Guo Gu recibió la transmisión del Maestro Chan Sheng Yen en 1995. Trabajó como su asistente y traductor hasta la muerte de su maestro en 2009.
La iluminación silenciosa es una práctica budista que se remonta no sólo a Huineng (638-713), el sexto patriarca de Chan y otros maestros chinos, sino también a las primeras enseñanzas del Buda. En la tradición Chan, la iluminación silenciosa se conoce como mozhao, de los caracteres chinos mo (silencioso) y zhao (iluminación). Es un término que fue utilizado por primera vez por un crítico de la práctica, Dahui Zonggao (1089 -1163), un defensor del método de «observar la frase decisiva» (huatou en chino, wato en japonés). A Hongzhi Zhengjue (1091-1157), el maestro chino más frecuentemente asociado con la práctica de la iluminación silenciosa, le gustó el término y lo adoptó.
En Occidente, la iluminación silenciosa generalmente se presenta a través del prisma de la práctica de Soto Zen como shikantaza, un término acuñado por Dogen Zenji para describir la encarnación del despertar. Sin embargo, shikantaza no es una categoría distinta de práctica, y si bien es parte de la iluminación silenciosa, no puede abarcarla.
La iluminación silenciosa es la práctica simultánea de calma y claridad, o quietud y luminosidad. Es similar a la práctica de shamatha y vipashyana, siempre que no consideremos estas secuenciales entre sí, primero practicando shamatha y luego practicando vipashyana. En el silencio hay iluminación; en la quietud, la claridad está siempre presente.
Ya estamos iluminados
La tradición Chan no suele hacer mención de pasos o etapas. Su enseñanza central es que estamos intrínsecamente despiertos; nuestra mente está originalmente libre de fijaciones y preocupaciones, y su naturaleza no tiene divisiones ni etapas. Esta es la base de la visión Chan de la iluminación súbita. Si la naturaleza de nuestra mente no fuera ya libre, eso implicaría que podríamos iluminarnos solo después de practicar, lo cual no es cierto. Si es posible obtener la iluminación, entonces es posible perderla también.
Considera una habitación, que es naturalmente espaciosa. El cómo organizamos los muebles en la habitación no afectará su amplitud intrínseca. Podemos levantar muros para dividir la habitación, pero son temporales. Y, tanto si dejamos la habitación limpia, como desordenada y sucia, no afectará a su amplitud natural. La mente también es intrínsecamente espaciosa. Aunque podemos quedar atrapados en nuestros deseos y aversiones, nuestra verdadera naturaleza no se ve afectada por esas aflicciones. Somos intrínsecamente libres.
En la tradición Chan, por lo tanto, la práctica no trata de producir iluminación. Tal vez te preguntes: «¿Entonces qué estoy haciendo aquí, practicando?» Porque la práctica sí ayuda a limpiar los «muebles» en la «habitación». Al no apegarte a tus pensamientos, eliminas los muebles, por así decir. Y una vez que tu mente está limpia, en lugar de fijarte en las sillas, mesas, etc., ves su amplitud. Entonces puedes dejar que los muebles se muevan o reorganicen a tu gusto, no para ti, sino para el beneficio de los que comparten la habitación.
Las enseñanzas del Maestro Sheng Yen
La mejor manera de practicar la iluminación silenciosa es sentarse sin depender de tus ojos, oídos, nariz, lengua, cuerpo o mente. Te sientas sin establecerte en ninguna parte, sin fabricar nada y sin caer aletargado. No entras en una absorción meditativa ni das lugar a pensamientos dispersos. En este mismo momento, la mente simplemente es ―despierta y tranquila, clara y sin engaños. Sin embargo, para muchos practicantes, tal estándar puede resultar demasiado alto.
Mi maestro, el Maestro Sheng Yen, introdujo por primera vez esta forma de practicar la iluminación silenciosa en la década de 1970. A sus estudiantes les gustó mucho el método, pero nadie fue capaz de practicarlo, simplemente no podían manejarlo, por lo que el método cayó en la oscuridad. A principios de la década de 1990, a través de prueba y error, Sheng Yen comenzó a dividir la práctica en etapas. Pasó una década enseñando y explorando la iluminación silenciosa con sus alumnos durante retiros intensivos de siete y diez días tanto en Occidente como en Taiwán. Traduje muchas de las enseñanzas de Hongzhi sobre la iluminación silenciosa para acompañar los comentarios de Sheng Yen, que ahora se publican en varios libros. La última y más representativa de sus enseñanzas sobre iluminación silenciosa, El Método sin Método: La Práctica Chan de la Iluminación Silenciosa, se publicó en 2008. El Maestro Sheng Yen murió poco después, en febrero de 2009.
Como monje asistente personal del Maestro Sheng Yen, fui uno de sus primeros alumnos en comenzar a seguir su método de iluminación silenciosa como mi principal práctica. A menudo me usaba como conejillo de indias: le informaba sobre cualquier estado o experiencia que estaba pasando a medida que profundizaba en la práctica. Practiqué iluminación silenciosa bajo su dirección durante aproximadamente dieciséis años, hasta que comencé a usar el método huatou o gong’an (koan en japonés).
Las etapas de iluminación silenciosa según lo enseñado por Sheng Yen no están grabadas en piedra. Son un medio para un fin y orientaciones. Es importante tener un maestro que te guíe, ya que cada individuo tendrá una respuesta diferente a este método, creciendo de acuerdo con su propia capacidad espiritual y disposición kármica.
Tres etapas de la iluminación silenciosa
La práctica de la iluminación silenciosa enseñada por el Maestro Sheng Yen se puede dividir en tres etapas: mente concentrada, mente unificada y no-mente. Dentro de cada etapa hay profundidades infinitas. No se necesita pasar por todas las etapas, ni necesariamente son secuenciales.
Mente concentrada
La primera etapa de la práctica es aprender a sentarse de manera natural, sin tratar de lograr esto o deshacerse de aquello. Simplemente, en tal momento, sentarse con claridad y simplicidad. En chino, esto se llama zhiguan dazuo, que significa «simplemente estar sentado».
Simplemente sentarse es ser consciente de que estás sentado. Cuando estás sentado, ¿puedes sentir la presencia de todo tu cuerpo ―su postura, peso y otras sensaciones? «Sólo sentarse» significa, al menos, que sabes claramente que todo el cuerpo está allí. No significa preocuparse por ninguna parte particular del cuerpo, solo las piernas, los brazos o la postura, o sentir cada sensación del cuerpo. La idea es estar al tanto de la totalidad general de tu experiencia de estar sentado. El cuerpo está sentado; tú lo sabes. Esto significa que tu mente también está sentada. Entonces el cuerpo y la mente están juntos mientras estás sentado. Si no sabes que estás sentado, entonces no estás siguiendo el método.
Este método es sutil; no es como contar respiraciones del uno al diez, lo cual es muy concreto. Pero eso no significa que no haya nada que hacer. Definitivamente hay algo que hacer: ¡Siéntate!
Este método no implica contemplar, observar pensamientos o escanear continuamente el cuerpo. En cambio, implica preocuparse por el acto de sentarse, permanecer con esa realidad de un momento a otro. Cuando prestas atención al sentarte, tu cuerpo y tu mente están naturalmente juntos. No miras el cuerpo, tampoco lo imaginas, como si estuvieras mirando desde afuera, lo que sería una especie de construcción mental.
Cuando practicas de forma decidida e intensa, sin espacios, durante media hora, tu cuerpo puede empaparse de sudor. Pero esta forma tradicional y tensa de practicar el método no es adecuada para la mayoría de los practicantes actuales porque muchos ya están estresados en la vida diaria. (Otra limitación de este modo de tensión es que no se puede mantener durante un largo período de tiempo, de media hora a una hora como máximo). Por lo tanto, generalmente es recomendable practicar el método de una manera relajada, sin dejar de ser plenamente consciente de que estás sentado.
Conocer y aprender a relajar el cuerpo puede liberarte de tendencias recurrentes y emociones negativas. Puedes notar que cuando surgen pensamientos vagabundos, algunas partes de tu cuerpo se tensan. Lo mismo vale para las emociones profundamente arraigadas, que se alojan en lugares particulares del cuerpo. A menudo, las personas viven sus vidas de tal manera que sus cuerpos y mentes está divididos; hacen una cosa con su cuerpo mientras su mente está en otra parte. Practicar esta primera etapa ayuda al cuerpo y a la mente a estar más unificados.
Cuando estás despierto y despejado en cada momento y no quedas atrapado en pensamientos errantes, estos desaparecen inevitablemente. Se calman porque tu mente discriminatoria, que está unida al propio apego, se atenúa. Tu mente discriminatoria se atenúa porque eres consciente de la totalidad del cuerpo mientras estás sentado. Sin pensamientos vagabundos, no te aferras a esto ni a aquello, ni te atraen ni rechazas sensaciones concretas. La concentración desarrollada en la primera etapa de la iluminación silenciosa no es un enfoque de la mente en un solo punto, sino una presencia abierta, natural y clara. Es concentración acompañada de sabiduría.
Mente unificada
Cuando tu mente discriminativa se atenúa, tu sentido estrecho del «yo» también disminuye. Tu campo de conciencia, que al principio es la totalidad del cuerpo, naturalmente se abre para incluir el entorno externo. Dentro y fuera se convierten en uno. Al principio, puedes notar todavía que un sonido proviene de una dirección determinada o que tu mente sigue distintos fenómenos del entorno, como alguien que se mueve. Pero a medida que continúas, estas distinciones se desvanecen. Eres consciente de los eventos que te rodean, pero no dejan rastros. Ya no sientes que el entorno está allá fuera y tú aquí dentro. El entorno no plantea oposición ni carga. Simplemente es. Si estás sentado, entonces el entorno eres tú, sentado. Si ya no estás sentado y estás caminando, sigues siendo el entorno, en todas tus acciones. Esta experiencia, la segunda etapa de la iluminación silenciosa, se llama la unidad del yo y los demás.
¿Todavía puedes escuchar sonidos? Sí. ¿Puedes levantarte para tomar un trago de agua u orinar? Por supuesto. ¿Hay actividad mental? Sí. Tienes pensamientos cuando los necesitas para responder al mundo, pero no son autorreferenciales. La compasión surge naturalmente cuando es necesaria; no tiene nada que ver con la emoción. Hay una intimidad con todo lo que le rodea que está más allá de las palabras y las descripciones. Cuando orinas, el cuerpo, la orina y el inodoro no están separados. De hecho, ¡mantienen un diálogo maravilloso!
En esta etapa, ves claramente lo que se necesita hacer. Ves cómo responder, pero sin ningún punto de referencia u oposición. Si escuchas un pájaro, eres un pájaro. Cuando interactúas con una persona, tu mente no se agita. Ves las cosas como una sola; son parte de ti y tú eres parte de ellas. No se trata de pensar: «¡Son parte de mí y soy realmente grande! ¡Incluyo al mundo entero!» Tampoco disolverte en el ambiente exterior, sin saber más quién eres. Es sólo que el sentido de autorreferencia ha disminuido y la carga de las aflicciones normales se ha desvanecido temporalmente.
Hay estados progresivamente más profundos en esta segunda etapa. Cuando entras en un estado en el que el entorno eres tú sentado, el entorno puede volverse infinito e ilimitado, lo que genera un estado de unidad con el universo. El mundo entero es tu cuerpo sentado allí. El tiempo pasa rápido y el espacio no tiene límites. No estás atrapado en los detalles del entorno. Simplemente hay apertura de mente, claridad y un sentido de infinitud. Esto aún no es la realización del no-yo; es la experiencia del gran yo.
En este punto, pueden ocurrir tres experiencias más sutiles, todas relacionadas con el sentido del gran yo. La primera es luz infinita. La luz eres tú y experimentas un sentido de unidad, infinitud y claridad.
La segunda experiencia es sonido infinito. Este no es el sonido de coches, perros o algo similar. Tampoco es como la música o cualquier otra cosa que hayas oído alguna vez. Es un sonido primordial y elemental que es uno con la experiencia de la inmensidad. Es armonioso en todo lugar, sin referencia o atribución.
La tercera experiencia es la vacuidad. Pero este no es el vacío de la naturaleza propia o del no-yo que constituiría la iluminación. Es un espacioso vacío en el que no hay más que la inmensidad pura del espacio. Aunque no experimentas un sentido del yo, todavía existe una forma sutil de uno mismo y del objeto.
Estos estados progresivamente más profundos están todos relacionados con los estados de samadhi. Cuando salgas de ellos, debes tratar de no pensar más en ellos porque son bastante tentadores. Debes decirte: «Este estado es ordinario; no es eso». De lo contrario, se generará otra forma de apego.
Puedes estar en la fase inicial de la segunda etapa de iluminación silenciosa durante unos minutos o unos meses. Durante ese tiempo, nada te obstruye: cuando estás sentado, sientes que el entorno eres tú, sentado; cuando estás caminando, te sientes conectado con el entorno. En la última fase de la segunda etapa, incluso puedes pensar que estás iluminado dado los niveles tan profundos de la unidad. Los practicantes a veces piensan que de repente se han vuelto más inteligentes o que han entendido todas las escrituras.
Todos estos estados de claridad son maravillosos; te dan una fuerte convicción en la utilidad de buddhadharma y la posibilidad de un estado libre de aflicciones. Sin embargo, todavía no representan la claridad de la tercera etapa: la realización de la iluminación silenciosa. Apégate a cualquiera de estos estados y estarás más lejos de ellos. Todos ellos deben ser abandonados.
No-yo, No-mente
La claridad de la segunda etapa es como mirar a través de una ventana inmaculada. Puedes ver a su través muy bien, casi como si la ventana no estuviera allí, pero está allí. En la segunda etapa, el yo yace inactivo, pero está sutilmente aferrado a sí mismo. En otras palabras, ver a través de una ventana, incluso una muy limpia, no es lo mismo que ver sin ninguna ventana. Ver sin ventana es una forma de describir el estado de iluminación, que es la tercera etapa. En total claridad, la mente no se mueve. ¿Por qué? Porque no hay una mente autorreferencial.
La tercera etapa de la iluminación silenciosa es la realización de la calma y el despertar, la quietud y la conciencia, samadhi y prajna, todas diferentes formas de describir el estado natural de la mente. Experimentarlo por primera vez es como dejar caer repentinamente una tonelada de tus hombros: las pesadas cargas del apego al yo, las aflicciones y los hábitos. Antes de eso, es posible que no sepa exactamente qué es el apego al yo o las aflicciones. Pero una vez que estás libre de ellos, los reconoces claramente.
El apego a sí mismo, las aflicciones y las tendencias habituales son profundas. Por lo tanto, los practicantes deben trabajar duro para experimentar la iluminación una y otra vez hasta que simplemente puedan descansar en el estado natural de la mente. La clave es practicar diligentemente pero no buscar resultados.
Al practicar de esta manera, nuestra vida gradualmente se integra por completo con la sabiduría y la compasión, e incluso los rastros de «iluminación» desaparecen. Somos capaces de ofrecernos a todos, como un faro, ayudando a todos los que se cruzan en nuestro camino, respondiendo a sus necesidades sin artimañas. Esta es la perfección de la iluminación silenciosa.
Podrías decir: «He estado practicando durante diez años, ¿exactamente cuándo me va a pasar esto?». La diferencia entre engaño e iluminación está a solo un momento de distancia. En un instante, puedes liberarte de las construcciones de tu identidad y ver a través del velo de tus fabricaciones.
Recuerda que la práctica es mucho más que seguir un método en particular o atravesar etapas en un camino. La práctica es la vida y todos sus «muebles». La práctica nos ayuda a ver la habitación y no apegarnos a los muebles. La iluminación no es algo especial: es la libertad natural de este momento, aquí y ahora, no manchada por nuestras invenciones.
https://www.nodualidad.info/articulos/ya-estas-iluminado.html