¿Qué es el efecto del falso consenso? ¿Para qué sirve y por qué lo manifestamos? ¿Qué relación tiene con la autoestima? ¡Te lo revelamos aquí!
Gracias a la psicología social, hoy conocemos múltiples efectos y fenómenos muy curiosos y que tienen que ver con la manera que tenemos de pensar, relacionarnos y vivir en sociedad. Uno de estos fenómenos es el efecto del falso consenso. ¿Crees que somos conscientes de la heterogeneidad de nuestras opiniones? ¿Y de que todos tenemos una opinión muy propia? ¿Quizás ocurre justamente lo contrario?
De esto trata el efecto del falso consenso que explicaremos a lo largo de este artículo. Conoceremos en qué consiste, qué revela sobre nosotros y nuestra autoestima, por qué sucede y qué funciones puede tener. Además, también mencionaremos investigaciones interesantes que se han hecho en relación a este efecto.
El efecto del falso consenso: ¿qué es y por qué ocurre?
Según la psicología cognitiva, el efecto del falso consenso es la tendencia a suponer que los otros piensan y actúan como nosotros en mayor grado de lo que, de hecho, ocurre. En otras palabras, a través de este efecto, pensamos que nuestra manera de pensar o actuar es más popular de lo que en realidad es. Es decir, que sobreestimamos el grado de acuerdo que los demás tienen, en relación a nosotros, en opiniones, ideas o comportamientos.
¿Por qué aparece el efecto del falso consenso? ¿Qué función tiene? El hecho de que las personas queremos sentirnos apoyadas en relación a cómo nos comportamos o a cómo pensamos es una realidad. Por esta razón, entre otras, aparece el efecto del falso consenso.
Además, pensar que los demás opinan como nosotros aumenta nuestra autoconfianza. En pocas palabras: todos queremos pensar que nuestras conductas son “normales”, es decir, que no se alejan de la norma, a fin de no sentirnos extraños o culpables por algo que hacemos o pensamos.
Mantener la autoestima
Existen diferentes hipótesis que intentan explicar este efecto; una de ellas plantea que el hecho de pasar tiempo con personas que piensan de forma similar a nosotros podría reforzar la idea equivocada de que la mayoría de los demás piensan igual que nosotros.
Otras hipótesis aluden a la construcción y el mantenimiento de la autoestima como causa de dicho fenómeno. Al fin y al cabo, pensar que los demás opinan igual que nosotros nos puede hacer sentir más “normales”, más “aceptados” o más “equilibrados”, en cierta manera.
“Dedícate a sentirte bien contigo mismo, es con quien pasarás el resto de tu vida”.
-Anónimo-
Potenciar la autoconfianza
Por otro lado, hay hipótesis que plantean el efecto del falso consenso como un mecanismo de defensa (que comentaremos con más detalle en el siguiente apartado); según estas teorías, el efecto surgiría de forma espontánea y automática, y buscaría proteger nuestra autoconfianza.
En general, nos gusta sentir que estamos “en lo cierto” y que no nos equivocamos; para ello, buscamos apoyos externos, aunque éstos estén sobreestimados.
Mantener el equilibrio emocional
Finalmente, el efecto del falso consenso también se explicaría como un mecanismo que nos permite mantener el equilibrio emocional; además, estar con personas que opinan igual que nosotros (o que creemos que lo hacen, en mayor medida de lo que en realidad es), reforzaría nuestras relaciones sociales en los grupos entre iguales.
Al final, todo tiene que ver con lo mismo: sentirnos aceptados, elevar la autoestima y potenciar ese equilibrio interno que buscamos de manera constante.
“La vida es como montar en bicicleta; para mantener el equilibrio debes seguir moviéndote”.
-Albert Einstein-
¿Un mecanismo de defensa?
Sigmund Freud, neurólogo austríaco considerado padre del psicoanálisis, planteó a principios del siglo pasado algunas hipótesis que podrían explicar el por qué tendemos a encontrar un apoyo sobreestimado e irrealista en los demás en todo aquello que hacemos.
Según él, el efecto del falso consenso sería un mecanismo de defensa. Freud lo bautizó con el nombre de proyección; la proyección implica atribuir a los demás (para bien o para mal), ideas y sentimientos propios. Esta hipótesis, como hemos comentado anteriormente, sería mantenida por algunos expertos en psicología social.
¿Cómo mantenemos el efecto del falso consenso?
La falta de información en relación al apoyo real de las propias opiniones, puede contribuir al mantenimiento del efecto del falso consenso. Es decir, si no sabemos quién nos apoya realmente o quién piensa igual que nosotros, podemos tender a “inventarlo” para compensar, a través de este efecto.
Por otro lado, el efecto del falso consenso se mantiene porque las personas tendemos a buscar opiniones que sigan nuestra misma línea y a ignorar o despreciar las que se alejen de nuestras ideas o las que nos llevarían a conocer realmente cuánta gente nos apoya.
En esto último consiste el razonamiento motivado, un sesgo a través del cual nuestros deseos, motivaciones y creencias inconscientes influyen en la manera a través de la cual interpretamos la realidad.
¿Es patológico?
Este fenómeno forma parte de un pensamiento social común. Esto no quiere decir que no pueda ocasionarnos ciertos problemas, sobre todo, cuando tendemos a pensar que todo, absolutamente todo lo que hacemos o pensamos, lo piensan todas las personas. Entonces la alteración de la percepción de la realidad sería mucho más grande.
Curiosamente, es muy probable que la ausencia de este sesgo sea lo realmente patológico (aunque en diferentes grados). En esta línea, el grupo de Tabachnik descubrió, en el año 1983, que existen personas que no presentan este sesgo; dichas personas sentirían incluso que nadie las apoya y que sus ideas se alejan completamente de la “normalidad”.
Más concretamente, Tabachnik y sus colegas, en el estudio, encontraron que las personas con depresión podían presentar un sesgo totalmente opuesto y que implicaría la ausencia del efecto del falso consenso.
Investigación del fenómeno
Años después de que Freud hablara del efecto del falso consenso como mecanismo de proyección, en la década de los 70, dicho efecto empezó a investigarse y precisarse. Fueron los investigadores Lee Ross, David Greene y Pamela House quienes, en 1977, realizaron un estudio en el que pidieron a estudiantes universitarios que contestaran a dos preguntas.
La primera pregunta era: ¿aceptarías llevar un cartel colgado donde ponga “arrepentíos” y caminar con él por el campus? Algunos de los estudiantes aceptaron el reto y otros no. Después de esta primera parte del experimento, se les pidió que estimaran el porcentaje de personas que pensaban que habían contestado lo mismo que ellas.
Los resultados fueron los siguientes: todos los estudiantes, con independencia de que hubieran aceptado o no llevar el cartel, sobrestimaron el porcentaje de personas que habrían elegido la misma opción que ellas. Más concretamente, los estudiantes que aceptaron llevar el cartel, de media opinaron que un 60 % de los demás estudiantes también aceptaría llevarlo. En cuanto al grupo de estudiantes que no aceptó llevar el cartel, éstos opinaron que tan solo un 27% de los estudiantes aceptaría llevarlo.
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