¿Quién nos divide?

Derecha contra izquierda.

Religiosos contra ateos.

Republicanos contra monárquicos.

Negacionistas contra colaboracionistas…

A menudo nos fijamos tanto en lo que nos divide que olvidamos todo lo que nos une. Cegados por la división, acrecentamos la brecha. Esas diferencias conducen, en el mejor de los casos, a discusiones, pero a escala social también son la causa de conflictos y guerras. Generan dolor, sufrimiento, pérdidas, pobreza… Que es precisamente aquello de lo que todos queremos escapar. Sin embargo, no es casualidad que estemos tan polarizados.

Las estrategias de división

Divide et impera, decían los romanos.

En el año 338 a.C. Roma derrotó a su mayor enemigo de la época, la Liga Latina, conformada por unas 30 aldeas y tribus que pretendían bloquear la expansión romana. Su estrategia fue sencilla: hicieron que las ciudades lucharan entre sí por ganar el favor de Roma y convertirse en parte del imperio, abandonando así la Liga. Las ciudades olvidaron que tenían un enemigo común, se enfocaron en sus diferencias y terminaron azuzando los conflictos internos.

La estrategia de ganar y/o mantener el poder “rompiendo” un gran grupo en piezas más pequeñas logra que estas tengan menos energía. A través de esta táctica se rompen las estructuras de poder existentes y se evita que las personas se unan en grandes grupos que puedan alcanzar más potestad y autonomía.

Básicamente, quien aplica esta estrategia crea una narrativa en la que cada grupo culpa al otro por sus problemas. Así fomenta la desconfianza mutua y amplifica conflictos, generalmente para ocultar desigualdades, manipulaciones o injusticias de los grupos de poder que se encuentran en una escala superior o quieren dominar.

También es habitual que se “soborne” de alguna manera a unos grupos, brindándoles la posibilidad de acceder a ciertos recursos – que pueden ser materiales o psicológicos – para que se alineen con el poder o tengan miedo de que el grupo “enemigo” les arrebate unos privilegios que en realidad les mantienen sometidos.

El objetivo final de las estrategias de división es crear una realidad ficticia alimentando las diferencias que dan pie a la desconfianza, la ira y la violencia mutua. En esa realidad ficticia olvidamos nuestras auténticas prioridades y deseos para enrolarnos en una cruzada que carece de sentido, en la que solo terminamos haciéndonos daño mutuamente.

El pensamiento binario como base de la división

El advenimiento de la moral judeo-cristiana no mejoró precisamente las cosas. La existencia de un mal absoluto en contraposición con el bien absoluto nos conduce a los extremos. Esa idea ha polarizado nuestro pensamiento.

De hecho, si nacemos en la sociedad occidental tendremos un pensamiento predominantemente binario que la escuela se encarga – convenientemente – de consolidar cuando nos enseña, por ejemplo, que a lo largo de la historia siempre han existido héroes “muy buenos” que han luchado contra villanos “muy malos”.

Ese pensamiento está tan enraizado en nuestra mente que asumimos que todo aquel que no piense como nosotros se equivoca o es directamente nuestro enemigo. Estamos tan entrenados para buscar lo que nos diferencia que pasamos por alto lo que nos une.

En situaciones de gran incertidumbre como las que suelen acarrear las crisis, ese tipo de pensamiento se polariza aún más. Asumimos posturas más extremas que nos alejan de los demás mientras intentamos protegernos de un falso enemigo.

Una vez que caemos en esa espiral, es muy difícil salir. Un estudio desarrollado en la Universidad de Columbia comprobó que la exposición a ideas políticas contrarias a las nuestras no nos acerca a esos puntos de vista sino todo lo contrario, refuerza nuestras tendencias liberales o conservadoras. Cuando vemos en el otro la encarnación del mal, asumimos que somos la encarnación del bien.

La división no genera soluciones

Durante las elecciones presidenciales en Estados Unidos, por ejemplo, el voto latino mostró una enorme división. Mientras los latinos de Miami ayudaban a los republicanos a ganar Florida, los latinos de Arizona lograron que el estado pasara a manos de los demócratas por primera vez en dos décadas.

Sin embargo, una encuesta realizada por UnidosUS reveló que, aunque la orientación política de los latinos varía, sus prioridades y preocupaciones son las mismas. Los latinos de todo el país señalaron que les preocupaba la economía, la salud, la inmigración, la educación y la violencia armada.

A pesar de lo que podamos creer, las ideas de división entre grupos no suelen surgir ni desarrollarse espontáneamente en la sociedad. Su concepción, difusión y eventual aceptación son fases en las que interviene una poderosa maquinaria movida tanto por los poderes económicos y políticos como por los medios de comunicación.

Mientras sigamos teniendo un pensamiento binario, esa maquinaria continuará en funcionamiento. Pasaremos por un proceso de desindividuación, de manera que abandonamos la conciencia de nosotros mismos para integrarnos en el grupo. El autocontrol desaparece e imitamos el comportamiento colectivo, que suple el juicio individual.

Cegados por ese pensamiento, no nos percataremos de que cuanto más nos dividamos, menos problemas podremos solucionar. Cuanto más nos fijemos en nuestras diferencias y más tiempo empleemos en discutir sobre ellas, menos nos daremos cuenta de lo que podemos hacer para mejorar nuestras vidas. Cuanto más nos culpemos entre nosotros, menos nos fijaremos en los hilos que manipulan las tendencias de opinión y, en última instancia, nuestros comportamientos.

Una vez el filósofo y matemático inglés Alfred North Whitehead dijo: “La civilización avanza ampliando el número de operaciones que podemos realizar sin pensar en ellas”. Y es cierto, pero de vez en cuando necesitamos detenernos a pensar en lo que estamos haciendo. O corremos el riesgo de convertirnos en marionetas en las manos de alguien.

Fuentes:

Martínez, C. et. Al. (2020) UnidosUS Releases State Polling of Latino Voters on Priority Issues, Key Traits in a Presidential Candidate and Party Support. En: UnidosUS.

Bail, C. et. Al. (2018) Exposure to opposing views on social media can increase political polarization. PNAS; 115(37): 9216-9221.

Dividir, polarizar y enfrentar… La estrategia de control más poderosa

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