¿Alguna vez te has preguntado cuánta Verdad eres capaz de soportar? ¿Alguna vez has reflexionado sobre si te gustaría saberla toda o si prefieres ignorar…?
No podemos elegir. Conscientemente, al menos. Vemos lo que a nuestro Inconsciente le parece que es mejor que veamos. Es el que decide esa capacidad de soporte. Lo cual ya indica lo ciegos que podemos llegar a estar en realidad.
Desconozco el mecanismo que hace que hoy vea una verdad que ayer no veía. Es uno de esos misterios que intuyo que siempre serán un Misterio… Así que no me paro a intentar descubrirlo. Ya no tengo esa necesidad.
De lo que sí tengo el impulso es de proclamar esa verdad de la que he sido consciente. De soltarla al mundo en lugar de quedármela para mi.
¿Por qué? Primero, porque así lo siento. Sin más razón. Y segundo, porque a mi no me gusta vivir una farsa, una mentira. Me gusta la gente honesta, que va de cara, que es directa, que no se calla por miedo a (que no significa ser insensible, inhumana, cruel ni malvada). Y por ese motivo ―porque a mi me gustaría que me plantaran mi mentira en la cara para tener la posibilidad de desmantelarla― yo también ofrezco esa alternativa. Y la grito, sin más.
Lo que cada uno sea capaz de soportar ya no depende de mí. Ni conscientemente de él. Yo sólo comparto lo que he descubierto.
Y, ¿sabes por qué no me quedo muda? Porque no me importa equivocarme. No me importa rectificar. No me importa contradecirme. No me importa tragarme mis palabras. Ni meter la pata. No me importa no saber. No me da miedo el quedar mal. El qué opinarán. El perder mi credibilidad y, con ella, el reconocimiento de los demás. Tampoco lo necesito.
¿Te imaginas que tuviera que callarme por tanta acumulación de miedo? ¿Te imaginas que los 7.000 millones de seres humanos tuvieran miedo a decir su verdad? ¿En quién nos convertiríamos? ¿Quienes seríamos si no fuésemos (de SER) quienes somos de VERDAD?
Y con esto no quiero decir que le sueltes a todo el mundo y constantemente lo que se te pase por la cabeza o por el corazón. Hablo de libertad de expresión. De sentirte libre para expresar lo que sientes. Y con libertad me refiero a la libertad interna, que es la que nos lleva a la Paz real. Esa que sólo uno mismo se puede arrebatar por ese «miedo a». Vivo en el Hoy. En La Verdad de Aquí y Ahora.
Respóndete a esto:
¿Te sientes libre para expresar tu verdad? ¿Hablas tu verdad cuando así lo sientes o decides callarte por «miedo a»? Y lo más importante, ¿te sientes libre para ser quien/como eres?
La verdad requiere de valentía. Tanto para la del decir como para la de Ser. De mucha valentía. Porque la sociedad, con sus creencias, normas y moralidad, ejercen mucha presión.
No es fácil ser uno mismo en un lugar en el que constantemente te acribillan la mente para que seas y sientas de una manera determinada para así poder encajar. Para no ser desplazada ni rechazada ni etiquetada como rara. Pero te aseguro que es mucho más difícil ser una marioneta de esa sociedad. Tu corazón, tu alma, se acaba marchitando de dolor, de vacío y de soledad ante tanto intento de ser «perfecto». De ser como el rebaño. Como lo «normal».
Da igual si esa verdad de hoy, mañana será mentira. Eso no lo sabes. Lo que sí sabes es lo que sientes ahora. Es TU instante el que importa. Y el Instante que está sucediendo en este momento, no el de ese futuro que jamás llegará.
De ése es del que eres RESPONSABLE. De la verdad consciente, no de la que está oculta en un inconsciente al que no puedes acceder.
No puedes ser responsable de lo que no sabes, pero sí lo eres de lo que SÍ sabes. Y hay muchas cosas que sí sabemos pero que nos hacemos ver a nosotros mismos que no sabemos para no responsabilizarnos de ellas. Para no asumirlas y así no tener que tomar decisiones incómodas.
Sí. Yo prefiero una Verdad que me duela a una mentira que me mantenga muerta en vida. De lo que sea capaz de soportar, ya no es cosa «mía». De eso se encarga la Vida.
«Una mentira es una mentira, incluso si todo el mundo la cree.
La verdad es la verdad, aunque nadie la crea»
Libre albedrío
A un nivel muy superficial elegimos. Lo que comemos, las amistades que tenemos, con quién convivimos, con quién nos acostamos, el trabajo, la ropa con la que nos vestimos, el peinado, el color de pelo, las veces que nos duchamos, a quién votamos y si lo hacemos, las veces que practicamos sexo, los cursos que realizamos, las personas a las que seguimos bla bla bla.
Sí, es cierto. Pero para lo IMPORTANTE no somos Libres. No decidimos estar o no enfermos, sentir o no una emoción u otra ni cuándo hacerlo, el enamorarse (ni siquiera de quién), el dejar de hacerlo, los pensamientos que surgen ni su intensidad ni su cantidad ni su calidad bla bla bla.
Puedo elegir entre varios platos, pero no tengo el poder de elegir lo que me gusta. Ese «gusto» me viene dado y cambia cuando se le antoja. Así que es una libertad muy muy relativa la que nos creemos tener. Es tan relativa, tan insignificante, que hasta me da risa decir que «soy libre».
A esa no-libertad es a la que me rindo yo. Son esas cosas que no están en nuestra mano. En la mano del ser humano.
¿Y quién/qué mueve los hilos, entonces? NO LO SÉ.
Y ante ese no lo sé tengo dos opciones:
1. Que mi mente empiece a realizar conjeturas y emprenda una búsqueda de una teoría que la mantenga satisfecha para sentir de este modo que sigue siendo la que controla: la única jefa.
2. Rendirme a mi ignorancia, a mi no saber, a mi limitación como personaje de la película, como ser humano y confiar plenamente en «quien mueve los hilos», aunque no sepa quién/qué es.
En este momento de mi Vida, ELIJO la segunda opción. Elijo no necesitar elegirlo TODO.
Elijo la libertad de aceptar que no soy libre
Quizás ésa sea mi mayor elección. La más importante. La de soltar el control, el conocimiento, la sabiduría y mantenerme al margen.
Soltar la necesidad de saber para simplemente vivir, para sentir lo que suceda, para SER sin cuestionarme nada más. Sin analizar nada más.
El libre albedrío existe para escoger si me pongo una camiseta de color verde o azul. Pero para poco más…
Tenemos muchas limitaciones como Ser Humano. Eso de que somos ilimitados y que podemos lograr todo lo que nos propongamos es una ilusión muy infantil (o una ilimitación muy limitada).
La única cuestión aquí es aceptar hasta dónde llega nuestra libertad.
Y que LO QUE TENGA QUE SER, que sea cuando «quien sea» así lo decida.
Es más, siendo muy honesta, ni siquiera puedo elegir el Aceptar ni el Soltar. También es algo que o se da o no se da.
Insignificante. Muy insignificante esa «nuestra libertad». Lo cual te puede traer mucho malestar (por saber que prácticamente nada depende de ti) o, por el contrario, mucha paz (por el mismo motivo).
Pero bueno, «lo que te puede traer» tampoco lo puedes escoger. Así que, ¿qué más da?
Justo en este Instante que estoy escribiendo, me siento libre por no ser libre. Por liberarme del peso de la libertad (con toda la responsabilidad que conlleva y la culpa que pueda generar).
Qué curioso, ¿no?
Moraleja: No es lo mismo Sentirse libre que SER libre.