Hay una increíble espontaneidad en el centro de toda nuestra experiencia que a menudo no notamos. Cuando prestamos profunda atención ―el corazón de la práctica contemplativa espiritual real es prestar atención― nuestros pensamientos parecen aparecer, incluso los pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos, así como sobre otros seres y el mundo.
No tenemos consciencia de cómo estamos latiendo nuestro corazón o exactamente cómo estamos respirando. No tenemos que recordar el digerir bien nuestra comida. Todo eso está programado en nuestra biología, y está sucediendo sin que lo sepamos conscientemente. Lo que sabemos es lo que rompe la barrera entre lo inconsciente y lo consciente. Tan pronto como algo del inconsciente rompe la barrera, de repente somos conscientes de ello ― reconocemos el pensamiento.
Todo parece suceder simplemente, pero no es tan casual como eso. Hay una increíble complejidad e inteligencia operando debajo de todo. Vamos a llamarlo la totalidad por el momento ― lo esencial, nuestra esencia, la esencia de este momento. Las experiencias conscientes son la punta del iceberg, la parte de la totalidad que ahora está rompiendo esa barrera de la inconsciencia y volviéndose consciente. Así que ahora, la totalidad está ahí. Está funcionando. Somos conscientes de cualquier parte de la totalidad que se haya vuelto consciente. Una parte muy importante de la espiritualidad es ampliar ese dominio de lo que somos conscientes, de lo que realmente somos conscientes.
Hay una especie de realización, un cambio de identificación, donde experimentamos nuestro yo como la totalidad. Experimentamos que nuestro yo es el origen mismo, y sin embargo eso no significa que de repente seamos conscientes de las interconexiones infinitas que hacen realidad incluso un momento de experiencia. Esas interconexiones son demasiado vastas. Aparentemente son infinitas en un mundo donde todo está conectado con todo lo demás. Todo es parte de lo que está creando cada segundo momento. Ninguna mente podría rastrear todas esas interrelaciones que ocurren simultáneamente. Entonces, incluso cuando nos sentimos como la totalidad en nuestra esencia, todavía nos sorprende la absoluta y asombrosa espontaneidad de esa totalidad.
Aunque parezca bastante paradójico, cualquier movimiento es en realidad el movimiento de la quietud. La quietud produce el movimiento, el movimiento ocurre dentro de la quietud, y luego el movimiento se resuelve en la quietud. De manera similar, las palabras que estoy diciendo son el origen y además la totalidad de la consciencia. Vienen de esa consciencia. Son una expresión de esa consciencia.
Muchas grandes enseñanzas espirituales y realizadores han hablado sobre cómo, en nuestra esencia, lo desconocido es una forma de tratar de articular la experiencia de la totalidad. Incluso la totalidad no está rastreando cada interconexión a cada instante. Está siendo todo eso. Es ser Eso.
La función sagrada potencial de una enseñanza es evocar algo que vive en ti, algo más allá de la enseñanza, algo más allá del maestro, algo que es una parte viva de ti, una parte hermosa de ti, una parte de nosotros. Comenzamos a traer una mayor consciencia a cualquier momento, tal vez a cada momento. Notamos una similitud con todo lo que evoca lo sagrado ―ya sea una enseñanza espiritual o una gran obra de arte, música o un paseo por la naturaleza― que es artístico más allá de la imaginación. El mundo natural es la mejor obra de arte que jamás veremos o en la que participaremos, donde literalmente caminamos, vivimos y respiramos en una expresión de ser inimaginablemente creativa.
El elemento que lo ilumina todo, que lo abre todo, es nuestra consciencia. Nos permite tener los ojos para ver la divinidad de todo, incluso en medio de todo lo que es la vida, incluida la tragedia, la dificultad y todas las partes negativas. No necesitamos negar ningún aspecto de la existencia para encontrar esta divinidad.
Nuestra consciencia, nuestra conciencia, tiene la capacidad de ver más allá de la superficie de las cosas. No es una idea abstracta como un globo ocular cósmico que lo esté mirando todo. Sino que, de repente, todo nuestro cuerpo-mente es parte del funcionamiento de la consciencia. No solo vemos nuestro entorno; en realidad también lo percibimos. Lo sentimos
Todo nuestro cuerpo-mente es en realidad una especie de órgano sensorial del infinito, de la verdadera naturaleza. Es cierto que la mayoría de las personas no lo utilizan de esa manera, porque se necesita mucha atención y sensibilidad para comenzar a hacerlo. Pero, no obstante, esta consciencia cuerpo-mente es una forma en que la vida o el cosmos se experimentan a sí mismos, y eso es extraordinario. Sin un cuerpo, mente o consciencia que se experimente a sí mismo, el universo no tendría absolutamente ninguna experiencia de sí mismo. En cierto sentido, no existiría si no tuviera experiencia alguna.
En las enseñanzas espirituales, se nos alienta a despertar de estos cuerpos y mentes, para romper nuestra identificación con ellos, lo cual es extremadamente útil e incluso necesario si queremos tener la comprensión más profunda de nuestra verdadera naturaleza y, sin embargo, lo que estamos haciendo esencialmente es romper la identificación restringida con ellos. Eso no tiene nada que ver con la utilidad de este increíble mecanismo orgánico del cuerpo, el cuerpo físico, el cuerpo sutil. Esto es algo de un valor extraordinario, porque a través de este estamos teniendo nuestra experiencia de la vida. Así es como la vida se está experimentando a sí misma.