrute de su ser natural, único e irrepetible.

Éste es el mayor Dharma o deber en la vida y el mejor camino o sadhana porque trasciende todos los demás dharmas y senderos al unificarlos en un sólo instante de plena realización, por eso se denomina: SWADHARMA, vivir en el ser innato de uno mismo sin proyecciones ni agregados.

Por eso no se equivoca el Bhakta (devoto) al cantar «Yo soy Él», ni tampoco el Jñani (conocedor) al contemplar «Sólo Yo soy», porque la fusión de ambos como uno único Dharma o modo de vida, es en definitiva la permanencia en nuestro ser natural, la realidad Advaita donde no hay creación, mantenimiento y destrucción, donde no hay más miedo ni separación porque la muerte ha sido vencida, donde el ego es naturalmente nuestra propia voz y nuestra voz se hace eco sólo del más puro e infinito SER.

https://www.nodualidad.info/colaboraciones/ecos-del-propio-ser.html

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