Miguel Bosé parece empeñado en regresar al centro de la atención mediática española. Primero al albur del coronavirus y sus múltiples teorías de la conspiración, y ahora bajo el paragüas de un asunto más serio: la custodia de sus cuatro hijos. Lo que en condiciones normales no pasaría de affair privado objeto del interés de la prensa rosa, se ha convertido en un juicio crítico en materia de nuevas realidades familiares. De su resolución se extraerá una jurisprudencia quizá crítica.
Empecemos por el principio.
La relación. La historia comienza hace más de un cuarto de siglo, cuando Miguel Bosé entabla una relación afectiva con Nacho Palau, escultor valenciano. El romance les vincula durante 26 años, siempre en secreto y a espaldas de los medios de comunicación. Durante ese periodo tienen cuatro hijos, todos ellos mediante vientres de alquiler, una técnica hoy sin recorrido legal en España. Dos de ellos son vástagos biológicos de Bosé; mientras que los otros dos lo son de Palau.
En 2018 la pareja anuncia su ruptura. Y el comienzo de un largo pleito por la custodia de los pequeños.
La legalidad. Un enfrentamiento que les ha llevado esta semana al juzgado de Primera Instancia número 4 de Pozuelo de Alarcón. Bosé y Palau defienden cosas distintas. El cantante sólo reconoce la paternidad de sus dos hijos biológicos, aquellos que fecundó mediante gestación subrogada; mientras que su ex-pareja argumenta que ambos son padres de los cuatro pequeños, al margen de la filiación biológica. Es el elemento de discordia sobre el que tendrá que resolver el juez.
Porqués. Las implicaciones para los pequeños son importantes. Bosé vive en México y cuenta con un nivel de vida elevado. Palau vive en Valencia y sus emolumentos son más modestos. Los cuatro niños viven separados desde la ruptura y sólo se ven durante las vacaciones. El artista valenciano considera que tal disparidad representa no sólo una fuente de estrés emocional para los pequeños, sino también un agravio comparativo. ¿Por qué sólo dos de ellos pueden acceder al nivel de vida que les proporciona Bosé?
La defensa de Palau, pues, es la reunificación de los hermanos, que han vivido sus nueve primeros años de vida como tal.
Posibilidades. Al parecer, Bosé ha ofrecido a Palau una vivienda y un trabajo en México, dando cobijo a los cuatro hermanos. Pero con una condición: negando la «filiación» de todos ellos. Según relata este reportaje de El País, los motivos de Bosé son prosaicos. No desea que su ex-pareja pueda tener margen de decisión sobre el futuro de sus dos hijos biológicos, por lo que reniega de la paternidad de los otros dos. Palau quiere normalizar la situación: son dos padres de cuatro hijos; y no dos padres individuales de dos parejas de hermanos sin relación mutua.
Implicaciones. ¿Y por qué salta este conflicto en apariencia privado a la esfera pública? Porque Bosé y Palau representan un ejemplo de nueva familia para el que el marco legislativo español parece aún insuficiente. Por un lado por la posición dubitativa de la gestación subrogada en España; por otro, porque hay dos vías para interpretar la cuestión. ¿Ser padre es una mera cuestión biológica («posesión de estado«), o es una cuestión socioafectiva («paternidad intencional»)?
Es una distinción crucial. No es lo mismo ser padre que progenitor. Y la ley debe resolver hasta qué punto los Palau y Bosé son padres de sus dos hijos adoptivos o meros progenitores. La asignación de responsabilidades (financieras, legales, educativas) variará en función del veredicto.
A largo plazo. Más allá de los detalles íntimos, el caso es relevante para miles de familias futuras que pueden adoptar por métodos similares de reproducción. Tradicionalmente, la ruptura de dos progenitores se resolvía de forma más sencilla porque ambos eran a un tiempo padres biológicos y afectivos, aunando paternidades. El caso de Bosé y Palau es distinto, pero cada vez más frecuente. Padres que desean tener hijos, pero que reparten, por cuestiones simbólicas o prácticas, su ADN.
Imagen: GTRES
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