En la historia contemporánea los primeros relatos de vida después de la muerte aparecieron en 1926, cuando Sir William Barrett, miembro de la Royal Geographical Society, publicó un ensayo plagado con visiones de muerte. El público aprendió que, según la información compilada en este documento, después de la muerte las personas observan otras realidades, escuchan música y a menudo se reencuentran con seres queridos fallecidos.
Experiencia cercana a la muerte.
En la década de 1970, el filósofo y psiquiatra estadounidense Raymond Moody retomó el tema convirtiéndose en uno de los primeros profesionales de la salud en estudiar un fenómeno tan poco conocido. Moody acuñó el término “experiencia cercana a la muerte”. En 1975 publicó el libro “Vida después de la vida”, una obra que rápidamente se convirtió en bestseller y para finales de 1999 alcanzó más de 3 millones de copias vendidas.
Vida después de la vida.
Los hallazgos expuestos en este libro cambiaron para siempre las ideas previas que se tenían sobre la muerte de una persona. El libro compiló las experiencias de 150 individuos declarados clínicamente muertos, que inesperadamente regresaron a la vida. En este punto es importante recordar que la muerte clínica es una etapa reversible del proceso de muerte, definida por el transcurso de unos minutos tras el cese de la circulación sanguínea y respiración.
Generalmente, una persona con temperatura corporal normal no excede los 8 minutos en esta etapa. Sin embargo, cuando las temperaturas son bajas puede alargarse un poco más. Y si se implementan medidas de reanimación, es posible que el individuo salga de la muerte clínica y vuelva a la vida.
Raymond Moody encontró que en este acercamiento a la muerte el individuo experimenta paz, sensación de salir del cuerpo, vuelo al interior de un “túnel”, aproximación a una fuente de luz y muchas cosas más. La obra del psiquiatra estadounidense allanó el camino para que otros investigadores continuaran en la misma dirección.
La visión del túnel.
Evidentemente, la ciencia buscó una explicación lógica a este fenómeno. Y es que no sólo los individuos que pasan por una experiencia cercana a la muerte atraviesan estos escenarios. Visiones similares aparecen en adictos que consumen LSD, personas que practican meditación y pacientes con epilepsia. Estas personas no se aproximan a la muerte, pero también ven esa luz al final del túnel.
El investigador checoslovaco Stanislav Grof propuso la siguiente hipótesis: el vuelo de la persona viajando por el túnel no es más que un “recuerdo” de los primeros instantes del nacimiento. Es decir, se trata del movimiento de un bebé desplazándose por el canal de parto. La luz brillante al final es la iluminación del mundo al que llega este pequeño ser humano.
Jack Cowan y los relatos de vida después de la muerte.
Para el neurocientífico Jack Cowan, las visiones del túnel durante la muerte se generan en una región del cerebro responsable de procesar la información visual. Ese efecto de vuelo vertiginoso al interior de un tubo sería el resultado de la muerte de células cerebrales ante la deficiencia de oxígeno. Simultáneamente, la corteza visual es inundada por oleadas de excitación. Son círculos concéntricos que el hombre relaciona con el vuelo a través de un túnel.
A finales de la década de 1990, un grupo de investigadores de la Universidad de Bristol simularon el proceso de muerte de células visuales del cerebro en una computadora. Encontraron que en ese instante en las mentes de las personas se produce la imagen de un túnel en movimiento. Así, Susan Blackmore y Tom Prosyanko confirmaban la hipótesis de Cowan.
Visiones póstumas.
También surgieron otras teorías de que las visiones “póstumas” subyacen en el miedo a la muerte o la acción de los fármacos administrados al paciente. Pero, pese a los constantes intentos de los científicos por entender el fenómeno, aún quedan muchas cuestiones sin respuesta.
Una de las más enigmáticas tiene que ver con el hecho de que una persona, supuestamente inconsciente, es capaz de ver lo que sucede en su entorno. A menudo, los médicos que practican resucitaciones cuentan con experiencias propias de pacientes que regresan del “más allá” para relatar con lujo de detalles las acciones del personal médico en el intento por salvarles la vida. Lo más extraño es que algunos son capaces de informar lo que sucedía en salas contiguas.
Relatos de vida después de la muerte: evidencia científica.
A comienzos de 2001, el neuropsiquiatra Peter Fenwick del Institute of Psychiatry, Psychology & Neuroscience y Sam Parnia de la Universidad de Southampton, publicaron un estudio con evidencia irrefutable de que la conciencia humana no depende de la actividad cerebral y continúa “viviendo” cuando todos los procesos del cerebro cesan.
Los hallazgos de Fenwick y Parnia.
Como parte del trabajo científico, los investigadores estudiaron el historial médico y personal de 63 pacientes cardiológicos que salieron de una muerte clínica. Encontraron que 56 de los voluntarios no recordaban absolutamente nada. Perdieron la conciencia y recuperaron sus sentidos en la cama del hospital. Sin embargo, siete conservaron recuerdos de ese periodo de muerte clínica.
Cuatro entrevistados dijeron sentirse invadidos por una sensación de paz y regocijo, aceleración del tiempo, sensación de que su cuerpo desaparecía y que su estado de ánimo se elevaba al punto de exaltarse. Entonces, una luz brillante aparecía para indicar la transición a otro mundo. Al poco tiempo, seres míticos parecidos a ángeles o santos entraban en acción. Todos los participantes relataron pasar algún tiempo en un mundo diferente antes de regresar a la realidad.
Es importante señalar que estos individuos no eran personas particularmente próximas a la religión. De hecho, tres participantes admitieron no asistir a la iglesia en absoluto. Por eso, es poco probable que un fanatismo religioso explique estas experiencias.
El cerebro y la conciencia humana.
Sin embargo, lo más relevante de la investigación de los científicos ingleses fue un asunto completamente distinto a estas experiencias. Tras estudiar minuciosamente la documentación médica recabada, los investigadores concluyeron que la idea tradicional de que el cerebro cesa actividades ante la carencia de oxígeno es errónea.
Ninguno de los individuos declarados clínicamente muertos registró una disminución significativa en el contenido de gas que proporciona vida a los tejidos del sistema nervioso central.
Otra hipótesis rechazada por esta investigación fue que las visiones se generaban por la combinación irracional de medicamentos para la resucitación. Todo se realizó siguiendo procedimientos estándar. En la época, Sam Parnia confesó que se involucró en la investigación con cierto escepticismo, pero terminó convencido al 100% de que “había algo allí”.
Conciencia humana después de la muerte.
“Nuestros pacientes experimentaron condiciones increíbles en un momento que el cerebro ya no tenía capacidad para funcionar, y en consecuencia no podía producir cualquier tipo de recuerdo”. Los investigadores concluyeron que la conciencia humana no es una función del cerebro. Y si esto es así, menciona Fenwick, “la conciencia puede existir incluso tras la muerte física del cuerpo”.
“Cuando examinamos el cerebro, lo vimos con total claridad: las células de materia gris en principio no difieren en estructura de otras células del cuerpo. Todas producen proteínas y otros químicos, pero no son capaces de crear pensamientos subjetivos e imágenes, lo que se define como conciencia humana. Al final, necesitamos nuestro cerebro solamente como un receptor-transformador. Funciona como una especie de “TV en vivo”: primero detecta las ondas que ingresan, y después las transforma en imágenes y sonidos”, señaló Sam Parnia.
¿Qué experimentan las personas después de la muerte?
A finales de 2001, tres científicos holandeses del Hospital Rijenstate, liderados por Pirm van Lommel, realizaron el estudio más grande hasta la fecha sobre personas que experimentaron muertes clínicas. Los hallazgos se publicaron en un artículo titulado “Near-death experience of survivors after heart failure: a focused study of a specially formed group in the Netherlands”. En resumen, el equipo llegó a una conclusión similar que sus colegas ingleses.
A partir de estadísticas compiladas durante una década, los científicos postularon que no todo el individuo que experimenta muerte clínica sufre de visiones. Sólo el 18% de 344 participantes sometidos a 509 resucitaciones conservaron recuerdos claros de su experiencia entre la muerte temporal y la “resurrección”.
Durante esa muerte clínica, más de la mitad de los voluntarios experimentaron emociones positivas. En el 50% de estos casos se observó conciencia sobre la propia muerte. En el 32% de las “experiencias cercanas a la muerte” se produjeron reuniones con personas fallecidas. Respecto al vuelo a través de un túnel, el fenómeno fue relatado por uno de cada tres moribundos.
Casi el mismo porcentaje de los participantes observó imágenes de un paisaje extraterrestre. Las experiencias extracorpóreas (cuando un individuo se ve a sí mismo fuera de su propio cuerpo) sucedieron en el 24% de los resucitados. El mismo número recordó un destello de luz cegador.
En el 13% de los casos, las personas atestiguaron el transcurso de vidas pasadas. Y uno de cada diez aseguró observar la frontera entre el mundo de los vivos y los muertos. Ninguna de las personas que visitó el más allá reportó sensaciones desagradables o de temor.
Ciegos y los relatos de vida después de la muerte.
Poco antes de la publicación de estos estudios, el psicólogo Kenneth Ring se interesó por el contenido de las visiones que experimentaban los ciegos en experiencias cercanas a la muerte. En colaboración con su colega Sharon Cooper, recopilaron los testimonios de 18 personas ciegas de nacimiento que, por diversas razones, pasaron por experiencias de casi muerte.
El testimonio de los participantes reveló que estas visiones fueron la única forma de comprender lo que significaba ver. Vicki Yumipeg, una de las participantes ciegas que salió de una muerte clínica, experimento una “salida del cuerpo” en el hospital. Desde arriba, Vicki se vio a sí misma acostada en la mesa de operaciones mientras el equipo médico intentaba reanimarla. Sólo entonces observó y entendió por primera vez en su vida lo que era la luz.
Martin Marsh, ciego de nacimiento, experimentó visiones similares en su experiencia de casi muerte y le resultó particularmente memorable la variedad de colores del mundo que lo rodea. Marsh asegura que esta experiencia le ayudó a comprender el mundo en el que viven las personas con visión normal.
¿Cuándo se producen los relatos de vida después de la muerte?
Regresando al estudio de los científicos holandeses, los involucrados establecieron un objetivo: determinar con exactitud el momento en que una persona pasa por estas visiones, durante la muerte clínica o cuando “muere” el cerebro. Van Lommel y compañía aseguran que lo descubrieron. Concluyeron que estas visiones aparecen exactamente en el momento que el sistema nervioso central “se desconecta”. Esto sería una prueba de que la conciencia existe independientemente del funcionamiento cerebral.
Uno de los casos más llamativos que examinó el equipo de Van Lommel fue un paciente en estado de coma, trasladado a la unidad de cuidados intensivos del hospital. El proceso estándar de reanimación resultó infructuoso. El cerebro murió y el encefalograma mostró una línea recta.
Experiencia extracorpórea.
“Decidimos intubarlo (introducir un tubo en la laringe y la tráquea para suministrar ventilación artificial y restaurar la permeabilidad en las vías respiratorias). La víctima llevaba dentadura postiza. El médico la retiró y la dejó sobre la mesa. Tras una hora y media, el ritmo cardíaco y la presión arterial del paciente regresaron a la normalidad. Semana y media después, cuando el mismo médico suministraba el medicamento, este paciente volvió del otro mundo y le dijo ‘Tú sabes dónde está mi prótesis. Me sacaste los dientes y los pusiste en el cajón de la mesa con ruedas’. Tras un exhaustivo interrogatorio, resultó que el paciente observaba desde arriba acostado en una litera. Con lujo de detalles describió toda la sala y las acciones del personal médico al momento de su muerte. El hombre temía que los médicos abandonaran la reanimación, y con todas sus fuerzas pretendía comunicarles que seguía vivo”.
Autenticidad de la investigación sobre relatos de vida después de la muerte.
El equipo concluyó, con mucha certeza mediante la pureza de sus experimentos, que la conciencia puede existir independientemente del cerebro. Como una forma de tamizar la manifestación de los llamados falsos recuerdos (situaciones en que los individuos, tras escuchar otras historias sobre experiencias de casi muerte, repentinamente “recuerdan” algo que jamás se experimentaron), fanatismo religioso y situaciones similares, los investigadores analizaron escrupulosamente cada uno de los factores que pudieron influir en los relatos de las víctimas.
Todos gozaban de perfecta salud mental. Se trató de hombres y mujeres entre los 26 y 92 años de edad, con diversos niveles de educación, creyentes y no creyentes. Algunos escucharon sobre las “experiencias cercanas a la muerte” con anterioridad, pero otros no.
De forma general, el equipo holandés concluyó que:
- Los relatos de vida después de la muerte en humanos se manifiestan durante el período de suspensión del cerebro.
- No se explican por la deficiencia de oxígeno en las células del sistema nervioso central.
- La profundidad de estas “experiencias de casi muerte” está muy influenciada por la edad y el género de la persona.
- Observaron que las mujeres manifiestan experiencias más potentes que los hombres.
- Aquellos pacientes que experimentan las visiones más profundas durante la muerte, terminan pereciendo en el transcurso de un mes tras la reanimación.
- Las visiones póstumas de los ciegos no son diferentes a las de los que pueden ver.
Todo esto ofrece un marco para afirmar que, hasta la fecha, los científicos se aproximan a la justificación científica de la inmortalidad del alma. Tal vez sólo debemos esforzarnos un poco más para comprender que la muerte no es más que una estación de transferencia en la frontera de dos mundos, y sólo así podremos superar ese miedo a lo inevitable.
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