«El agua de la corriente del valle siempre está fluyendo. Corre y corre sin detenerse ni siquiera un instante. Su rumor me hace sentir el sonido del tiempo.
El agua del tiempo reverbera sobre la ribera del universo. Aunque su fluir sea más lento, las rocas, árboles, casas y ciudades también están fluyendo. El pensamiento y la cultura fluyen también. Que todo esto tenga una apariencia inmutable no es más que una ilusión.
Hacemos muchos esfuerzos para mantener las cosas como están, pues sólo los seres humanos nos lamentamos de la transitoriedad. Sin embargo, por mucho que nos quejemos o protestemos, no podemos impedir que todo fluya. Si somos capaces de ver las cosas tal y como y son y fluimos con ellas, entonces disfrutaremos de la transitoriedad. Debido a que la vida humana es transitoria, toda clase de figuras están tejidas en su tela.
Al comienzo de la meditación zazen, cuando todo está en calma, el sonido de la corriente del valle es fragoroso y claro. Después, cuando caminamos lentamente para desentumecer las piernas y desperezarnos, da la impresión de que el sonido de la corriente es menos audible. Cuando el zazen ha finalizado, el sonido ha desaparecido por completo. ¿Como es posible esto?.
En realidad, el sonido de la corriente del valle, no aumenta, disminuye o desaparece. Cuando las olas de nuestras mentes se calman, podemos escuchar las enseñanzas del agua, los guijarros, hierbas y árboles, ríos y montañas nos están transmitiendo con su voz. Cuando nuestros pensamientos están ocupados con los asuntos del mundo externo, entonces estos seres de la naturaleza dejan de hablarnos. En realidad no es que hayan enmudecido, sino que estamos tan atrapados por el mundo exterior que no tenemos oídos para escuchar.
Al igual que con nuestros oídos, sucede lo mismo con nuestros ojos. Cuando el ojo de la mente es claro, vemos a todas las existencias naturalmente, tal y como son; pero desde el momento en el que nuestra conciencia se distrae con un solo pensamiento de su actividad ilusoria, lo que vemos deja de ser registrado fidedignamente por nuestras mentes. Nos volvemos ciegos, del mismo modo que nos volvemos sordos a los sonidos que nos rodean. Cuando nuestra atención es empujada de acá para allá, dejamos de ver lo que ha de ser visto y de oir lo que ha de ser escuchado.
Al escuchar insconscientemente el fluir del agua, ¿no genera la impresión de que está creando un ritmo?. Sin embargo, ni una sola gota de agua pasa dos veces por la misma piedra y el rumor del agua precipitándose sobre las rocas está cambiando constantemente. La percepción de uniformidad es una ilusión de la mente, los oídos y ojos humanos. El agua que ha fluido una vez a través del lecho del río jamás puede repetir su curso. La vida humana no es diferente. Nuestros ojos y mente mundanos son los únicos que ven lo de ayer como igual a lo de hoy.
Los ojos y mentes iluminadas reconocen que cada momento tiene una forma diferente de cualquier otro momento.»
Shundo Aoyama
del Libro: Semillas Zen: reflexiones de una monja Zen
https://eldharmadebuda.blogspot.com/2010/