En los últimos años hemos visto un recrudecimiento del nacionalismo, la xenofobia y con ello el racismo y la discriminación. Esto podría agudizarse en un futuro de la mano de problemas económicos y de estrategias políticas que buscan encontrar culpables y tejer una gran narrativa. Asimismo, en momentos airados en las redes sociales, bajo la cortina de la distancia mediática, muestras de odio y animadversión anegan las discusiones vaporosas que caracterizan a estas plataformas. El odio y su emoción relacionada, el enojo, se expanden como un virus.
No se necesita ser un santo para saber que el odio es una emoción negativa que conduce a todo tipo de problemas y que, si se vuelve crónico, puede amargar y destruir la vida de una persona. Son pocas las personas que de alguna manera u otra, si es que son capaces de reconocer su odio, no desean erradicarlo. Pero obviamente esto es más fácil de decir que de hacer. Y por supuesto, muchas personas están tan enceguecidas por su odio, que no se dan cuenta que su vida es motivada por éste.
El odio es una de las emociones negativas más comunes y seguramente hay muchas formas de odio y muchas causas, por lo cual no se puede encontrar una receta única para entenderlo y erradicarlo, Sin embargo, esto no significa que no existan patrones en comunes y que la investigación del odio en general y, sobre todo, del odio particular que el individuo vive, no sean terrenos fructíferos.
El filósofo Alfred North Whitehead, una de las grandes mentes del siglo XX, escribió: «El odio emerge cuando la inteligencia limitada percibe antagonismo sin reconocimiento de sus propias limitantes». La frase de Whitehead es dura, pues habla de que el odio es de entrada una forma de ignorancia e incluso de estupidez (quizá sería mejor decir «confusión»). Este estado surge cuando se percibe algo antagónico, es decir, algo que se opone a nosotros y no somos capaces de percibir nuestras propias limitaciones, ya sean de nuestra propia inteligencia o por el sólo hecho de ser humanos y por lo tanto ser seres limitados, finitos no-omnipotentes. En suma, el odio surge, según Whitehead, de una falta de autoconocimiento y una ausencia de introspección, de no reconocer algo que está dentro de nosotros (la limitación de nuestra inteligencia).
Aunque Whitehead no dice esto, podemos elaborar sobre su idea y decir que, de alguna manera, lo que vemos en el otro que odiamos está en nosotros. Odiamos algo porque tenemos un concepto equivocado de lo que somos nosotros mismos. El odio en muchos casos es una mezcla de ignorancia con arrogancia. Quizá sólo inflame más nuestro odio escuchar que lo que odiamos es resultado de nuestra ignorancia, pero después de reflexionar un poco es fácil ver que el odio es resultado de una percepción errónea de lo que somos. Por ejemplo, una persona que se cree que es parte de una raza o una denominación superior: si en realidad fuera «superior» no tendría razón alguna para odiar a otra persona «inferior» pues difícilmente estaría amenazado por una persona «inferior», y si fuera el caso (aunque esto ya pone en entredicho la noción de «superior»), entonces, si la persona es «superior» tendría que saber que el odio no conduce a una solución y sólo afecta su propia mente y cuerpo. Y, si tenemos una percepción equivocada de lo que somos, entonces, aquello que creemos que nos amenaza, no nos amenaza a nosotros realmente, sólo a esa falsa construcción de lo que somos.
El budismo coincide con Whitehead en entender que el odio tiene como causa la ignorancia, si bien para el budismo, en última instancia todas las emociones negativas tienen como origen la ignorancia. Esta posición no es fácil de sostener para muchas personas actualmente, pues en un mundo posmoderno existe desconfianza ante la noción de que exista algo que podamos llamar universalmente la sabiduría o la verdad. Asimismo, a las personas les cuesta más trabajo entender que sus problemas tienen como causa la ignorancia. ¿Ignorancia de qué y según quién? Y, sin embargo, existe cierta contradicción en esto, pues aunque no creamos en una verdad absoluta, el ser humano por naturaleza cree que existe una verdad individual o ciertas cosas que de saberlas conducen a la felicidad o al bienestar.
Al mismo tiempo, en Occidente y Oriente, vemos que la frase «conócete a ti mismo» es la frase de cabecera en la exploración existencial del individuo. Así que suponemos que conocernos a nosotros mismos es algo fundamental, en gran medida, pues justamente esto nos permite navegar la realidad sin estar sometidos a emociones como el odio. ¿Cuál es el sentido del conocimiento si no nos permite por lo menos tener un mejor control de nuestras emociones y no nos acerca a estados de paz y felicidad?
El budismo no es ingenuo y, aunque sabe que a fin de cuentas la causa y solución de todos los problemas es la misma, la sabiduría, también es consciente de la importancia de diferentes herramientas que se ajustan a las diferentes etapas del individuo. Aunque la meta última es la sabiduría, antes hay que cultivar cosas como la paciencia, la concentración, la disciplina, la generosidad, etc. Una de las formas principales con las que el budismo cultiva estas actitudes más positivas es a través de la meditación, particularmente la meditación que en pali se llama metta, «amor bondadoso». El amor bondadoso, o simplemente la amistad, es considerado el antídoto del odio o aversión. En el Dhammapada se dice: «el odio nunca ha disipado el odio. Sólo el amor disipa el odio: ésta es la ley».
En un principio esto puede parecer ser demasiado simplista: erradicar el odio con su opuesto.¿No es absurdo creer que una persona que odia algo o alguien podrá generar amor bondadoso, si es precisamente lo contrario de lo que siente? La práctica, sin embargo, tiene como premisa el hecho de que el ser humano es solamente una construcción de hábitos y no una esencia inmutable, por lo cual la práctica, aunque en un principio pueda parecer poco poderosa y artificial, con el tiempo puede ir transformando de manera más profunda, desde los conceptos que se tienen, hasta los mismos nudos emocionales que se llegan a hospedar en la profundidad de la mente y a veces incluso del cuerpo.
La base, además, no consta en un principio en meditar sobre la persona o cosa que se odia, sino sobre aquellas personas o cosas que hacen que uno naturalmente sienta algún tipo de bondad o amistad. Si esta emoción es cultivada luego será más fácil extenderla hacia cosas que no son inmediatamente concebidas de manera positiva. La idea consiste en simplemente genera amor bondadoso de manera consistente y sobre esa base navegar el mundo, bajo el entendido de que una persona que ama algo y tiene eso que ama y quiere en la mente, no se dejará poseer tan fácilmente por odio y aversión. Una vez que esto se ha cultivado, la persona puede empezar a meditar directamente sobre el objeto hacia el cual siente odio e intentar producir esa misma sensación de amor bondadoso. En suma, se trata de hacer universal un amor que es un principio solamente individual. Algo similar, por cierto, enseña Platón en El Banquete.
Este sencillo acto de cultivo emocional puede transformar radicalmente a una persona y evidentemente no requiere de ninguna filiación religiosa o demás.
ADDENDA
El maestro de meditación Alan Wallace ha enseñado de manera brillante la base de la meditación del amor bondadoso y otras tres actitudes interrelacionada: la compasión, la ecuanimidad y la alegría simpática. En este enlace puedes encontrar audio y descripción general de la meditación.
https://pijamasurf.com/2020/06/de_donde_viene_el_odio_y_como_erradicarlo/
Nunca confiaría en alguien que pretendiese erradicar una, cualquiera, emoción humana.