Cuadros, monumentos, paisajes, ciertos rostros. Si nos preguntasen cómo sabemos si algo que percibimos es bello, seguramente nos resultaría difícil explicarlo. Pero nuestro cerebro parece tenerlo claro: no es casualidad que notemos una sensación positiva cuando una pintura o el aspecto de una persona nos gusta.
Hace tiempo que neurocientíficos y psicólogos estudian cómo el cerebro procesa la belleza y si tenemos un centro neuronal encargado de detectarla e interpretarla. Gracias a su trabajo, sabemos que la percepción de algo hermoso activa el sistema de recompensa y por eso nos produce placer.
Sin embargo, según sugiere un metaaanálisis de 49 estudios sobre la materia, no tenemos una sola región encargada de procesar esta información. Tenemos, al menos, dos: una se activa ante obras de arte, la otra ante los rostros.
El cerebro no interpreta igual la belleza de un rostro que la de un cuadro.
¿Qué ocurre en el cerebro?
Los estudios tenidos en cuenta en el metaanálisis monitorizaron la actividad cerebral de los participantes mientras observaban obras de arte (pinturas, esculturas, etc.) y de caras de personas. Estos también tuvieron que explicar con palabras su opinión sobre lo que veían, expresar si les gustaba.
Así, el análisis ha revelado que las caras hermosas provocan un aumento de actividad en la corteza prefrontal ventromedial, el córtex del cíngulo anterior y el núcleo estriado ventral. Por su parte, la visión de obras de arte no activaba estas regiones, sino la corteza prefrontal medial anterior.
Las regiones activadas al ver rostros que nos gustan están relacionadas con el sistema de recompensa del cerebro y con la generación de sensaciones positivas. Por tanto, esta percepción parece suponer una ‘recompensa primaria’, similar a la provocada por la comida o por contactos sexuales, un tipo de estímulo que beneficia a nuestra supervivencia y que nos resulta placentero por naturaleza.
No obstante, observar obras de arte bonitas constituye más bien una ‘recompensa secundaria’, como la que puede suponer el dinero, por ejemplo. Es decir, aquellos factores que hemos aprendido que son positivos. Por tanto, esta información es procesada de forma diferente en el cerebro.
¿Qué es bonito y qué no?
Si bien el metaanálisis reveló puntos en común en la forma en que las personas procesaban la belleza frente a su ausencia, su percepción dependía de cada individuo. Es decir, eran los participantes de los estudios quienes juzgaban si algo o alguien, era bello. El análisis tampoco ha considerado formas no visuales de belleza, como la música, que podrían procesarse en otras regiones del cerebro.
El debate sobre la naturaleza de la belleza es en realidad muy antiguo. Desde tiempos de Platón se discute, por ejemplo, si el concepto de belleza es el mismo para todas sus formas (ya se refiera a una canción, un cuadro, un paisaje, una persona…).
El metaanálisis parece sugerir que no es así como nuestro cerebro procesa la belleza en nuestro entorno: no la percibimos de la misma manera si se trata de un objeto o de una persona, por lo tanto, el cerebro distingue entre al menos dos tipos de belleza. Y es posible que futuros estudios sobre el tema revelen que otros tipos de belleza activan otros mecanismos neuronales.
Fuente: El Universal
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