Los mitos de hoy, ¿responden a realidades de la Antigüedad?

Normalmente se tiene la creencia de que el ser humano evolucionó de manera lenta y continuada desde el primitivo ser humano de las cavernas hasta el tecnológico ser humano del siglo XXI. Pero, tal vez, la historia de nuestro planeta no sea como nos la han contado. Muy probablemente en los orígenes de todo mito, leyenda o tradición se esconde un hecho real, tal vez modificado en su transmisión a través de sucesivas generaciones. Pero tengo la sensación que nos aportan un conocimiento oculto que solo está reservado para aquellos que lo investigan sin prejuicios. Se define un mito como una narración situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por dioses o héroes. Por desgracia los mitos de las antiguas civilizaciones, en general son despreciados en los entornos científicos. Por ejemplo, se rechaza la existencia real de un mítico Diluvio Universal, ignorando las múltiples tradiciones que existen por todo el mundo y que señalan la existencia de un cataclismo que casi destruyó a la humanidad en tiempos prehistóricos. En lugar de ignorarlo, nos deberíamos preguntar si ocurrió, en realidad, el Diluvio Universal, así como si existió una civilización avanzada anterior a las que están reconocidas históricamente. Otro ejemplo lo podríamos encontrar en la supuesta presencia extraterrestre en la Tierra desde tiempos inmemorables. Michael Cremo y Richard Thomson, en su libro La arqueología prohibida, cuentan que esto es exactamente lo que ha sucedido con algunos de los hechos y hallazgos arqueológicos de los últimos 150 años, que contradicen las teorías oficialmente aceptadas por la comunidad científica. Cremo afirma que el libro tiene “más de 900 páginas de evidencia bien documentada que sugiere que el hombre moderno no evolucionó del hombre mono, sino que ha coexistido con simios durante millones de años”. Cremo cree que sus hallazgos respaldan la historia de la humanidad descrita en los Vedas de la India. Por esta razón el trabajo de Cremo ha despertado el interés de creacionistas hindúes, parapsicólogos y teósofos. Los primeros paleo-antropólogos, a fines del siglo XIX y principios del XX, interpretaron mucha información empírica como evidencia que favorecía la existencia de seres humanos en el período Terciario (Paleógeno y Neógeno), entre hace unos 65,5 millones a 2,6 millones, cuando empieza el Cuaternario. Pero a partir de la década de 1930, los paleo-antropólogos recurrieron a la opinión de que los seres humanos evolucionaron por primera vez en el Pleistoceno, primer período del Cuaternario, desde hace 2.6 millones a 11.700 años, cuando empieza el actual período Holoceno, continuando en la actualidad.

El antropólogo francés, Marcel Griaule, en 1931 organizó la expedición Dakar-Yibuti con la intención de recoger mascaras tribales africanas para el Musée d’Ethnographie de París. Esta expedición duró 22 meses y recorrió 15 países de África. Durante este viaje conoció a Ogotemmeli, un anciano considerado un famoso adivino y “un hombre de extraordinaria sabiduría” en la región. de la etnia dogón. Ogotemmeli le narró la cosmogonía, la cosmología y los símbolos del pueblo dogón. Esas conversaciones con Ogotemmeli resultaron en el trabajo más famoso de Griaule: un diario de instrucciones religiosas del anciano adivino, titulado Dieu D’eau o Conversaciones con Ogotemmeli. Los dogón son un grupo étnico que vive en la región central de Malí, al sudoeste de la curva del río Níger, cerca de la ciudad de Bandiagara, en la región de Mopti. Su población está estimada entre 400.000 y 800.000 personas. Los dogón son especialmente conocidos por sus tradiciones religiosas, sus bailes con máscaras, sus esculturas de madera y su arquitectura. El estudio de sus costumbres y tradiciones nos remonta a un remoto pasado. Hay que tener en cuenta que, aproximadamente entre hace 8000 y 6000 años, lo que ahora es el desierto del Sahara se convirtió en una verde pradera en la que crecían árboles, corrían ríos, había grandes lagos de agua dulce y lo poblaban animales de todas clases así como seres humanos. En aquellos tiempos, los monzones, atraídos por las bajas presiones del verano, alcanzaban parte de África y descargaban sus lluvias en las regiones montañosas del centro del Sahara. Estas lluvias provocaron que surgiesen al menos tres ríos, dos de los cuales eran afluentes del Nilo, y el tercero desembocaba en el Mediterráneo. El lago Tchad, hoy salado y muy seco, era entonces tan extenso como toda la Península Ibérica, y en los ríos que desembocaban en él proliferaban moluscos de agua dulce. Había otras zonas cubiertas de agua en la región donde hoy está la desolada ciudad de Tombuctú, en la República de Malí. Toda la mitad sur del Sahara y la vecina región del Sahel eran entonces una zona relativamente abundante en agua, en la que crecían árboles y matas de hierba fresca, y en la que vivían animales que se alimentaban de aquella vegetación. Había también animales como los cocodrilos e hipopótamos. Pero hace 5500 años la humedad comenzó a disminuir en el sur del Sahara y en otras regiones. De esta manera, hace 4000 años aquellas tierras eran casi tan desérticas como hoy. Sin embargo, las temperaturas eran tan cálidas como las de hoy día. Pero cuando había un régimen de lluvias era un vergel y cuando dejaron de llegar lluvias se convirtió en un desierto.

Normalmente las pinturas antiguas nos muestran lo que los artistas vieron realmente. En base a ello tenemos una fuente de evidencias reveladoras que nos conduce al desierto del Sahara, en la cordillera de Tassili n’Ajjer, al sudeste de Argelia. En cavernas, gargantas y barrancos, formados por la erosión del viento y del agua, encontramos más de 15.000 pinturas y grabados, que constituyen una de las colecciones más importantes de arte rupestre del Paleolítico Superior y del Neolítico. La datación de las obras más antiguas llega hasta los 10.000 a 15.000 años de antigüedad. Pero si nos guiamos por la historia del clima, antes mencionada, podríamos datarlas entre hace 8000 y 6000 años. Como ya se ha explicado, los artistas de la prehistoria retrataban con gran realismo, en las rocas de las cavernas, escenas cotidianas de su existencia. Gracias a estas pinturas podemos tener una idea aproximada de cómo eran la fauna y las costumbres humanas del área geográfica en cuestión, en este caso el Sahara. En las pinturas murales de Tassili («plataforma de los ríos»), los principales animales retratados son jirafas, avestruces, elefantes, bueyes e hipopótamos, lo que manifiesta, entre otras cosas, que en el pasado la región, hoy día desértica, rebosaba vida y el agua era abundante. De hecho, los investigadores hablan del Sáhara como una zona muy poblada entre hace 8.000 y 6.000 años. a la vez que la describen con vegetación exuberante y recorrida por largos y caudalosos ríos. Pero los antiguos pintores de Tassili también dejaron extraños dibujos, con extraños seres de enorme cabeza redonda y con un solo ojo, pintados en las cavernas. En 1933 Henri Lhote, explorador y etnólogo francés, fue el primero en descubrir y ver dichas representaciones. Pero si los antiguos pintores reflejaban la realidad, entonces ¿qué son aquellas figuras humanoides con extraños cascos en la cabeza, tubos en la espalda, algunos midiendo hasta seis metros de altura, flotando en las paredes de las cavernas? “¡Los hombres de la prehistoria representaban cosmonautas! Es cada vez más probable que extraterrestres hayan visitado la Tierra hace 10 mil años”. Esta opinión es del arqueólogo soviético Alexei Kazantsev, que visitó el Tassili en 1962, y divulgó para el mundo algunas imágenes de lo que él mismo bautizó como “los marcianos de Tassili”. En una pared se expone lo que se conoce como “El gran dios marciano”, una figura de seis metros de altura, con una extraña escafandra de un único ojo, una vestimenta con costuras y pliegues, y a quien sólo se le distinguen cuatro dedos en cada mano. Otro ser impresionante, con cuernos sobre la cabeza y grandes brazos extendidos, es conocido como el “Gran dios orante de Sefar”. Este fresco, de más de tres metros de altura, contiene múltiples imágenes superpuestas entre las que destacan unos pequeños seres en postura de adoración hacia la imagen principal. Sus atuendos y cascos realmente resultan desconcertantes.

Es evidente el carácter misterioso de estas pinturas. Nos podemos preguntar qué hacían estos desconcertantes seres que parecen astronautas al lado de jirafas, elefantes y otros animales bien conocidos. Y estas pinturas posiblemente tienen alguna relación con el relato del antropólogo francés Marcel Griaule sobre los dogón. Lo que sorprendió a Griaule fue que aquella primitiva etnia dogón venerase a la estrella Sirio y hablasen en sus antiguas tradiciones de la existencia de una segunda estrella, Sirio B, a la cual llamaban Po Tolo. Cuando Griaule volvió a Francia se dedicó a investigar sobre Sirio B y descubrió que se sabía muy poco. Sabemos que Sirio es una estrella conocida desde la Antigüedad y que los egipcios marcaban el inicio de las inundaciones del Nilo con determinadas posiciones de Sirio en el firmamento, después de su primera aparición en el horizonte oriental antes de la salida del Sol. En 1844, el astrónomo alemán Friedrich Bessel afirmó que era posible que Sirio pudiese ser un sistema binario con dos soles, atribuyendo las irregularidades en su órbita a la presencia de una compañera menos luminosa y, por ello, todavía no visible por los telescopios de la época. Pero en 1862 el astrónomo norteamericano Alvan Clark consiguió ver a la compañera de Sirio mediante el uso de un telescopio refractor con un  objetivo de 47 cm de diámetro. Se la bautizó  como Sirio B. En realidad la luminosidad de Sirio B es 10.000 veces inferior a la de Sirio A, por lo que queda eclipsada por esta última. No fue hasta 1970 que el astrónomo norteamericano  Irving Lindenblad, del Observatorio Naval de Washington, logró la primera imagen fotografiada de Sirio B. Hoy sabemos que se trata de una enana blanca, un remanente estelar que se genera cuando una estrella de masa menor que 1/10 de la masa solar ha agotado su combustible nuclear. Sin embargo, increíblemente, los dogón ya la conocían cuando Griaule estuvo en sus tierras en la primera mitad del siglo XX. En 1943, Griaule fue nombrado profesor de la Sorbona, donde creó la primera cátedra de Etnología de la historia de Francia, pero él seguía intrigado con los dogón, así que en 1946 regresó de nuevo a Mali, acompañado por Germaine Dieterlen, también etnóloga y secretaria de la Société des Africanistes-Musée de l’Homme, en París. Cuatro años después, los dos etnólogos publican sus investigaciones en un artículo titulado Un sistema sudanés de Sirio, actualmente depositado en el Musée de l´Homme en París. En este trabajo los investigadores se hacen eco de las informaciones suministradas por Ogotemmeli y se pueden observar los sencillos e impactantes dibujos realizados por los dogón sobre el sistema de Sirio. En el artículo reconocen que no hay explicación a dicho conocimiento, ya que se trata de un pueblo que carece de telescopios e instrumentos ópticos. Y, sin embargo, conocían la existencia de una estrella que es imposible ver a simple vista y que la ciencia no descubrió hasta mediados del siglo XIX.

Griaule y Dieterlen relataron que los dogón conocían que Sirio B tardaba 50 años en orbitar alrededor de Sirio A, motivo por el que celebraban una fiesta llamada sigui cada 50 años. Actualmente sabemos que Sirio B tiene un periodo orbital que coincide con el que decían los dogón en sus tradiciones. Pero las sorpresas no terminan aquí, ya que los dogón describieron una tercera estrella a la que llamaban Emme Ya y que, según ellos, también tardaba 50 años en completar una órbita alrededor de Sirio A. A esta tercera estrella se la bautizó como Sirio C. Pero aún no hay constancia de su existencia. En efecto, debido a ciertas irregularidades en la órbita del sistema Sirio formado por Sirio A y Sirio B, se ha sugerido la presencia de una tercera estrella, Sirio C, una presunta enana roja con un quinto de la masa del Sol y una órbita elíptica de seis años alrededor de Sirio A. Pero esta supuesta estrella aún no ha sido observado y se discute su existencia real. De todos modos, lo realmente asombroso es que esta etnia africana poseía una rica mitología que incluía conocimientos astronómicos increíbles para una cultura primitiva. Antes incluso de que ningún astrónomo especulara con la posible existencia de Sirio C, ellos ya afirmaban que era una estrella triple, siendo ya sorprendente que supiesen de la existencia de Sirio B. Pero ahora viene lo más increíble y que, tal vez, está relacionado con las pinturas de Tassili. La tradición ancestral de los dogón nos dice que dicho conocimiento les fue transmitido por los nommos, unos supuestos dioses anfibios que vinieron del cielo en un barco volador. !Realmente sorprendente! El escritor Robert Temple, en su libro El misterio de Sirio, nos dice que el conocimiento astronómico de los dogón no provenía de los astrónomos modernos, sino que dicho conocimiento seguramente les había sido transmitido en épocas ancestrales, antes de que emigraran a su territorio actual, Mali, en el África subsahariana. Y Robert Temple emite la hipótesis de que dicho conocimiento fue transmitido a los dogón por los egipcios, para quienes Sirio era la estrella más importante del firmamento y a quien identificaban con la diosa Isis. Temple escribe: “Los dogón tenían en su poder información referente al sistema de la estrella de Sirio que resultaba tan increíble que me sentí empujado a investigarla. Al cabo de siete años de trabajo, en 1974, los resultados me han llevado a demostrar que la información que poseen los dogón tiene realmente más de cinco mil años de antigüedad, pues ya la poseían los egipcios antiguos en los tiempos predinásticos de antes del año 3.200 a.C., lo que encajaría aproximadamente con una época en que el Sahara era una zona fértil, así como con la pinturas de Tassili.

Pero a lo mejor esta transferencia de conocimientos fue a la inversa. Sabemos que hace 5500 años la humedad comenzó a disminuir en el sur del Sahara y en otras regiones. De esta manera, hace 4000 años aquellas tierras eran casi tan desérticas como hoy, aunque existen algunos vestigios de vida posteriores a esa época, e incluso tenemos a los misteriosos tuaregs todavía viviendo allí. Pero la mayoría de los pueblos saharianos de aquella época, privados de vegetación y caza, emigraron hacia zonas más húmedas que les permitieran seguir viviendo como hasta entonces. Mientras algunos llegaron a las costas del Atlántico, siguiendo la corriente del Níger, otros parece que se dirigieron al Mediterráneo, por el norte. Pero las evidencias indican que la mayoría siguió el curso de los ríos más importantes, que corrían hacia el este, encontrándose con un río de enorme caudal, el Nilo. Aunque el clima se hacía cada vez más seco, el Nilo proporcionaba terrazas fáciles de regar, animales para la alimentación, y otros animales que podían ser domesticados para utilizarlos para la carga. Egipto debe su vida al Nilo, uno de los lugares del mundo donde se desarrolló la cultura neolítica y que sería cuna de una de las más importantes civilizaciones de la Edad Antigua. Dejando de banda el misterioso tema de los nommos y de los extraños personajes, parecidos a astronautas, dibujados en Tassili, supongamos que los dogón recibieran sus conocimientos sobre la estrella Sirio de los egipcios. Pero entonces la pregunta sería: ¿de quién obtuvieron este conocimiento los egipcios? Todo parece indicar que los egipcios heredaron sus conocimientos de los pueblos que habitaron en el creciente fértil mesopotámico, los que a su vez transmitieron los originarios conocimientos de los sumerios. Y aquí vendría una nueva pregunta: ¿de quién recibieron sus conocimientos los sumerios? Hace 6000 años los sumerios ya tenían una larga lista de conocimientos, entre los que está incluida la astronomía y la astrología. Si los dogón decían que el conocimiento les había sido transmitido por los nommos, algo similar dicen los propios sumerios en sus escritos en tablillas de arcilla, que la ciencia oficial considera como mitos y leyendas sin base real. Los nommos son espíritus ancestrales primordiales en la religión y cosmogonía dogón, a veces denominadas deidades, veneradas por el pueblo dogón de Mali. La palabra nommos se deriva de una palabra Dogón que significa “hacer una bebida“. Los nommos generalmente se describen como criaturas anfibias, hermafroditas , similares a peces. Las representaciones de arte popular de los nommos muestran criaturas con torsos superiores humanoides, piernas, pies y cola inferiores con forma de pez.

Esta representación anfibia recuerda mucho al personaje llamado Oannes, un ser mitológico, probablemente un Apkallu, o Annedoti, que eran siete sabios mesopotámicos y semidioses, de los que se dice que fueron creados por el dios Enki para establecer la cultura y dar la civilización a la humanidad. Los Apkallu destacan por haber sido salvados durante el Diluvio. Sirvieron como sacerdotes de Enki y como consejeros o sabios de los primeros reyes de Sumeria, antes de la inundación. Se les acredita la entrega del Me, o código moral y de las artesanías y las artes, referidos por tanto en ocasiones con el epíteto “artesanos“. Se les veía como hombres pisciformes que emergían del agua dulce del Apsú. Comúnmente son representados con la parte inferior de un pez o vestidos como un pez, algo que nos recuerda a las sirenas. Oannes hizo su aparición en el golfo Pérsico. Solía hablar con los humanos y enseñarles matemáticas, arquitectura, etc. Se dice que, para los babilonios, Oannes era el mismo dios sumerio Ea o Enki, mientras que otros lo identificaron con Adapa, el primero de los Siete Sabios mesopotámicos. Según el sacerdote babilónico Beroso, durante el reinado de Dahös, aproximadamente en el año 2780 a.C., aparecieron otros Annedoti, descritos con forma anfibia, mezcla de humano y pez, siendo sus nombres Eudocus, Eneugamus, Eneuboulus y Anemeutus. Más tarde, según el historiador griego Apolodoro, por el año 2450 a.C. y bajo el reinado de Emmeduranki, antiguo rey de Sumeria, cuyo nombre aparece en la Lista Real Sumeria, apareció el último de estos seres al que se le llamó Anodaphus. Cabe resaltar que para Beroso estas entidades se llamaban Musarus, o seres repulsivos. Los nommos de los dogón también se conocen como “Maestros del Agua“. La religión dogón y su mitología de la creación dice que el culto de los Binu es una práctica totémica muy compleja, relacionada con el mito dogón de la creación del mundo. En un principio, Amma, dios celeste creador del universo, creó una especie de “huevo del mundo” en el que colocó las semillas de dos gemelos andróginos; pero antes de que se completara la gestación, uno de ellos escapó con un trozo de placenta y ésta se transformó en la Tierra, su madre. El gemelo, buscando desesperadamente a su compañero, se rebeló contra el orden universal, provocando el caos. Amma, para restablecer el orden, tuvo que sacrificar a Nommo, el otro gemelo varón, y su sangre se convirtió en los astros, los animales y las plantas comestibles. Amma colocó a Nommo y todos los elementos de la creación, más las cuatro parejas de ancestros primordiales de la humanidad, en un arca y la bajó a la tierra. En ese momento, el Sol empezó a recorrer el cielo y las cosechas empezaron a prosperar. Nommo dio a los ancestros la propiedad de hablar a través de Binu Seru, uno de los cuatro gemelos primordiales. Éste se la comunicó a sus hermanos mediante un tambor. Una forma simplificada de explicar la existencia de santuarios Binu a lo largo y ancho del territorio dogón dice que, cuando Amma sacrificó a Nommo, desmembró su cuerpo y lo dispersó por todo el mundo, lo que recuerda el mito egipcio de Osiris. En todos los lugares donde cayó un pedazo de Nommo se fundó un santuario Binu.

Los escritos sumerios explican que todo el conocimiento que tenían les fue otorgado por los dioses anunnaki , término que significa «los seguidores de Anu», y a los que se menciona como «los que del cielo a la Tierra vinieron». En el Génesis también encontramos referencias a estos misteriosos dioses, a los que se llama los anakim, una raza de gigantes, descendientes de Anak. El Antiguo Testamento los referencia como los elohim, una palabra hebrea que significa ‘dioses’, siendo el plural del dios El del Levante mediterráneo, o los nefilim, una legendaria raza de gigantes híbridos, surgidos como resultado de la unión antinatural entre ángeles malvados, o demonios, y mujeres humanas. Vemos que en las tres denominaciones hay el concepto de dioses, en plural, y de gigantes, fruto de relaciones con mujeres humanas. Pero, ¿quiénes eran y de dónde venían los misteriosos anunnaki? A través de antiguos documentos, como las tablillas sumerias, traducidas e interpretadas por el investigador Zecharia Sitchin, el Antiguo Testamento y otras evidencias, puede encontrarse suficiente información como para que, añadiendo una cierta dosis de imaginación, se pueda pintar un cuadro de lo que puede haber sido una parte importante de la historia del Homo Sapiens, del que somos descendientes directos. Según se afirma en las antiguas tablillas sumerias, hace unos 440.000 años terrestres, equivalentes a 122 años del planeta Nibiru, en que cada año son 3600 años terrestres, y durante la glaciación terrestre de Mindel, Enki, hijo primogénito de Anu, el gran soberano del duodécimo planeta Nibiru, había liderado el primer grupo de unos 50 anunnaki que llegaron a la Tierra con el objetivo de obtener oro. La glaciación de Mindel, que afectó a casi toda la Tierra entre hace 580.000 y 390.000 años, no afectó a zonas como Mesopotamia, que fue la zona escogida por los anunnaki. Según los textos sumerios, entre los que se incluye una asombrosa autobiografía del mismo Ea (Enki), éste nació en los cielos y vino a la Tierra antes de que hubiera ninguna población o civilización sobre el planeta. «Cuando me acerqué al país, estaba inundado en gran parte», afirma. Después, procede a describir la serie de acciones que emprendió para hacer habitable la tierra. Llenó el río Tigris con frescas «aguas dadoras de vida»; nombró a un dios para que supervisara la construcción de canales, para hacer navegables el Tigris y el Éufrates; y descongestionó las tierras pantanosas, llenándolas de peces, haciéndolo un refugio para aves de todos los tipos y haciendo crecer allí carrizos que pudieran servir como material de construcción. En el planeta Nibiru, por diversas razones, su atmósfera había quedado seriamente dañada. Y no solo la necesitaban para respirar, sino también cubrir al planeta como un invernadero, a fin de evitar que se disipara el calor interno. Y sus científicos concluyeron que, para evitar que Nibiru se convirtiera en un globo helado y sin vida, habría que suspender partículas de oro en las partes altas de su atmósfera.

Enki, un gran científico, amerizó en el Golfo Pérsico y estableció su base, Eridú, en sus costas. Su plan inicial consistía en extraer el oro de las aguas del golfo; pero de esta manera no consiguieron suficiente cantidad de oro y la crisis en Nibiru se agravó. Por ello el gran soberano Anu vino a la Tierra para ver la situación con sus propios ojos. Con él, venía su heredero legal, Enlil, que, aunque no era el primogénito, tenía el derecho de sucesión porque su madre, Antu, era hermanastra de Anu. Enlil carecía del nivel científico de Enki, pero era un excelente gestor y creía que podía conseguir que las cosas funcionaran. Y lo que pensaba que había que hacer era extraer el oro allí donde abundaba, en el sur de África. Al desencadenarse discusiones entre los dos hermanastros rivales, Enlil y Enki, Anu llegó a pensar en quedarse en la Tierra y dejar a uno de sus hijos como regente en Nibiru. Pero esta idea no tuvo consenso y finalmente lo echaron a suertes. Enki se iría a África y organizaría las tareas de extracción, mientras que Enlil se quedaría en el E.DIN, el Edén bíblico, en Mesopotamia, y construiría las instalaciones necesarias para refinar los minerales y embarcar el oro en dirección a Nibiru. Y Anu regresó a Nibiru, el planeta de los anunnaki. Aquélla había sido su primera visita a la Tierra. Más adelante hubo una segunda visita de Anu, provocada por otra emergencia. Cuarenta años de Nibiru (144.000 años terrestres) después del primer aterrizaje, los anunnaki que trabajaban en las minas de oro se amotinaron y se negaron a seguir trabajando. Y tomaron a Enlil como rehén cuando fue allí para resolver la crisis. Milenios más tarde estos acontecimientos quedaron registrados y se los contaron a los terrestres, para que supieran cuales habían sido sus orígenes. Se convocó un Consejo de Dioses y Enlil insistió en que Anu viniera a la Tierra a presidirlo. En presencia de los líderes reunidos, Enlil detalló los acontecimientos y acusó a Enki de haber dirigido la rebelión. Pero, cuando los amotinados relataron su historia, Anu sintió simpatía por ellos, ya que eran astronautas y no mineros; y su trabajo había terminado por hacerse insoportable. Pero, ¿cómo iban a sobrevivir en Nibiru si no extraían el oro? Enki planteó crear unos trabajadores terrestres, que se hicieran cargo de los trabajos más duros. Ante la sorprendida asamblea explicó que había estado llevando a cabo experimentos con la ayuda de Ninti/Ninharsag, la médico jefe. Y añadió que en el este de África existía un homínido- simio, con el que sorprendentemente existía compatibilidad genética.

Este hecho hace suponer que este ser primitivo debió de evolucionar en la Tierra a partir de algún material genético proveniente de Nibiru, que tal vez debió llegar a la Tierra durante la ancestral colisión celeste con el planeta Tiamat, que estaba ubicado entre Marte y Jupiter. Según Enki, lo que hacía falta era efectuar mejoras genéticas a este ser, dándole algunos de los genes de los anunnaki. Entonces, se convertirá en una criatura a imagen y semejanza de los anunnaki (de los “dioses”), capaz de utilizar herramientas y lo suficientemente inteligente como para obedecer e interpretar órdenes. Y así fue como se creó el LULU AMELU, el «trabajador mezclado», por medio de la manipulación genética y la fertilización del óvulo de una mujer-homínido/simio en una probeta de laboratorio. Pero los híbridos no podían procrear y las mujeres anunnaki tenían que hacer de diosas del nacimiento en cada ocasión, por lo que Enki y Ninharsag fueron perfeccionando a los híbridos hasta que lograron el modelo perfecto, y le llamaron Adam, «el de la Tierra». Con estos esclavos creados pudieron producir oro en abundancia. Los siete asentamientos se convirtieron en ciudades, y los anunnaki, que en aquel tiempo eran solo 600 en la Tierra y 300 en las estaciones orbitales, se acostumbraron a una vida cómoda. Hay algunas referencias de esta vida disoluta en los mitos sobre el Olimpo de los dioses griegos, que son los mismos que los dioses sumerios, como puede verse en otro artículo de este blog. Y algunos, a pesar de las instrucciones de Enlil, tomaron por esposas a las hijas de los seres humanos y tuvieron hijos con ellas. De ello también hay referencia en el Génesis. Para los anunnaki la tarea de extraer oro ya no era una tarea que implicara sacrificios. Pero a Enlil no le gustaba la nueva situación. Y toda esta época terminó dramáticamente con el Diluvio. Durante mucho tiempo las observaciones científicas de los anunnaki venían advirtiendo que la enorme capa de hielo en el continente antártico se estaba haciendo inestable y la próxima vez que pasara Nibiru por las cercanías de la Tierra, entre Marte y Júpiter, su atracción gravitatoria podría hacer que esa tremenda masa de hielo se deslizara fuera del continente, generando unos tsunamis de proporciones gigantescas, cambiando abruptamente los océanos y las temperaturas de la Tierra, y  provocando tormentas sin precedentes. Después de consultar con Anu, Enlil dio la orden a los anunnaki de estar preparados para abandonar la Tierra. Pero, ¿cuál iba a ser el destino de la humanidad?, se preguntaron sus creadores, Enki y Ninharsag. Enlil decidió que la humanidad tenía que perecer e hizo jurar a todos los anunnaki que guardarían el secreto, para que los desesperados terrestres no interfirieran en los preparativos de partida de los anunnaki.

Enki, aunque reacio, juró también; pero, de manera disimulada, dio instrucciones a su fiel seguidor, Ziusudra, el Noé bíblico, para que construyera un tibatu, que según las traducciones era un tipo de nave sumergible, en la cual él, su familia y bastantes animales podrían sobrevivir a la catástrofe, con la finalidad de que la vida en la Tierra no desapareciera. Y le proporcionó a Ziusudra un experto navegante, para que llevara la nave hasta el Monte Ararat, la montaña más visible de Oriente Próximo. Los textos de la Creación y del Diluvio que los anunnaki les dictaron a los sumerios ofrecen relatos mucho más detallados y concretos que las versiones bíblicas, que son más concisas. Y entonces sobrevino la gran catástrofe. Pero en la Tierra no sólo había semidioses, sino que algunas de las principales deidades, miembros del círculo sagrado de los doce Dioses, podían ser también considerados terrestres. En efecto, Nannar/Sin e Ishkur/Adad, los hijos más jóvenes de Enlil, habían nacido en la Tierra. Y lo mismo ocurría con los hijos gemelos de Sin, Utu/Shamash e Inanna/Ishtar. Enki y Ninharsag, con la que pudo compartir su secreta «Operación Noé», se unieron a los demás para sugerir que los anunnaki no dejaran la Tierra por las buenas, sino que permanecieran en órbita terrestre durante un cierto tiempo para observar lo que ocurría. Y así, después de que las inmensas olas hubiesen arrasado la Tierra y de que cesaran las lluvias, las cumbres de la Tierra comenzaron a aparecer por encima de las aguas y los rayos del Sol, brillando de nuevo a través de las nubes, dibujaron en los cielos el arco iris de una nueva era. Enlil, al saber que algunos individuos de la humanidad habían sobrevivido, se enfureció. Pero después se percató de que de esta manera los anunnaki aún podrían vivir en la Tierra. Pero si tenían que reconstruir sus centros y reanudar la producción de oro tendrían que permitir que el hombre proliferara, por lo que habría que dejar de tratarlo como a un esclavo y empezar a hacerlo como a un ciudadano.

Tal y como podemos observar desde la Tierra, la constelación de Orión es una de las más destacadas en el cielo nocturno y ha sido venerada por las antiguas culturas extendidas por todo el planeta. Para los griegos, Orión era uno de sus semidioses, al que representaban como un hombre. Según la mitología griega, Orión era un gigante con poderes sobrehumanos, un astuto cazador que acompañado de su fiel perro, Sirio, mataba a los animales con una maza de bronce irrompible. La parte más reconocible de la constelación son sus tres grandes estrellas: Alnitak, Alnilam y Mintaka, que forman el llamado «cinturón de Orión». En pleno desierto de Nubia, los investigadores han encontrado lo que podría ser el complejo megalítico más antiguo que apunta a Orión. Al sur de Egipto, a más de 800 kilómetros de la moderna ciudad del Cairo, en una inhóspita llanura en la región este del desierto del Sáhara, se encuentra un misterioso yacimiento arqueológico denominado Nabta Playa, con una antigüedad mayor en unos mil años que la de Stonehenge. Fue descubierto por un grupo de científicos liderados por el antropólogo Fred Wendorf en 1974, y los investigadores creen que las piedras megalíticas esparcidas por la zona formaron en su día parte de un centro ritual perteneciente a una civilización que se desarrolló entre el 6400 y 3400 a. de C, inmediatamente anterior a la civilización egipcia, según la cronología oficial. Curiosamente durante la época en que el Sahara y las actuales zonas desérticas eran un vergel. No era un asentamiento sino un centro ceremonial. Una de las piezas centrales es un círculo que se ha denominado «el mini Stonehenge del desierto». Durante varias décadas esta estructura de piedras y su relación con el cinturón de Orión han desconcertado a los arqueólogos. Los constructores de Nabta Playa tenían un profundo conocimiento de astrofísica y matemáticas, así como avanzados conocimientos sobre las constelaciones. Robert Bauval y el astrofísico Thomas Brophy han estudiado la configuración de este monumento megalítico. En su libro, Black Genesis, sugieren que se trata de una suerte de observatorio astronómico, haciendo las funciones de un calendario con cuatro pares de piedras a modo de puertas, enfrentadas dos a dos. Una pareja orientada en dirección norte-sur y la segunda en dirección nordeste-suroeste, en el que los círculos de piedra forman un mapa estelar a escala. Las seis piedras centrales y sus diferentes inclinaciones también formarían parte del observatorio.

Thomas Brophy piensa que tres de esas piedras están relacionadas con el cinturón de Orión, y las otras tres con el hombro y la estrella principal de Orión. Afirma que en el año 4,900 a. de C. estas tres piedras centrales se alinearon perfectamente con las tres estrellas más brillantes de la constelación de Orión que forman dicho cinturón. ¿En verdad se alinearon estas rocas con el cinturón de Orión durante el solsticio de verano, en dichas fechas? Y si así fuese, ¿cómo pudieron nuestros ancestros construir un gráfico tan avanzado de dicha constelación? Los habitantes de Nabta Playa desaparecieron misteriosamente alrededor del año 3,400 a. C, coincidiendo con la época de desertización del Sahara, y hay quien cree que luego migraron a la zona del valle del Nilo, en donde más tarde surgió la civilización Egipcia en el cuarto milenio a. C. Los conocimientos astronómicos que se utilizaron en Nabta Playa son los mismos que se utilizaron en las pirámides egipcias. ¿Por qué la localización de Orión era tan importante para los egipcios? La historia de Isis y Osiris es una de las leyendas más importantes de toda la mitología egipcia, aunque no existe una reconstrucción exacta. Osiris era un dios soberano que otorgó la civilización a los hombres. Seth, o Tifón, hermano de Osiris, sintiendo envidia, asesinó a su hermano Osiris, convenciéndolo de que se introdujera en un sarcófago que, a continuación, cerró y arrojó al Nilo. Isis, su esposa-hermana, consiguió rescatar su cuerpo y copuló con él para dar a luz, más tarde, a Horus. Seth, al enterarse de ello y lleno de ira buscó el cuerpo de Osiris y despedaza su cuerpo en «catorce partes», que serían arrojadas una vez más al río sagrado de los egipcios. Con este acto, Seth quiso impedir el ritual de momificación del cuerpo de su hermano, evitando que el espíritu de Osiris pudiese retornar a su cuerpo. Isis recuperó del Nilo trece de los fragmentos del cadáver de su amado dios, más nunca encontró el trozo catorce, el falo, símbolo de procreación; una alegoría por demás sugestiva de nuestra condición de «hijos de Orión». En los Textos de las Pirámides de Egipto, tallados en las paredes de las pirámides y que datan del 2400 a. C., se habla del faraón egipcio Unis, el último de la V dinastía, quien gobernó durante treinta años, para finalmente hacer su viaje final al sistema estelar de Orión. ¿Viajó realmente el faraón Unis al espacio, como afirman los Textos de las Pirámides?

El ingeniero Robert Bauval, cuando se hallaba acampado en el desierto de Arabia Saudita durante una expedición, se despertó y alzó los ojos hacia la Vía Láctea. «De hecho, las tres estrellas del cinturón de Orión no están alineadas de manera perfecta y la más pequeña está ligeramente desviada hacia el este». Era una respuesta a su pregunta sobre por qué la pirámide de Menkaura era más pequeña que las otras dos y estaba desviada hacia el este. Las pirámides tenían que representar las estrellas del Cinturón de Orión. Y la Vía Láctea era el río Nilo. Bauval observó que la única vez en que las pirámides fueron un reflejo perfecto de las estrellas del Cinturón de Orión fue en el 10.450 a.C. Éste es también su punto más bajo en el cielo. Después de esto, empezó a subir otra vez de nuevo, y alcanzará su punto más elevado hacia el año 2550 d.C. En el año 10450 a.C. fue como si el cielo fuese un enorme espejo en el cual el curso del Nilo se reflejaba como la Vía Láctea y las pirámides de Gizeh como el Cinturón de Orión. La curiosa coincidencia de la fecha con el posible hundimiento de la Atlántida y con el Diluvio, plantea una pregunta importante: ¿por qué los constructores de las pirámides de Gizeh las dispusieron de manera que reflejasen la posición del Cinturón de Orión en el año 10.450 a.C.?. A 56 kilómetros de la capital de Mexico está situada Teotihuacán, la ciudad de los dioses. La construcción de esta ciudad se atribuye a los quinametzin, que poblaron el mundo en la era anterior. Quinametzin es un término que se refiere a una raza de gigantes en la mitología de Mesoamérica, particularmente entre los pueblos nahuas. En la mitología mexica, con la Leyenda de los Soles, se dice que los quinametzin fueron la humanidad creada durante el Sol de Lluvia. Su gobernante, de acuerdo con algunas versiones del mito, era Tláloc, a quien le correspondió ser el Sol que alumbró durante la tercera época cosmogónica, que concluyó cuando Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego y los quinametzin murieron quemados. A los quinametzin se les atribuía ser los constructores de la ciudad de Teotihuacan y de la pirámide de Tlachihualtépetl, sobre el que se levantó el principal templo dedicado a la Serpiente Emplumada, en Cholula. Los tlaxcaltecas relataban que, en tiempos cercanos a la conquista española, ellos mismos habían luchado contra los últimos quinametzin. En la mitología mexica se destaca, entre otros, a Cuauhtémoc, uno de los cuatro gigantes que sostuvieron el cielo en el comienzo del quinto Sol, que se refiere a la creación del mundo, el universo y la humanidad, formando parte de la cosmovisión mesoamericana, en la cual se menciona que la Tierra ha pasado por cinco etapas o periodos diferentes desde su creación, regidas cada una por un Sol. Por otra parte, en la mitología mexica, el quinto Sol fue creado por los dioses en la antigua ciudad de Teotihuacan, cuyo mito da explicación a ciertos fenómenos cosmológicos presentes en los pueblos prehispánicos.

En la Historia de los mexicas se lee que, creado el mundo, los mismos dioses se convirtieron sucesivamente en sol para alumbrar el mundo. El primer sol fue Tezcatlipoca; pero después de 676 años Quetzalcóatl le dio un golpe con un bastón, lo derribó del cielo hacia el agua y él se puso a ser el Sol. Al caer Tezcatlipoca en el agua, se convirtió en Jaguar, lo cual atestigua en el cielo la constelación de la Osa Mayor, el jaguar de Tezcatlipoca que sube hasta a lo alto del cielo para descender enseguida al mar. Transcurridos los 676 años el Tezcatlipoca dio una gran coz al Sol Quetzalcóatl, con lo cual generó un gran aire que arrasó toda la Tierra. Entonces Tezcatlipoca colocó a Tláloc, quien quedó transformado en el tercer Sol y alumbró 364 años, al fin de los cuales Quetzalcóatl lo quitó del oficio de ser Sol, provocando que lloviera fuego, lo cual acabó con la humanidad de esa era y colocó en su lugar a su esposa Chalchiuhtlicue, la cual quedó transformada en el cuarto Sol por 312 años. Al final, nuevamente Tezcatlipoca derribó a esta diosa generando así el diluvio que acabaría con su propio mundo creado, dando paso a un quinto intento de crear un mundo y una humanidad duradera, más equilibrada. Cuentan que en el 3114 a.C. los dioses bajaron desde el cielo para asistir a una convención en Teotihuacán . Al igual que sucede en las pirámides de Guiza, las pirámides que se levantan en Teotihuacán también parecen estar alineadas con el cinturón de Orión. Los mayas llamaban a Orión Ak’ Ek’ o «Estrella Tortuga». Orión está representado en el Códice de Madrid como una tortuga con el glifo tres tun («piedra») en su espalda. Y en el Popol Vuh, el libro de la creación maya, Orión es visto como el primer padre, Hun Hunahpú, «el dios del maíz». Es curioso que los egipcios, aztecas, mayas y griegos adoraran a la misma constelación. Tal vez se edificaron estos monumentos para conmemorar algún acontecimiento extraordinario para la humanidad. Para ello tenemos que volver a las fuentes originales. Todo lo que sabemos de la historia de Babilonia es gracias a las excavaciones y a que hemos podido descifrar un gran número de textos cuneiformes. Por tal motivo, conocemos que los babilonios veneraban a los dioses de los planetas de las diferentes constelaciones. Podríamos decir que se trataba de una religión celeste. En 1840, en el norte de Irak, en Mosul, un equipo de arqueólogos del Museo Británico descubrió miles de tablillas de arcilla escritas durante el siglo VII a.C. Entre las tablillas encontradas había dos misteriosas reliquias que ahora se conocen con el nombre de Catálogos de Estrellas Babilónicos. Las traducciones del antiguo texto indicaban que estas tablillas describían movimientos precisos de varios cuerpos celestes y constelaciones que originaron lo que ahora se conoce como el zodiaco.

MUL.APIN es el título asignado a un compendio babilónico que trata de numerosos aspectos diversos de astronomía y astrología. Está en la tradición de los catálogos de estrellas anteriores, las llamadas listas de “Tres estrellas cada una“, pero representa una versión expandida basada en una observación más precisa, probablemente compilada alrededor del año 1000 a.C. El texto enumera los nombres de 66 estrellas y constelaciones y, además, da una serie de indicaciones, como fechas de ascenso, puesta y culminación, que ayudan a trazar la estructura básica del mapa estelar babilónico. El texto se conserva en una copia del siglo VII a.C. en un par de tabletas. La primera copia del texto hasta ahora descubierta fue realizada en el año 686 a.C. Sin embargo, la mayoría de los eruditos actualmente consideran que el texto se compiló originalmente alrededor del 1000 a.C. Las últimas copias conocidas del MUL.APIN datan de alrededor del 300 a.C. El astrofísico Bradley Schaefer afirma que las observaciones contenidas en estas tabletas se realizaron en la región de Assur alrededor del año 1370 a.C. Lo más sorprendente es que una remota civilización pudiese saber las distancias entre los planetas. Una posible explicación es que recibieran esta información de unos seres extraterrestres a los que llamaban dioses. Lo mismo que otras culturas de la Antigüedad, los babilonios ya conocían Orión, a la que denominaban Sipazi Ana (“pastor de los cielos“). Los babilonios se refieren a ella como la leal guía de los cielos, por lo que podríamos considerar  que estos catálogos de estrellas babilónicos tal vez eran unas guías para viajes interestelares. Existe un bajo relieve de Orión, con forma de ave, que parece referirse a un mensajero que traía y llevaba mensajes de la Tierra a Orión. Mesopotamia, la cuna de la civilización, fue el primer lugar a donde llegaron los antiguos anunnaki para dar origen a la civilización sumeria. Si nos fijamos en los jeroglíficos sumerios, egipcios y en los mitos mayas, encontramos la misma historia de que seres procedentes de las estrellas llegaron a nuestro planeta y nos otorgaron la civilización. Y es sorprendente que estas antiguas civilizaciones señalen al cinturón de Orión como el origen y final de la vida. La nebulosa de Orión es una nebulosa difusa situada al sur del cinturón de Orión. Es una de las nebulosas más brillantes que existen, y puede ser observada a simple vista sobre el cielo nocturno. Está situada a unos 1270 años luz de la Tierra y posee un diámetro aproximado de 24 años luz. Algunos documentos se refieren a ella como la Gran Nebulosa de Orión, y los textos más antiguos la denominaban Ensis, palabra latina que significa “espada”, nombre que también recibe la estrella Eta Orionis, que desde la Tierra se observa muy próxima a la nebulosa. La nebulosa de Orión es un ejemplo de incubadora estelar, donde el polvo cósmico forma estrellas a medida que se van asociando debido a la atracción gravitatoria. Las observaciones de la nebulosa han mostrado aproximadamente setecientas estrellas en diferentes etapas de formación.

La teoría de que avanzadas civilizaciones extraterrestres visitaron la Tierra en la Antigüedad y se relacionaron con ciertas culturas terrestres, no es nueva. Pero esta teoría no se popularizó hasta la década de 1960, a través de las obras de autores como Erich Von Daniken, un autor suizo de varios libros que hacen afirmaciones sobre las supuestas influencias extraterrestres en la cultura humana primitiva. Daniken mantiene una hipótesis sobre contactos extraterrestres y señala que algunas construcciones de la Tierra han sido obra de civilizaciones alienígenas. Es más, Daniken afirma que el propio Homo sapiens es una criatura nacida de las habilidades en ciencia genética de tales civilizaciones extraterrestres. Otro autor que ha tenido gran influencia es Zecharia Sitchin, autor de una serie de libros que promueven la teoría de los antiguos astronautas y el supuesto origen extraterrestre de la humanidad, atribuyendo la creación de la cultura sumeria por parte de los anunnaki, que procederían del planeta llamado Nibiru, que supuestamente existiría en el sistema solar. Volviendo a los sumerios, ellos, al igual que los dogón, afirmaban en sus escritos que todo lo que sabían se lo habían enseñado unos seres, a los que llamaban dioses, que venían de las estrellas. Esto explicaría el surgimiento, prácticamente repentino, de ciencias como la astronomía, la medicina o la matemática. El conocimiento les fue enseñado por los dioses. Sin embargo, los dioses anunnaki eran representados con formas, sentimientos, pensamientos y actos muy humanos. En efecto, los dioses, al igual que los humanos, comían, bebían, se casaban, formaban una familia y se hallaban sujetos a todo tipo de debilidades y pasiones humanas. Eran iguales que los humanos salvo por sus poderes sobrehumanos y por su aparente inmortalidad, tal vez debida a que el reloj biológico de los anunnaki estaba alineado con el año del planeta Nibiru, que parece es equivalente a 3600 años de la Tierra. Samuel Noah Kramer, autoridad en asiriología, historia de Sumeria y lengua sumeria, en su libro Mitología sumeria, publicado en 1944 y luego corregido por Thorkild Jacobsen, historiador danés especializado en asiriología y literatura sumeria, relata que en un tiempo anterior a la creación del hombre, la ciudad de Nippur estaba habitada por los dioses. Allí vivía la joven diosa Ninlil con su madre Nunbarshegunu, la cual viendo que el dios supremo Enlil era un buen partido para casar a su hija, decidió tenderle una trampa. Para ello aconsejó a su hija que se bañara desnuda para seducir a Enlil. El resultado de la trampa de seducción fue que Enlil forzó a la joven Ninlil para satisfacer sus deseos sexuales, engendrando al dios lunar Nannar/Sin, lo que le generó no pocos problemas ante los propios dioses. A Nanna/Sin se le representaba como un anciano con cuernos y barba de lapislázuli, montado en un toro alado. Su símbolo principal era el creciente lunar, pero también el toro, que provenía de su padre, Enlil, “Toro del Cielo“. Se le describía como el padre de la Inanna sumeria, diosa de la vida, la Ishtar semita, que posteriormente heredaría el cetro lunar. Con su esposa Ningal tuvo a Utu, en acadio, Shamash, dios del Sol.

Algo que es digno de mención es que no se han encontrado registros o relatos de dioses que tengan mayor antigüedad que los dioses de Sumer, cuya lista asciende a centenares. Pero no todos los dioses que formaban el panteón sumerio tenían la misma importancia. Había dioses encargados de temas tan aparentemente poco importantes, al menos con los ojos de hoy en día, como de moldear los ladrillos, de los fosos y de los diques. Pero también había grandes dioses que gobernaban la Tierra y el Cielo. Lo que queda claro es que había una jerarquía de dioses, o extraterrestres, en donde cada uno desempeñaba un papel y responsabilidades, similar a las de las actuales organizaciones políticas y sociales humanas. En una estructura tan jerarquizada era normal que hubiese un dios supremo, reconocido por todos los demás como su rey, liderando un sistema de gobierno basado en un tipo de monarquía, que ha pervivido hasta nuestros días. El gobierno de los dioses anunnaki se reunía en forma de asamblea presidida por su monarca. Este sistema de monarquía parlamentaria fue posteriormente adoptado por los primeros soberanos de la civilización sumeria, ya en tiempos históricos. Es realmente sorprendente que alrededor del 3.000 a.C. se reuniera en la ciudad de Uruk el primer Parlamento del que se tiene noticia, para debatir si entraban en guerra o no con la ciudad de Kish. La hegemonía de Kish en Acadia y más tarde en gran parte de la baja Mesopotamia, dio como resultado que los reyes sumerio-acadios que pretendían la supremacía sobre sus rivales, se titularan habitualmente con el título a veces honorífico de «rey de Kish» o «rey de las cuatro partes», con Sumer, Elam, Subartu y Amurru, y Kish en el centro. El Parlamento sumerio estaba formado por dos cámaras: un Senado o Asamblea de Ancianos y una Cámara Baja formada por ciudadanos con capacidad para llevar armas. El señor Gilgamesh, soberano de la ciudad sumeria de Uruk, instó a la asamblea a no someterse a la casa de Kish y atacarlos. La asamblea de los ancianos respondió a Gilgamesh que era preferible someterse a la casa de Kish en lugar de atacarla. Pero Gilgamesh no aceptó las palabras de los ancianos de su ciudad y pidió consejo a los combatientes de la ciudad, que recomendaron atacar a Kish. A la cabeza de esta familia de dioses estaba Anu, el dios del Cielo y el soberano del planeta de donde procedían los anunnaki. La ciudad donde Anu tenía su templo y residencia cuando visitaba la Tierra era Uruk. Era, por tanto, el rey supremo de todos los anunnaki, tanto de los que vivían en su planeta y de los que estaban en la Tierra. Después de Anu, estaban sus hijos Ea (Enki) y Enlil, su hija Ninhursag (Nintu o Ninmah), formando el grupo de los cuatro dioses reales. Ea, también conocido por el nombre de Enki, era el señor de la Tierra, título que recibía por sus méritos de haber comandado la primera expedición anunnaki a la Tierra, así como por haber realizado el primer asentamiento terrestre y por haber construido a su llegada la ciudad de Eridu, una antigua ciudad del sur de Mesopotamia, a 24 kilómetros al sur de Ur, en el actual yacimiento arqueológico de Tell Abu Shahrein. En su fundación, posiblemente se encontrase a poca distancia del golfo Pérsico.

Enki era el primogénito de Anu, pero debido a las especiales leyes de sucesión existentes en su planeta, su hermanastro Enlil se convirtió en el «príncipe del Cielo», heredero y sucesor de la corona, así como en la máxima autoridad de la expedición anunnaki en la Tierra, por encima del mismo Enki. Los textos describen a Enlil como el rey de todos los países y los distintos soberanos que se escogían recibían de él la realeza. Era Enlil quien pronunciaba el nombre del rey elegido y quien le otorgaba su cetro. Enki había sido el primer hijo de Anu, fruto de una relación del monarca con una concubina, su hermanastra Antu, y no con la consorte oficial, mientras que Enlil había nacido más tarde, pero era el hijo del rey y de la reina, por lo que era el heredero legal al trono. Los anunnaki tenían unas normas de sucesión dinástica que se basaban en los linajes de sangre. Se trataba de unas sofisticadas normas cuyo objetivo era el mantenimiento de la pureza de los genes que conformaban el ADN. Pero debemos distinguir entre el ADN general, transmitido por ambos progenitores, y el ADN mitocondrial, que solo es transmitido por parte de la madre. De ahí que para los dioses sumerios fuese tan importante el papel de la madre en temas sucesorios. Este fue el caso de Enlil. Pero Enki no estuvo de acuerdo con su pérdida de poder en la Tierra, lugar que había sido colonizado por él. Además, Enki sentía simpatía por el género humano, ya que había ayudado a modificarlo genéticamente, mientras que Enlil consideraba a los humanos solo como esclavos al servicio de los dioses, llegando a plantearse el exterminar a la humanidad. Mientras Enki se ocupaba de los asuntos de la Tierra, Enlil fijaba las líneas generales del plan de exterminio. Las desavenencias entre Enki y Enlil, así como las rivalidades futuras entre sus clanes familiares, serían clave para entender los acontecimientos que se desarrollarían en la Tierra y que influirían en el destino de los seres humanos y, en mi opinión, todavía en la actualidad. Esta es una realidad que los textos bíblicos omitieron en favor del monoteísmo, pero que los textos originales mesopotámicos describen con gran detalle. Por otro lado, Ninhursagh, o Nintu (“la señora del nacimiento“), era una diosa de la fertilidad, además de experta en biología. Ella fue quien asistió a Enki en el proceso de creación del ser humano, concretamente el Homo sapiens. La tierra ancestral de todos los humanos vivos actualmente se encuentra en el sur de África, más precisamente al sur del río Zambeze, según un nuevo estudio publicado en la revista Nature. La región identificada se encuentra mayoritariamente en Botsuana, con pequeñas partes en Namibia y Zimbabue. “Ha estado claro durante un tiempo que los humanos anatómicamente modernos aparecieron en África hace aproximadamente 200.000 años“, señaló Vanessa Hayes, investigadora del Instituto Garvan de Investigación Médica de Sídney, en Australia, y autora principal del estudio. Los científicos reconstruyeron el linaje de los humanos modernos usando cientos de muestras de sangre de pobladores actuales al sur del río Zambeze para analizar su ADN mitocondrial, que pasa a la nueva generación por la línea materna. Los investigadores combinaron datos genéticos con análisis geológicos y modelos de simulación climática para determinar cómo era la región africana identificada en el estudio hace 200.000 años.

Los sumerios han dejado textos que tratan sobre el sistema solar y los planetas que lo componen, Los sumerios conocían que la Tierra giraba alrededor del Sol y formaba parte de un sistema planetario. También sabían que formaban parte del sistema solar una serie de planetas, como Mercurio, Marte, Venus, Júpiter y Saturno, y asimismo conocían la existencia de otros planetas que la ciencia oficial no ha descubierto hasta hace poco tiempo, como son Urano, Neptuno y Plutón. Pero lo más curioso es que se referían a la existencia de un planeta aún no descubierto, al que denominaban Nibiru, el planeta del cruce. Se dice que un supuesto planeta X está en una órbita que lo trae cerca del Sol cada 3600 años, al igual que las tradiciones sumerias en relación a Nibiru. Con el conocimiento de las leyes de la gravedad es posible calcular su distancia en cualquier tiempo dado. El conocido astrónomo Phil Plait se tomó el trabajo de realizar los cálculos: En mayo de 2002, el supuesto planeta X tendría que haber estado a una distancia similar a la que la Tierra está de Saturno y tan brillante como el gigante gaseoso. El pronóstico de que pasaría cerca de la Tierra en 2003, evidentemente no se cumplió. ¿Es posible que exista algún planeta en el sistema solar que aún no haya sido descubierto? Sí, es posible. Un cuerpo pequeño, más allá de Neptuno, resulta difícil de observar. Un objeto más allá de Plutón, por ejemplo, si es de pequeño tamaño, podría haber escapado a la detección. ¿Por qué se descarta entonces que exista el planeta X? Los reclamos sobre el planeta X surgen a partir del libro El duodécimo planeta, de Zecharia Sitchin. El autor dice haber estudiado las tablillas sumerias. Tomando sus historias de dioses y otros mitos como hechos, determinó que estaban en contacto con una civilización alienígena que vivía en un 12º planeta (los ocho planetas actuales, más Plutón, el Sol y la Luna) en nuestro sistema solar, que pasa por el sistema solar interior cada 3600 años. El mito del planeta X incluye el “cambio de polos” y la “Detención de la rotación de la Tierra“. A partir del libro ha ido incrementándose el número de seguidores que creen que efectivamente se trata de una realidad. Una objeción es que si es un planeta 23 veces más grande que la Tierra y pasara por el sistema solar interno cada 3600 años, se supone que ya lo habríamos detectado. Fue Sitchin quien divulgó una ilustración que representa al sistema solar, que se encuentra en el Museo de Oriente Medio de Berlín y al que se atribuye una antigüedad de unos 4500 años. Se trata de un sello cilíndrico que se parece a las modernas prensas de impresión. El artista grababa en la piedra la representación deseada, pero invertida, como si fuese un negativo. Luego imprimía la imagen en positivo, cuando se le hacía rodar sobre la arcilla húmeda.

Si observamos la parte superior izquierda de este relieve, encontramos una representación del sistema solar, en donde se ve el Sol en el centro, rodeado de los distintos planetas, con sus tamaños relativos y su distancia al Sol. Queda claro que es el Sol el que está en el centro y no la Tierra, lo que indica que ya se tenía un conocimiento preciso sobre el sistema solar, así como del hecho que la Tierra, al igual que los otros planetas, giraba alrededor del Sol. Sin embargo, este antiguo conocimiento se perdió para la mayoría de la gente hasta el año 1543, cuando Nicolás Copérnico lanzó su teoría heliocéntrica. Pero hay algunas discrepancias con la ciencia actual. Una discrepancia tiene que ver con Plutón, ya que muchos astrónomos han especulado con la posibilidad de que este planeta hubiese sido un satélite de otro planeta, que podría ser Neptuno. Incluso actualmente se discute sobre si Plutón debe ser un planeta, un asteroide perteneciente al cinturón de Kuiper, o un planeta enano. En el año 2.006, la Unión Astronómica Internacional anunció que Plutón debería ser considerado un planeta enano. Según esto, el sistema solar tendría 8 planetas normales y 5 planetas enanos. Para una parte de los astrónomos no queda claro si Plutón tiene suficiente masa o si es demasiado pequeño para despejar gravitacionalmente las inmediaciones de su propia órbita. De hecho sus alrededores están llenos de de objetos helados, uno de los cuales, Eris, es más grande que el propio Plutón. Pero en la representación sumeria de Sitchin, a Plutón no se le muestra después de Neptuno, sino entre Saturno y Urano, ya que según la cosmología sumeria, Plutón había sido un satélite de Saturno, para irse liberando de él y llegar a conseguir su propia órbita alrededor del Sol. Esta concepción sobre Plutón y sus orígenes, en tiempos tan antiguos, muestra un elevado conocimiento de los procesos que dieron lugar a la formación del sistema solar, así como el conocimiento de avanzadas teorías astrofísicas según las que un satélite puede convertirse en un planeta o viceversa, algo que han confirmado las observaciones realizadas por las misiones espaciales Pioneer y Voyager. Vemos que muchos descubrimientos modernos en cosmología y astrofísica son redescubrimientos de conocimientos que vienen de la Antigüedad. Una segunda discrepancia en el relieve sumerio que representa al sistema solar, tiene que ver con la representación de un planeta desconocido, más grande que la Tierra, aunque más pequeño que Júpiter. En efecto, podemos contemplar la posición de un gran planeta en el espacio vacío existente entre Marte y Júpiter, donde actualmente hay el enigmático cinturón de asteroides. Aunque la ciencia actual no tiene evidencia alguna sobre la existencia de un planeta en aquella órbita, los antiguos textos sumerios insisten en ello, a la vez que lo denominan con el nombre de Nibiru, el planeta del cruce. !Realmente extraño!

El relato bíblico sobre la creación del hombre ha sido objeto de fuertes discrepancias entre creacionistas y evolucionistas. Mientras que los creacionistas defienden que los seres humanos fueron creados por obra y gracia de Dios, los evolucionistas consideran que hemos llegado al estado actual a través de un lento proceso evolutivo que se ha producido a partir de otras especies que nos precedieron. En efecto, últimamente los conceptos de creacionismo y evolucionismo son objeto de fuertes discusiones filosóficas, políticas y religiosas. Y yo aún añadiría un tercer concepto, que es el de la manipulación genética, que ha implicado saltos evolutivos sorprendentes, como en el caso de la aparición del Homo Sapiens. Y casi siempre estos temas se enfocan de una manera radical y condicionada fuertemente por prejuicios morales y religiosos. Sin embargo, creemos que estos tres conceptos pueden coexistir y ser perfectamente válidos, como nos indica la moderna biología molecular. Lo que parece evidente es que la gran complejidad del genoma humano es incompatible con el azar, lo cual nos lleva a considerar seriamente el concepto del diseño inteligente. Pero veamos lo que se dice al respecto en el Génesis: “Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza” Pero en el original hebreo, en lugar de la palabra Dios, se encuentra la palabra Elohim, cuyo significado literal es «dioses», en plural. Pero, ¿qué se esconde tras la utilización de la palabra Elhoim? Esta palabra indicaría que habían más dioses en el momento de la creación, que distintos investigadores interpretan como extraterrestres. Para ello es conveniente analizar los textos mesopotámicos, más antiguos que la Biblia. El Génesis dice lo siguiente: “Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la Tierra y les nacieron hijas, viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron de entre ellas por mujeres a las que bien quisieron. Entonces dijo Yahvé: ‘No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años‘. Los nefilim existían en la Tierra por aquel entonces, cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos, por lo que llegaron los gigantes a la Tierra: estos son los héroes («gueborim») de la Antigüedad, hombres famosos“. Hay que reconocer que es curiosa esta diferenciación entre «los hijos de Dios» y «las hijas de los hombres». Además, podemos preguntarnos quiénes eran los nefilim y los gueborim. Si en el antiguo Israel se tenía un solo Dios, ¿quiénes eran los hijos de Dios, llamados nefilim? También se habla de los gigantes, que están presentes en todas las mitologías, tanto orientales como occidentales. Pero, ¿quiénes eran esos gigantes?

En la época del judaísmo helenizado, como se aprecia en la versión Septuaginta griega, se plantea la idea de que estos «hijos de Dios» eran ángeles materializados que se relacionaron con las mujeres terrestres, por lo que reemplazaron la expresión «hijos de Dios» por la de «ángeles». Ello también coincide con los rollos de Qumrán o manuscritos del mar Muerto. Es evidente que los autores del Génesis se basaron en textos mucho más antiguos y detallados cuyo origen es la civilización sumeria, por lo que es conveniente ver lo que decían estos textos, que dejan claro que la creación del hombre fue obra de los anunnaki, los nefilim, los anakim o los elohim, que no son sino diferentes denominaciones utilizadas para identificar a los mismos seres extraterrestres que llegaron a la Tierra procedentes de otro planeta. Atrahasis, es un término acadio que da nombre a un manuscrito firmado por un tal Kasap-aya y datado en tiempos de Ammi-Saduqa, que reinó desde 1646 a. C. hasta 1626 a. C. Es un extenso poema que abarca desde el origen del mundo a la creación del hombre, comprendiendo la narración del Diluvio, entre otros eventos. Actualmente la copia más antigua se encuentra en el Museo Británico de Londres. La historia de Atrahasis, también conocido como Utnapishtim, para los babilonios, o Ziusudra, para los sumerios, empieza mucho antes de que el hombre fuera creado, en tiempos en que los dioses menores anunnaki tenían que hacer todo el trabajo pesado: “Los dioses tuvieron que drenar los ríos y limpiar los canales, y las fronteras de la vida de la tierra, los dioses drenaron el lecho del Tigris y luego ellos drenaron el Éufrates“. Después de 3600 años de efectuar este trabajo, los dioses menores empezaron a quejarse. Decidieron declararse en huelga, quemando sus instrumentos de trabajo y rodeando la vivienda templo del dios principal, Enlil. Nusku, el visir de Enlil, lo buscó y encontró descansando en su cama, y lo alertó del grupo que lo rodeaba. Nusku aconseja a Enlil que convocase a otros grandes dioses, sobre todo Anu y Enki. Anu aconsejó que se averiguase quién era el cabecilla de la rebelión y enviaron a Nusku para preguntar a la muchedumbre de los dioses menores cuál era su líder. Cuando los dioses superiores vieron que el trabajo de los dioses menores era demasiado pesado, decidieron sacrificar a uno de los rebeldes, para el bien de todos: “Ellos tomaron a un dios menor, lo mataron y crearán a la humanidad, mezclando la carne del dios y su sangre con la arcilla“. En realidad se trataba de una manipulación genética.

Luego Enki les instruyó sobre rituales de purificación para el primero, el séptimo y el decimoquinto día de cada mes. Los dioses sacrificaron a Geshtu-E, “un dios que tenía la inteligencia” y la humanidad se formó de su sangre y de arcilla. Después de que la diosa madre mezclase la arcilla, todo el conjunto de dioses escupieron saliva sobre ello (ADN). Entonces Enki y la diosa madre toman la arcilla en “la habitación del destino“. Enki mezcló la arcilla en presencia de Ninhursagh, o Nintu, que se mantuvo recitando un conjuro. Mientras Enki se quedaba y presenciaba todo ello, le hizo recitar: “Cuando ella hubo terminado su conjuro, pellizcó catorce pedazos de arcilla, y puso dos juegos, siete pedazos a la derecha, siete a la izquierda. Entre ellos, ella dejó un ladrillo de fango“. La creación del hombre parece ser descrita como si fuera similar al proceso de hacer ladrillos. Aquí, las siete partes de la derecha se hacen machos y las siete de la izquierda se hacen hembras. El ladrillo que se coloca entre los dos grupos puede ser un símbolo del feto, hasta que los trocitos de arcilla estén listos para su nacimiento, que es descrito como: “Cuando el décimo mes vino, Ella [la diosa del nacimiento] junto a su personal, abrió la matriz“. Aquí quiero exponer una hipótesis que me parece bastante plausible. El ADN, el manual de instrucciones para el desarrollo de un ser vivo, es un código muy complejo para deberse al azar y que creo que inicialmente fue diseñado para un tipo de vida unicelular, pero que tuviese la posibilidad de evolucionar e irse adaptando al entorno. Esto estaría de acuerdo con la teoría de Darwin. Pero, además, creo que quién diseño el código ADN también aplicó técnicas que hoy en día podríamos equiparar a algoritmos de Inteligencia Artificial, especialmente de aprendizaje automático, aunque mucho más sofisticado que nuestra actual tecnología. Entonces la evolución hizo su trabajo durante millones de años. Pero cuando llegaron los anunnaki a la Tierra, realizaron una manipulación genética sobre el ADN de un homínido, creando primero el Homo sapiens y posteriormente el Homo sapiens sapiens, dando un salto evolutivo enorme. Al principio, la solución de los dioses funcionó bien, ya que fueron los humanos los que cavaban canales más grandes para alimentarse ellos y los dioses. Pero después de 1200 años de existencia de los seres humanos, su población se había reproducido tanto que ello preocupaba a Enlil: “El país era tan ruidoso como un toro que bramaba. Los dioses crecían agitados y sin paz, con los disturbios ensordecedores, Enlil también tuvo que escuchar el ruido. Él se dirigió a los dioses superiores, el ruido de la humanidad se ha hecho demasiado grande, pierdo el sueño con los disturbios. Dé la orden de que la surrupu (enfermedad) estalle“. La plaga provocada por los dioses estalló, pero Atrahasis, el sabio, apeló a su dios Enki para que le ayudase. Este le aconsejó que la gente dejase de rezar a sus dioses personales y comenzase a rezar y ofrecer sacrificios al dios de las plagas, Namtar, que gracias a la atención dispensada por los humanos declaró el final de la plaga. Después de otros 1200 años, la humanidad nuevamente se había multiplicado, al punto de enojar aún más a Enlil, que esta vez decidió una sequía para reducir el número de habitantes y consigue que Adad, el dios de las lluvias y los truenos, contuviese las lluvias. Otra vez Atrahasis apeló a Enki, y otra vez él le aconsejó concentrar la adoración en el dios responsable, Adad, que liberó la lluvia.

Pasaron otros 1200 años y el ruido aún aumentó más. Esta vez Enlil quiso asegurarse de que ningún dios pudiese impedir su resolución, Por lo que declaró “un embargo general de los regalos de toda la naturaleza. Anu y Adad debían guardar el cielo, Enlil la tierra, y Enki las aguas, y ver que ningún medio de alimentación alcance a la raza humana“. Además, Enlil decretó la infertilidad de las mujeres humanas: “Que la matriz quede demasiado apretada para dejar (salir) al bebé fuera“. Las cosas finalmente se ponían bastante mal para los humanos: “Cuando el segundo año llegó, los hombres ya habían agotado lo almacenado. Cuando el tercer año llegó, las miradas y la belleza de la gente fueron cambiadas por el hambre. Cuando el cuarto año llegó, su estampa y porte habían declinado, sus hombros de buen semblante, se sentó con los hombros caídos, la gente salió ante el público encorvada. Cuando el quinto año llegó, una hija miraría a su madre; Una madre no abriría la puerta a su hija. Cuando el sexto año llegó ellos sirvieron a una hija para una comida, servida de un hijo para el alimento“. A pesar de que las tablillas están rotas y el texto está fragmentado, todo parece indicar que Enki volvió a frustrar el plan de Enlil, en este caso de someter al hambre a los seres humanos, y liberó grandes cantidades de pescado para alimentar a la gente hambrienta. Enlil se puso furioso con Enki, ya que había ido contra un plan con el cual todos los dioses habían estado de acuerdo. Pero decidido a destruir la raza humana, Enlil decide que Enki debe promover una inundación para borrar a la humanidad de la faz de la Tierra  y obligará a Enki a jurar que no interferirá en la destrucción. Enki se opone a la idea de la inundación, pero finalmente tiene que prestar juramento. El texto continúa con Enki dirigiéndose nuevamente a Atrahasis para advertirle de la inundación inminente. En realidad Enki habla a las paredes de la choza de caña de Atrahasis para no faltar a su juramento. Atrahasis junta a los mayores de Shuruppak, una antigua ciudad sumeria cuyos restos se encuentran localizados en el yacimiento de Tell Fara, a 200 km al sureste de Bagdad, y pone una excusa para dejar la ciudad. Dice que Enki y Enlil están enfadados el uno con el otro y que Enki le ha mandado que vaya al borde del agua. Cosa que hace, y allí construye su barco y lo llena con cada tipo de animal y su familia. Iskur en sumerio y Adad en acadio, es el dios de las tormentas y las lluvias de los pastores, adorado aproximadamente del 3500 a.C. al 1750 a.C. en la antigua Mesopotamia. Adad comienza a tronar, por lo que Atrahasis, preocupado con el destino, sella por encima la puerta del barco con el betún. La tormenta y la inundación resultan ser más imponentes de lo que los dioses planearon. La gran diosa madre, Ninhursagh, se queja amargamente de la decisión de Enlil y de Anu, y llora por los humanos muertos que “obstruyen el río como libélulas”.

Después de siete días y noches de lluvia, la inundación disminuyó, por lo que Atrahasis desembarcó y ofreció un sacrificio a los dioses que, hambrientos, olieron la fragancia y se juntaron: “como moscas que vuelan sobre el ofrecimiento“. En otro pasaje mutilado del texto, la gran diosa jura con un collar, con el que ella recordará la inundación. Enlil descubre el barco y se pone furioso, sabiendo que sólo Enki podría haber sido bastante inteligente para trastocar sus planes. Enki admite que él advirtió a Atrahasis: “Me aseguré de que la vida fuera conservada“. El texto está fragmentado, pero al parecer Enki persuade a Enlil de adoptar un plan menos drástico para tratar con el problema demográfico humano. Enki y Ninhursagh (Nintu), deciden controlar el crecimiento de la población humana de una manera menos drástica y terminante que las antes propuestas por Enlil. Enki y la diosa madre Ninhursagh deciden que de allí en adelante un tercio de las mujeres no dará a luz satisfactoriamente, por lo que un demonio Pasittu “arrebatará al bebé del regazo de su madre“. Ellos también crearon varias clases de mujeres al servicio de los templos, a las que no permitían tener hijos. El Poema del Atrahasis, conocido en los círculos de expertos como Enuma ilu awilum, fue dado a conocer al final del siglo XIX, gracias a George Smith, un asiriólogo inglés que descubrió y tradujo por primera vez la epopeya de Gilgamesh. Pero no fue hasta 1956 que el asiriólogo danés Jorgen Laessoe, uniendo esos fragmentos con otros, estableció que nos hallábamos ante un precursor del Génesis más antiguo conocido, que abarcaba toda la historia de la humanidad, desde el momento en que el hombre fue creado, pasando por el Diluvio Universal, hasta llegar finalmente al comienzo de los llamados tiempos históricos. Aunque se han perdido pasajes enteros del Poema del Atrahasis, el historiador y arqueólogo inglés Wilfred G. Lambert, en colaboración con el asiriólogo Alan Ralph Millard, en 1969 publicaron la obra Atrahasis – El relato babilónico del Diluvio, que es una reconstrucción detallada del relato. En efecto, los anunnaki, seres procedentes de otro planeta, llegaron a la Tierra y vieron que esta tenía riquezas minerales así como las bases para la producción agrícola, por lo que decidieron trabajar en pos de su cultivo y de la extracción de minerales. Esto fue mucho antes de que el ser humano hiciera su aparición en la Tierra. Sucedió que en un momento dado, los viajeros espaciales, debido a la dureza de las condiciones laborales que sufrían, se rebelaron y amotinaron, llegando su protesta hasta las mismísimas puertas de la casa de su gran jefe, Enlil, lo que desencadenó una serie de acontecimientos de gran trascendencia para nosotros, los seres humanos.

El relato comienza describiendo la situación en la que se encontraban estos seres extraterrestres antes de que existiese el hombre, cuando tenían que excavar canales, construir diques, labrar y recolectar la tierra, etc. Era cuando los dioses tenían que trabajar, por lo que se quejaban de la dureza laboral y del tiempo durante el que habían soportado estas arduas condiciones de trabajo. Durante más de dos mil quinientos años habían soportado esta pesada carga día y noche, lo que provocó la rebelión de los trabajadores, que destruyendo los utensilios de trabajo se amotinaron en actitud amenazante ante la misma puerta de la casa donde vivía la autoridad máxima, Enlil. Dada la situación creada por la insubordinación de los trabajadores, Enlil convocó una reunión de la Asamblea de dioses, con el objetivo de encontrar una solución al problema. A la reunión asistieron los principales dioses, además de Anu y Enki. En la reunión se ordenó a Nuska, hombre de confianza de Enlil, que intermediara para conocer los motivos por los que los trabajadores anunnaki se habían rebelado. Después de dialogar con los amotinados, Nuska explicó a los presentes en la Asamblea, las quejas de los trabajadores por las duras condiciones laborales a las que estaban sometidos. Enlil, un amante de la disciplina, exigió un castigo ejemplar para que la situación nunca más volviera a repetirse, pero Anu, el soberano, fue más comprensivo con la situación de los trabajadores anunnaki. Es en ese momento cuando Enki se dirige a la Asamblea y propone aliviar la insoportable carga de los trabajadores anunnaki mediante la creación de un trabajador terrestre, que se ocupará de hacer las labores que hasta ahora realizaban los dioses anunnaki. Para ello aprovecha la presencia de Ninhursagh. La Asamblea acogió con entusiasmo la proposición de Enki para crear un trabajador terrestre, un Adamu, nombre que seguramente inspiró el nombre bíblico de Adán. No obstante, entre los reunidos surgieron dudas sobre la viabilidad del proyecto, ya que . el trabajador humano debía ser suficientemente inteligente como para recibir órdenes y manejar las herramientas. Acto seguido, Ninhursagh recogió la proposición de la Asamblea a la vez que pidió que Enki le ayudase en el proyecto. En todo este proceso, no faltó tampoco la intervención de Nammu, la esposa de Anu y madre de Enki, para que este último venciera las reticencias que pudiera tener para realizar la operación. A este respecto existen dos tablillas con contenido idéntico, una proveniente de Nippur, antigua ciudad sumeria cuyos primeros restos datan del V milenio a. C., en cuyo interior se hallaba el templo principal del dios del cielo y de la creación Enlil, regidor del Cosmos.

Una de las tablillas está en el museo de la Universidad de Filadelfia, y la otra en el museo del Louvre. Ambas aportan luz sobre los hechos acaecidos. En dichas tablillas se puede leer que mientras Enki reposa, Nammu le hace saber la situación de angustia que los dioses están sufriendo, intercediendo para que lleve a cabo lo propuesto en la Asamblea. Nammu es la diosa sumeria que identifica al “abismo de las aguas” en el océano primigenio Se considera que Nammu fue la primera deidad y el origen del todo. Diosa del nacimiento, su lugar de culto se centraba en la ciudad de Ur. En muchos textos es identificada como consorte de Anu y madre de Enki. En el Poema de Enki y Ninmah la respuesta de Enki explica que el hombre no fue creado por Dios de la nada así como que tampoco fue el resultado de una lenta evolución. Sobre la base de una criatura ya existente en el ecosistema terrestre, probablemente un homínido, Enki decidió aplicar los cambios genéticos necesarios para mejorar su inteligencia, de tal manera que pudiera hacerse cargo de las tareas que hasta ese momento efectuaban los dioses. En el Génesis hebreo se habla de un Dios que a partir de un «trozo de arcilla» creó al hombre, lo cual es una copia menos detallada obtenida de las fuentes originales mesopotámicas. En el Génesis leemos: “Entonces Elhoim formo al Adam del polvo de la tierra, sopló en su nariz un hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente“. Que Enki conocía la existencia de estos homínidos está fuera de toda duda, como queda documentado en los textos que han llegado hasta nosotros. En la Epopeya de Gilgamesh se describe a este ser antecesor de los humanos, el Adama, en los siguientes versos: “Su cuerpo está todo cubierto de pelo, sus cabellos son como los de una mujer, tupidas como Nisaba brotan sus guedejas; No conoce a los humanos ni conoce país civilizado, y va vestido como el dios Sumuqan. Como las gacelas se alimenta de hierba, con las manadas abreva en las aguadas, con las bestias salvajes su corazón se deleita bebiendo“. Nisaba fue una diosa de la fertilidad en Sumeria y de la escritura y la astrología en Asiria, mientras que Sumuqan o Šakkan fue un dios babilónico y acadio de los rebaños y las bestias salvajes. La posibilidad de domesticar a, por ejemplo, el Homo erectus a través de un proceso de selección se debió desechar dado su grado de salvajismo, así como su dosis de inteligencia, lo cual planteaba dificultades para convertirlo en un trabajador esclavo. Por otro lado, había que adaptar a este homínido para que fuese capaz de realizar determinados trabajos, para lo que necesitaba tener un cerebro suficientemente desarrollado a fin de poder realizar ciertas tareas, manipular instrumentos y comprender las ordenes que se le dieran. Enki debió ver que la solución pasaba por imprimir la huella genética de los anunnaki en este ser mediante procesos de manipulación genética.

Enki y Ninhursag elaboraron un plan para diseñar al ser que originalmente partiría con la función de ser un «siervo de los dioses». Según se desprende de los propios textos sumerios, los dioses consideraban al ser humano como un mal necesario, cuya función era la de ser su trabajador esclavo. Los dioses fueron crueles con los humanos, a los que había que gobernar con mano dura. Al fin y al cabo, hoy en día la intención de los humanos sigue siendo la misma que la de los antiguos dioses, evitar el duro trabajo, por lo que ya empiezan a ser visibles los adelantos tecnológicos que en pocos años se supone convertirán a los robots en servidores de los humanos. Para la realización del plan, Enki pidió la utilización de un joven dios anunnaki, en concreto el que había liderado la rebelión, para mezclar su sangre, en realidad su código genético, con el del homínido y, de esta manera, crear los primeros seres humanos. Según el Enuma Elish: “Que se me entregue a uno de sus hermanos, este tendrá que perecer, para que así se puedan formar los hombres“. En el caso cristiano, en aras de la defensa de una doctrina monoteísta que postula la existencia de un Dios único, se omitieron las referencias originales a diferentes dioses. En lugar de ello, se apostó por nuevas denominaciones para estos seres, como el de ángeles y demonios, a los que se les atribuye un carácter incorpóreo, algo cuestionable cuando se analizan los propios textos bíblicos, en donde dichos ángeles se muestran como seres con un cuerpo físico tan material como el nuestro y con necesidades muy humanas. Estos seres provenientes del espacio poseían el conocimiento tecnológico suficiente para crear a un nuevo ser, lo que con los conocimientos actuales resulta claramente factible. Cuando el sacerdote babilonio Beroso escribió para los griegos sobre la cosmogonía y los relatos de la creación mesopotámicos, habló de una etapa pre-humana en la que coexistían seres humanos que nacían con dos y cuatro alas, con cuernos, o con órganos masculinos y femeninos al mismo tiempo. También habla de hombres con dos cabezas y describe a una bestia, con el nombre de Oannes, cuyo cuerpo tenía forma de pez y al que le había crecido una cabeza humana debajo de la cabeza de pez, a la vez que portaba unos pies humanos en vez de la cola, lo que recuerda algún tipo de escafandra transparente. Otras figuras humanas estaban provistas con patas y cuernos de cabra, mientras que otras tenían cuerpo de caballo, pero con el torso, brazos y cabeza de hombre, a modo de centauros. Asimismo había quienes tenían cuerpos de toro con cabezas humanas. Todo ello parece indicar una serie de experimentos genéticos variados. En efecto, las esfinges egipcias, animales con cabeza humana, así como los monstruos de la mitología griega, inclusive el célebre Minotauro, quieren transmitir un mensaje sobre ese periodo ancestral en el que estos dioses o seres extraterrestres se dedicaron a la experimentación genética, dando como resultado todo tipo de organismos, hasta que finalmente consiguieron crear al ser vivo que se convertirá en lo que hoy en día es el Homo sapiens.

El Popol Vuh, el libro sagrado de los indios quichés, que formaban parte de la gran familia maya, viene a corroborar que el hombre fue una creación de los Poderosos Maestros Gigantes venidos de los cielos. Es como mínimo sorprendente que una nueva criatura llegase a ser física, emocional y mentalmente una réplica de los anunnaki. Podemos imaginar, en base a los conocimientos que tenemos actualmente sobre reproducción asistida, clonación y células madre, cual pudo ser la secuencia de los hechos. En el relato de la creación en el Génesis hebreo se cuenta la manera en que Eva, la hembra de la especie, fue creada a partir de una costilla del Adán, mediante una intervención quirúrgica con anestesia. En efecto, en el Génesis se dice: “Hizo pues Yahvé caer sobre el hombre un profundo sopor; Y dormido, tomó una de sus costillas, cerrando en su lugar con carne, y de la costilla que del hombre tomara, formó Yahvé a la mujer, y se la presentó al hombre“. Samuel Noah Kramer, una de las principales autoridades en asiriología, indica que la denominación Eva significa «aquella que tiene vida», sugiriendo que el relato bíblico sobre su origen a partir de una costilla de Adán proviene, con gran probabilidad, de la palabra sumeria TI, que significa tanto «vida» como «costilla». Es curioso que Enki y Ninhursag, en la creación del ser humano, trabajasen en un lugar que en lenguaje acadio se denomina Bit Shimti, lugar en donde se otorga el aliento de la vida, lo que tal vez se refiera a un laboratorio de ingeniería genética. Asimismo, el Paraíso terrenal es uno de los temas más misteriosos de la humanidad. El Paraíso terrenal es el nombre que en la tradición bíblica se dio al Jardín del Edén, el supuesto lugar en donde Adán y Eva, nuestros supuestos primeros padres, no conocían el dolor, el hambre y la muerte, hasta que Dios los expulsó por haber cometido el llamado pecado original, ya que habían comido el fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Con este acto, la entrada al Paraíso se prohibió a Adán y Eva, pero también a la humanidad, hasta el día del Juicio Final. Al menos, esto es lo que dice la doctrina oficial de la Iglesia católica. Pero, ¿existió realmente el Paraíso terrenal? ¿dónde estaba situado? Ante todo debemos verificar el valor histórico de las fuentes bíblicas. Se había considerado que la Biblia mostraba temas míticos, que no respondían a la realidad. Pero los distintos hallazgos arqueológicos han ido dando la razón a los escritos bíblicos. Por ejemplo, se decía que el rey Sargón de Asiria, cuyo nombre aparece en el Libro de Isaías, nunca había existido. Sin embargo, en el año 1843, cerca de la ciudad iraquí de Korsabad se descubrió el palacio de Sargón II, siendo éste, hoy en día, uno de los reyes asirios más conocidos. Sargón II fue rey de Asiria durante el Imperio nuevo y ascendió al trono después de la muerte de Salmanasar V. Probablemente era un usurpador, aunque pretendía ser hijo de Tiglatpileser III. En cualquier caso, se apoderó del trono por la violencia y su advenimiento supuso una ruptura con el pasado, pues en ninguna de sus inscripciones se hace mención de sus predecesores. Fue un rey poderoso, un gran conquistador y el fundador de la más importante dinastía de gobernantes asirios, bajo los cuales el imperio alcanzó sus más grandes triunfos.

Asiria, que fue un poderoso imperio, es mencionada frecuentemente en la Biblia, y los hallazgos arqueológicos realizados allí muestran que la Biblia estaba en lo cierto. Por ejemplo, tenemos el caso de Nínive, que es mencionada por primera vez alrededor de 1800 a.C. como una ciudad con un templo dedicado a la diosa Ishtar, en buena parte responsable de la importancia que adquirió la ciudad. Nínive también se menciona en la Biblia, como una ciudad edificada por el rey Nimrod, bisnieto de Noé, en el Génesis, y considerado el “padre” de las dinastías monárquicas. En el siglo XIX, el cónsul francés en Mosul empezó a buscar en los grandes montículos que había en la otra orilla del río y los árabes que empleó en esas excavaciones llegaron a una edificación en el montículo de Khorsabad. Investigaciones posteriores del edificio demostraron que se trataba del palacio real de Sargón II, que se exploró en profundidad en busca de esculturas y otras reliquias. En 1847, el joven aventurero británico Sir Austen Henry Layard exploró las ruinas. En el montículo Kouyunjik redescubrió el palacio de Senaquerib, que tenía 71 habitaciones y colosales bajorrelieves. También desenterró el palacio y la famosa biblioteca de Asurbanipal que contenía 22.000 tablillas. El estudio de la arqueología de Nínive revela el poder y la gloria de la antigua Asiria durante los reinados de Esarhaddon (681-669 a. C.) y Asurbanipal (669-626 a. C.). Las excavaciones efectuada en Nínive dejaron al descubierto una losa esculpida, procedente del palacio de Senaquerib, que muestra a guerreros asirios llevando cautivos a los israelitas tras la caída de Lakis, en el 732 a.C., tal como podemos leer en Reyes. Asimismo, las crónicas de Senaquerib, también encontradas en Nínive, narran su campaña militar durante el reinado de Ezequías, rey de Judá, mencionándolo por su nombre. Senaquerib presume de sus muchas victorias pero no menciona en absoluto la toma de Jerusalén, algo que coincide con el registro bíblico que dice que este rey sufrió una gran derrota a manos de Yahvé en sus cercanías. Según los escritos bíblicos ReyesCrónicas e Isaías, cuando Ezequías vio la devastación de Judá intentó pactar la paz en Laquis, pagando el tributo antes del asedio a Jerusalén. Pero aun así Senaquerib envió un numeroso ejército contra Jerusalén e intentó convencer a sus habitantes de someterse antes de devastar la ciudad. Ezequías, entonces, clamó a Yahvé, quien le respondió por intermedio del profeta Isaías diciéndole que Él mismo devolvería a Senaquerib por donde había llegado y que los habitantes de Jerusalén durante 2 años comerían de esa victoria, lo cual cumplió enviando un ángel que mató esa noche a 185.000 de los soldados que acampaban fuera de Jerusalén. Tras esto, Senaquerib mandó regresar a su ejército; y por su parte Ezequías fue prosperando y en su vida no vio más desolación en Judá. Por intermedio de Isaías supo que posteriormente vendría una gran devastación desde Babilonia, que ocurrió alrededor de cien años después con la destrucción del Templo de Salomón por los babilonios, a manos del rey Nabucodonosor.

Según Isaías, tras esta humillación Senaquerib regresó a Nínive, en donde fue traicionado y asesinado por sus hijos. El registro de su asesinato aparece en un par de inscripciones cuneiformes asirias. Otras inscripciones asirias también mencionan los nombres bíblicos de Acaz y Maneses, reyes de Judá, y los de Omri, Jehu, Jehoas, Manahem y Hossea, reyes de Israel. El Reino de Judá fue creado a partir de los territorios que formaban parte del reino de Israel, dominio que durante los reinados de Saúl, David y Salomón constituyó una monarquía unificada. Tras la muerte de Salomón, el territorio israelita fue dividido y del reino inicial surgieron otros dos. Uno fue el reino de Judá en su porción sur y otro, denominado una vez más reino de Israel, pero abarcando solo la porción norte del territorio en cuestión. Establecido en Judea, el reino de Judá suele también ser conocido como el reino del sur, para distinguirlo así de la otra monarquía, establecida en el norte, es decir, el reino de Israel que comprendía Samaria y Galilea, y cuya existencia tuvo lugar en tiempos de la así denominada monarquía hebrea dividida. Otro ejemplo lo encontramos en los trabajos arqueológicos llevados a cabo en las ruinas de Nínive, la antigua ciudad de Babilonia, que sacó a la luz unas trescientas tablillas escritas con caracteres cuneiformes, que se remontaban al reinado de Nabucodonosor. Según Reyes, entre los muchos nombres que aparecen está el de Yaukin, rey de la tierra de Yahud, palabras con las que se alude a Joaquín, rey de la tierra de Judá, el cual fue deportado a Babilonia con toda su familia cuando Nabucodonosor conquistó Jerusalén por primera vez en el 617 a.C. Algunos investigadores creen que los hebreos no poseían alfabeto alguno, pese a que en NúmerosJosué Isaías podemos leer lo contrario. Pero en el año 2005 se descubrió una antigua ciudad hebrea del siglo X a.C., en Tel Zavit, Israel, en donde los arqueólogos han encontrado una piedra caliza grabada con un alfabeto arcaico, que indicaría que los hebreos de aquel tiempo ya conocían la escritura y , por lo tanto, podían escribir y registrar su propia historia. Existen evidencias suficientes de que los escritos bíblicos no son relatos sin fundamento alguno, sino que han demostrado su gran valor histórico, en base a los hallazgos arqueológicos. Sobre el Paraíso terrenal, el Génesis comienza haciendo una descripción de la existencia de un jardín plantado artificialmente, situado al este de un punto desconocido. Según el Génesis: “Plantó luego Yahvé un jardín en Edén, al Oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo Yahvé brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal“.

El relato del Génesis continúa con una descripción mucho más detallada en la que se refiere a datos geográficos más concretos: “Salía de Edén un rio que regaba el jardín, y de allí se partía en cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón, y es el que rodea toda la tierra de Evila, donde abunda el oro, un oro muy fino, y además también bedelio y ágata. Y el segundo se llama Guijón, y es el que rodea toda la tierra de Cus. El tercero se llama Tigris y corre al oriente de Asiria. El cuarto es el Éufrates”. En cuanto leemos referencias al Tigris y al Éufrates podemos situarnos en un área muy determinada, Mesopotamia, que significa literalmente «la tierra entre ríos». Se sabe que los dos ríos nacen en los montes Tauro, en la meseta de Anatolia, en la Turquía Oriental, y discurren a lo largo del Irak actual, desembocando sus aguas en el golfo Pérsico. Los montes Tauro son una cadena montañosa situada en el sur de Turquía. Se extienden a lo largo de una curva desde el lago Egridir, en el oeste, hacia el curso alto del río Éufrates, en el este, formando un arco que transcurre paralelo al mar Mediterráneo, que constituye el límite sur de la meseta de Anatolia. Al este, se dividen en una rama, Antitauro, que sigue hacia el nordeste hasta el nacimiento del Éufrates, y otra rama, Tauro oriental, que pasa al sur del lago Van y al norte del río Tigris, y que es atravesada por el Éufrates en su descenso hacia Siria. La cordillera tiene varios picos de altura superior a los 3000 metros. El paso era conocido en la antigüedad como las Puertas Cilicias y cruza la parte central de los montes Tauro, al norte de la ciudad de Tarso. La caliza se ha erosionado formando paisajes kársticos de cascadas, ríos subterráneos y algunas de las mayores cavernas de Asia. La cordillera de los montes Tauro forma una barrera climática entre la meseta de Anatolia, de clima continental, y la costa del sur, de clima mediterráneo. Podemos decir que tenemos una zona acotada para situar el emplazamiento del Jardín del Edén, que debería estar ubicado en Mesopotamia o en sus cercanías, en la zona de la cabecera de ambos ríos. Pero hay otros dos ríos de los que habla la Biblia, el Pisón y el Guijón, de los que no se tienen noticias. lo que complica encontrar la exacta ubicación del Paraíso. En efecto, actualmente no hay rastro alguno de los otros dos ríos nombrados por la Biblia, que coincidan en un área más o menos próxima a la cabecera de los ríos Éufrates y Tigris, por lo que tal vez hubo cambios geológicos y climáticos que produjeron una desertización de la zona a lo largo del tiempo, por lo que ambos ríos habrían desaparecido.

Como ejemplo de cambios climáticos en la zona mesopotámica, podemos decir que el imperio Acadio se estableció en el 2340 a.C. en Mesopotamia, región que abarca la llanura aluvial situada entre los ríos Tigris y Éufrates. Se trata del primer imperio del cual se tiene constancia, que conectaba las pequeñas poblaciones agrícolas del norte de Mesopotamia con las ciudades-estado situadas en el sur. Su economía dependía principalmente de la agricultura y del comercio de larga distancia con los pueblos mediterráneos. A pesar de ser una civilización avanzada, se sabe que el imperio Acadio sufrió un colapso en torno al 2200 a.C., tras apenas 180 años de existencia. Una gran parte del imperio quedó despoblada y parece que tan sólo las principales ciudades mantuvieron una población relativamente estable. Este colapso puede atribuirse primariamente a causas sociopolíticas internas, pues las instituciones imperiales se había desgastado durante un reinado débil, así como un periodo de revuelta popular y descentralización del poder. Sin embargo, se ha encontrado una gran abundancia de sedimento eólico coincidente con la caída del imperio Acadio, que se ha interpretado como indicador de una súbita mayor aridez. Este fenómeno se ha interpretado como el efecto de un cambio en los vientos del Oeste mediterráneos, que habría provocado una reducción severa de las precipitaciones, como ha puesto de manifiesto el climatólogo y profesor universitario norteamericano Raymond S. Bradley. Además, se ha datado un nivel de cenizas volcánicas también coincidente con la caída del Imperio Acadio, siendo posible que el vulcanismo jugara un papel reforzador de la sequía. Se considera que esta mayor aridez fue el factor que desencadenó la caída del imperio Acadio, pues provocó una severa sequía que, además de reducir la cantidad de alimento disponible, desplazó a varias tribus que habitaban los Montes Zagros, la cadena montañosa más larga de Irak y de Irán, y que pasaron a ocupar el territorio imperial. Su invasión fue el golpe de gracia que terminó por provocar el colapso del Imperio Acadio, ya debilitado por el brusco cambio climático y problemas sociopolíticos internos. Respecto al tercer río al que se refiere la Biblia, el Guijón, encontramos varias referencias. La primera referencia habla del reino de Cush, que identifica a zonas de Etiopía, y en donde denominan así al Nilo Azul. Kush es la palabra egipcia para Nubia. Está recogida desde el Imperio Medio. Las investigaciones sobre Nubia se llevaron a cabo en tres etapas. En la primera mitad del siglo XIX algunos europeos visitaron Sudán, informaron de las ruinas y llevaron algunos hallazgos a Europa. El más importante fue Giuseppe Ferlini, que destrozó muchas pirámides en Meroe en su búsqueda de tesoros, que concluyó con el hallazgo del tesoro de Amanishakheto. La expedición de Lepsius dibujó, escribió y publicó sobre muchos lugares, templos y pirámides. Muchos templos documentados no se conservan en la actualidad, así que sus notas son muy valiosas.

La segunda referencia apunta al río Karún, que inicia su recorrido en el sudoeste de Irán, para después de hacer un gran giro hacia el norte, para terminar en las proximidades del Tigris y del Éufrates en el golfo Pérsico. En dos de las varias teorías que compiten sobre los orígenes y la localización del Jardín del Edén, el Karún se cree que es el río Guijón que está descrito en el libro bíblico del Génesis. El arqueólogo Juris Zarins ubica el Jardín del Edén en la punta norte del Golfo Pérsico, alimentado por los cuatro ríos Tigris, Éufrates, Guijón (Karún) y Pisón (Wadi Al-Batin). Pero todas estas identificaciones podrían ser erróneas. Por ejemplo, Cush o Kush también podría referirse a un reino nombrado en las inscripciones asirias como Kusu, un antiguo nombre de Armenia, que era la tierra de los kusai, situada en el norte de Siria, de donde procedía la raza de caballos kusai. George Smith, asiriólogo inglés, en su Historia Caldea del Génesis sugiere que el padre de Nimrod, el supuesto constructor de la Torre de Babel, era de Cush y que esto podría ser una alusión a las tierras de Kusu. Nimrod asimismo es una figura legendaria del folklore popular armenio, íntimamente conectada con el patriarca Abraham, cuya ciudad natal era Edesa, la moderna Sanliurfa, situada a tan solo 13 kilómetros de Gobekli Tepe, un misterioso lugar del que hablaremos más adelante. Se sabe que el reino de Armenia, en el siglo I a.C. era famoso por sus caballos, de lo que se puede concluir que la tierra de Kusu, de donde provenían los caballos kusai , debía estar situada en las tierras altas armenias, lo que daría sentido a que el rio Guijón en realidad fuese el rio Araxes, el moderno río Aras, que es un largo río asiático de las montañas de la Meseta Armenia, el principal afluente del Kurá, que desagua en el mar Caspio. Discurre en su curso alto por Turquía, haciendo de frontera entre Turquía, Armenia, Irán y Azerbaiyán, donde finalmente se adentra. Tiene una longitud de 1072 km, que lo sitúan entre los 90 ríos más largos de Asia, y drena una amplia cuenca del Cáucaso Menor de 102.000 km². El valle del río es una de las históricas vías de acceso a Armenia y ha estado ocupado desde tiempos prehistóricos. En la tradición armenia, el río lleva el nombre de Arast, un bisnieto del legendario patriarca armenio Haik. El nombre fue más tarde helenizado como Araxes y fue aplicado a la cultura Kurá-Araxes, un pueblo prehistórico cuya civilización floreció en los valles del Kurá y del Aras. El historiador griego Heródoto parece haber confundido tres ríos Araxes. El río también se menciona en el último capítulo VIII de la Eneida de Virgilio, como «enojado con el puente», ya que los romanos construyeron un puente sobre él, por el que luego conquistaron la zona. También algunos han asociado el río Aras con los no identificados Gihon (Guijón) y Pisón, ríos mencionados en el segundo capítulo del Génesis bíblico.

Pero sigue siendo una incógnita de donde viene la denominación de río Guijón. De todos modos, durante la invasión árabe del Cáucaso en el siglo VIII, el rio Aras era conocido como Gaihun, y los diccionarios persas del siglo XIX se referían al rio Araxes como el Jichon-Aras, nombres muy parecidos a Guijón. También sabemos que el rio Aras nace en las montañas Bingöl, al igual que una rama del rio Éufrates. Bingöl, cuyo nombre significa mil lagos, es una actual ciudad al este de Turquía y capital de la provincia de Bingöl. Está rodeada de montañas y numerosos lagos glaciares. El río Ares fluye hacia el este, pasando por la base del famoso monte Ararat, uniéndose al rio Kur, antes de desembocar en el mar Caspio. Respecto al cuarto río bíblico, el Pisón, la realidad es que la tierra de Evilá a la que se refiere es totalmente desconocida, por lo que, tal vez, el texto bíblico podría referirse a la tierra de un personaje llamado Evilá, como lo hace el Génesis, en donde se cita al tal Evilá (“hijos de Cus: Sevá, Evilá, Sabtá, Ramá y Sabtecá“) junto a Nimrod, especificando que ambos son hijos de Cush. Si estos nombres hacen referencia a unos reinos y a sus fundadores, entonces es posible que Cush sea la tierra de Kusu, antigua denominación para Armenia. Por esta razón tal vez habría que buscar allí las pistas del río Pisón. Se sabe que Urartu es el nombre asirio de una zona montañosa ubicada entre el sureste del mar Negro y el suroeste del mar Caspio, actualmente compartida por la República Armenia, Irán y Turquía, formada luego de la caída del Imperio hitita. Incluye los grandes lagos de Van, en Turquía, donde se encuentra la antigua capital Tushpa, el lago Urmia, en Irán, y el lago Seván, en Armenia. Urartu es donde los asirios, concretamente la primera caballería de arqueros, se abastecían de caballos que podían ser montados. Posiblemente eran los primeros caballos suficientemente grandes para la caballería, ya que antes solo eran usados como tiro de carros. Urartu es uno de los primeros reinos de Armenia. Su apogeo histórico antiguo se dio en los siglos IX y VIII a.C. El idioma local era semejante al hurrita. La proximidad con la Asiria avasalladora produjo, desde 1275 a.C., una fuerte influencia ideológica, literaria y técnica sobre Urartu. En los primeros momentos se agruparon en torno a una especie de reino confederado conocido como Nairi, pero hacia el 900 a.C. formaron una confederación bajo el gobierno de un monarca central. Gracias a unas pocas inscripciones, sabemos que el primer monarca de Urartu era Arame, seguido por Sardur I. Otras permiten reconstruir su gran crecimiento territorial durante los reinados del mencionado Sardur I, Ishpuini y Menua, quienes lograron llegar hasta la cuenca baja del río Murat, por el oeste, el Araxes, por el norte, y al lago Urmía, por el sureste. Las técnicas asirias asimiladas tienen una buena muestra en el canal de Menua, de casi 30 km, que suministra agua de boca y riego desde el litoral sur del lago Van. En las paredes rocosas del lago Van y en varias estelas de piedra, están escritos los anales de los reinados de Argishti I, bisnieto de Sardur I, y su hijo, Sardur II, en los que se narra la expansión hasta más allá de la gran curva del Éufrates, hasta la Comagene siria, con lo que consiguieron dominar la vieja ruta de suministros de materias primas como el hierro, desde el Tauro, el cual fue parcialmente dominado hasta Asiria. La frontera llegó a estar casi pegada a Alepo, e incluyó el lago Seván y la rica cuenca del Araxes por el norte, colonizada y explotada por mano de obra forzada, utilizando prisioneros de guerra de la Cólquida, capturados a través de las reiteradas campañas anuales. Según los registros urartios proclaman sus victorias sobre los asirios en el lago Urmia, en el río Gran Zab y en el Alto Tigris.

El historiador griego Estrabón, en su obra Geografía, una enciclopedia que reúne todos los conocimientos geográficos del siglo I, deja claro que Armenia era bien conocida por sus minas de oro, y asimismo habla de las minas de Syspiritis cercanas a la localidad de Caballa. Otra pista en la búsqueda de la identidad del río Pisón, proviene de la antigua Iglesia asiria de Oriente, conocida como la Iglesia nestoriana, que considera al rio Gran Zab, un afluente del Tigris, como al río Pisón. La información proviene desde una región situada al pie de los montes Zagros, al sureste de Turquía y en la frontera con Irán e Irak, en donde la máxima autoridad de la Iglesia nestoriana firmaba sus cartas con el siguiente enigmático mensaje: «desde mi celda sobre el rio del Jardín del Edén». Estos indicios deberían considerarse seriamente, ya que la Iglesia asiria es una de las más antiguas de la región. El rio Gran Zab, posible río Pisón, nace en las montañas del sudeste de Turquía y discurre a lo largo de 425 kilómetros por Irak antes de desembocar en el rio Tigris, a la altura de la ciudad de Mosul. Todo indica que el Jardín del Edén no era un lugar imaginario, sino que debía estar situado en el Oriente Próximo en algún lugar del conocido como creciente fértil. Consideramos que hay dos  posibles emplazamientos del Jardín del Edén. El primer emplazamiento sería en la zona de la cabecera del Éufrates y del Tigris, en la parte sudoriental de Turquía, si hacemos caso a lo que dice la Biblia. El segundo posible emplazamiento, según la tesis de Sitchin y otros, sería la interpretación de que la Biblia se refería a que los ríos confluían en el Edén y no que se originaban en él, por lo que su ubicación seria en la zona de la desembocadura del Éufrates, del Tigris, del Karun, y de un posible cuarto rio, actualmente seco, que cruzaría la península arábiga. Pero si nos guiamos por la Biblia, todo indicaría que el Jardín del Edén habría estado en una zona no muy alejada de la cabecera de los ríos Tigris y Éufrates. Pero, ¿es razonable ubicar el Jardín del Edén en esta zona? Ante todo, debemos tener en cuenta que los distintos descubrimientos arqueológicos han ido dando la razón a lo escrito en la Biblia. Además, la descripción de los cuatro ríos indicaría que el Jardín del Edén habría estado ubicado en la zona de lo que sería la antigua histórica Armenia. Los académicos armenios han argumentado durante muchos años, sin éxito, que el emplazamiento físico del Jardín del Edén estaba situado en su antigua patria. Pero en Occidente, poca gente en el ámbito científico cree que el Paraíso Terrenal haya tenido una ubicación física. En el siglo XVII, Marmaduke Carver, antiguo rector de la Iglesia de Harthill y muy versado en Cronología y Geografía, en su libro, con el largo título de Un discurso del paraíso terrestre: con el objetivo de un descubrimiento más probable de la verdadera situación de ese lugar feliz de la habitación de nuestros primeros padres, ya hablaba de esta posibilidad y señaló al mundo el lugar correcto del Paraíso Terrenal. Andrew Collins, en su libro Gobekli Tepe: Génesis de los dioses, explica de una manera detallada sus indagaciones acerca de la vida y obra de Carver.

Marmaduke Carver comienza el manuscrito intentando desmarcarse de Martín Lutero, que declaraba que el Jardín del Edén era una mera utopía. Más adelante desmonta la teoría que localiza al Paraíso en la zona donde convergen los ríos Tigris y Éufrates en la baja Mesopotamia, que era una teoría sostenida por los reformistas calvinistas, el Papa y los católicos. Posteriormente ubica el Jardín del Edén en un lugar de la antigua Armenia, que actualmente forma parte del este de Turquía. También explora antiguas evidencias que indicarían que los ríos Éufrates, Tigris y Araxes procederían de una misma fuente original. Según Carver, había una única fuente situada en los bosques armenios, en las proximidades del lago conocido en la Antigüedad como Thonitis, o Arsissa, que corresponden al actual lago Van, un lago salado de origen volcánico y el más grande de Turquía, situado en el extremo este del país. Carver cita la creencia de varios escritores antiguos, entre los que se encuentran Estrabón y Plinio, de que el auténtico nacimiento del Tigris emergía de una fuente primigenia que después vertía sus aguas en el actual lago Van, haciéndolo de una forma tan torrencial que no llegaban a mezclarse con las aguas nitrosas del lago. Este rio, llamado proto-Tigris, volvía a surgir más allá del extremo suroeste del lago, para volver a ocultarse en una cueva subterránea, y terminar reapareciendo en la cara sur de los montes Tauro orientales, concretamente en Sophene, una antigua provincia del Reino de Armenia y de Roma durante la Edad antigua, localizada al suroeste de la actual Turquía. Si bien es el nombre de una región concreta, fue también aplicado a toda la zona norte, entre Melitene y Amida, hasta el valle del Éufrates. En el periodo helenístico se denominó Armenia Sophene a la Armenia occidental o Reino de la Pequeña Armenia. En el siglo I los romanos dividieron por un tiempo la zona entre la Pequeña Armenia, al norte, que no incluía Sophene, y la Armenia Sophene, junto a las regiones de Derzene, Keltzene, Acisilene, Khorzene, Daranaliq, Balabitene, Astianene, Sofene, Anzitene y Arzanene. La capital de Sophene, según Estrabón, era Carcathiocerta, quizás Hierápolis. Con la partición de Armenia entre Roma y Persia en el año 387, Sophene quedó bajo la influencia de la zona romana. Esta parte es conocida, hoy en día, como el lugar de nacimiento del rio Tigris. Carver creía firmemente que en esta fuente primordial, a la que identificaba como el auténtico nacimiento del Tigris, era en donde se originaban los cuatro ríos del Paraíso Terrenal. Por último, concluye su trabajo proponiendo un lugar para situar el Edén entre Sophene y las verdaderas fuentes del Tigris. La mitología sumeria-acadia corrobora la tesis de Carver, afirmando que tanto el Tigris como el Éufrates se originaban en una fuente de aguas primordiales subterráneas que constituye el origen de todas las aguas dulces y a las que denominaban Apsu.

Apsu fue el nombre dado en el poema Enuma Elish al principio primordial masculino del agua dulce de los acuíferos subterráneos, sobre la que flota la tierra, según la interpretación cosmogónica de las mitologías sumeria y acadia. Se supone que los lagos, manantiales, ríos, pozos u otras fuentes de agua dulce obtendrían su agua del Apsu. También existía Tiamat, el principio primordial femenino del agua salada, que representaría el mar y las potencialidades del caos. De la unión de los dos principios fue engendrada una segunda pareja, Lahmu y Lahamu, que según la leyenda serían sacrificados para poder crear a los hombres, pero que antes crearon a la tercera pareja, Anshar y Kishar, de la que saldría el dios del cielo Anu y, de él, su hijo Enki. Los dioses se reprodujeron hasta que enfadaron a Apsu y Tiamat, y éstos decidieron deshacerse de los nuevos dioses, pero Enki logró someter a Apsu con un conjuro y le hizo caer en un sueño, para luego matarlo. Enki llamaba Apsu a su morada en “el abismo de lo profundo de las aguas” y comenzó a vivir en las aguas del Apsu incluso antes que los humanos aparecieran. Su esposa Ninhursag, su madre Nammu, su visir Isimud y otras varios seres vivieron también allí. ¿Eran tal vez seres anfibios? En el año 1995, en un lugar situado en el extremo este de Turquía, muy cerca de Irak y de Siria, se descubrieron unos restos arqueológicos que iban a hacer reescribir las historia y cronología de la Humanidad. El lugar se llama Gobekli Tepe, o Monte Ombligo, y en él se encontró un magnífico supuesto templo con increíbles esculturas de ciervos, jabalíes, serpientes, figuras humanas y cascadas. Además, las dataciones arqueológicas muestran una antigüedad de unos12.000 años, en plena Edad de Piedra, cuando se supone que el ser humano todavía no conocía la escritura, la rueda, la agricultura y la cerámica. Este recinto es el más antiguo de los hasta ahora conocidos, un lugar en donde se supone vivían los sacerdotes y se realizaban cultos de sacrificios. Pero hay muchos misterios en sus ruinas. Gobekli Tepe se encuentra en el punto más elevado de una colina cercana a la ciudad turca de Sanliurfa, la antigua Urfa o Edessa. La árida y desértica región se expande hasta unos 15 kilómetros de la frontera con Siria, Irán e Irak, y está rodeada por los cauces de los ríos Eúfrates y Tigris. Fue descubierto en el año 1995 gracias a un hecho casual, como suele suceder con los grandes descubrimientos. Un pastor de origen kurdo que guiaba su ganado por la colina se percató de la cercanía de unas piedras de extraño aspecto. Movido por la curiosidad, recorrió los escasos metros que le separaban del lugar. Se especula con qué, tal vez, Göbekli Tepe sería el lugar de culto religioso más antiguo del mundo descubierto hasta la fecha. Pero hasta que comenzaron las excavaciones, no se consideraba posible un complejo de este tamaño para una comunidad tan antigua, que podría llegar hasta el Mesolítico, que comenzaría con la transición del Pleistoceno al Holoceno, hace unos 12.000 años, y finalizaría con la aparición de los modos de vida productores, cuya cronología varía mucho de unas regiones a otras y de un continente a otro. Mientras que en el Oriente Próximo despuntaba sobre el 9000 a.C., en Escandinavia y ciertas áreas de la Europa atlántica no llegó hasta el 4000 a. C.

Parece que Göbekli Tepe fue levantado hace unos 12.000 años, cuando se supone que la población humana era nómada. Es un enigma saber porque todo este complejo fue enterrado deliberadamente sobre el 8000 a.C., permaneciendo abandonado hasta su descubrimiento. Göbekli Tepe parece un templo compuesto por cuatro grandes complejos de forma circular u ovalada, formados por grandes “T” de piedra caliza de unos 3 metros de altura y unas 16 toneladas de peso. Cada una de esas “T” está compuesta por dos megalitos, uno vertical y otro horizontal y cada círculo consta de doce “T”, siempre con una en el centro. Cada círculo está, a su vez, rodeado por unos toscos muros hechos a base de piedras. Los grandes bloques de piedra caliza están tallados con representaciones de animales, como jabalíes, cocodrilos, zorros, gacelas, etc. Algunos de estos animales ya se han extinguido. Además de los animales se han encontrado, tallados en la piedra, una serie de pictogramas identificados en principio con símbolos sagrados para los constructores del complejo. Se cree que era un lugar de culto, para efectuar rituales secretos, ya que no hay evidencias de que la gente habitase ni siquiera por los alrededores. Todo indica que por los alrededores de Göbekli Tepe existen otras construcciones similares, de forma que aún quedan muchos misterios por descubrir, y unos tantos años más para excavar las zonas periféricas. Lo curioso de Góbekli Tepe es que se trata de un lugar que estaba oculto. Schmidt encontró Góbekli Tepe cubierto y rellenado con piedras y tierra seguramente por la civilización que la creó, con el fin de enterrarlo tras abandonar el lugar hace unos 10.000 años (8.000 a.C.). Pero Göbekli Tepe no fue el único núcleo importante. Muy cerca de los montes Taurus, se situaba Cayönü, donde han sido encontrados cráneos, indicios de sacrificios humanos y cultos a la muerte. Y en Catal Hüyük, que llegó a tener una población de hasta 10.000 habitantes y donde se rendía un especial culto a la mujer y al toro, se han encontrado cráneos decapitados, lo que significa que se efectuaban rituales mortuorios. Estos complejos fueron erigidos en una época histórica supuestamente imposible. Mientras la historia oficial nos cuenta que por aquella época el Homo sapiens era nómada y vivía dentro de las cavernas, nos encontramos con esta enigmática construcción. Se calcula que para levantar cada círculo de Göbekli Tepe hicieron falta unos 500 hombres, cuando se supone que el hombre aún vivía en pequeños grupos nómadas que dedicaban su tiempo a cazar y recolectar.  Se estima hay 20 círculos en la colina. De hecho, en casi una década de excavaciones, tan sólo se ha desenterrado un cinco por pequeño porcentaje del total del yacimiento, lo que indica que serán necesarias varias décadas para poner al descubierto todo el complejo.

Es curioso que, grabados en la parte frontal de las “T” de piedra, aparecen todo tipo de glifos y pictogramas, en que podemos ver zorros, jabalíes, leones, cocodrilos y venados, buitres, patos, escorpiones, arañas y todo tipo de insectos. Pero sin duda alguna la serpiente es el animal que más aparece sobre las pulimentadas piedras que se alzan sobre el terreno calizo. Las hay por doquier, en los muros, en las columnas, en las rocas, por todos sitios hay serpientes en extrañas posiciones y formas. En el centro de los círculos pétreos aparecen dos columnas igualmente en forma de “T”, de unos seis metros de altura. Los arqueólogos creen que es la primera representación de un hombre y una mujer, quizás, como epicentro de un ritual de fertilidad. Klaus Schmidt, el arqueólogo descubridor, cree que puede tratarse de la primera representación de los dioses. Es un descubrimiento tan impresionante y anacrónico, que cuestiona la cronología oficial sobre el nacimiento de la civilización. Hasta el descubrimiento de Gobekli Tepe la historia databa en fechas muy posteriores los inicios del manejo del cultivo y el pastoreo de ganado por parte del ser humano. Se supone que los constructores que erigieron Gobekli Tepe no conocían la rueda, la escritura, la cerámica, ni tan siquiera cultivaban el trigo, sino que eran cazadores y vivían en pequeñas aldeas. Pero en un momento muy concreto, hace unos 12.000 años, algo sucedió que les impulso a llevar a cabo sofisticadas construcciones, rodeándose de esfinges de piedra varios milenios más antiguas que las encontradas en Egipto. Klaus Schmidt cree que Gobekli Tepe fue un centro ceremonial. Lo que es cierto, es que entre los restos arqueológicos encontrados se observan sacrificios de animales en ritos arcaicos. Pero, sorprendentemente, no se han encontrado restos humanos ni enterramientos, lo que apunta a que complejo fuese un templo de peregrinación que probablemente estaba dirigido por una clase sacerdotal o chamánica. Para complicar más el enigma tenemos que cada columna en forma de “T” podía pesar nada menos que entre 10 y 50 toneladas, lo que plantea serios problemas para explicar cómo fueron movidos y levantados, sobre todo teniendo en cuenta que se supone que en aquella época solo se utilizaban herramientas de piedra totalmente rudimentarias. Este círculo de piedra prehistórico, ubicado en una colina en el sureste de Turquía, ha desafiado las ideas de los arqueólogos. sobre culturas prehistóricas. Muchos de los principales arqueólogos se han quedado perplejos en cuanto a cómo los supuestos cazadores-recolectores primitivos podrían diseñar y ensamblar tal estructura de piedra monumental antes del supuesto surgimiento del orden social que llegó con la agricultura.

Los arqueólogos israelíes, Gil Haklay y Avi Gopher, de la Universidad de Tel Aviv, han publicado un nuevo estudio sobre la cronología oficial sobre Gobekli Tepe en el Cambridge Archaeological Journal, que sugiere que aquel proyecto de construcción prehistórica era “mucho más complejo de lo que se pensaba“, y que requería planificación y recursos considerados como imposibles para aquellos tiempos. Este nuevo estudio se centra en la disposición y el posicionamiento de los tres recintos circulares de piedra más antiguos en Göbekli Tepe. Los investigadores afirman que detrás de todo el plan arquitectónico de estas tres estructuras hay “un patrón geométrico oculto “, que describen como “específicamente un triángulo equilátero“. El patrón geométrico subyacente indicaría que las tres estructuras en Göbekli Tepe habrían sido construidas formando parte de un antiguo complejo proyecto de ingeniería. Hasta estas nuevas investigaciones, la mayoría de los arqueólogos suponían que los círculos en Göbekli Tepe se habían construido sucesivamente durante un largo período de tiempo, posiblemente por diferentes culturas. Pero nunca se consideró que los tres recintos pudieran haber sido construidos como una sola unidad. Los geólogos, junto con expertos climáticos, afirman que hace unos 11.500 años la región donde se encuentra el yacimiento era un auténtico vergel. El clima era suave y por los valles circulaba el agua de los numerosos ríos. Gracias a esta climatología, grandes rebaños de gacelas se alimentaban en las inmensas praderas verdes. Todo tipo de animales, aves y plantas, tenían su hogar en aquella región. Gobekli Tepe estaba en el centro de un verdadero paraíso. Por ello podemos suponer que, tal vez, Gobekli Tepe formaba parte del Jardín del Edén bíblico. No es extraño que los investigadores piensen que puede haber una base real en el relato bíblico. Según el Génesis: “El señor Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y en él puso al hombre que había formado”. También en Ezequiel podemos leer: “el jardín del Edén estaba emplazado en un monte sagrado”. Posiblemente Gobekli Tepe era este lugar sagrado. Pero, ¿quiénes eran los constructores de Gobekli Tepe? En el libro de Enoc tal vez encontramos una pista: “Seres denominados vigilantes se mezclan con humanos entregándoles las artes y ciencias prohibidas del cielo. Las hierbas y plantas, la metalurgia, el embellecimiento femenino y la astronomía”. En los textos sumerios los anunnaki vivían con los seres mortales, proporcionándoles los rudimentos necesarios para su civilización. Por otro lado, en el relato bíblico, los nefilim, gigantes o titanes, que eran hijos de los hijos de Dios que se unieron con las hijas de los hombres, son idealizados como hombres-pájaro, por lo que son representados como buitres encargados del tránsito de la vida a la muerte, tal como aparecen en relieves de Gobekli Tepe. Nos podemos preguntar si fueron los descendientes de los nefilim o los anunnaki los que construyeron y residieron en Gobekli Tepe.

El historiador turco Fernan Buruk afirma que Gobekli Tepe es el lugar en donde residieron Adán y Eva, mientras que Klaus Schmidt dice que: «creo que aquí nos enfrentamos cara a cara con la primera representación de los dioses». David Michael Rohl es un egiptólogo británico y ex director del Instituto para el Estudio de Ciencias Interdisciplinarias (ISIS), que desde la década de 1980 ha presentado varias teorías no convencionales que revisan la cronología del Antiguo Egipto e Israel, a fin de construir una nueva cronología alternativa. Además de sus teorías sobre Egipto, Rohl ha presentado otras teorías relacionadas con el Antiguo Testamento. En su trabajo publicado, Legend: The Genesis of Civilization, postula una ubicación para el legendario Jardín del Edén en el Azerbaiyán iraní, en las cercanías de Tabriz y del lago Urmia, basándose en la tradición del Génesis. Según Rohl, el Jardín del Edén estaba ubicado en un largo valle al norte del volcán Sahand, cerca de Tabriz, no muy lejos de Gobekli Tepe. Él cita varias similitudes geográficas y topónimos que cree que coinciden con la descripción bíblica. Estas similitudes incluyen: las cabeceras cercanas de los cuatro ríos del Edén, el Tigris, Eufrates, Gaihun-Aras (Gihon) y Uizun (Pishon); la cordillera de Kusheh Dagh (la tierra de Cush); y el Noqdi superior e inferior (la tierra de Nod ). En el mismo trabajo, desarrolla una teoría de inundación local para el Diluvio del Génesis, postulando que la referencia bíblica a la cobertura de “todas las montañas altas” era simplemente una descripción de la inundación de ciudades en las llanuras de Mesopotamia, sobre la base de que la palabra hebrea ‘har’ no solo significa montaña sino también colina. En su libro From Eden to Exile: Unraveling Mysteries of the Bible, Eric H. Cline, al escribir sobre la teoría de Rohl sobre la ubicación del Jardín del Edén, dice que “sus sugerencias no han tenido éxito con el mundo académico. Su argumento no se ve ayudado por el hecho que depende de las especulaciones con respecto a la transmisión de nombres de lugares tanto para los diversos ríos como para las áreas relacionadas cercanas desde la antigüedad hasta el presente. Al final, aunque la sugerencia de Rohl no está descartada, no parece más probable que cualquier otra hipótesis y menos probable que las sugeridas por Speiser, Zarins y Sauer “.

Gobekli Tepe nos puede estar dando pistas sobre la zona en donde estaba emplazado el mítico Jardín del Edén, aunque los textos sumerios nos hablan de épocas mucho más remotas que los 12.000 años que indica la datación de sus ruinas. Para los académicos, el relato de lo sucedido en el Jardín del Edén no es nada más que una alegoría mítica. Pero, ¿y si la Biblia tuviese razón y en un lugar llamado Jardín del Edén se hubiese creado artificialmente un jardín con numerosos árboles frutales, en que hubiesen vivido Adán y Eva? Las tradiciones de estos primitivos constructores parece que fueron preservadas por los descendientes de Abraham, inspirando historias, como en el Libro de Enoc o el Génesis, de ángeles relacionándose con seres humanos y raptando a mujeres. Podemos hallar respuestas en los montes prehistóricos de Tell Idris, ya que su denominación indica que Idris es el nombre arábigo del patriarca antediluviano Enoc, el tatarabuelo de Noé. Idris es un antiguo profeta y patriarca mencionado en el Corán, de quien los musulmanes creen que fue el segundo profeta después de Adán. La tradición islámica ha identificado por unanimidad a Idris con el Enoc bíblico, aunque muchos eruditos musulmanes de los períodos clásico y medieval también sostuvieron que Idris y Hermes Trismegisto eran la misma persona. En el Corán se lo describe como confiable y paciente, y el Corán también dice que fue “exaltado a una estación alta“. Debido a este y otros paralelos, tradicionalmente Idris ha sido identificado con el Enoc bíblico y la tradición islámica generalmente coloca a Idris entre las primeras generaciones después de Adán, por lo que lo considera uno de los profetas más antiguos mencionados en el Corán, colocándolo entre Adán y Noé. Idris inspiró muchas tradiciones en el folklore islámico. Según el hadiz narrado por Malik ibn Anas y encontrado en Sahih Muslim, se dice que en el viaje nocturno de Mahoma se encontró con Idris en el cuarto cielo. Las tradiciones que se han desarrollado en torno a la figura de Idris le han dado el alcance de un profeta, así como un filósofo y místico, y muchos místicos musulmanes posteriores, o sufíes, incluidos el poeta persa Ruzbihan Baqli y místico sufí, y el filósofo y poeta musulmán andalusí Ibn Arabi, también mencionaron que habían encontrado a Idris en sus visiones espirituales. El nombre de Idris ha sido descrito como tal vez teniendo su origen en el significado de “intérprete“. Tradicionalmente el Islam considera que el profeta desempeñó un papel interpretativo y místico y, por lo tanto, este significado obtuvo una aceptación general. Fuentes musulmanas posteriores, como las del siglo VIII, comenzaron a sostener que Idris tenía dos nombres, el propio Idris y el de Enoc. Otras fuentes incluso declararon que “el verdadero nombre de Idris es Enoc y que se llama Idris en árabe por su dedicación al estudio de los libros sagrados de sus antepasados Adam y Seth“. Varios de los comentaristas clásicos sobre el Corán, como Al-Baizawi, dijeron que fue “llamado Idris de los dars árabes, que significa estudiar, por su conocimiento de los misterios divinos“.

Idris nació en Babilonia, una ciudad en el actual Iraq. Antes de recibir la Revelación, siguió las reglas reveladas al Profeta Seth, hijo de Adán. La literatura islámica narra que Idris fue hecho profeta alrededor de los 40 años, lo que es similar a la edad en que Mahoma comenzó a profetizar. Asimismo, vivió durante una época en que la gente había comenzado a adorar al fuego. Se narra que Idris fue uno de “los primeros hombres en usar la pluma, además de ser uno de los primeros en observar el movimiento de las estrellas y establecer pesos y medidas científicas“. Estos atributos son consistentes con la identificación de Enoc con Idris, ya que estos atributos dejan en claro que Idris probablemente habría vivido durante las generaciones de Adán, en la misma época en la cual vivió Enoc. Idris es generalmente aceptado como el mismo Enoc. Muchos de los primeros comentaristas del Corán, como Tabari y Al-Baizawi, identificaron a Idris con Enoc. Al-Baizawi dijo: “Idris era de la posteridad de Seth y un antepasado de Noé, y su nombre era Enoc“. Antoine Faivre, en The Eternal Hermes, ha señalado que Hermes Trismegisto tiene un lugar en la tradición islámica, aunque el nombre Hermes no aparece en el Corán. Los hagiógrafos y cronistas de los primeros siglos de la Hégira Islámica identificaron rápidamente a Hermes Trismegisto con Idris, a quien los árabes también identificaron con Enoc. El Libro de Enoc cuenta como Enoc, mientras permanecía descansando en su cama, recibió una visita de dos extraños seres con apariencia angelical, los Vigilantes, que le invitaron a realizar un viaje fantástico por los cielos, supuestamente alguna nave espacial. En un momento del relato, a Enoc se le muestra una prisión en donde se encuentran encarcelados 200 ángeles. Enoc pregunta cuál es el motivo de su prisión y la respuesta es que habían desobedecido las leyes celestes, ya que habían descendido entre los seres humanos y habían tomado sus mujeres para su disfrute. La consecuencia de todo ello fue el nacimiento de los llamados semidioses. Ello cuadra con lo relatado en el Génesis.

La palabra «edén» suele ser utilizada como sinónimo de «paraíso», pero «edén» es un vocablo de origen acadio, que se ha interpretado, en la mayoría de los textos, como haciendo referencia a un lugar puro. Esta palabra deriva del término sumerio E.DIN, que significa «el lugar donde viven los justos, los puros, los divinos». De esta manera, los textos se refieren a un paraíso situado en una zona geográfica real, denominada EDEN, que es el lugar donde habitan los DIN, también nombrados como los DIN.GIR, que representa a los dioses, a los anunnaki, o a los elohim bíblicos. En el Jardín del Edén, en donde el ser humano parece actuaba como sirviente de los dioses, sucederán algunos acontecimientos que afectarán al futuro de la humanidad. Los textos sumerios clarifican algunos aspectos que la Biblia, al no querer referirse a los dioses en plural, hace que sean confusos y contradictorios. Para entender lo que sucedió hay que tener presente la rivalidad entre los hermanastros Enki y Enlil, que se enfrentaban en una lucha por el poder que, creemos, aún persiste. Enlil, tal como ya hemos comentado antes, se había beneficiado por las leyes de sucesión, por lo que detentaba el poder. No obstante, Enki, que había comandado la primera expedición a la Tierra, aunque conservaba importantes cotas de poder, estaba resentido por lo que creía era una injusticia. Enlil era amante del orden y de la disciplina y no tenía empatía hacia los humanos, a los que consideraba un mal necesario. Enki, en cambio, era un importante científico que sentía simpatía por los humanos, a los que consideraba una obra suya. Es en el Jardín del Edén donde Enki decidió perfeccionar al ser que había creado, mediante una serie de modificaciones genéticas. Hasta ese momento el ser humano era una hibridación entre una especie extraterrestre, los anunnaki y, probablemente el Homo erectus, pero que era incapaz de reproducirse. Asimismo, su nivel de inteligencia y consciencia era limitado, ya que su objetivo era servir y satisfacer las necesidades de los dioses. El Génesis nos dice que “estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello“. No sabemos los motivos que tuvo Enki para realizar una segunda manipulación genética del ser humano. Tal vez simplemente oponerse a Enlil, con quien no mantenía una buena relación. De esta manera, Enki, que era una especie de biólogo, se puso manos a la obra. El Génesis nos lo explica de esta manera: “Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Yahvé Dios, dijo a la mujer: ¿Así que Dios os ha dicho que no comáis de ninguno de los árboles del jardín? La mujer respondió a la serpiente: ¡No! Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín; solo nos ha prohibido bajo pena de muerte, comer o tocar el fruto del árbol que está en medio del jardín. Replico la serpiente a la mujer: ¡No moriréis! Lo que pasa es que Dios sabe que en el momento en que comáis se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”. Es evidente que la serpiente era un concepto figurado, ya que podía hablar con Eva y no le causaba temor, sino que le inspiraba suficiente confianza como para hacerle seguir sus consejos, atreviéndose incluso a desafiar al todopoderoso Yahvé bíblico, o sea al Enlil sumerio.

Pero, ¿quién era esta serpiente bíblica? Todo indica que se trataba de Enki, que era conocido por los sumerios como «el dios serpiente». Antes hemos dicho que en Gobekli Tepe hay muchos relieves que representan a serpientes, pero de entre todos los relieves hay uno que llama especialmente la atención. Se trata de un pequeño relieve de esteatita, de unos cuatro centímetros, en el que podemos ver dos símbolos claramente bíblicos, como son un árbol y una serpiente. Muy cerca de Gobekli Tepe viven los yazidies, un pueblo que venera a la serpiente y cuyos miembros tienen la reputación de ser adoradores del diablo, tal vez una interpretación sesgada de su culto a Melek Taus. El yazidismo es una religión preislámica de Oriente Medio de remoto origen. Pertenece a la corriente minoritaria del yazdanismo, cuyas otras ramas, alevismo y yaresanismo, se diferencian del yazidismo en que no practican la taqiyya, que consiste en disimular la fe cuando está en juego la propia vida. Estas tres ramas no coinciden geográficamente y los contactos entre ellas son poco frecuentes. Su principal ciudad santa es Lalish, en la provincia de Nínive, en Irak. Los yazidíes forman una minoría preislámica cuyas raíces se remontan al 2000 a.C. Hasta el siglo VII d.C. fue la religión oficial de los kurdos, pero luego la islamización obligatoria fue reduciendo su número. Sin embargo, siguen siendo predominantemente de origen kurdo y la mayoría vive cerca de Mosul, existiendo pequeñas comunidades en Armenia, Georgia, Irán, Rusia, Siria y Turquía. En total suman unos 800.000 fieles, aunque esta estimación es poco precisa, debido al secretismo que envuelve a esta religión. Desde el siglo XX algunos refugiados yazidíes viven en Europa, especialmente Alemania, y en América del Norte. Históricamente los yazidíes son una minoría religiosa kurda. Pero aunque los yazidíes hablan un dialecto del kurdo, el kurmanji, su culto muestra una gran influencia de las antiguas religiones sirio-mesopotámicas, el zoroastrismo persa y el sufismo islámico. Algunos eruditos afirman que el nombre yazidí proviene del persa yazata (ser divino), mientras que otros dicen que tiene su origen en el del califa omeya del siglo VII Yazid bin Muawiyah, asesino del imán chií Husayn ibn Ali, nieto de Mahoma. En cuanto a los yazidíes, creen que su nombre proviene de la palabra Yezdan o Êzid, que significan “Dios“, aunque en las lenguas vernáculas del Kurdistán el término izid-u significa “mandar” o “amonestar“.

La religión yazidí es marcadamente sincretista: mientras que la imaginería sufí es observable especialmente en su literatura esotérica. La mayor parte de la mitología yazidí no es islámica y su cosmogonía está emparentada con la de las antiguas religiones persas. Los primeros estudiosos de la religión yazidí trataron de describirla basándose en las religiones islámicas, persas o incluso paganas. La teoría más aceptada actualmente presenta el yazidismo como fruto de un proceso sincretista de miles de años que culminó en el siglo XII al contactar los cultos locales del Kurdistán con el islam sufí traído a la zona por el jeque Adi ibn Musafir. El sustrato de la religión yazidí se halla en las religiones de la antigua Persia, en particular el zoroastrismo de los siglos VII al IV a.C. que seguían los kurdos del aislado valle de Lalish. El cristianismo llegó a Persia en el siglo I d.C. de la mano, según la tradición, del apóstol Santo Tomás. En el siglo VII el islam invadió toda la región y, aunque sus seguidores respetaron a cristianos, judíos y zoroástricos, finalmente persiguieron a estos últimos, de los que una parte se convirtió y otra huyó. Los adeptos del culto de Yazid, el califa omeya proscrito por el asesinato de Alí, se replegaron alrededor de Mosul, mezclándose con la población kurda y manteniendo sus orígenes y prácticas religiosas en secreto. En el siglo XII, el maestro sufí Adi ibn Musafir, que por considerársele descendiente del califa omeya Marwán I tiene una buena acogida entre los kurdos, se instala en Lalish y enseña sus preceptos religiosos a la población de la zona. Históricamente, esta religión y sus creyentes fueron perseguidos en varias ocasiones por el Imperio Otomano desde el siglo XVI al XIX. Contemporáneamente, tras la caída de Saddam Hussein, la comunidad yazidí fue objeto de ataques reiterados por Al-Qaeda y posteriormente también ha sido perseguida por los yihadistas del Estado Islámico durante la ofensiva en el norte de Irak de 2014. Básicamente, los musulmanes fundamentalistas acusan a los yazidíes de adorar al demonio. De acuerdo con la cosmovisión yazidí, Dios creó el mundo, que está al cuidado de siete Seres Santos, conocidos como ángeles o Heft Sirr (los Siete Misterios). El superior de estos seres es Melek Taus, el llamado Ángel del pavo real, que es considerado por algunos musulmanes y cristianos como Satanás o el Diablo, al asimilarlo al Ángel Caído, Lucifer. Según la Enciclopedia de Oriente, “la razón de la reputación de los yazidíes de ser ‘adoradores del diablo’, se debe a otro nombre de Melek Taus, Shaytan, el mismo nombre que el Corán da a Satanás“. Sin embargo, según el lingüista kurdo Jamal Nebez, la palabra Taus se asemeja al griego y está relacionada con las palabras Theos, que equivaldría a Zeus. De acuerdo con tal interpretación, Melek Taus sería un ángel de Zeus o Júpiter. Melek Taus en el mundo griego se concretaría en Apolo, que no sería una fuente del mal, sino que sería el primero de los arcángeles.

.

El Kitêba Cilwe (“Libro de la Revelación“), considerado como la palabra de Melek Taus y que recoge lo esencial de las creencias yazidíes, indica que Melek Taus asigna responsabilidades, bendiciones y desgracias según su voluntad y que no le compete a la raza de Adán cuestionarlo. El jeque Adi ibn Musafir al-Umawī, descendiente del califa omeya Marwan I, creyó que Melek Taus se había reencarnado en él: “estaba presente cuando Adán vivía en el paraíso, y también cuando Nemrud lanzó a Abraham al fuego. Estaba presente cuando Dios me dijo: ‘serás el gobernante y señor de la tierra’. Dios, el compasivo, me dio siete tierras y el trono del Cielo“. Los relatos yazidíes de la creación son diferentes de los del judeo-cristianismo y el Islam. Cuentan que Dios creó primero, de su propia iluminación, a Melek Taus, y los otros seis arcángeles fueron creados después. Dios ordenó a Melek Taus no inclinarse ante los demás seres. Cuando Dios creó a los otros arcángeles, les ordenó traerle el polvo de la tierra para construir el cuerpo de Adán. Después Dios dio vida a Adán de su propia respiración y mandó a todos los arcángeles para reverenciar a Adán. Ellos obedecieron, con excepción de Melek Taus. Al preguntarle Dios el por qué, Melek Taus le contestó: “¡Cómo puedo someterme a otro ser! Soy de tu iluminación, mientras que Adán fue hecho del polvo“. Entonces Dios lo elogió y lo designó como líder de todos los ángeles y su enviado en la tierra. Por tanto, los yazidíes creen que Melek Taus es el representante de Dios en la Tierra, adonde desciende cada primer miércoles de Nisan, en marzo/abril, en el día que celebran como el Año Nuevo. Creen que Dios creó a Melek Taus de su iluminación en esa fecha. Consideran que respetar y alabar a Melek Taus es una manera de reconocer su majestad y naturaleza sublime. Una idea dominante del creacionismo yazidí es que todos los yazidíes son descendientes de Adán antes que de Eva. Los yazidíes creen que el Bien y el Mal conviven en la mente y el espíritu humanos. Elegir entre ambos depende del propio ser humano. En este proceso, su devoción a Melek Taus es esencial, puesto que fue a él a quien Dios le dio a elegir entre el bien y el mal, y eligió el bien. Dos características claves e interrelacionadas del yazidismo son la preocupación por la pureza religiosa y la creencia en la metempsicosis. La primera de ellas se expresa en el sistema de castas, las normas alimentarias, la preferencia por vivir en las comunidades de yazidíes y la variedad de tabúes que gobiernan muchos aspectos de la vida. La segunda es crucial, ya que los yazidíes creen que los siete Seres Santos se reencarnan periódicamente en forma humana, llamada koasasa. También existe una creencia en la reencarnación de unas pocas almas yazidíes. Los yazidíes usan la metáfora de un “cambio de ropa” para describir el proceso. La mitología yazidí también incluye descripciones del Cielo y del Infierno, y otras tradiciones que incorporan estas ideas en un sistema de creencias que incluye la reencarnación.

Llaman la atención estos simbolismos de Gobekli Tepe que mezclan el árbol, la serpiente y el supuesto diablo, hace nada menos que 12.000 años. Pero el culto a la serpiente está ampliamente extendido entre los pueblos de la Antigüedad por todo el planeta. Los aztecas, en La leyenda de los Soles, relatan la creación del hombre por el dios Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, quien fue ayudado en su tarea por Cihuacoatl, la mujer serpiente; y en las ciudades aztecas de Teotihuacán y Tenoctitlán dominan por todos los lugares los motivos decorativos basados en serpientes. Además de La leyenda de los soles tenemos La Historia General de las Cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún y la interpretación de Michel Graulich, historiador belga que se especializó en el estudio de las culturas antiguas de América, particularmente en la de los mexicas. Según la mitología nahua, correspondiente a un grupo de pueblos nativos de Mesoamérica, al que pertenecen los mexicas y otros pueblos antiguos, el hombre habría atravesado por cuatro eras catastróficas que ocasionaron la destrucción y renacimiento del mundo. Como muchas de las culturas alrededor del mundo, los nahuas tenían mitos relacionados con sus dioses para explicar la creación del mundo, del Sol, de la Luna y del mismo hombre. Entre la información que ha llegado a nosotros se encuentra el mito de la creación de los cinco soles. Los nahuas creían que habían existido cinco grandes eras, cada una representado por la creación de un sol. En cada uno de estos periodos existieron seres humanos que habitaron la tierra hasta que un cataclismo de proporciones apocalípticas los destruía. Esto representaba la rivalidad que existía entre dos importantes deidades: Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, y Tezcatlipoca, el Espejo Humeante. Esta rivalidad recuerda mucho a la que había entre Enlil y Enki. Otro pueblo mesoamericano, como los mayas, también adoraban a la serpiente emplumada bajo la denominación del dios Kukulcán, quien era considerado en el Popol Vuh como un dios creador. Hay que señalar que en la península de Yucatán residía una línea hereditaria de sacerdotes que, de manera deliberada, deformaban la cabeza de sus hijos, para que adquieran la forma de la cabeza alargada de una serpiente y para que pudiesen ser escogidos para el sacerdocio de «la gente de la Serpiente». Algo parecido podría haber ocurrido en un pasado remoto en Tell Arpachiyah, en el norte de Irak, en lo que se cree que fue un centro ritual de la élite, en donde también se han encontrado cráneos humanos deformados. Hermes, en Grecia, Thot, en Egipto y Mercurio, en Roma, son nombres por los que también se conocía al dios sumerio Enki. A todos ellos se los representa como dioses portadores de la sabiduría y del conocimiento, siendo bien conocido el «Caduceo de Mercurio» o «Caduceo de Hermes», formado por dos serpientes enroscadas, que se utiliza como símbolo de la medicina.

En el palacio de Cnosos, en Creta, lugar donde se desarrolló la civilización minoica, famosa por su rey Minos y por la leyenda del Minotauro, encontramos unas pequeñas estatuillas de gran realismo en honor a la «diosa de las serpientes», que asimilan el culto de la serpiente al de la diosa madre. El Minotauro era hijo de Pasifae, esposa del rey Minos de Creta y de un toro blanco enviado por Poseidón, dios del mar. Minos había ofendido gravemente a Poseidón quien, como venganza, hizo que Pasifae se enamorase del animal. Aquí tenemos un ejemplo de manipulación o control mental. Fruto de dicha unión nació el Minotauro, un ser violento, mitad hombre, mitad toro, que se alimentaba de carne humana. Para esconder su vergüenza y proteger a su pueblo, el rey Minos rogó al inventor Dédalo que le construyera un laberinto del que el monstruo nunca pudiera salir. Cada nueve años, a fin de apaciguarlo, Minos le ofrecía a la bestia siete mujeres y siete hombres jóvenes que imponía como tributo a la ciudad de Atenas. En una ocasión, Teseo se ofreció voluntario como víctima, con la intención de matar al Minotauro y liberar a Atenas de un cruel destino. Con la ayuda de Ariadna, la hija del rey, que se había enamorado de él, logro su propósito: Ariadna le ofreció a Teseo un ovillo de hilo que le había dado Dédalo, el arquitecto del laberinto. Habiendo atado uno de sus extremos en la entrada y siguiendo el hilo por los intrincados vericuetos del laberinto, Teseo pudo, efectivamente, encontrar la salida. La Península Ibérica, en cierto momento de su prehistoria recibió de los griegos el expresivo nombre de Ophiussa , tierra de serpientes. La serpiente se asociaba al dios Enki y a su clan familiar, principalmente su hijo Marduk, que fue el dios supremo de Babilonia, aunque no se da la respuesta a la pregunta de por qué todos ellos estaban asociados a la figura de la serpiente. Para acabar de complicarlo todo tenemos el hecho de que en los escritos bíblicos se asocia la serpiente con el diablo. Teniendo en cuenta la rivalidad que existía entre Enki, denominado como la serpiente, y Enlil, dentro de la cúpula del poder anunnaki, podemos entender por qué aquellos que escribieron la Biblia satanizaron a la otra parte. El Génesis en realidad es una adaptación a la ortodoxia cristiana de un libro probablemente escrito por seguidores de Enlil, que sería el equivalente al Yahvé bíblico, que era considerado como Dios único y supremo, de la misma manera que en Sumer era considerado el dios principal, pero no el único. Este hecho va a ser determinante, ya que en la Biblia se eliminan las referencias a otros dioses, a fin de defender su concepción monoteísta de un Dios único. Todo parece indicar que, con motivo de la rivalidad existente entre Enlil y Enki, la Biblia y otros posteriores textos teológicos asociaron la serpiente con el mal y con el diablo, cuando se sabe que hasta la llegada del cristianismo la serpiente había sido siempre un símbolo favorable, debido a que representaba a Enki, el dios que había creado a la humanidad y que había salvado al ser humano de la exterminación por un diluvio patrocinado por Enlil. Esta versión sumeria es mucho más coherente que la versión bíblica de un Dios que primero  toma la decisión de exterminar a la humanidad y luego se arrepiente de ello.

Todo ello parece una maquiavélica conspiración para evitar que la humanidad siguiera las instrucciones de quienes estaban intentando ayudarla en su evolución, identificándolos con el diablo y el mal. Los relatos nos dicen que Enki fue el que animó a comer la fruta prohibida del árbol del conocimiento del bien y del mal, lo que ayudó al ser humano a dar un salto evolutivo que Enlil no quería que sucediera. Enki ayudó al ser humano en una evolución genética que le permitiese reproducirse, mientras que no fue él quien le hizo caer en un pecado original inexistente. Los partidarios y descendientes de Enlil, en sus escritos, enaltecían a Enlil y condenaban la acción de su rival Enki, verdadero benefactor de la humanidad, a quien se le asignaba una imagen malvada, representada por Satanás. Estos escritos fueron recogidos por la tradición cristiana y hechos suyos por los teólogos. Es más, el propio Génesis deja claro que el dios llamado Yahvé (Enlil), fue el que mintió al ser humano, mientras que la serpiente, Enki, dijo la verdad. Yahvé había dicho a Adán y Eva que si comían del fruto prohibido morirían, a lo que la serpiente contestó que no era verdad, ya que Yahvé les engañaba para que no comiesen el fruto prohibido y no pudiesen alcanzar la misma sabiduría que él. Los hechos posteriores dieron la razón a la serpiente Enki y dejaron a Enlil (Yahvé) como un mentiroso, ya que Adán y Eva no murieron y sí que fueron expulsados del Jardín del Edén, probablemente debido a los cambios acontecidos en el ser humano, que enfadaron a Enlil (Yahvé) y sus seguidores. En el Génesis la serpiente dice: “No, no moriréis, es que sabe Dios que el día que de él comáis, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”. Las palabras de la serpiente, así como sus sabias predicciones, son un poco más adelante corroboradas literalmente, una por una, por Dios, reconociendo este, en dicho acto, que antes había mentido y que la serpiente era la que no lo había hecho: “Y dijo Dios: ahora que el hombre es como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal, solo le falta echar mano al árbol de la vida, comer su fruto y vivir para siempre“. La serpiente expresaba la motivación secreta de Dios (Yahvé) para engañar a Adán y Eva. Yahvé sentía temor de que el ser humano, un ser híbrido, mezcla de homínido y anunnaki, que era empleado como esclavo al servicio de los dioses, pudiese adquirir un nivel superior de inteligencia.

Enlil deseaba una humanidad sumisa y con poca inteligencia, a la que, además, pudiera controlar su natalidad. Pero todo esto cambió en el Jardín del Edén. En el original hebreo, el término que se utiliza para Dios es Elohim (los dioses). Además, el texto describe una conversación que tiene lugar entre varios dioses: «Y dijo Elohim: ahora que el hombre es como uno de nosotros», lo que indica que estaban preocupados ante la posibilidad de que el ser humano pudiese equipararse a sus creadores, ya que era «conocedor del bien y del mal». Además, los dioses también creían que los seres humanos pueden acceder a algún tipo de mutación genética «echar mano al árbol de la vida, comer su fruto» que le permita extender la duración de su vida «y vivir para siempre», consiguiendo unos ciclos vitales tan largos como los que tenían los dioses anunnaki. El Génesis nos descubre que el dios o los dioses de los que habla no se corresponden con la idea de un Dios omnipotente, omnipresente y omnisciente que afirma el Nuevo Testamento. El texto evidencia que Yahvé no sabía que Adán y Eva iban a comer de la fruta prohibida, algo inexplicable para un Dios omnisciente, que además se dedicó a buscar a Adán y Eva por el Jardín del Edén, sin saber dónde estaban escondidos. En efecto, el Génesis nos dice: “Oyeron a Dios que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Dios el hombre y su mujer, en medio de la arboleda del jardín. Pero llamó Dios al hombre diciendo ¿Dónde estás?”. Podemos preguntarnos qué opciones tenía Enlil (Yahvé) después de lo sucedido, ya que el ser humano entonces ya podía reproducirse de manera independiente, sin necesidad de la ayuda de los dioses que le habían creado. Ello implicaba que los dioses habían perdido el control sobre los seres humanos. Si, además, se les permitía acceder al fruto del árbol de la vida, que implicaba algún tipo de inmortalidad o alargamiento de la vida, se produciría un crecimiento demográfico que podía poner en riesgo la supremacía de los dioses anunnaki en la Tierra. Por esta razón a Yahvé (Enlil) no le quedó más remedio que expulsar a Adán y Eva del Jardín del Edén, a fin de evitar que tuvieran acceso a lo que fuese simbolizado por el árbol de la vida, tal vez algún tratamiento genético, y para lo cual no dudó en poner un querubín con su espada flamígera, que disuadiera a los seres humanos de regresar al jardín. Según el Génesis: “Expulsó al hombre y puso delante del Jardín de Edén un querubín, que blandía flamígera espada, para guardar el camino del árbol de la vida“.

También en los textos mesopotámicos tenemos información sobre lo sucedido en el Jardín del Edén. Por ejemplo, la Epopeya de Gilgamesh narra las aventuras del semidiós y de su fiel acompañante Enkidu, palabra que literalmente significa «el creado por Enki». En la primera tablilla se hace referencia a Enkidu como lulla amellu (el mezclado), antes de convertirlo en sabio como los dioses. Al enterarse Gilgamesh, rey de Uruk, de la existencia de aquel extraño ser, ordenó que le visitase una ramera para que tuviera con Enkidu relaciones sexuales, que Enkidu no conocía: «Mujer, desnuda tus pechos sin vergüenza y recibe su amor. Permítele verte desnuda y que posea tu cuerpo. Cuando esté cerca desnúdate y yace con él; enseña al salvaje tus artes femeninas…». En la misma tablilla se relata que Enkidu sufrió una metamorfosis, gracias a la relación con la mujer, mediante un proceso que recuerda lo narrado en el Génesis: “La ramera descubrió sus senos, desnudó su cuerpo, para que poseyera toda su belleza. Sin vergüenza la mujer aceptó su ardor; arrojó sus vestidos y sobre ella él se acostó. Mostró así, al lulla amelu, el placer de una mujer, y el amor de él entró en ella. Durante seis días y siete noches Enkidu en celo cohabitó con la mujer”. Según esta tablilla, las consecuencias de todo este proceso de carácter sexual fue una expansión de su consciencia y entendimiento, que lo equiparaban a los dioses. En efecto, tras haber tenido relaciones sexuales con ella, la mujer comparó a Enkidu con un dios, de la misma manera que Adán, tras comer del fruto del árbol prohibido, fue conocedor del bien y del mal, como los dioses. Las semejanzas entre ambos relatos son sorprendentes, aunque el relato de la Epopeya de Gilgamesh es mucho más detallado. Hasta el encuentro con la mujer  Enkidu había estado desnudo al igual que Adán. Y ambos cubren su desnudez después de haber tenido sexo con la ramera o de haber comido del fruto prohibido. En la Epopeya de Gilgamesh leemos: “Tomó ella uno de sus vestidos y se lo puso al hombre“, mientras que en el Génesis leemos: “Hízoles Yahvé al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió“. Después de este acontecimiento, se nombra a Enkidu como «hombre» por primera vez en la Epopeya de Gilgamesh, en lugar del anterior de lulu amelu. Todo indica que se había producido la segunda manipulación genética del ser humano creado inicialmente, la creación del Homo sapiens sapiens.

En la tablilla XI de La Epopeya de Gilgamesh se habla sobre el importante papel que jugó Enki en toda esta historia. Después de haber alcanzado la tierra en donde vivía Utnapishtim, el equivalente sumerio al Noé bíblico, y haber recibido el conocimiento de una planta, shibu issahir amellu, que provocaba la eterna juventud, Gilgamesh decidíó partir con la planta de vuelta a su ciudad de Uruk para ofrecérsela a sus habitantes, a fin de escapar de la enfermedad y de la muerte. Sin embargo, cuando llegó la noche detuvieron la barca en la que viajaban y Gilgamesh encontró una fuente de aguas frescas en donde decidió bañarse, momento en el cual apareció una serpiente que se apoderó de la planta y huyó con ella, dejando a Gilgamesh desconsolado por haber perdido la llave de la inmortalidad. La serpiente, símbolo del dios Enki, vuelve a estar implicada cuando el ser humano o los semidioses, como Gilgamesh, buscan su posible inmortalidad. El caduceo, de Hermes o Mercurio, es un símbolo que, en su forma clásica, representa una vara rodeada de dos serpientes enroscadas y ascendentes, usualmente coronada con un par de alas. En la mitología griega, el caduceo fue regalado por Apolo a Hermes, quien le regaló a su vez la flauta de Pan, también llamada siringa. Según el himno homérico a Hermes y la Biblioteca mitológica del Pseudo-Apolodoro, parece que deben distinguirse dos báculos, que luego fueron unidos en uno: primero, la vara de heraldo ordinaria, y segundo la vara mágica, como las que otras divinidades también poseían. Los lazos blancos con los que la vara de heraldo estaba originalmente adornada habrían sido cambiados por artistas posteriores por las dos serpientes, aunque los propios antiguos las justificaban bien como vestigio de alguna característica del dios, bien considerándolas representaciones simbólicas de la prudencia, la vida y la salud. En épocas posteriores, el caduceo fue adornado también con un par de alas, expresando la rapidez con la que el mensajero de los dioses se movía de un lugar a otro. A veces se confunde el caduceo con la vara de Esculapio, usada como símbolo de la medicina. También tiene cierta similitud el caduceo con la copa de Higía, uno de los símbolos más conocidos de la profesión farmacéutica. El caduceo reafirma la opinión de que en el episodio del Paraíso terrenal tuvo lugar un nuevo cambio en el código genético del linaje humano, tal vez el que dio origen al actual Homo sapiens sapiens. El caduceo está representado por dos serpientes ascendiendo y entrecruzándose entre ellas, que recuerdan la serpenteante doble hélice del ADN, cuya estructura fue descubierta por el físico, biólogo molecular y neurocientífico británico, Francis Crick, y por el bioquímico estadounidense Robert Watson, y que consiste en ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos, entre ellas la clave de aspectos tan importantes como la extensión de la vida.

Por si faltara información, tenemos otro relato mesopotámico conocido como El mito de Adapa, que trata sobre este mismo tema. Esta versión acadia ha llegado hasta nosotros de manera incompleta a partir de cuatro fragmentos de diferentes procedencias, tres de ellos encontrados en la biblioteca de Asurbanipal en Nínive, y un cuarto en los archivos de la ciudad egipcia de Tel el-Amarna. Adapa, el primero de los Siete Sabios mesopotámicos, fue una figura mítica que, sin saberlo, renunció a recibir el don de la inmortalidad. La historia, comúnmente conocida como “Adapa y el Viento del Sur” está ubicada durante el período casita, en el siglo XIV a.C. Este mito mesopotámico habla de siete sabios antediluvianos que fueron enviados por Ea (Enki) para traer las artes de la civilización a la humanidad. El primero de ellos, Adapa, también conocido como Uan, u Oannes, por parte del sacerdote babilónico Beroso, introdujo la práctica de ritos religiosos como el del templo del Apsu, en Eridu. Los sabios son descritos en la literatura mesopotámica como peces-parādu, asociados a la primera capilla de Eridu. En el relato se cuenta que Adapa fue creado por Ea (Enki) y llegó a ser rey de la ciudad de Eridu. En la Lista Real Sumeria se identifica a Adapa como Alulim, el primero de los reyes antediluvianos, que gobernó un total de 28.800 años. Se conocen más de una docena de ejemplares de Listas de Reyes Sumerios, encontrados en Babilonia, Susa, y en la Biblioteca Real Asiria de Nínive, del siglo VII a.C. Se cree que todos proceden de un original que probablemente fue escrito durante la tercera dinastía de Ur o un poco antes. El ejemplar mejor conservado de la Lista de Reyes Sumerios es el llamado Prisma de Weld-Blundell. Los reyes antediluvianos legendarios, cuyos reinados eran medidos en sars, periodos de 3600 años, curiosamente equivalente al tiempo, en años terrestres, que se supone tarda el planeta Nibiru de los anunnaki en dar una vuelta alrededor del Sol. Tal vez el reloj biológico de los primeros seres anunnaki o descendientes de ellos, todavía estaba adaptado a los años de Nibiru y de ahí su misteriosa longevidad: “Después de que la realeza descendiera del cielo, la realeza estuvo en Eridug (Eridu). En Eridug, Alulim se hizo rey y gobernó 28.800 años“. El Prisma de Weld fue escrito en lenguaje cuneiforme hacia el 2170 a.C. por un escriba que firma como Nur-Ninsubur, a finales de la dinastía de Isin, una antigua ciudad-estado de la Baja Mesopotamia. El documento ofrece una lista completa de los Reyes de Sumer desde el comienzo, antes del Diluvio, hasta sus propios días, cuando reinaba Sin-Magir, rey de Isin (1827 – 1817 a.C.), incluyendo además a los reyes que vivieron antes del Diluvio Universal. Se trata de un prisma excelente, de barro cocido, que fue hallado por la expedición Well-Blundell en el año 1922, en Larsa, hogar del cuarto rey antediluviano, Enmegalanna, unos pocos kilómetros al norte de Ur, y que posteriormente fue depositado en el Museo Ashmolean de Oxford. Se cree que el documento es anterior en más de un siglo a la época de Abraham y fue encontrado a poca distancia del hogar del patriarca hebreo.

La Lista de Reyes Sumerios comienza así: “Tras descender el Reinado del Cielo, Eridú se convirtió en la sede del Reino”. Eridú es el lugar donde, según la Biblia, estuvo el Jardín del Edén. Eridú fue una antigua ciudad del sur de Mesopotamia, a 24 kilómetros al sur de Ur, en el actual yacimiento arqueológico de Tell Abu Shahrein. En su fundación posiblemente se encontrase a poca distancia del golfo Pérsico. Sin embargo, actualmente, debido a los sedimentos transportados por los ríos Tigris y Éufrates, la línea de costa se encuentra a varios kilómetros al sur. Esta posible ubicación estaría en contradicción con la versión de que el Jardín del Edén estaría en las fuentes de los ríos Tigris y Éufrates, que creemos es la más probable. Eridu fue la ciudad más meridional del conglomerado de Mesopotamia e importante centro de culto al dios del agua, Enki. La Lista de los Reyes Sumerios, al igual que la Biblia, habla sobre el Diluvio: “Después de que las aguas cubrieran la tierra y que la Realeza volviera a bajar del Cielo, la Realeza se asentó en Kish”. El objeto de la Lista de los Reyes Sumerios era mostrar precisamente que la monarquía bajó del Cielo, lo que estaría en consonancia con el posible origen extraterrestre de los anunnaki, y que había sido elegida una determinada ciudad para que dominara sobre todas las demás. Beroso, un historiador babilonio del año 300 a.C. habría basado su historia en archivos encontrados en el Templo de Marduk, copiados a su vez de inscripciones más antiguas. Beroso nombra a reyes antediluvianos de Sumeria, que reinaron la increíble cifra de entre 10.000 y 60.000 años terrestres cada uno de ellos. Según Beroso: “En los días de Xisuthro (Zinsuddu) ocurrió el Gran Diluvio”. Tanto las Tablillas de Nippur como el Prisma de Weld dan los nombres y reinados en años de los dioses. Alulim fue el primer rey antediluviano, que reinó 28.000 años terrestres, lo que en años de los dioses equivaldría a algo más de 7 años, entre 222.600 y 193.800 años antes del Diluvio (a. D.). Alulim es, en la cultura mesopotámica antigua, el primero de todos los patriarcas antediluvianos, procedente de la ciudad sumeria de Eridu. Generalmente se le identifica como Adapa, creado por Enki, de quien habría recibido parte de su propia genética. La Lista Real Sumeria tiene la siguiente entrada para Alulim: “Después que la realeza descendió de los cielos, el reino estaba en in Eridug (Eridu). En Eridug, Alulim llegó a ser rey; gobernó durante 28.800 años“. Durante su reinado, Alulim, promulgó un edicto en el que se declaraba sacerdote elegido por el dios supremo Anu para guiar al pueblo. Al morir, según parece, se convirtió en uno de los siete sabios o Apkallu. Equivale al Adán bíblico, que según las religiones abrahámicas fue el primer hombre creado por Dios según la Biblia y el Corán. La fe Bahá’í lo considera como el primer «mensajero de Dios».

El segundo rey antediluviano fue Alalmar, que reinó 36.000 años, lo que en años de los dioses equivaldría a unos 10 años, entre el 388.800 y 316.800 a. D. Es equivalente al bíblico Set, hijo de Adán y Eva, que nació después de que Caín matara a Abel. Le dieron el nombre de Set porque Dios les sustituyó a su hijo Abel, que había muerto a manos de Caín. Según el Génesis: “Adán tenía 130 años cuando tuvo a Set: Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set“. El tercer rey antediluviano fue Emenluanna, que reinó durante 43.000 años terrestres, lo que en años de los dioses equivaldría a unos 12 años, entre el 150.600 y 114.600 a. D. En términos bíblicos equivale a Enós que en el Génesis es considerado el primer hijo de Set y, por tanto, de la estirpe de Adán. Set tenía 105 años cuando Enós nació. Posiblemente los años que indica la Biblia sean años de los dioses. Tal como hemos indicado, 3600 años terrestres equivaldrían a un año de los dioses o del planeta Nibiru. El cuarto rey antediluviano fue Enmengalanna, que reinó durante  28.000 años terrestres, lo que en años de los dioses equivaldría a algo más de 7 años, entre el 114.600 y 85.800 a. D. Su equivalente bíblico sería Cainán, que según el Génesis fue hijo de Enós y de una mujer anónima, siendo nieto de Set. Nació cuando Enós tenía noventa años. El quinto rey antediluviano fue Tammuz, que reinó durante 36.000 años terrestres, lo que en años de los dioses equivaldría a unos 10 años, entre el 85.800 y 57.000 a. D. Se le considera una divinidad babilónica, consorte de Inanna, diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Tammuz es asimismo el dios pastor y de la fertilidad. También es llamado Talmuz entre los semitas y Adonis entre los fenicios y asirios. En el panteón sumerio recibía el nombre de Dumuzi. Su equivalente bíblico es Malálel. Según el Antiguo Testamento o el Tanaj judío, Malálel fue hijo de Cainán, quien a su vez fue hijo de Enós. El padre de Enós fue Set, quien era hijo de Adán. Malálel fue padre de Jared y abuelo de Enoc. El sexto rey antediluviano fue Ensipazianna, que reinó 28,000 años terrestres, lo que en años de los dioses equivaldría a algo más de 7 años, entre el 57.000 y 43.200 a. D. El equivalente bíblico es Jared, nombre de un personaje de la Biblia, hijo primogénito de Malálel y padre de Enoc. El séptimo rey antediluviano fue Emenduranna, que reinó 21.000 años terrestres, lo que en años de los dioses equivaldría a unos 6 años, entre el 43.200 y 36.000 a. D. Su equivalente bíblico es Enoc. En el Génesis es el nombre de varios personajes bíblicos mencionados en dos genealogías, y posteriormente por muchos autores judíos, cristianos y musulmanes. Según el Libro de Mazequiel: “Entonces subió a los cielos Enoc, cada uno de los cielos contenido inigualables maravillas y temores, hijo de Jared y padre de Matusalén. Subió hasta que llegó al séptimo cielo donde lo que vio fue Al Elohim eterno y misericordioso y a muchos ángeles y servidores del Señor (Yahvé). Su esplendor no se comparaba con la luz del sol“.

El octavo rey antediluviano fue Ubara-Tutu o Ziusudra, también llamado Utnapishtim por los babilonios o Atrahasis por los acadios. Reinó durante 18.000 años terrestres, lo que en años de los dioses equivaldría a unos 5 años, entre el 36000 a. D y la época del Diluvio, que se estima ocurrió entre hace 14.000 y 11.000 años, aunque no hay una datación oficial. Ubara-Tutu fue el último rey predinástico de Sumer y vivió hasta que el Diluvio Universal barrió la tierra. Estos son exactamente los mismos reyes que cita el historiador babilónico Beroso. Su equivalente bíblico fue Matusalén que, de acuerdo al Génesis, fue hijo de Enoc, padre de Lamec y abuelo de Noé: “Entonces, el Diluvio destruyó la Tierra”. Después del Diluvio la monarquía fue restablecida en la ciudad norteña de Kish, según la Lista Real Sumeria. El mito relata cómo los dioses estaban cansados de los humanos por sus comportamientos y sus ruidos, por lo que éstos decidieron destruirlos enviando una gran inundación. Enki, que había sido el creador de los humanos, según el texto de Nippur: “Después que Anu, Enlil, Enki y Ninhursag hubo creado al (pueblo) de los cabezas negras”, se apiadó y comentó que no deseaba la destrucción de los humanos. Una de las tradiciones más universales, el llamado Diluvio Universal, tal vez tiene alguna relación con el período final de la última glaciación o la época de los Dryas. En el Génesis, capítulo 7, podemos leer: “El nivel de las aguas creció tanto que quedaron cubiertas todas las montañas más altas de la Tierra; por encima de las cumbres más altas aún había siete metros de agua. Se ahogaron todos los seres vivos sobre la Tierra: pájaros, animales domésticos y feroces, bestias que se arrastran y todos los hombres“. Esta frase más bien parece tener relación con un gigantesco tsunami que con un diluvio, lo que tal vez lo relacionaría con la caída de un gran asteroide o algo equivalente. En el Génesis podemos encontrar distintos párrafos que hacen referencia directa a un posible Diluvio. Además, en tradiciones antiguas de distintas culturas en todo el mundo encontramos referencias que hablan de grandes lluvias, de agua, y de que la tierra quedó sumergida. Otros escritos relatan que la tierra entera fue zarandeada y que el norte se convirtió en el sur, lo que vuelve a llevarnos a algún tipo de cataclismo cósmico. También encontramos relatos que dibujaban un panorama apocalíptico en el que cielo y tierra chocaban o donde ésta se plegaba sobre ella misma. Asimismo, leemos otros escritos en que se dice que el cielo estallaba o la tierra se abría para engullir a toda la especie humana. También había diluvios de fuego o se explicaba que la temperatura aumentó tanto que los que se acercaban al agua para refrescarse morían hervidos. En el llamado Papiro Harris, encontrado en Egipto, podemos leer: “Fue un Cataclismo de fuego y agua. El sur se convirtió en el norte y la Tierra volcó“, lo que implicaría una inversión de los polos. Con el nombre de Harris hay varios papiros, todos ellos encontrados por Anthony Charles Harris y conservados en el Museo Británico. Platón, en su obra Timeo, dice: “La Tierra basculó adelante y atrás, a derecha e izquierda, moviéndose en todos sentidos“. Nos podemos preguntar qué puede haber tan poderoso que zarandee la Tierra con semejante violencia y asimismo nos podemos preguntar quién habría sobrevivido después de un cataclismo de tales proporciones para poder explicar lo sucedido.

Tal vez un Diluvio Universal sea poco creíble, pero un tsunami ya es otra cosa y el efecto puede ser tanto o más devastador. En un relato de indios de América del Sur se dice: “Un gruñido quebrantó cielo y tierra, y los ríos se desbordaron a su paso por las ciudades. Un mes más tarde, resonó de nuevo, enorme esta vez, y la Tierra se quedó a oscuras bajo una lluvia incesante y espesa“. Los indios Choctaw, de América del Norte, también hablaban de una ola tan alta como una montaña: “La Tierra se quedó a oscuras, cuando una luz viva alumbró todo el norte. Pero era una ola, alta como una montaña, que avanzaba a toda velocidad“. Un legendario poema lapón, en el norte de Finlandia, en Europa, también habla de un tsunami gigantesco: “Avanzaba la pared de agua, espumante, ensordecedora. Se elevó hasta el cielo, rompiéndolo todo. De un solo golpe, el suelo se levantó, se plegó, se dio la vuelta y cayó. La bella Tierra, el hogar de los hombres, se llenó del lamento de los moribundos“. Una tradición de indígenas del Brasil, explica que: “Los relámpagos rasgaban el cielo y el trueno producía tal estruendo que los hombres se quedaron petrificados. Entonces el cielo estalló. En su caída, los fragmentos lo aplastaron todo, matando a todo el mundo. Tierra y cielo volcaron. Nada vivo quedó sobre la Tierra“. «Entonces el cielo estalló» es una descripción adecuada para indicar que algo terrorífico se nos vino encima. En América del Norte, entre las tribus Tlingit se cuenta un relato que dice: “La mayor parte de la humanidad pereció en un diluvio. Los supervivientes fueron entonces víctimas de una ola de calor a la que siguió un frío intenso y una helada“. En esta descripción aparece una novedad, ya que habla de un diluvio seguido de una ola de calor y luego un frío intenso y una helada. Es un descripción que podría coincidir con las épocas de los Dryas. Pensando en el Diluvio universal y en Noé u otros protagonistas en otras tradiciones, podemos preguntarnos si existía alguna relación entre ambos sucesos. El Diluvio Universal abría un gran interrogante: ¿de dónde salió tanta agua? y ¿a dónde fue a parar luego? Y el agua no aparece ni desaparece por arte de magia. Hay una hipótesis que trata de un cometa denominado Clovis. Esta hipótesis se refiere a una gran explosión en el aire o un impacto astronómico de un objeto u objetos del espacio exterior que dio comienzo al período frío denominado Dryas Reciente hace entre 12.900 años y 10.900 años. Este escenario supone que se produjo una explosión en el aire o un impacto en la Tierra, en que un enjambre raro de condritas carbonáceas o cometas prendió fuego a vastas zonas de América del Norte, causando la extinción de la mayoría de los grandes animales en América del Norte y la desaparición de la cultura Clovis al final de la última glaciación. La cultura de Clovis, en el sur de Estados Unidos, fue considerada a mediados del siglo XX como la cultura indígena más antigua del continente americano. Su datación por radiocarbono calibrada indica un periodo entre el 10.600 y el 11.250 a. C. Esa época corresponde a los últimos años de la glaciación de Würm, la última era glacial. Estos cuerpos estelares habrían estallado principalmente sobre el enorme manto de hielo Laurentino, provocando un gigantesco tsunami que se habría extendido por toda la Tierra. Si se cree que el asteroide que exterminó a los dinosaurios pudo generar un enorme tsunami de varios kilómetros de altura y si tenemos en cuenta que algunos científicos creen que hace 1,5 millones de años se generó en el Pacífico una ola de 600 metros de altura, a causa de la explosión de un volcán en la isla hawaiana de Molokai, podemos imaginarnos algo similar al final de la última glaciación. Tal vez esta hipótesis explique la razón por la que hubo este gran diluvio del que hablan todas las tradiciones y por la que entramos en el Holoceno. Asimismo ello explicaría que no tengamos registros históricos de las épocas anteriores al Holoceno, que existan restos de fósiles marinos en altas montañas y que la agricultura se iniciase en las zonas montañosas a inicios del Holoceno. Pero todas estas referencias, ¿se refieren a los finales de la última glaciación o a épocas aún más remotas, como parece sucede con la Antártida? Misterio por resolver.

Hay que destacar el parecido fonético de Adapa con la palabra Adán, el primero de los patriarcas bíblicos. Se le describe como sabio pero no inmortal. El dios Enki hizo a Adapa suficientemente inteligente para que comprendiera los asuntos de la tierra. Le dio inteligencia pero no le dio la vida eterna de los dioses. Adapa fue representado después como un hombre pez. La palabra Abgallu, equivalente a sabio en sumerio, sobrevivió hasta tiempos nabateos, alrededor del siglo I, como apkallum, que describía un cierto tipo de sacerdote exorcista. Adapa era un ser humano mortal, un sabio o sacerdote en el templo de Enki, el dios del conocimiento y de la sabiduría de la ciudad de Eridu, que trajo las artes de la civilización a esa ciudad. Un día, mientras pescaba en el mar, se levantó un fuerte viento y volcó su embarcación. Adapa, enojado, rompió las alas de Ninlil, el Viento del Sur, que había volcado su barca de pesca, impidiendo que soplara durante siete días. Por tal acción, fue llamado a la presencia de Anu, el padre de los dioses. Ea (Enki), su dios patrón, le advirtió que tenía que disculparse humildemente por sus acciones, pero no tomar ninguna bebida ni comida mientras estuviese en los cielos o esa comida le provocaría la muerte. Anu, impresionado por la sinceridad de Adapa, en vez de ofrecerle la comida de la muerte, le ofreció la comida de la inmortalidad, pero Adapa, haciendo caso del consejo de Ea (Enki) la rechazó y así perdió la oportunidad de haber alcanzado la inmortalidad. Algunas similitudes pueden encontrarse en el Génesis, donde Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén por Yahvé, después de que comieran del Árbol del conocimiento del bien y del mal, pero no consiguieron la inmortalidad. De todos modos más que inmortalidad, parece que lo que pasaba con los dioses anunnaki es que, como su reloj biológico estaba adaptado al año de Nibiru, que parece era equivalente a 3600 años terrestres, una vida de, por ejemplo, 70 años de Nibiru, equivalían a 252.000 años terrestres, lo que tal vez indicaría que algunos de los antiguos dioses anunnaki aún siguen vivos en la actualidad. ¿Podría ello explicar que todavía hay disputas entre los descendientes de Enlil y Enki, o quizás ellos mismos, que se reflejan en las rivalidades humanas? ¿Pudo ser la Segunda Guerra Mundial un reflejo de esta guerra entre ambos dioses, representados por los nazis y los aliados? Algunos historiadores creen que los paralelismos entre los antiguos textos mesopotámicos y los textos bíblicos provienen de una cultura común de los pueblos del Próximo y Medio Oriente. Pero los paralelismos son incluso mayores a través de la historia griega de Perséfone, cuando visitó el Hades, en que se le advirtió de que no tomase comida en ese reino del Hades. Y aún puede encontrarse un paralelismo más próximo en la mitología acadia, con el mito de Nergal y Ereshkigal.

Cuenta la mitología que Kur, una serpiente dragón de aspecto monstruoso, había raptado a Ereshkigal, llevándola al inframundo, reino del que se convertiría en reina. El mito comienza con el dios supremo Anu decidiendo que, puesto que era imposible que Ereshkigal subiese al cielo para el banquete anual que allí se celebraba, Anu envió a su mensajero Kakka a los infiernos, donde cruzó las siete puertas llegando a la presencia de Ereshkigal a quién transmitió el mensaje de Anu. La diosa a su vez envió a su ayudante Namtar al cielo. Parece ser que Nergal insultó a Namtar y fue enviado por Ea (Enki) ante Ereshkigal para pedirle perdón. Pero se enamoraron y se amaron durante seis días, al final de los cuales Nergal se escapó sigilosamente del lecho para volver al cielo. Ereshkigal, desesperada y enfurecida por la pérdida, amenazó a Anu con enviar a todos los habitantes de su reino a la Tierra hasta que el número de los muertos superara a los vivos, a menos que Nergal volviera y se convirtiera en su amante para toda la eternidad. Enfurecido con la amenaza, Nergal bajó de nuevo al inframundo, rompiendo las siete puertas que lo cerraban, y se encaró con Ereshkigal, quien le confesó su amor y le ofreció compartir el reino de los muertos como su consorte. Nergal aceptó y desde entonces gobernaron juntos el inframundo. Adapa se desempeñó como sacerdote y exorcista. Al inicio del ritual, los sacerdotes exorcistas asirios y babilonios, vestidos con capas en forma de pez, proclamaban: “!Soy Adapa!” y su nombre fue empleado en encantamientos al menos hasta el siglo I d.C. Oannes fue el nombre dado por el escritor babilonio Beroso en el siglo III a.C. al ser mítico que enseñó a la humanidad la civilización, según la mitología mesopotámica. Beroso describe a Oannes como mitad pez y mitad hombre. Es descrito viviendo en el Golfo Pérsico y alzándose de sus aguas durante el día para dar las instrucciones a la humanidad de la escritura, las artes y las diversas ciencias. Oannes y el semítico dios Dagon son considerados equivalentes. Se le menciona en la Biblia, cuando los filisteos derrotaron a los israelitas, tomaron el Arca de la Alianza como botín de guerra y fue puesta en el templo de Dagón. También tenemos un Ben Dagón, que aparece en los primeros textos ugaríticos en lucha contra el dios Baal. Pero el nombre de Oannes también fue considerado como un derivado del antiguo dios babilonio Ea (Enki), pero actualmente se cree que el nombre es la forma griega del babilonio Uanna, el nombre usado para representar a Adapa en los textos de la biblioteca de Asurbanipal.

El mito de Adapa cuenta, a su vez, que Adapa se fue un día a pescar, cuando, de repente, el viento del sur volcó su barco y lo arrojó al mar. Enfadado rompió las alas del viento del sur que estuvo siete días sin soplar, a causa de lo cual Anu se enfureció y ordenó que lo trajeran ante él para que diera una explicación. Enki, su creador, le aconsejó ir vestido de luto para que cuando llegase ante las puertas de la casa de Anu, sus guardianes, Dumuzi y Ningizzida, le preguntasen por la razón de su vestimenta. Enki recomendó a Adapa contestar que la razón era porque en la Tierra se extrañaba a unos dioses. Los guardianes le preguntarían entonces, ¿Qué deidades son esas? Y él debería contestar que los dioses a los que se echaba de menos eran Dumuzi y Ningizzida. Enki sabía que esto sería del agrado de los guardianes de la casa de Anu y que, como consecuencia, ellos hablarían en su favor ante Anu, como así ocurrió. Pero Enki, también previno a Adapa de no aceptar la comida o bebida que Anu le pudiera ofrecer durante su estancia en palacio, ya que le produciría la muerte como castigo por haber roto las alas del viento del sur: “Cuando estés ante Anu te ofrecerán el Pan de la Muerte, no deberás comerlo. Te ofrecerán el Agua de la Muerte, no deberás beberla. Te ofrecerán un vestido, póntelo. Te ofrecerán aceite, úngete con él“. Anu, impresionado por la sinceridad de Adapa, le ofreció la comida de la inmortalidad, la cual fue rechazada por Adapa, perdiendo, de esta manera, la oportunidad de ser inmortal, para él y para toda la humanidad. En este relato se repiten las alusiones a la vida y a la muerte, así como a la posibilidad de comer algo que provocaría la inmortalidad. En este caso, en vez del árbol de la vida bíblico, del cual se podían comer sus frutos, encontramos el agua y el pan de la muerte, que también debían ser ingeridos para que surtiesen sus efectos. En resumen, en el Paraíso terrenal, de la mano de Enki, se produjo un cambio genético en el ser que había sido utilizado, hasta ese momento, por los dioses como fiel trabajador que los liberaba de las pesadas cargas del trabajo. El hombre moderno, el Homo Sapiens Sapiens, hacía su aparición.

Tal como ya hemos indicado, el mito del Diluvio forma parte de la memoria colectiva de toda la humanidad. La mitología griega, según diversas fuentes, recoge la historia de Deucalión, quien recibió un aviso de su padre, el dios Prometeo, un equivalente griego de Enki, que sabía que Zeus (Enlil) estaba planeando un gran diluvio para destruir a la raza llamada de bronce. Deucalión construyó un gran arcón, lo llenó de provisiones y se subió a él en compañía de su esposa Pirra. Luego Zeus provocó un gran diluvio por el que quedó sumergida la mayor parte de Grecia, pereciendo la mayor parte de los humanos, con la excepción de unos pocos que se refugiaron en las montañas. Deucalión y Pirra se mantuvieron durante nueve días y nueve noches navegando a la deriva para terminar en el monte Parnaso. Al cesar las lluvias, Deucalión ofreció un sacrificio a Zeus, el cual, sintiéndose complacido, envió a Hermes para que fuera a su encuentro, a fin de ofrecerle aquello que más deseara. Deucalión pidió que se le concediera el deseo de la creación de una nueva raza de humanos, a lo que Hermes contestó que para lograrlo era suficiente con que cogiera unas piedras y las arrojara por encima del hombro. De esta manera, las piedras que arrojó Deucalión se convirtieron en hombres y las que arrojó Pirra, en mujeres. Aquí vemos un paralelismo entre Deucalión y Ziusudra, o Noé, Prometeo y Enki, y Zeus y Enlil, o Yahvé. El historiador y mitógrafo griego. Apolodoro de Atenas, dice que la intención de Zeus, al provocar la inundación, fue destruir a la viciosa raza de bronce de la que habla Hesíodo en sus escritos, en que nos dice que Zeus creó una tercera raza, a partir de los fresnos. Esta estirpe era temible y fuerte, no comía pan, y sólo tenía interés en la guerra y en los actos de soberbia. Todo en ellos era de bronce, sus armas, sus casas y sus trabajos, y no había hierro. Aunque eran terribles, de ellos se apoderó la muerte y murieron sin dejar nombre. Una vez enterrados los seres humanos de bronce, fue creada por Zeus una raza justa y virtuosa, la de los héroes o semidioses. Otras fuentes, de manera similar, sugieren que Zeus envió el diluvio como castigo por la injusticia de los humanos. Desde el punto de vista griego, el diluvio solo afectó a la Grecia continental. Sin embargo, en las versiones romanas la inundación fue universal, cubriendo el mundo entero y solo escapando de sus efectos el monte Parnaso. Según el escritor romano Ovidio, Zeus estaba tan trastornado por la injusticia humana, en general, y por las maldades de Licaón, tirano de Arcadia, que se complacía en inmolar víctimas humanas, que decidió exterminar a la humanidad. Licaón era un rey culto y religioso, muy querido por su pueblo, al que ayudó a abandonar la vida salvaje que habían llevado hasta entonces. Fundó la ciudad de Licosura, una de las más antiguas de Grecia, y en ella erigió un altar a Zeus. Pero su apasionada religiosidad le llevó a realizar sacrificios humanos, lo que degeneró su posterior metamorfosis. Ovidio afirma que llegó al punto de sacrificar a todos los extranjeros que llegaban a su casa, violando así la sagrada ley de la bendita hospitalidad. Habiéndose enterado de tal aberración, Zeus se hizo pasar por un peregrino y se hospedó en el palacio de Licaón. Esté se preparó para matar al peregrino, pero, alertado por algunas señales divinas, quiso asegurarse antes de que no era un dios, como afirmaban los temerosos súbditos. Para ello hizo cocinar la carne de una de sus víctimas o de un esclavo, y se lo sirvió a Zeus. Este montó en cólera y transformó a Licaón en lobo, e incendió después el palacio que había sido testigo de tanta crueldad.

Zeus, equivalente al Enlil sumerio, arrojó, en un primer momento, rayos por toda la Tierra. Pero temiendo, tal vez porque fuesen armas nucleares, que el fuego pudiera llegar a los cielos, posiblemente alcanzando a las naves anunnaki, finalmente se decidió a utilizar el agua para llevar a cabo sus objetivos. El relato nos explica que todo se hundió bajo las aguas, salvándose solo Deucalión y Pirra, que llegaron navegando en una pequeña barca hasta el monte Parnaso. Al final Zeus se alegró de que hubieran sobrevivido, ya que conocía su carácter virtuoso. Al verse solos, Deucalión y Pirra pidieron un oráculo a Temis, que representaba la justicia y la equidad, quién les dijo que debían arrojar los huesos de su gran madre por encima de los hombros. Ambos quedaron sorprendidos por el consejo, pero Deucalión, finalmente, comprendió que a lo que se refería era a las piedras que había en la Madre Tierra, por lo que la pareja así lo hizo para traer a la vida una nueva raza de seres humanos. Las tradiciones de América aportan algunas fuentes muy interesantes. Hace unos 3.500 años, en una zona situada geográficamente en el sur de México, entre los estados de Oaxaca, Guerrero y Puebla, empezó a desarrollarse la cultura de los mixteca. Adoraban dioses similares a los de los aztecas y poseían un sistema de numeración vigesimal, escritura ideográfica y un calendario astronómico. Actualmente se conoce dicha cultura por sus códices precolombinos, así como por sus piezas artísticas. Los mixtecos se autodenominaban Nuu Savi, en su lengua, que significa «pueblo de la lluvia». A esta cultura pertenece el llamado Códice Borgia, en honor del cardenal italiano que lo poseía en su museo particular. Este códice, realizado en piel de venado, consta de 78 páginas que versan sobre diversos temas, entre los que destacan los místicos, científicos y artísticos. En una de sus páginas dice lo siguiente: “Mucho antes de que el Sol brillara, cuando la Tierra estaba cubierta por las aguas, una pareja divina, el dios culebra león y la diosa culebra tigre, tuvieron dos hijos. Se multiplicaron, y fueron destruidos por un gran diluvio, por sus padres, pocos se salvaron. Sus descendientes son los Mixtecas“. El año 1872 el asiriólogo inglés George Smith habló ante la Sociedad de Arqueología Bíblica Británica. En su conferencia habló de la existencia de un relato sobre un diluvio mesopotámico que podía leerse en las tablillas que constituían la Epopeya de Gilgamesh, y que fueron encontradas por el arqueólogo británico Henry Layard en la biblioteca de Asurbanipal, en Nínive. Así cuenta el propio Smith su hallazgo, mientras analizaba los fragmentos incompletos de tablillas: “En una lectura rápida de la tercera columna mi mirada se fijó en el dato de que la nave encalló sobre el monte Nizir, y en la siguiente información acerca del envío de la paloma, que no podía encontrar un lugar donde posarse y regresaba. Inmediatamente me di cuenta de que había descubierto, al menos en parte, el relato caldeo del Diluvio“.

Este descubrimiento hizo que George Smith buscara entre otros fragmentos, una actividad que tenía la complejidad de interpretar tablillas con escritura cuneiforme, en muchos casos con fragmentos rotos, sobre los que estaban grabados unos signos que acusaban el paso de los siglos. Según Smith: “Encontré el fragmento de otro ejemplar del relato del Diluvio que también contenía el envío de los pájaros. De ese modo me puse a recoger otros fragmentos de la misma tablilla, los puse en fila uno al lado de otro hasta que conseguí reconstruir la mayor parte de la segunda columna. Salieron, rápidamente, a la luz unos fragmentos del tercer ejemplar. Al colocarlos juntos, completaron una parte considerable de la primera y de la sexta columna. Entonces me hice con el relato del Diluvio en la forma en la cual lo presenté a la asamblea de la Biblical Archaeological Society, el 3 de Diciembre de 1872“. Hasta aquellos momentos, la única fuente sobre el Diluvio venía de los textos bíblicos. George Smith se embarcó con destino al Oriente Medio y el propio Smith, en su obra Descubrimientos Asirios, relata las exploraciones y descubrimientos en el yacimiento de Nínive durante 1873 y 1874: “Me puse a examinar el montón de fragmentos de inscripciones cuneiformes que se habían encontrado ese día, cogiéndolos con la mano y quitando la tierra que tenían incrustada, a fin de leer su contenido. Al pulir uno de ellos me encontré, con gran sorpresa y satisfacción, que contenía la mayor parte de las diecisiete líneas pertenecientes a la primera columna del relato caldeo del Diluvio que llenaban la única laguna de la narración. Aunque el texto encontrado no correspondía a La Epopeya de Gilgamesh, sino al más antiguo Poema de Atrahasis, el fabuloso hallazgo contribuía a eliminar toda posible duda acerca de cuál había sido la fuente original en la que se habían basado los autores del Génesis hebreo para su relato del Diluvio bíblico“. Según el relato del Génesis: “Yahvé, molesto con la humanidad por los escarceos sexuales de los «hijos de Dios» con las bellas y deseables «hijas de los hombres», se arrepintió de haber creado a los hombres y decretó su eliminación. Dijo: borraré de la superficie de la Tierra a esta humanidad que he creado, y lo mismo haré con los animales, los reptiles y las aves“. Lo que es contradictorio en el relato bíblico es que Dios (Yahvé) modifica su decisión de aniquilar a toda la especie humana y decide avisar a Noé de lo que va a suceder, y le diseña un plan para su salvación, así como la de su familia y distintas especies de animales. El plan consistía en la construcción de un arca en donde todos ellos pudiesen sobrevivir.

Pero todo se comprende mejor cuando se estudian textos más antiguos, en los que se basaron los que escribieron el Génesis, que aplicaron un criterio monoteísta. En el texto original sumerio, así como en las posteriores versiones mesopotámicas, se habla de más de un dios implicado. En las referencias sumerias del Diluvio, Enlil, máxima autoridad de la colonia anunnaki en la Tierra, se sentía molesto por los acontecimientos sucedidos desde que el ser humano fue creado para servir a los dioses. La principal complicación venía de la capacidad de procrear de los humanos, propiciada por Enki, lo que motivó su expulsión del Jardín del Edén. Esta situación se agravo por las relaciones sexuales entre dioses y mujeres humanas, lo que habría dado lugar al nacimiento de híbridos gigantes, considerados semidioses. Era evidente que el crecimiento demográfico de la humanidad estaba fuera del control de los dioses anunnaki, amenazando la seguridad y el control por parte de los dioses anunnaki en la Tierra. Enlil quería reducir la población humana, pero no había logrado los resultados previstos por culpa de Enki, que evitaba una y otra vez que se cumplieran los objetivos destructivos de Enlil,  como el uso de armas biotecnológicas que produjesen epidemias. En este caso de la epidemia, Enki, como creador de la humanidad y siendo conocedor de los planes de los dioses anunnaki, aconsejó a Atrahasis, el Noé del Diluvio asirio, que reuniera a los ancianos en asamblea y que tomaran la decisión de centrar sus trabajos, ofrendas y servicios para con el dios Namtar, un dios horroroso, que en general traía pestilencia y enfermedad. Además era mensajero de Ereshkigal y de Nergal, que reinaban el inframundo. Obedeciendo esta orden, los ancianos construyeron en la ciudad un santuario para Namtar. Y ordenaron que los heraldos públicos proclamasen con gran estrépito por todo el país: “¡No rindáis más honores a vuestros dioses!  ¡Ni imploréis más a vuestras diosas! Y solo frecuentad a Namtar: ¡Solo a él ofrecedle vuestros platos cocinados!”. Namtar aceptó gustoso estas ofrendas y suspendió su acción maléfica. Así se puso fin a la epidemia.

Enlil se enfureció por no haber conseguido sus fines, por lo que hizo otro intento para diezmar a la especie humana, para lo que planificó una sequía que causara hambruna. Hay que tener en cuenta que en un lugar como Mesopotamia, una tierra situada entre los ríos Tigris y Eufrates, el agua era de vital importancia para el desarrollo de la agricultura. Si se cortaba o reducía el caudal de agua de los ríos, era previsible una catástrofe para la agricultura y la alimentación de sus habitantes. Los dioses anunnaki, gracias a un intricado sistema hidráulico de canales y presas, estaban en disposición de reducir drásticamente el caudal. En los textos de la Epopeya de Atrahasis leemos: “Enlil se dirigió a los grandes dioses: El rumor de los humanos ha llegado a ser demasiado fuerte, ¡No consigo dormir a causa de dicho alboroto! ¡Cortadles por tanto los víveres y que escaseen las plantas alimenticias! ¡Que Adad reduzca las lluvias a la nada, y que en la tierra, la crecida no se llegue a originar!“. Enki, al igual que hizo con las epidemias, aconsejó a Atrahasis presionar a los dioses anunnaki, igual que antes habían hecho con Namtar, para que desistiesen en sus intenciones, algo que consiguieron. No obstante, Enlil había empezado a sospechar que había algún tipo de confabulación para obstaculizar sus planes, por lo que decidió intensificar la sequía, con lo que consiguió aumentar la hambruna. En la Epopeya de Atrahasis podemos leer: “Mientras que, abajo, la crecida no se originaba. Ya no nacía nada del seno de la tierra: Las plantas ya no nacían. Ya no se veía a nadie. Las praderas de hierba se secaban; ¡La llanura se cubría de salitre!Durante el primer año se comieron las reservas; Durante el segundo año se vaciaron los graneros. Cuando llegó el tercer año, todos los rasgos estaban alterados por causa de la inanición, era como si las caras estuvieran cubiertas de malta, y a fuerza de tomar un color plomizo, los rostros parecían marchitos. Todos caminaban fatigados por las calles“. Todo indica que Enki, debido a los ruegos de Atrahasis, hizo intervenir de manera solapada a Lahmu, una deidad de la mitología acadia que representa el zodiaco, las estrellas madre o las constelaciones. Lahmu liberó grandes cantidades de pescado para contrarrestar la carencia de vegetales y carnes, aliviando el hambre de los seres humanos y frustrando el nuevo plan de Enlil. Contrariado por este nuevo fracaso de sus planes, Enlil convocó de nuevo la Asamblea de los dioses principales anunnaki y recriminó a Enki por haber frustrado sus órdenes. Es entonces cuando Enlil presenta ante la Asamblea un nuevo plan para aniquilar a la especie humana por completo mediante una catástrofe irreversible, concretada en el Diluvio.

Esta vez Enlil decidió asegurarse, mediante un juramento solemne de todos los miembros de la Asamblea de los dioses, de que ninguno de ellos obstaculizaría su plan. Enki se opuso y se negó tanto al juramento como a participar en el plan. Pero Enlil terminó convenciendo a la Asamblea para que apoyase su proyecto, logrando que todos los miembros, incluido Enki, jurasen solemnemente que no se opondrían al plan y lo mantendrían en secreto. Leyendo los antiguos relatos mesopotámicos, la historia bíblica del Diluvio empieza a tener más sentido, ya que en el relato bíblico quedaba bastante confuso. El término para referirse al mítico Jardín del Edén viene del concepto acadio E.DIN, que significa el lugar en donde habitaban los DIN, los dioses o los justos. En el Génesis a Noé se le describe como «un hombre justo que caminaba con Elhoim», que significa dioses, en plural. En realidad se habla de Noé como de un semidiós, resultado de las relaciones sexuales entre dioses anunnaki y humanos. En el apócrifo Libro de Enoc hay un sorprendente y clarificador relato. Básicamente explica que Lamec, padre de Noé, cuando ve la apariencia de su hijo Noé, recién nacido, corre a consultar a su padre, Matusalén, y le pide que hable con Enoc, su abuelo, el que habita con los justos, con los ángeles, con los DIN. En el Libro de Enoc encontramos un sorprendente texto en el que Matusalén pide consejo a Enoc, y en el que se explicita la naturaleza semidivina de Noé y su relación con los DIN, o los dioses anunnaki: “Ahora escúchame, padre mío, le ha nacido un hijo a mi hijo Lamec que no se parece a él, su naturaleza no es como la naturaleza humana, su color es más blanco que la nieve y más rojo que la rosa, los cabellos de su cabeza son más blancos que la lana blanca, sus ojos son como los rayos del sol y al abrirse han iluminado toda la casa. Su padre, Lamec, ha sido presa del temor y ha huido hacia mí, no cree que sea suyo sino de los ángeles del cielo y heme aquí que he venido hacia ti para que me des a conocer la verdad“. Los textos mesopotámicos son aún mucho más detallado y en la sección antediluviana de la Lista Real Sumeria podemos entender mejor el lugar que ocupa el Diluvio en el mundo sumerio-acadio. En este documento puede verse una relación de todas las dinastías que fueron reinando en las diferentes ciudades sumerias desde sus orígenes, «cuando la realeza descendió del Cielo», o cuando los anunnaki llegaron al planeta Tierra. Vemos, pues, que los primeros que escribieron  sobre el Diluvio fueron los sumerios, quienes pusieron este terrible cataclismo como una línea divisoria dentro de la cronografía de la antigua Mesopotamia, marcando un antes y un después del Diluvio, que en mi opinión coincide, más o menos, entre el final de la última glaciación de Würm y el inicio del actual periodo cálido del Holoceno.

En la época anterior al Diluvio, se hace referencia, por orden cronológico, a las cinco ciudades en donde residió la realeza. En primer lugar Eridu, la ciudad sagrada de Enki, seguida por Bad-Tibira, Larag, o Larak, Zimbir, o Sippar, y Curuppag, o Suruppak. La separación entre dos épocas, marcada por un hecho catastrófico como el Diluvio, se indica con las siguientes palabras: “Arreció el Diluvio. Después de que el Diluvio allanara todo, tras descender de nuevo del Cielo, la realeza se instaló en la ciudad de Kish“. Kish fue una ciudad situada al norte de la Baja Mesopotamia, en lo que más tarde sería la tierra de Acadia. El texto continúa enumerando las dinastías posteriores al Diluvio hasta el año 1900 a. de C, el periodo de la primera dinastía Isin, correspondiente a una antigua ciudad-estado de la Baja Mesopotamia. A pesar de sus diferencias, las similitudes en lo básico entre los antiguos textos sumerios y los textos bíblicos son sorprendentes, especialmente las referencias a los soberanos que reinaron antes del Diluvio. Lamec fue el noveno patriarca bíblico y Noé, su supuesto hijo, fue el décimo patriarca bíblico. La ciudad sumeria en donde se estaban produciendo los hechos era Shuruppak, el lugar en donde el rango de rey, privilegio único de los dioses hasta el momento, había sido cedido a un semidiós, cuyo nombre sumerio era Ubar-Tutu. Todo indica que Noé no era un simple ser humano, sino un semidiós, resultado de la relación de un dios y una mujer humana, por lo que era alguien con sangre anunnaki en sus venas. Una vez aprobado en la Asamblea de los dioses el plan para exterminar a la raza humana, Enki encontró una manera para, al menos, salvar a Atrahasis sin faltar a su solemne juramento. En el relato sumerio en una tablilla hallada en Nipur en el año 1895, Enki envía un sueño premonitorio a Atrahasis, o Ziusudra, para que acuda al templo. Enki transmite a su protegido el plan, revelando su secreto a una pared, en vez de directamente a Ziusudra, cumpliendo así su juramento ante Enlil: “Y Ziusudra escuchó muy cerca de él, mientras él estaba contra la pared, a su izquierda; ¡Pared, yo te voy a hablar! ¡Escucha mis palabras! ¡Presta atención a mis instrucciones! El Diluvio va a aniquilar las aglomeraciones, y a inundar su capital, para destruir la raza humana; Así se ha decidido, ¡Decisión irrevocable y ratificada por la Asamblea! Anu y Enlil han dado la siguiente orden inalterable: El reino de los hombres será destruido“. En la Epopeya de Gilgamesh se dice algo similar sobre el Diluvio, en que Enki comunica a Utnapishtim, el nombre sumerio del héroe del Diluvio, lo que va a ocurrir: “¡Cabaña, oh cabaña! ¡Muro, oh muro! ¡Escucha, cabaña! ¡Presta atención, muro! Hombre de Shuruppak, hijo de Ubar-Tutu, derriba tu casa y construye una nave. No pienses en las riquezas, busca la vida: Haz subir sobre la nave a la semilla de todo ser viviente“. De este modo, comunica a Atrahasis, o Utnapishtim, o Ziusudra, que lo abandone todo y que construya un barco, cuya construcción el mismo Enki supervisará, además de abastecerle con las provisiones necesarias para la aventura.

Atrahasis plantea a Enki cómo debería actuar y qué debería decir a sus conciudadanos cuando le preguntaran por la razón de construir un barco. Enki le aconseja que les diga que ha decidido partir hacia el reino de Enki, en el Apsu, para reunirse con él. Atrahasis reunió a los ancianos y les dijo: “Mi dios ya no está de acuerdo con el vuestro; ¡Enki y Enlil están enfadados! ¡Ello me obliga a abandonar la ciudad, pues soy devoto de Enki!”. Asimismo Enki le dio instrucciones muy precisas acerca de cómo debía ser construida la nave, así como del tiempo que faltaba hasta la llegada del catastrófico Diluvio. Hay un aspecto del relato bíblico que es difícil de ser aceptado desde un punto de vista científico y práctico. Se trata del relato que describe a Noé y su familia entrando en el arca y conviviendo con numerosos animales, algunos de ellos peligrosos para el ser humano y, además, provenientes de lugares muy alejados. Además se dice que Yahvé hizo una distinción entre animales puros e impuros y le pidió a Noé que salvase siete parejas de cada especie. Según el Génesis: “Animales puros e impuros, aves del Cielo y reptiles de la Tierra, entraron con Noé en el Arca. Entraron de dos en dos, macho y hembra, como Dios lo había ordenado“. Realmente parece una misión imposible, además de tener en cuenta la enorme cantidad de alimentos que deberían almacenarse y conservarse para mantener a todos estos animales durante tan prolongado viaje. Estas incongruencias del Génesis provocan una pérdida de credibilidad en la historia del Diluvio. Pero si leemos la versión mesopotámica, de la que se derivó el Génesis bíblico, todo queda mucho más claro. En efecto, Enki pretende lograr que la vida de las diferentes especies animales y del ser humano sea preservada, no subiendo animales vivos a bordo del arca, sino conservando su simiente, lo que probablemente también se hizo con las plantas. Para ello hay que prestar atención a que Enki era el jefe científico de la misión anunnaki en la Tierra y que había creado al ser humano actual a base de manipulaciones genéticas. Ello implica que Enki debía tener el conocimiento necesario y la tecnología para obtener y conservar la simiente de los seres vivos, a la vez que era capaz de recrearlos a partir de su ADN. En la Epopeya de Gilgamesh se dice: “No pienses en las riquezas, busca la vida: Haz subir sobre la nave a la semilla de todo ser viviente“.

Las escrituras védicas de la India, en concreto el Bhagavata Purana, también se refieren al Diluvio. En ellas leemos que un rey, llamado Svayambhuva Manu, recibió un aviso de la proximidad de un diluvio por parte del dios Vishnu, encarnado en forma de un gigantesco pez. Otra vez la imagen de un pez asociado a un dios. El rey construyó una gran nave en donde alojó a su familia. Matsya, el gigantesco pez, o tal vez una nave espacial, arrastró el barco del rey, salvándolo de la destrucción. El relato del diluvio hindú, además, explica que el agua no provenía de las nubes en forma de lluvia, sino que se trató de una crecida del océano que arrasó el planeta, refiriéndose seguramente a un gigantesco tsunami, así como que el protagonista, en vez de introducir en el barco a una pareja de cada una de las especies animales, lo que hizo fue guardar el semen de todos los animales para posteriormente repoblar la Tierra. Vemos, pues, que las versiones mesopotámicas y védicas son mucho más lógicas, sobre todo en base a los conocimientos actuales en biotecnología. Ello, además, soluciona la incongruencia bíblica sobre la falta de espacio en el arca y el tema de los alimentos. Otro enigma lo constituye la clasificación que se hace en el Génesis entre animales puros e impuros. Tal vez se refiere a animales domésticos y salvajes. Es decir, por un lado los animales domésticos, o puros, que convivían con los DIN, y que habían sido introducidos a bordo de la nave; y por otro lado, los animales salvajes, que serían considerados animales impuros, y de los cuales había sido preservada su simiente o material genético. Pero esto es una simple hipótesis. El Génesis nos dice que cuando el arca estuvo terminada, Noé embarcó con su familia. Por otro lado, las fuentes mesopotámicas nos dicen que, aparte de la familia de Atrahasis, también subieron a bordo algunos amigos así como las personas que habían ayudado a la construcción de la embarcación. Fue, entonces, cuando Enki anunciaba la inminencia de la catástrofe, que se cerró la escotilla del barco y la fuerza de un huracán arrancó a la nave de su amarre: “Cuando Shamash ordene un temblor al crepúsculo, y caiga una lluvia de erupciones, ¡Sube a bordo del barco, atranca la entrada!“. En la mitología mesopotámica, Shamash, o Utu para los sumerios y Marduk para los babilonios, era el titular de la justicia. Marduk Fue dios local de Babilonia y fue elevado a dios supremo. Era considerado hijo primogénito de Ea (Enki). Volviendo al Diluvio, la señal parece ser que fue un temblor de tierra provocado por los anunnaki, que a su vez provocó un enorme tsunami. Tal vez desviaron un gran asteroide para que chocase con la Tierra o bien produjeron enormes explosiones nucleares. Pero, evidentemente, no hay referencias detalladas de la posible causa del llamado Diluvio.

Todo indica que la potencia del posible choque o explosión nuclear debió de ser enorme, suficiente para la formación de tsunamis de magnitud cataclísmica, que barrieron las tierras habitadas. Tal vez pueda parecer fantasioso considerar que el Diluvio fue desencadenado por una sucesión de tsunamis, provocados artificialmente, tal vez por el uso de detonaciones nucleares. En la época moderna se ha hablado de «la bomba tsunami», también conocido como «Proyecto Seal», que consistiría en provocar artificialmente tsunamis como una poderosa arma. Esta información puede encontrarse en documentos desclasificados, que muestran que los ejércitos norteamericano y británico, durante la posguerra, estaban trabajando en dicho «Proyecto Seal». El terremoto del océano Índico del 26 de Diciembre del año 2004, con una magnitud de 9.3 en la escala de Richter, tuvo su epicentro en la costa de la isla de Sumatra, en el archipiélago de Indonesia, ocasionando una serie de tsunamis devastadores con olas que llegaron hasta los 30 metros. La sucesión de tsunamis asoló las costas de la mayoría de los países que bordean el océano Índico, inundando gran cantidad de comunidades costeras de casi todo el sur y sureste de Asia, matando unas 230.000 personas. Benjamin Creme, de la revista Share International, que informa de los terremotos en cualquier parte del mundo, afirmó que: «Es imposible realizar una prueba nuclear subterránea sin provocar un terremoto, no necesariamente en las inmediaciones, sino en cualquier parte del mundo. Las pruebas nucleares son responsables de la cuarta parte de los terremotos que se registran». Todo ello, junto a las diversas tradiciones en todo el mundo, son argumentos a favor de que el Diluvio no fue producido por cuarenta días de lluvias torrenciales, sino por unas inundaciones devastadoras, consecuencia de una serie de terribles tsunamis. Los textos que han llegado hasta nosotros realmente se refieren a unas inundaciones generadas por varias olas gigantescas que penetraron hasta el interior de las tierras habitadas. Así explica el Génesis el inicio del Diluvio: “Cuando Noé contaba seiscientos años de vida, el día diecisiete del segundo mes del año, brotaron todos los manantiales del fondo del mar“. Es curioso que la versión bíblica se refiera a manantiales que brotaban del «fondo del mar», que es una traducción del texto original caldeo que se refiere al Apsu, que era el nombre con el que se designaban los abismos, que formaban parte de los mares más alejados, situados al sur de las tierras mesopotámicas.

Si miramos un mapa desde Mesopotamia hasta la Antártida, podemos ver que, desde el punto de vista de un observador situado en la desembocadura de los ríos Tigris y Éufrates, los manantiales situados «al fondo del mar», en el Apsu, deberían referirse al océano Índico y al océano Antártico, en que encontramos el continente helado de la Antártida. Por lo tanto, todo indica que el monstruoso tsunami venía del sur. En la Epopeya de Gilgamesh leemos: “Durante un día la tormenta del sur sopló, acumulando velocidad a medida que bufaba, y el kashushu atrapó a los hombres como una batallaAl primer resplandor del alba, una nube negra se alzó del horizonte“. Otra evidencia, en apoyo de la tesis de una gran ola proveniente del sur, es el hecho de que Enki, que estaba al corriente de toda la operación, había previsto un plan de salvación para Atrahasis. Era previsible que si llegaba un tsunami de gran magnitud desde el sur, la fuerza de las aguas empujaría a una nave hacia el norte. Enki conocía la existencia del monte Ararat (5.165 metros), el monte Sis (3.896 metros) y el monte Damavand (5.671 metros), situados en el norte de Mesopotamia e Irán respectivamente, lugares que por su altura  podían escapar a una inundación causada por un gigantesco tsunami. Por ello era esperable que una nave situada en la zona de los ríos Tigris y Éufrates, al recibir el impacto de una gran ola proveniente del sur, terminase en uno de estos montes. Todo indica que el tsunami vino del sur, pero aún podemos preguntarnos cómo se produjo el gran tsunami y que altura alcanzaron las aguas para que fuese necesario refugiarse en alturas de hasta unos 5.000 metros. Para tener un idea del tipo de tsunamis que se pueden llegar a producir, tenemos los estudios efectuados por científicos liderados por Molly Range, de la Universidad de Michigan Ann Arbor, que han descubierto que el impacto del asteroide Chicxulub, que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años, produjo un tsunami que se propagó a todo el mundo. En la primera simulación global de este evento utilizaron dos modelos para su simulación. Uno para el impacto inicial de un asteroide de 14 kilómetros de diámetro en aguas poco profundas y otro centrado en la consiguiente propagación de agua desplazada en todo el océano antiguo. Según la simulación resultante, el primer efecto del impacto de los asteroides habría sido una ola de tsunami de nada menos que unos 1.500 metros de altura. El estudio se presentó en la reunión de la American Geophysical Union.

Debo reconocer que Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, publicada en 1864, fue una novela que me impresionó. Lo curioso es que, a diferencia del submarino o el viaje a la Luna, es una de las pocas profecías de Verne que aún no se ha podido comprobar. En la novela se explica que se introducen en el interior del planeta, en donde siguen una ruta en la que se encuentran, entre otras cosas, océanos subterráneos, criaturas prehistóricas y poblaciones humanas. Tal vez esta predicción de Julio Verne responda a una realidad. La ciencia oficial nos explica que el interior de la Tierra consiste de roca y metal y está dividido en cuatro capas, lo que es típico de los planetas rocosos. Las cuatro capas son: el núcleo interior, de metal sólido; el núcleo exterior, un núcleo fundido fluido; el manto, denso y que consiste básicamente de rocas; la corteza, una capa delgada de material rocoso. La temperatura en el núcleo interior llega a ser mayor que en la superficie del Sol. A consecuencias de este intenso calor, los materiales del núcleo exterior y del manto se mueven dando como resultado que las grandes placas que forman la corteza terrestre deriven lentamente en la superficie. También es posible que estas corrientes generen el campo magnético de la Tierra, formando lo que conoce como magnetosfera. Pero esta descripción no es más que una hipótesis, ya que aún se ha demostrado su veracidad. Sin embargo, hay algunos investigadores que están de acuerdo con lo relatado por Julio Verne y defienden la posibilidad de que la Tierra sea hueca. En la llamada proyección de Mercator, en honor al geógrafo, matemático y cartógrafo flamenco Gerardus Mercator, podemos ver que los meridianos y paralelos se cortan en ángulos rectos. Pero mientras los meridianos siempre están a igual distancia unos de otros, los paralelos se van separando unos de otros según se acercan hacia los polos. En un misterioso mapa sobre el Polo Norte, publicado póstumamente por Mercator en 1595, puede observarse cómo el océano circundante se precipita en un mar interior por cuatro distintas bocas que se abren entre los hielos. Es sorprendente que, en lugar del casquete polar, aparezca un mar interior. Ello parece indicar que en el siglo XVI Mercator sabía algo que actualmente se ignora. Se sabe que Mercator mantuvo una estrecha relación con Egipto y que visitó la Gran Pirámide en 1563. Tal vez allí tuvo acceso a antiguos mapas. Asimismo, el cartógrafo francés Philippe Buache publicó algunos de los mapas de mayor calidad de su época. Especialmente remarcable es su mapa de la Antártida, realizado en 1737, un siglo antes de que se descubriese aquel continente. En el mapa se observa el gran continente antártico en el que también ha desaparecido el casquete polar y se ve un mar interior al que se accede por dos bocas. Es curioso que en ambos mapas haya desaparecido el casquete polar. Según estos mapas, los casquetes polares antiguamente no existían.

También tenemos el Nova et Integra Universi Orbis Descriptio, de Oronce Finé, un planisferio del 1531 conservado en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, que muestra las costas del continente antártico bastantes años antes de que fuera descubierto. Asimismo, en 1929 se descubrieron en el palacio imperial de Topkapi, en Estambul, unos viejos mapas, uno del 1513 y el otro del 1528, que pertenecían al almirante y cartógrafo turco Piri Reis. En el mapa aparecen la costa oeste de África y la costa este de América, con anotaciones del propio Piri Reis, indicando que aquellos mapas estaban basados en mapas mucho más antiguos. El principal problema viene del hecho de que dichas costas no podían ser conocidas en aquella época, si nos guiamos por la historia oficial. En los mapas podemos ver las islas Maldivas, que no se cartografiaron hasta 1592, o el nacimiento del rio Amazonas en los Andes, lugar que no fue explorado por el conquistador y explorador español Hernando de Soto hasta 1533. También vemos en el mapa los contornos de la costa antártica de la región conocida como de la reina Maud, zona que no sería navegada hasta el siglo XVIII. Además, para hacerlo más misterioso, hay una precisión tan grande de sus contornos que no podía explicarse sin que la costa tenía hubiese sido cartografiada antes de que hubiera sido cubierta por una gran masa de hielo. Esto remontaría el origen de estos mapas hasta épocas prehistóricas. Además de sus mapas, llenos de datos y enigmas por resolver, Piri Reis dejo un manuscrito, el Kitab-i-Bahriye o Libro para Navegantes, en el que podemos leer unas misteriosas palabras dedicada a los mares desconocidos: “Comprende esto bien. La tierra de la oscuridad quedara atrás. No te asombres de estas palabras. Una embarcación que penetra en la oscuridad no permanece así. Habiendo llegado allí, toda su tripulación perecería. Y la razón de esto es que ningún barco puede llegar a los polos del mundo. Puede que siga ese camino pero no puede pasar del paralelo 55, ni siquiera por un grado. La oscuridad está en los polos del mundo, tanto al norte como al sur. No te equivoques. La oscuridad en el norte es sobre la tierra. La del sur es sobre el mar. Ahora conoces donde está la oscuridad: una está sobre el mar y la otra está sobre la tierra“. Tal vez esto indique que las puertas de entrada al mundo subterráneo están situadas en los polos de la Tierra. También Julio Verne situaba una puerta de entrada al interior de la Tierra en un volcán de Islandia, isla situada entre el océano Atlántico Norte y el océano Glacial Ártico.

Es el momento de recordar que en 1692 aparece el primer escrito sobre una posible Tierra hueca, que debemos al famoso astrónomo y matemático inglés Edmund Halley. También el físico, alquimista y matemático inglés Isaac Newton fue un defensor de esta teoría de la Tierra hueca. Asimismo, el matemático y físico suizo del siglo XVII Leonhard Euler, también defendió la teoría de la Tierra hueca, abierta por los polos, con un sol central y habitada. El oficial y profesor del ejército estadounidense John Cleeves Symmes Jr., en 1818 declaró que la Tierra era hueca y estaba habitada en su interior. Asimismo afirmaba que contenía varias esferas concéntricas sólidas, situadas unas dentro de otras; y que estaba abierta en los polos. La polémica continuó hasta inicios del siglo XX en que se impuso la hipótesis de la Tierra maciza. A este respecto es interesante conocer la respuesta que dio la Sociedad Geológica Británica cuando, a finales del siglo XX, se le preguntó con respecto a la polémica sobre si la Tierra era hueca o maciza. La respuesta fue que había diversos argumentos en contra de que la Tierra fuera hueca, pero que también había diversos argumentos en contra de una Tierra maciza. De esta respuesta se deduce que no existe la certeza científica de que la Tierra sea maciza. En la actualidad no podemos estar seguros de que las ondas sísmicas alcanzan ciertas profundidades de la Tierra o que viajan a determinadas velocidades. Tampoco podemos estar seguros de que los cambios de velocidad en las ondas sísmicas sean debidas a los cambios en la constitución interna de la Tierra, como creen los científicos. Pero muchos de los cambios estructurales que los científicos habían predicho, en profundidades de unos pocos kilómetros, han resultado erróneos, lo que hace que no podamos confiar en estas predicciones, especialmente cuando se trata de estructuras de rocas situadas a cientos de kilómetros de profundidad. Sabemos que la profundidad máxima que hemos alcanzado estaría alrededor de los 50 kilómetros. Por lo tanto nos podemos preguntar qué es lo que conocemos sobre el interior de la Tierra. Los científicos han podido constatar que la lava de los volcanes procede de una zona de la corteza terrestre situada a tan solo unos 35 kilómetros de profundidad. Además, se sabe que la existencia de lava no afecta a la transmisión de las ondas sísmicas, lo que indicaría que la corteza terrestre sería esencialmente sólida. Pero aquí tenemos otro misterio, ya que no sabemos de dónde procede el calor necesario para fundir las rocas y convertirlas en lava.

Algunos geólogos defienden la teoría de la existencia de altas concentraciones de elementos radioactivos en una zona concreta, lo que produciría una temperatura lo suficientemente elevada como para fundir las rocas. Esta teoría tiene sentido ya que mucha de la lava es ligeramente radioactiva. Otra teoría considera que el movimiento de fricción de las fallas terrestres genera calor. Ambas teorías podrían ser ciertas. Pero lo que sí parece evidente es que la lava no puede proceder del centro de la Tierra, ya que al recorrer grandes distancias hasta llegar a la superficie se iría enfriando y solidificando. Ello implica que la lava debe producirse en zonas relativamente próximas a la superficie. El escritor e investigador Jan P. Lamprecht , autor de Hollow Planets: A Feasibility Study of Possible Hollow Worlds – Could the Planets Mercury, Venus and Earth Possibly be Hollow?, aporta algunos argumentos en favor de que la Tierra pueda estar hueca en su interior. En su libro habla de lo que los sismólogos denominan «la zona de sombra», con que se identifica a las zonas de la Tierra en las que los sismógrafos no detectan las ondas longitudinales o de compresión P y las ondas S, en que el desplazamiento es transversal a la dirección de propagación, tales como las regiones del núcleo terrestre, a ciertas distancias del epicentro de un terremoto, o en la zona de la superficie terrestre que se encuentra sobre un terremoto. Lamprecht cree que la razón más probable por la que este tipo de ondas no son detectadas por los sismógrafos es que no pueden penetrar en la zona porque no hay nada solido que penetrar, ya que la sismología no funciona en medios gaseosos. De todos modos, si realmente existiesen puertas de entrada hacia el interior de la Tierra en los polos, se supone que los pilotos que vuelan en rutas transpolares habrían visto algo. Pero normalmente vuelan a mucha distancia del Polo Norte o Sur, a fin de evitar interferencias en sus instrumentos de navegación aérea. También el clima de la zona reduce la visibilidad, debido a las capas de nubes, nieblas y tormentas de nieve. Es evidente que todavía existen extensas zonas de nuestro planeta inexploradas, entre las que se encuentran ambos polos y algunos desiertos y selvas, por lo que es erróneo pensar que en la Tierra no queda nada importante por descubrir. Un ejemplo lo tenemos en el lugar más frío e inhóspito de la Tierra, la Antártida. Bajo ella se esconden misterios como el del lago Vostok, un lago situado bajo la superficie de la Antártida, pero que no está helado y en cuyas aguas podrían habitar microorganismos como bacterias y algas de los que poco se sabe. Realmente el lago Vostok encierra muchos misterios.

Según los científicos, se calcula que el lago ha permanecido aislado de la atmósfera terrestre durante unos 15 millones de años, gracias a una enorme capa de hielo de cuatro kilómetros de altura que lo separa de la superficie de la Antártida. En la década de 1960 los rusos realizaron una serie de sondeos sísmicos para medir el espesor de la capa de hielo bajo el área antártica donde se encuentra la base soviética de Vostok. Del estudio de las ondas sísmicas dedujeron la existencia de un enorme lago bajo el hielo. Después de tantear electromagnéticamente la zona se comprobó su existencia y se calculó que el lago tiene 250 Km de largo, 50 Km de ancho y una profundidad media de 400 metros, aproximadamente la misma superficie que el lago norteamericano de Ontario, pero más profundo. Hace más de 60 millones de años el clima del continente antártico, que aún estaba unido a Australia, era mucho más templado y con una exuberante vegetación tropical. Pero lentamente se separó de Australia y se desplazó a la posición en la que se encuentra actualmente, soportando un clima gélido y cubriéndose de hielo. Se piensa que el lago quedó cubierto y sellado por el hielo hace unos 15 millones de años, por lo que el agua que contiene es muy antigua, y desde entonces su ecosistema ha evolucionado aislada e independiente de la vida del resto del planeta. Hay diferentes opiniones en cuanto a qué clase de organismos podrían existir en ese ambiente extraño, separado de la luz solar por unos 4 km. de hielo, oscuro, frío, con una temperatura constante de 3 grados bajo cero, una altísima y tóxica concentración de oxígeno en el agua y a una presión 360 veces mayor que la atmosférica. Existe un interesante debate científico en cuanto a la posibilidad de vida en el Vostok. Cabe suponer que en el agua de este lago podría haber criaturas con alta tolerancia al frío, capaces de vivir en ausencia de luz solar y con un alto poder antioxidante para tolerar grandes concentraciones de oxígeno en el agua. También hay otras opiniones, quizás no tan científicas, que dicen que en el fondo del lago están las ruinas de una enorme ciudad de una avanzada y extinguida civilización. El descubrimiento de vida en el lago Vostok podría tener interesantes implicaciones sobre la existencia de vida extraterrestre, ya que el ambiente en sus aguas sería muy similar al del inmenso océano que hay bajo la gruesa cubierta helada de Europa, una luna de Júpiter, o de Encélado, una luna de Saturno. Por si esto fuera poco, en el fondo del lago hay un lecho de 70 metros de espesor de sedimentos, que esconde un registro climático único de la vida en la Antártida antes de que se formara la capa de hielo, por lo que su estudio tiene un enorme interés.

Pero, ¿cómo es posible que el agua del lago Vostok sea líquida? Una hipótesis dice que es líquida por debajo del punto de congelación normal debido a la alta presión provocada por el peso de la capa de hielo que tiene encima. La solidificación del agua no es posible en esas condiciones de presión y temperatura, además del calor geotérmico que procede del interior de la Tierra, que calienta las rocas sobre las que descansa el lago y estas a su vez el agua, ya que la cubierta de hielo podría actuar como una manta aislante, protegiéndolo de las muy frías temperaturas de la superficie. Se tomaron y analizaron muestras de hielo cercano al lago, pero no continuaron por miedo a la contaminación. Se está intentando diseñar una perforación que permita extraer agua sin riesgo de contaminación. Una pregunta que nos podemos hacer es porque los icebergs están formados por agua dulce y porque se han encontrado en ellos piedras, arena, semillas tropicales, plantas y árboles. Otra pregunta es la razón por la que miles de especies de pájaros tropicales se dirigen en invierno hacia el norte, habiéndose encontrado más allá de las barreras de los hielos árticos, mariposas y abejas. Según todos los exploradores del Ártico, después de atravesar los 70º de latitud, el viento procedente del norte y las aguas se van haciendo más cálidas a medida que se van acercando al Polo Norte. Ninguna expedición ha conseguido llegar a los polos, pero sí han habido expediciones que llegaron cerca de los polos, pero sin saber con exactitud dónde estaban. En 1906 William Reed publicó el libro El Fantasma de los Polos en el que resume su teoría sobre la Tierra hueca. Según Reed los polos son fantasmas inexistentes. Lo que sí habría serían aberturas en los extremos norte y sur y en el interior habría vastos continentes, océanos, montañas y ríos. También habría abundante vida vegetal y animal en este nuevo mundo, y probablemente estaría habitado por razas desconocidas para los habitantes de la superficie. Reed afirma que la Tierra no es una verdadera esfera sino que se encuentra achatada en los polos, que en realidad no existen ya que allí están las entradas al interior de la Tierra, motivo por el que los polos geográficos se encontrarían realmente ubicados en el aire y no en la superficie. Nuevas investigaciones rusas sobre el Polo Norte Magnético han llegado a la conclusión de que la dificultad para localizar un punto estable para el Polo Norte Magnético, podría deberse a que no se tratase de un punto fijo, sino de infinitos puntos que formarían una línea circular de unos 1600 kilómetros de largo. Podríamos considerar como Polo Norte Magnético a cualquier punto de este círculo, ya que en esos lugares la aguja de la brújula apuntaría hacia abajo, por lo que cuando los exploradores creen llegar al punto más al norte, es porque sus brújulas los confunden, ya que en realidad estarían al borde de las concavidades polares que es en donde estaría situado el círculo que constituye el verdadero Polo Norte Magnético.

Antes ya hemos dicho que los icebergs están formados por agua dulce, por lo que se llega a la conclusión de que deben estar formados por agua de otra procedencia que la del mar salado. Esto tendría lógica si realmente existiesen huecos de entrada y salida del interior del planeta en las zonas polares, por los cuales fluyese el agua cálida de ríos subterráneos que al llegar al exterior del planeta y ante las gélidas temperaturas de la zona se solidificasen en forma de icebergs. Por esta razón, el descubrimiento del lago subterráneo de Vostok bajo la superficie de la Antártica, con todo un ecosistema tropical y fuentes hidrotermales que alcanzan los 382 grados de temperatura, probarían lo del origen subterráneo del agua dulce de los icebergs. Para demostrar la teoría de que los icebergs de agua provienen de ríos de agua dulce del interior de la Tierra, Reed se refiere a lo dicho por el explorador antártico Louis Bernnachi: «Hubo menos de cinco centímetros de precipitaciones en once meses y medio y aunque nevó con frecuencia, nunca logro mayor altura que eso. Bajo semejantes condiciones. ¿Cómo podría formarse un iceberg?». Sin embargo, la barrera de hielo de Ross es un gran campo de hielo de la Antártida, del que se desprenden continuamente icebergs. Con una superficie de 487.000 km² y de cerca de 800 km de longitud, es casi del mismo tamaño que Turkmenistán. Mide varios cientos de metros de espesor. El frente de hielo a mar abierto tiene más de 600 km de largo, y entre 15 y 50 metros de alto sobre la superficie del agua, casi vertical. El 90 % es hielo en flotación sobre el nivel del océano. Vemos pues que encontramos icebergs de agua dulce en medio de un océano de agua salada y en una zona del planeta en donde las precipitaciones son más bien escasas. Volvemos a preguntarnos de dónde proviene el agua dulce y las semillas tropicales congeladas de los icebergs. Otra curiosidad es el hallazgo, en estos icebergs, de arena y rocas, así como el fenómeno de la nieve de colores. Los expertos opinan que el misterio de la nieve de color se debería a alguna actividad volcánica, aunque no se conocen volcanes cercanos a los polos. El fenómeno de la nieve coloreada parecería deberse a algún tipo de actividad producida por la emisión de gases o materiales procedentes del interior de la Tierra. Los exploradores del Ártico hablan continuamente del molesto e irritante polvo que hay en el aire, algo típico de las erupciones volcánicas. Cuando este polvo cae en la nieve produce nieve negra. Los análisis realizados demuestran la existencia de carbón y de hierro, que si no hay volcanes en la zona, ¿de dónde provendrían? Otro fenómeno sorprendente es que cuando vamos hacia el norte, a partir de la latitud 70º, la temperatura se va haciendo más cálida y la vegetación y la fauna son más abundantes ¿Cómo es que la fuente de ese calor no está en el sur, sino en el norte?

Pero un argumento en contra es el hecho de que nadie, que se sepa, ha descubierto estas entradas al interior de la Tierra. ¿Puede ser que esas expediciones nunca alcancen el Polo Norte? Navegan hasta el borde externo de la abertura polar, pero esa abertura es de tales dimensiones que la curva descendente hacia el interior no se hace perceptible para ellos. Su diámetro es tan amplio que no les resulta visible. Y aquí introducimos un misterioso caso. En 1947 Richard Evelyn Byrd, que llegó a ser almirante de la Marina de los Estados Unidos, voló al Polo Norte y en lugar de volar sobre el Polo, realmente habría entrado en el interior de la Tierra. En su diario habla de su entrada en el interior de la Tierra y de viajar mil setecientas millas sobre montañas, lagos, ríos, vegetación verde y vida animal. Dice haber visto monstruosos animales parecidos a los mamuts de la antigüedad moviéndose entre la maleza. Finalmente encontró ciudades y una próspera civilización. Al final su avión fue saludado por máquinas voladoras de un tipo que nunca había visto antes. Le acompañaron a un lugar de aterrizaje seguro y fue recibido amablemente por emisarios de Agartha. Después de descansar, él y su tripulación fueron llevados a conocer a los reyes de Agartha. Le dijeron que le habían permitido entrar en Agartha por su alta moral y carácter ético. Continuaron diciendo que desde que los Estados Unidos habían arrojado las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, habían estado muy preocupados por su propia seguridad y supervivencia. Habían decidido que era el momento de establecer un mayor contacto con el mundo exterior para asegurarse que la humanidad no destruiría este planeta y su civilización. A Byrd se le había permitido entrar para poder contactar con alguien en quien ellos confiaran. Cuando su visita terminó, el almirante Byrd y su tripulación fueron guiados en su avión de vuelta al mundo exterior, habiendo cambiado sus vidas para siempre. El Almirante Byrd también dirigió una expedición al Polo Sur. Según su relato, en esa expedición él y su tripulación penetraron dos mil trescientas millas en el centro de la Tierra. El Almirante Byrd declara que los Polos Norte y Sur son sólo dos de las muchas aberturas al centro de la Tierra. El Almirante también declaró que la Tierra interna tiene su propio sol. La teoría de Byrd es que los polos de la Tierra son cóncavos, en vez de convexos, y los barcos y aviones pueden en efecto navegar o volar hacia dentro. Solo hay que ver el mapa de Mercator sobre el Ártico, realizado en el siglo XVII. Cualquiera puede observar que el casquete polar Ártico, que algunos científicos dicen que ha desaparecido en los últimos años por acción del calentamiento global, ya no existía en el momento en que se hizo el mapa. Mercator ya ilustró una cartografía de la zona ártica en la que no existen los hielos perpetuos y sí un océano enorme rodeado por hielos, lo cual indica que las cosas no parecen haber cambiado tanto desde entonces.

En el punto más al norte de los países escandinavos, en las cercanías del Ártico, puede observarse una de las maravillas de la naturaleza. Se trata de un fenómeno luminiscente, llamado aurora boreal o austral, que puede contemplarse en las latitudes cercanas a los polos. La variedad de tonos azules, verdosos y rojizos, así como la gran velocidad en que se desarrolla, constituyen un espectáculo impresionante. Los momentos más idóneos para su observación son, entre septiembre y marzo en el hemisferio norte, y entre marzo y septiembre en el hemisferio sur. En la zona del Polo Norte se denomina «aurora boreal». mientras que zona del Polo Sur, se denomina «aurora austral». Según la ciencia, una aurora se produce cuando una eyección de partículas solares cargadas choca con la magnetosfera de la Tierra. Esta «esfera» que nos rodea obedece al campo magnético generado por el núcleo de la Tierra, formada por líneas invisibles que parten de los dos polos, como un imán. Además existen fenómenos muy energéticos, como las fulguraciones o las eyecciones de masa coronal que incrementan la intensidad del viento solar. Cuando dicha masa solar choca con nuestra esfera protectora, estas radiaciones solares, también conocidas con el nombre de viento solar, se desplazan a lo largo de dicha esfera. En el hemisferio que se encuentra en la etapa nocturna de la Tierra en los polos, donde están las otras líneas de campo magnético, se va almacenando dicha energía hasta que no se puede almacenar más, y esta energía almacenada se dispara en forma de radiaciones electromagnéticas sobre la ionosfera terrestre, creadora, principalmente, de dichos efectos visuales. Marshall B. Gardner, en su libro Un viaje al interior de la Tierra, nos explica que pasó diversos años estudiando los informes de los exploradores árticos, así como diferentes aspectos astronómicos. Gardner sostiene la existencia de un sol central en el interior de la Tierra, lo que explicaría el origen de las elevadas temperaturas en el interior, así como el fenómeno de las auroras boreales. También afirma que no solo la Tierra, sino todos los planetas del sistema solar, poseen interiores huecos y soles centrales. Para defender su teoría nos dice que la formación original de los planetas se debió a una nebulosa que giraba y que, debido a la fuerza centrífuga de su rotación, los elementos que lo constituían fueron arrojados hacia fuera, formándose de esta manera una corteza sólida en la superficie externa de cada planeta, dejando su interior vacío. En la misma línea, debido a la fuerza de rotación y al movimiento por el espacio, se produjeron las aberturas en los polos.

Para complicar más las cosas están unas supuestas imágenes tomadas por un satélite de la NASA. en la vertical del Polo Sur. Se observa la existencia de un gran círculo negro que parece ocultar algo. También se observa que la zona que coincide con el Polo Norte ha sido retirada de las fotos de satélite sin ninguna explicación. La polémica por las posibles falsificaciones de la NASA alcanza a otros planetas del sistema solar. Si consideramos que la Tierra es hueca, tal vez se pueda explicar el relato sobre el tiempo que duró el Diluvio. En contra de la interpretación de la versión bíblica de que el Diluvio consistió en una serie de lluvias torrenciales, las fuentes mesopotámicas explican que, aunque llovió, la catástrofe comenzó como consecuencia de una o varias gigantescas olas que vinieron del sur. Así explica el Génesis el Diluvio: “Cuando Noé contaba seiscientos años de vida, el día diecisiete del segundo mes del año, brotaron todos los manantiales del fondo del mar, mientras se abrían las compuertas del cielo“. Vemos que el Génesis habla de dos fuentes de procedencia de las aguas del Diluvio. Una sería el fondo del mar y otra la lluvia atmosférica. Mientras que el agua que cayó en forma de lluvia lo hizo durante cuarenta días, el agua procedente «del gran Abismo» brotó durante 150 días, por lo que las aguas cubrieron la tierra durante 150 días. Entonces Yahvé hizo soplar un viento sobre la Tierra y las aguas descendieron. Entonces se cerraron los manantiales que brotaban del Abismo. Probablemente cuando la Biblia dice que las fuentes del Abismo fueron rotas se está refiriendo a las grandes masas de aguas que se habían mantenido, bajo presión, en el interior de la Tierra. Todo indica que, en el caso sumerio, las masas de agua fueron liberadas por acción de los dioses, trayendo consecuencias catastróficas para la humanidad. La versión sumeria dice que todo fue provocado por Enlil y su asamblea de dioses y que las aguas vinieron del Apsu, el Abismo de lo profundo. La versión bíblica habla de manantiales que brotan del «fondo del mar» o del Tehom, siendo una traducción de la palabra caldea Apsu, con la que se designaban los abismos y los mares situados al sur de las tierras mesopotámicas. Los antiguos mesopotámicos y griegos creían en la existencia de un océano subterráneo que era la fuente primigenia de la que se nutrían todos los ríos y fuentes fluviales, tal como podemos leer en la Iliada:”Poderoso océano de profunda corriente, del que nacen todos los ríos, mares, fuentes y pozos“.

Los griegos llamaban océano (okeanos) a la totalidad de las aguas existentes en la Tierra, un enorme río que circundaba el mundo y que era la fuente de todos los ríos y fuentes. Ello implicaba una gran masa de agua subterránea y de una red de canales bajo la superficie del planeta. El 3 de diciembre de 2014, la revista científica Nature publicó un artículo sobre el estudio realizado por el geoquímico Graham Pearson, en la Universidad de Alberta, en Edmonton, Canada. En este trabajo, Pearson utilizó datos obtenidos del USArray, uno de los tres componentes del proyecto Earthscope. Un objetivo principal de USArray es recopilar imágenes sísmicas detalladas de la litosfera de América del Norte. Los datos recopilados de USArray se integrarán con las observaciones geológicas realizadas en la superficie de la tierra para ayudar a determinar la historia geológica de América del Norte, así como para comprender mejor los procesos geológicos que están funcionando en la actualidad. El descubrimiento fue un diminuto diamante encontrado en Brasil, con un peso inferior a la décima parte de un gramo y que procedía de una gran profundidad. La mayoría de los diamantes se forman en profundidades entre 150 kilómetros y 200 kilómetros, pero estos diamantes vienen de una región del manto conocida como «zona de transición», entre 410 km y 660 km de profundidad. Las impurezas encontradas en estos diamantes se utilizan para el estudio de las zonas del interior de la Tierra de donde proceden. Pearson afirmó: «Este tipo de diamantes son una ventana abierta al interior de la Tierra». El pequeñísimo diamante tenía incrustado una pequeña porción de ringwoodita, un mineral muy abundante en la parte superior del manto terrestre. Este cristal microscópico, un mineral nunca antes encontrado en rocas terrestres, sugiere la presencia de vastas cantidades de agua en las profundidades del manto terrestre. El equipo de científicos liderado por Pearson encontró que el 1% del peso de la pequeña mota de ringwoodita era agua. Según Pearson declaró, «esta cantidad puede parecer pequeña, pero si se piensa en la enorme cantidad de ringwoodita que hay en la llamada zona de transición, uno se da cuenta que allí abajo puede haber tanta agua como la que hay en todos los océanos juntos». Estas sorprendentes palabras aportan evidencias de la existencia de una vasta zona de agua situada en la zona de transición del planeta. Ello indicaría la posibilidad de que el agua de la superficie del planeta pudiese estar interconectada con el agua del interior y que, incluso, el agua del interior pudiese ser su fuente de procedencia.

Tal como ya hemos dicho antes, desde el punto de vista de un observador situado en la desembocadura del Tigris y el Éufrates, el Apsu, los manantiales situados «al fondo del mar», más allá del océano Índico, son el océano Antártico y su continente helado. También parece claro que la catástrofe del Diluvio fue debida a un tsunami de proporciones descomunales, además de unas fuertes precipitaciones atmosféricas. El tsunami tal vez habría sido producido por aguas procedentes del interior de la Tierra, al irrumpir de manera violenta al exterior a través de la apertura polar antártica. El tsunami venía del sur y provocó unas gigantescas olas que se desplazaron hacia el norte, hasta alcanzar el área mesopotámica. Según la Epopeya de Gilgamesh: “Durante un día la tormenta del sur sopló, acumulando velocidad a medida que bufaba, y el kashushu atrapó a los hombres como una batalla“. Por otro lado, la Biblia habla de un fenómeno de mareas oceánicas, ya que se refiere a flujo y reflujo. En el Génesis leemos que: “Las aguas iban bajando sobre la tierra con flujo y reflujo, empezaron a descender después de los ciento cincuenta días“. Las aguas, lentamente, volvieron a su lugar de procedencia, desapareciendo de la superficie terrestre, como dejan claro los textos, entre ellos el Génesis: “El año seiscientos uno de la vida de Noé, en el primer día del primer mes, las aguas desaparecieron de la TierraEl día veintisiete del segundo mes la tierra ya estaba seca“. Otra fuente mesopotámica clarificadora es la Epopeya de Erra. Es del siglo I a.C. y es un poema babilónico inspirado en fuentes más antiguas. Los personajes principales son Erra, divinidad de la guerra destructiva y las plagas, asimilado a Nergal, dios del inframundo, e Ishum, su visir y dios menor del fuego. La historia comienza con una invocación. Erra, duerme con su esposa Mami y es despertado del sueño por su consejero Ishum y los Siete Sebetti, hijos del cielo y la tierra, a quienes el dios supremo Anu había asignado a cada uno un destino destructivo. Éstos, mediante influencia maléfica, intentaron llevar a Erra a la destrucción de la humanidad. Pero para lograr esto, debe alejar a Marduk, hijo de Enki y rey de los dioses. Ishum trata de aplacar la violencia de Erra, en vano. Aprovechando la salida de Marduk de la ciudad para un viaje a ver a su padre Enki a su palacio del Abismo, Erra puede actuar, creando desorden y empujando a los habitantes de Babilonia a la revuelta. La ciudad es tomada a sangre y fuego, antes que Erra vaya a visitar al rey de la ciudad, para instarle a matar a sus súbditos. Viendo este tumulto, Marduk se lamenta ante su ciudad y sus enloquecidos súbditos, y se retira. Pueblos extranjeros invaden Babilonia, pero son abatidos por la peste. Incluso, Marduk renuncia al trono, en beneficio de Erra, por un tiempo. Erra, o las aguas subterráneas, victorioso y desafiante, hostiga a los otros dioses para terminar regresando a su templo, en el mundo subterráneo. De esta manera críptica el poema explica como las aguas provenientes del interior de la Tierra causaron la muerte indiscriminada de los seres humanos, para finalmente volver a regresar al mundo subterráneo, a su templo.

La narración mesopotámica señala que la crecida de las aguas que produjo esa gran ola proveniente del sur vino dada como consecuencia de la salida a la superficie de las aguas dulces subterráneas. Salida de las aguas que probablemente se produjo por una abertura en la zona antártica y que de alguna manera sigue abierta actualmente como demostraría el hecho de que los icebergs están formados por agua dulce. El poema añade la queja de Marduk y explica con contundencia lo sucedido. El Erakallum, «el mundo de abajo», lo que alude al mundo subterráneo de manera directa, se estremeció y su cubierta fue mermada. Ahí se narra un aspecto concreto del tercer intento de Enlil para acabar con la raza humana que había sido creada por los anunnaki, ya que los humanos habían empezado a inquietar a Enlil por su crecimiento demográfico exponencial. La lectura detallada de fuentes bíblicas y mesopotámicas coinciden en la sucesión de los hechos. Después de que la gigantesca ola cesó, el nivel de las aguas comenzó a descender progresivamente. También coinciden en el episodio de enviar palomas para explorar el terreno en busca de tierra firme, la llegada al monte Ararat, la construcción de un altar y el ofrecimiento de un sacrificio a la divinidad, seguido por la bendición de Yahvé (Enlil) a Noé/Ziusudra. Las fuentes mesopotámicas describen con mayor detalle el acercamiento de los dioses hambrientos a los últimos supervivientes humanos, ya que no había quedado nada que comer en toda la Tierra. Utnapishtim describe cómo ofreció un sacrificio a los dioses y cómo estos, al oler el dulce aroma, fueron atraídos como moscas. Ninmah, en seguida, se dio cuenta de lo que había ocurrido y juró solemnemente, por las joyas que Anu le había regalado, que nunca olvidaría lo sucedido. A continuación, invitó al resto de los anunnaki a compartir la ofrenda alimenticia, excluyendo a Enlil, a quien hizo responsable de la exterminación de los humanos por causa del Diluvio. Cuando Enlil llegó y vio el barco, entró en cólera contra los otros dioses anunnaki , a los que acusó de haber permitido que algún ser humano escapara a la destrucción. No obstante, Ninurta rápidamente sospechó que el responsable de que algunos hombres hubiesen escapado al Diluvio era otro y así se le dijo a Enlil: “¿Quién, otro que no sea Ea (Enki), puede trazar planes? ¡Ea es quien conocía los planes!”. Ea (Enki) reconoció su responsabilidad, al mismo tiempo que dejó claro que no había violado su juramento de mantener secretos los planes de destrucción de Enlil. Todo lo que había hecho fue inducir un sueño premonitorio a Atrahasis, siendo la inteligencia de este humano la que le había permitido desvelar el secreto de los dioses. A continuación, Enki preguntó a Enlil si no está arrepentido de lo sucedido: “Tú, el más sabio de los dioses, ¿Cómo pudiste, de manera irreflexiva, ser portador de tal calamidad?”. Utnapishtim/Atrahasis explica que: “A continuación Enlil subió a bordo del barco. Cogiéndome de la mano subimos a bordo. Subió a mi mujer a bordo y la hizo arrodillarse, a mi lado. Situándose entre nosotros, tocó nuestras frentes para bendecirnos“. Enlil otorgaba a la pareja de humanos que habían escapado del Diluvio la inmortalidad de que gozaban los dioses anunnaki. A partir de ahora Utnapishtim y su esposa serán como los dioses. El desenlace final de este drama termina, según las fuentes bíblicas, con el compromiso, por parte de Yahvé (Enlil) ante los supervivientes, de que un cataclismo como el sucedido no se volvería a repetir. Pero, ¿podemos estar seguros?

Fuentes:

  • Jan P. Lamprecht – Hollow Planets: A Feasibility Study of Possible Hollow Worlds – Could the Planets Mercury, Venus and Earth Possibly be Hollow?,
  • Jesús Cediel Monasterio – El Código Verne
  • Zecharia Sitchin – El 12º Planeta
  • Zecharia Sitchin – La guerra de los dioses y los hombres
  • Zecharia Sitchin – Los reinos perdidos
  • Zecharia Sitchin – El libro perdido de Enki
  • Zecharia Sitchin – El código cósmico
  • Michael Cremo y Richard Thomson – La arqueología prohibida
  • Julio Verne – Viaje al centro de la Tierra
  • William Reed – El Fantasma de los Polos
  • Marshall B. Gardner – Un viaje al interior de la Tierra
  • Marcel Griaule – Dieu D’eau o Conversaciones con Ogotemmeli
  • Marmaduke Carver – Un discurso del paraíso terrestre: con el objetivo de un descubrimiento más probable de la verdadera situación de ese lugar feliz de la habitación de nuestros primeros padres
  • Robert Temple – El misterio de Sirio
  • Biblia – Antiguo Testamento
  • Estrabón – Geografía
  • Textos de las Pirámides
  • Leyenda de los Soles
  • Libro de Enoc
  • Corán
  • Poema del Atrahasis
  • La epopeya de Gilgamesh
  • Enuma Elish
  • Kitêba Cilwe (“Libro de la Revelación“)
  • Popol Vuh
  • Bhagavata Purana
  • Fray Bernardino de Sahagún – La Historia General de las Cosas de la Nueva España
  • George Smith – Descubrimientos Asirios
  • Robert Bauval y Thomas Brophy – Black Genesis
  • Wilfred G. Lambert y Alan Ralph Millard – Atrahasis – El relato babilónico del Diluvio
  • Samuel Noah Kramer – Mitología sumeria
  • Andrew Collins y Graham Hancock – Gobekli Tepe: Genesis of the Gods: The Temple of the Watchers and the Discovery of Eden
  • David Michael Rohl – Legend: The Genesis of Civilization
  • Eric H. Cline – From Eden to Exile: Unraveling Mysteries of the Bible
  • Antoine Faivre – The Eternal Hermes
  • Henrik Svensmark – The Chilling Stars: A Cosmic view of Climate Change

Los mitos de hoy, ¿responden a realidades de la Antigüedad?

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.