Así como todo lo valioso que normalmente buscamos fuera, está nuestra alma esperando en nosotros, que lleguemos a ella, para experimentar la calma que a veces clamamos. El reposo de la mente nos conecta de manera directa con ese punto en el que todo es perfecto, en el que reconocemos nuestra condición de seres espirituales, no desde la razón sino de la consciencia más pura.
En estos días de tanta turbulencia, debemos pausar para encontrarnos a nosotros mismos. En medio del caos, el mejor refugio eres tú mismo y en este momento lo que necesitamos a nivel colectivo es justo esa conexión en la que nos sabemos cocreadores de nuestra realidad y nuestra consciencia colectiva está siendo llamada a despertar.
Probablemente sienten la necesidad que todo calle, pero eso que quieren que calle va más allá de las noticias, de las advertencias, del miedo que se mete por debajo de las puertas, con muchas más velocidad y siendo altamente más invasivos que cualquier virus, de lo que hablan los vecinos y de las nuevas medidas… El clamor por silencio que sienten va orientado a la necesidad de callar la mente, las constantes voces que asustan, que brincan de un lugar a otro, que nos hacen sentirnos expuestos y a merced de cualquier amenaza.
Esa voz nos desconecta con quienes somos realmente, nos hace perder la noción de lo grandiosos que somos, de nuestra naturaleza, enmarcada por una salud perfecta. Esa voz afecta nuestro sistema inmunológico, nos deprime y nos exalta, como y cuando quiere.
Es por ello que hoy más que nunca debemos aprender a pausar a esa agitada mente, que no sabemos si por estar tan mal programada es que termina por hacernos tanto daño. A ella desde la nobleza que nos rige la invitaremos a la calma, mientras la observamos girar descontrolada.
Esto lo haremos a través de una poderosa herramienta llamada meditación, de la cual seguramente ya hayan escuchado hablar, pero que quizás no hayan comenzado a practicar. Bueno, ese es el momento y de seguro vamos a tener el tiempo necesario en medio de este aislamiento como para generarnos el sano hábito de meditar a diario.
No solo nos haremos un bien a nosotros, sino que representará un beneficio para todos, mientras más luz inyectemos en este proceso, tendremos mejores resultados. La Tierra está de momento descansando de nosotros en un sentido, pero en otro estamos vibrando en la frecuencia del miedo y sin duda a partir de allí no podemos enviar nuestra mejor energía.
Cuando meditamos elevamos nuestra frecuencia vibratoria, al menos por un momento nos sentiremos en calma. A medida que avancemos en la práctica, no veremos el beneficio solo durante el tiempo que meditemos, sino que la capacidad de mantenernos en calma, aliviar nuestra mente y orientar nuestros pensamientos hacia lo que nos conecte con el bienestar, se hará cada vez mayor.
Hay muchos métodos para meditar, para quienes están comenzando yo sugiero sentarse en un sitio tranquilo, donde no vayan a ser molestados por algunos minutos, estar cómodos, pero no dispuestos a dormirnos y enfocarnos en nuestra respiración. Podemos contar nuestras inhalaciones, del uno al diez y repetir.
Vendrán pensamientos, solo deben ser observados, sin rechazarlos, sin engancharse a ellos, con sutileza, vuelvan al conteo… A veces irán por cualquier número mayor al diez… vuelvan al uno. Comiencen por 5 minutos y vayan incrementando 1 o 2 minutos por día. Si quieren estar más tiempo allí, aprovechen que los tiempos se prestan para ello y en este caso, más en mejor.
Con paciencia, sin mayores expectativas, pero les prometo que será una de las mejores cosas que puedan hacer por ustedes… por nosotros.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
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