Nuestro mensaje de hoy es «cultivar el espíritu». Eso significa que no se ha de salir en busca de lo externo. Esta es una cuestión muy importante y es la única manera de practicar el Zen. Naturalmente, el estudio de los textos sagrados, la recitación del sutra o el sentarse es Zen. Cada una de estas actividades debe ser Zen. Pero si el esfuerzo o la práctica no tiene la debida orientación, no conducirá a nada en absoluto. No sólo eso, sino que corremos el riesgo de corromper nuestra naturaleza pura. En ese caso, cuanto más sepamos sobre el Zen, tanto más nos echaremos a perder. La mente se llenará de broza. La mente se manchará.
Para nosotros, es usual recoger retazos de información de diversas fuentes, con la persuasión de que así podemos incrementar nuestros conocimientos. En realidad, cuando se sigue ese camino, se acaba por no saber nada en absoluto. La comprensión del budismo no debe consistir en juntar muchos retazos de información con vistas a obtener un conocimiento. En vez de tratar de adquirir conocimientos, lo que se debe hacer es aclarar la mente.
Cuando la mente está clara, ya se posee el verdadero conocimiento. Cuando se escucha nuestra enseñanza con mente pura y clara, puede aceptársela como si se estuviera escuchando algo que uno ya sabe. Esto se llama vacío, vacuidad, el sí mismo omnipotente o el pleno saber. Cuando se sabe todo, uno es como un cielo oscuro. A veces aparece un relámpago en ese cielo oscuro. Después que pasa, uno se olvida de él por completo y no queda nada más que el cielo oscuro. El cielo no se sorprende nunca cuando irrumpe un rayo en él. Y al destellar del relámpago, se puede tener una visión maravillosa. Cuando logramos la vacuidad, estamos siempre preparados para contemplar el relámpago.
Tomado de Mente Zen, Mente de Principiante.