Nos gusta pensar que el cerebro es un órgano infalible, lógico y racional en el que podemos confiar. Sin embargo, a este no le interesa tanto la verdad como la supervivencia.
Nos gusta pensar que el cerebro es un órgano infalible, que es lógico y preciso, que podemos recurrir a él para realizar los mejores juicios y tomar las mejores decisiones. Pero, ¿y si te dijera que el cerebro no busca la verdad? ¿Sabías que en la mayoría de las situaciones utiliza trucos, sesgos y engaños para mantenernos en la comodidad de lo conocido?
En efecto, al cerebro únicamente le preocupa sobrevivir y por ese camino nos guía, con independencia de qué es lo más justo o lo más veraz. Esto es en muchas ocasiones positivo, y en otras no tanto. La buena noticia es que, con frecuencia, ser conscientes de su inclinación nos ayuda a aprovecharlas a nuestro favor. Veamos cómo.
El cerebro no busca la verdad
Hay numerosas situaciones cotidianas en las que podemos comprobar fácilmente que el cerebro no busca la verdad. Este realiza cambios y ajustes a la información que poseemos y percibimos, engrandece algunos aspectos y omite otros; todo ello con el objetivo de simplificarnos la realidad y ahorrar esfuerzos.
Prejuicios
Uno de los ejemplos más claros es el que tiene lugar cuando conocemos a alguien por primera vez. Sin quererlo y sin ser del todo conscientes, nos formamos una primera impresión sesgada acerca de esa persona que condiciona nuestro modo de relacionarnos con ella.
Asumimos, por su aspecto, por su procedencia o por los pocos datos que tenemos que es de un modo determinado. Le atribuimos unas cualidades que no sabemos si posee, y lo hacemos en base a prejuicios y estereotipos.
Ideologías
Lo mismo ocurre con nuestras creencias e ideologías básicas. Tendemos a mantenerlas a toda costa, y para ello filtramos la información que recibimos. Es decir, buscamos aquella que reafirma lo que ya creemos cierto e ignoramos aquellos datos u opiniones que lo contradicen. De forma más o menos consciente, tratamos de preservar nuestras ideas y la convicción de que son ciertas.
Relaciones con los otros y con nosotros mismos
¿Qué sucede cuando personas externas nos alertan de que algo anda mal en nuestra relación sentimental? ¿Qué ocurre cuando nos llaman la atención sobre ciertas características o actitudes negativas de nuestra pareja? Nos blindamos, no escuchamos, no buscamos la verdad. Minimizamos esos datos, obviamos esos comentarios y ensalzamos los aspectos positivos de nuestro vínculo afectivo.
Lo más serio es que este fenómeno nos afecta de igual manera a nosotros mismos. Si desde siempre te has visto como una persona tímida, rencorosa, infeliz o poco creativa, no dudes que tu cerebro trabajará para que estas creencias sigan siendo ciertas. De este modo, tú mismo boicotearás desde tu interior todo intento de avance, cambio o mejora.
Tal vez no sea cierto que eres alguien rencoroso o que debas serlo para siempre; sin embargo, a tu cerebro no le importa la verdad, le importa mantenerse en la comodidad de lo que siempre has creído y seguir creyéndolo.
Si el cerebro no busca la verdad, ¿qué podemos hacer?
En primer lugar, nuestra tarea principal es tomar conciencia de que esto ocurre. El cerebro reptiliano y emocional tiene una influencia en nuestras decisiones mayor de lo que nos gustaría pensar. Las emociones y la necesidad de supervivencia nos manejan, opacando muchas veces nuestro juicio lógico y crítico. Así, al conocer este hecho y tenerlo en cuenta, podremos ser más prudentes.
Al conocer a alguien y percibir que lo estamos prejuzgando, actuemos de forma consciente para darle una oportunidad de mostrar cómo es realmente. Al escuchar una información contraria a nuestras creencias, tratemos de abrirnos a ella y decidir entonces qué nos parece. Cuando alguien nos haga un apunte sobre nuestra relación que no nos agrada, reflexionemos al respecto en lugar de cerrarnos a esa realidad.
Pero, sobre todo, tengamos cuidado al pensar sobre nosotros mismos. Recuerda que tu cerebro no es infalible, no está en posesión de la verdad porque tampoco la busca. Se limita a reproducir lo que le resulta familiar porque lo ha automatizado y esto ahorra esfuerzos.
Entonces, reflexiona sobre las etiquetas que te has impuesto y trabaja para modificarlas. Una vez convenzas a tu cerebro de esta nueva versión, luchará por mantenerla como hizo con la anterior. Conviértelo en tu aliado para sostener la creencia de que eres alguien válido, capaz, sociable y feliz.
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