Observo como nunca antes me había atrevido a hacerlo este proceso de pensamiento, y al verlo me hago consciente de la sensación que causa en MÍ… una especie de presencia muy familiar, innegable, muy cercana, muy evidente. Tan íntima que me hace creer que soy eso (ese proceso).
Lo mismo pasa con este cuerpo. Es tan cercano, tan próximo, tan inseparable de MÍ que casi me convence de que eso es lo que soy.
Y veo que ambos acontecimientos ―el pensar y el cuerpo― y por cierto también el movimiento que llamo «mundo» se sienten tan íntimos solo porque en realidad así son. No es que sean íntimos a MÍ, sino que soy YO apareciendo como eso. Por eso es tan fácil identificarme con ellos y confundir lo sin-forma que soy con cada una de las formas que aparentan ser fijas y sólidas (y existentes, por cierto).
Todo «lo sin-forma y la forma» acontece (o debería decir ACONTEZCO) no en simultáneo, sino más bien como inseparabilidad e intemporalidad.
Miro… miro de frente todo esto a pesar de una extraña sensación que describiría como «incomodidad o resistencia a ver la verdad» (que anteriormente también solía disfrazarse de «flojera» o de un «ya lo sé»!) y me encuentro con algo impactante: ¡no hay ningún «yo» real, ninguna «persona», ninguna entidad en ninguna parte!… Veo que solo hay estar siendo (Ser), por decirlo de alguna manera.
Ahora veo que es el proceso de pensar lo que parece tener una especie de ingeniosa y traviesa cualidad que crea la sensación de ser un individuo y en «simultáneo» separar o fragmentar la realidad. ¡Un diseño en verdad asombroso! (Pero aparente, por supuesto).
Lo curioso es que parece que este mismo proceso de pensamiento es el que me permite «observar» y «darme cuenta» de todo esto (¿a través de la razón, de la deducción?). Pero ahora que estoy en calma y completamente vulnerable a lo que realmente ES descubro que esto también es una completa simulación del pensamiento, ya que la «razón» y la «deducción» son «otras» ingeniosas y traviesas cualidades del mismo proceso, que por cierto solo se dedica a reforzar su apariencia, a sostener su ilusoria realidad, su falso poder y su cuestionable relevancia a la hora de investigar lo que realmente soy.
Entonces, claramente veo que no es a través de PENSAR que descubro lo que Es, sino a través de no seguir el pensamiento, a través de verlo de frente y descubrir qué es en realidad y cómo opera. Es decir, se da una calma y una cesación de juicio, de opinión y de querer nombrar las cosas (que son solo pensamientos, puro pasado) y entonces la Claridad brilla. (¡Por supuesto que después llega el pensamiento queriendo reclamar su logro, su autoría! ¡Simplemente no puede evitarlo!)
Es aquí, justamente en esta Claridad/Inteligencia que saboreo lo que ES (soy) en toda su pureza. Es aquí, justamente aquí, en donde el «yo» se vuelve transparente y es reconocido como un ingenioso truco solamente, y es aquí en donde su falsa relevancia y poder se hacen evidentes.
Ahora comprendo que pensar y saber todo esto de nada sirve. Pensar y saber una cosa no es la cosa. Fue necesario hacer un alto total, sentarme, y en silencio VIVIRLO, convertirme en cada paso de ese proceso ―a pesar de la resistencia― para saber cómo es, qué es. Fue necesario ser él, comprobar por primera vez su modus operandi para nunca más volver a pensar en ello como una realidad.
¡Y solo esto fue más que suficiente!… No es necesario memorizar o repetir esa «verdad» o concepto constantemente, mucho menos intentar manipular ni cambiar nada (como si fuera posible)… ¡Solo vivirlo en carne propia! ¡Una sola vez y para siempre!
En silencio te sientas con este «proceso-yo» (la mente), lo observas, lo sientes, te conviertes en él, respiras en él, te sumerges hasta sus más recónditos recovecos, lo recorres, lo desmenuzas con las yemas de tus dedos… Y por supuesto compruebas por ti mismo que lo que te hacía sufrir en la vida no era ni la «mente», ni el «yo separado», ni el «ego», ni el «dolor», ni la «duda», ni nada de nada… sino el hecho de no hacerte disponible para mirar, sumergirte, entregarte, atravesar momento a momento «tu» experiencia, la única y sola experiencia que hay.
Esto como que sabe a «meditación» ¿cierto?… una muy genuina, completamente desnuda. Sabe a apertura, a vulnerabilidad, a atreverse a ver lo que se siente Ser, sin una sola palabra.
Por supuesto… la «sensación-yo» no dejará de aparecer de vez en cuando, disfrazada de un sentido de ser el «hacedor», y por ende de «culpa», o «miedo», «vergüenza», «responsabilidad», «logro», «orgullo», «arrogancia», «preocupación», etc. pero en cuanto ésta aparece… ¡la Inteligencia Ya Sabe!. Sabe que es Ella misma y danza alegre con ello, COMO ello. Sin identificación, sin apego, sin rechazo ni resistencia. Sin pasado, sin mente, sin yo.
¡Allí, todo danza como no-dos!… Si es que «algo» «danza» 😉