La tradición espiritual nos habla de vivir el presente, Jesucristo dijo: “Basta a cada día su afán”, los budistas nos insisten en mantener la atención plena en el presente, y son muchos los maestros espirituales de hoy día que tienen como mantra vivir el presente, el “aquí y ahora”. Mantener esa atención plena en el presente suele ser efectiva durante momentos, momentos de relax donde podemos centrar nuestra atención, pero lo común en nuestra vida ordinaria es lastrar el ayer, el pasado, de modo que mantener la atención en el presente se dificulta mucho, surge entonces la pregunta ¿se puede realmente liberarse del pasado?
Son múltiples los resortes que nos vinculan al pasado, de modo que cada amanecer o nuevo día surgen multitud de tareas pendientes del pasado, surgiendo a la vez nuestra propia historia personal que nos ata al pasado. Otra tarea pendiente es solucionar tareas para resolver o preparar el mañana, por tanto, es muy difícil en la vida ordinaria centrarse netamente en el presente, salvo en escasos momentos, entonces ¿cómo vivir el presente de modo pleno? En esta práctica solo la experiencia nos puede ayudar a comprender, también la meditación nos puede ayudar.
Mientras intentamos mantener la atención en el presente fijándonos en lo que estamos haciendo ya sea comer, pasear, trabajar, etc. procurando fijarnos en todo lo que estamos haciendo y en aquello que percibimos con nuestros sentidos, práctica que hoy en día se está difundiendo con el Mindfulness, deberemos tener presente también aquello que nos sucede dentro de nosotros mismos. El error de la práctica de mantener la atención en el presente es que volcamos toda la atención en el exterior, en aquello que percibimos y estamos haciendo, mientras dejamos de atender a nuestro mundo interior. Trasladar la atención únicamente a nuestras acciones y percepciones externas tiene su sentido ¿qué sentido tiene? Pues sencillamente centrar nuestra atención, básicamente es un ejercicio de concentración donde acumular un mayor grado de atención, pero ahí no debería de terminar el ejercicio, básicamente situar la atención en lo externo sería justo la mitad del ejercicio, la otra parte del ejercicio consiste en atender nuestro psiquismo, nuestro mundo interior, que al fin y al cabo es el que nos distrae o nos saca del presente llevándonos bien al pasado o al futuro.
Así como en la meditación al cerrar nuestros ojos nos situamos en nuestro interior y desde esa atención meditativa somos capaces de vivenciar nuestro presente observando directamente nuestra psiquis, al realizar el ejercicio en nuestra vida cotidiana de vivir el presente, no deberíamos de dejar de observar nuestro mundo psíquico. De tal modo que ambos mundos el interior y el exterior estuvieran sujetos a nuestra plena atención, solo de este modo se puede adquirir una atención plena, solo cuando atendemos lucidamente lo exterior e interior al unísono podemos decir que hay atención plena.
Una vez obtenemos la atención plena tanto en el mundo exterior como al mundo interior podremos observar aquello que nos sujeta a lo temporal, tanto al pasado como al futuro, es entonces cuando podemos afrontar un estado de conciencia situado en el presente, este estado debe de percibir dos aspectos, un aspecto es percibir como nuestra psiquis está condicionada por lo temporal, el otro aspecto es percibir que realmente todos nuestros aconteceres se viven siempre en el presente, este segundo aspecto nos muestra que tanto nuestro pasado como nuestro futuro lo gestionamos desde el presente, es decir que si o si siempre estamos siempre viviendo en el presente, aunque nuestra mente se traslade al pasado o al futuro.
Los condicionamientos psíquicos que nos apegan al pasado o nos trasladan al futuro pertenecen a nuestra historia personal, de modo que la forma adecuada para dejar este lastre del pasado es asumir que nuestra historia personal no tiene cabida en el presente, esto que significa; como nos plantea un koan zen al preguntarnos ¿cuál es tú rostro original? O cuando el buda decía que él ya no era el mismo de ayer, tal planteamiento nos está diciendo que nuestra identidad es original en cada momento, esto significa que nuestra identidad es plenamente espontánea y que en cada instante vivido desde esa originalidad nos muestra una apertura incondicional de sí mismos. Esta originalidad de nuestro Ser que se vive de momento en momento es el modo útil de aprender, de innovar, de ser y estar abiertos a la realidad del presente, sin condicionamientos previos.
Mientras sigamos con el lastre de nuestra historia personal, nuestros propios condicionamientos previos mantendrán nuestra atención aturdida, regresando una y otra vez a nuestras visiones precedentes, bloqueando a nuestro Ser original que siempre permanece en el presente afrontando la realidad “tal cual es”. Entonces nos puede surgir el conflicto sobre nuestra historia personal preguntándonos ¿entonces tenemos que olvidar nuestro pasado? No, no es cuestión de olvidar nuestro pasado, sino de que el pasado no condicione nuestro presente, de hecho, el pasado lo estamos viviendo en el presente, solo hay que tener en cuenta que el pasado se basa en nuestra memoria y esta la memoria con el tiempo también se desvanece. Al final de nuestra práctica de vivir el presente comprendemos que nuestra historia personal es una simple ilusión temporal, constatando fehacientemente que solo el Ser original y atemporal es lo que permanece de modo inmutable.
Atentamente:
Rafael Pavía
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