¿Quién eres tú? ¿Qué es el milagro que ocurre al nacer? ¿Qué es la muerte? ¿Hay algo después de la muerte? Estas preguntas han perseguido a los seres humanos desde que empezaron a caminar sobre la tierra.
Ahora considera esto. Una ola recorre el océano, en dirección a la orilla, moviéndose con sus amigas. Se estrella contra la costa y desaparece. «¿A dónde ha ido?», Se preguntan sus amigas vivas.
Llamamos «muerte» a la desaparición de la ola. Perdemos nuestro precioso tiempo en la tierra temiendo esa desaparición, pasamos la vida tratando de evitarla e inventamos historias tratando de explicarla o negarla. Muchas de nuestras enseñanzas espirituales y religiosas están diseñadas para apaciguar nuestro miedo y ansiedad en torno a ella, para anestesiar nuestra curiosidad con respuestas fáciles, distrayéndonos de la evidente verdad con promesas extravagantes que se revelarán o experimentarán después de la muerte, teorías que podrán satisfacer a la mente pero nunca al corazón.
¿A dónde se fue la ola? Esa es la pregunta clave.
La respuesta es que no se ha ido a ninguna parte, ni en el espacio ni en el tiempo. No se fue al cielo ni al infierno. No se fue al limbo ni empezó otra vida. Todas estas ideas están basadas en un único pero profundo malentendido.
Veamos de nuevo. Cuando la ola se estrelló contra la orilla, sencillamente se disolvió nuevamente en el océano. Pero eso tampoco es cierto. ¿Por qué no? ¡Porque la ola nunca estuvo separada del océano! La ola siempre fue una apariencia singular del océano, un movimiento del todo, no una «parte» de él. El todo no «va» a ningún sitio al morir, ya que no hay ningún sitio a donde ir. Sólo existe él mismo. Desde la perspectiva del océano, cuando la ola choca con la orilla, no sucede nada en absoluto. La muerte es un no evento. Cero. Nada. Sólo se ha evaporado un sueño: el sueño de la separación, la ilusión de que alguna vez hubo una ola separada, una ola que nació, una ola que estaba a punto de morir. En el preciso momento de la muerte, no hay una ola que vaya a morir, porque nunca hubo una ola. Comprender esto elimina todo miedo a la muerte.
La muerte no es un «evento» en el tiempo. La verdad sobre lo que llamamos «muerte» ha sido verdad desde el principio. Desde el principio, no hubo ola separada. La ola nunca existió como entidad separada. Desde el principio, nada se movió realmente «a través» del océano, ni a través del tiempo y el espacio. Sólo el océano se movía, el océano se agitaba (ondeaba), no se movía hacia su destino, sino siempre perfectamente AQUÍ.
En cuanto a eso que llamamos muerte, a medida que cualquier ilusión de estar encajonado (auto-contraído) se desvanece en la inmensidad de ti mismo, mientras te relajas en el Hogar que nunca dejaste, todo lo que pierdes es lo que nunca fuiste Tú realmente. Todo lo que pierdes son sentimientos residuales que hacían de lastre. Tu historia, tu futuro imaginado, tus creencias, tus teorías, tus certezas, tus dudas, tus miedos, tus remordimientos, tus anhelos, tus bloqueos, tu sensación de pérdida, lo que imaginas de ti mismo y de los demás, todo se disuelve, quedando solamente aquello que nunca apareció ni tuvo un principio, la presencia misma. Despojado de cualquier pretensión, te disuelves limpiamente en la vida. La muerte es pura vida. Das testimonio de Jesús cuando abandonó el «fantasma» (el fantasma del «yo») en la cruz.
La clave es conocer tu propia presencia, aquí y ahora. La presencia es la única «cosa» que nunca ha sido una «cosa» para ti, la única cosa que nunca ha venido ni se ha ido en tu presencia. Los pensamientos vinieron y se fueron, los sentimientos vinieron y se fueron, los sueños, las esperanzas y los miedos vinieron y se fueron, las imágenes del pasado y del futuro, las creencias, las ideologías, las religiones, los conceptos de Dios y del diablo, el cielo y el infierno, la luz y la oscuridad, la dualidad y la no-dualidad, incluso la vida y la muerte y la vida después de la muerte desfilaron ante ti, pero lo que nunca vino y se fue es la presencia en la que todas esas apariencias bailaron su danza.
Nunca has sido consciente de la presencia yendo y viniendo, nunca. Nunca serás consciente de la pérdida o desaparición de la presencia, nunca. Si puedes ser consciente de ella, si puedes notarla, si puedes conocerla, verla ir y venir, verla cambiar, deteriorarse o pasar de largo, no era realmente la presencia, sino tu idea de presencia. La presencia es siempre ontológicamente anterior a lo que parece estar presente. Es lo que todos somos, lo que tú eres, y a veces se la conoce como un amor ilimitado sin condiciones que no puede morir, incluso cuando el apego corporal se desvanece.
En ese sentido, Tú, tal como realmente eres, no puedes morir ni puedes experimentar la muerte. Todo lo que puedes experimentar, todo cuanto puedes percibir, no es la muerte sino la vida, el movimiento de la vida, el pulso, el latido, el flujo y el cambio que hay en ella, y en ese sentido, incluso una experiencia cercana a la muerte no es la muerte, ya que todavía es un acontecimiento en el tiempo o más allá del tiempo, sostenido por el cálido abrazo de la presencia. El proceso de morir puede ser doloroso o incómodo o incluso alegre, por supuesto, todo cabe en el ámbito de la experiencia, pero aquí estamos hablando de la muerte, no de morir, y lo que decimos es que la muerte no es tu problema, no es algo que tendrás que hacer o para lo que debas prepararte, no es de tu incumbencia en absoluto. Sencillamente te relajarás y confiarás en lo que siempre has sido. Dejarás que la vasta inteligencia de tu cuerpo se haga cargo, esa inteligencia que sabe ahora mismo cómo respirar, que sabe sanar, que sabe bombear sangre por tus venas incluso en el sueño más profundo, también sabe cómo morir. Su ciclo es atemporal. Ha estado haciendo esto sin esfuerzo desde hace miles de millones de años.
¿Quién eres tú?
Cuando dices «el final de mi vida», ¿de qué estás hablando realmente? ¿Qué imaginas que va a suceder cuando te mueras? ¿Te asusta? ¿Te emociona?
Quien eres realmente ¿puede desaparecer? A lo largo tu vida, ¿has experimentado alguna vez Tu propia desaparición? Si lo hiciste, ¿quién, exactamente, experimentó eso? ¿Quién de los dos eras tú, el que desapareció o el que lo experimentó?
JOLA… La muerte es un proceso de holograma virtual: Somos simbiosis humanoide, energía, con homínido, lo que nos parece muerte, es la separación de esa simbiosis, el homínido es el que muere, nosotros-as el humanoide continuamos la existencia con la conciencia, la psique de nuestro pensamiento, conscientes… accedemos a LA HUMANIDAD, la verdadera, no esta mortalidad chunga, en la primera dimensión, es lo mismo que cuando soñamos, soñamos para que nuestro pensamiento, la psique, la grandula pineal se adapte a la verdadera existencia la energía que no necesita del holograma virtual de la materia… qaral.