Meditación Contemplativa: Conexión con la Naturaleza

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Meditación Contemplativa: Conexión con la Naturaleza.

La contemplación es el estado espiritual que aparece en el ser humano cuando practica el silencio mental.

La meditación contemplativa, de la que hablaremos con mayor profundidad en varios artículos esta enfocadas en un objeto determinado, para promover un estado activo y atento de la conciencia.

Diversos estudios avalan que, mediante la práctica de esta técnica, se desarrolla una fuerte actividad en áreas cerebrales responsables de procesar la información sensorial, las emociones y la atención.

Muchas personas que se encuentran con la meditación a través de la práctica de mindfulness creen que la meditación es mindfulness. Sin embargo, existe un rico mundo de prácticas meditativas que pueden abrir el vasto potencial de la conciencia humana más allá de estar “aquí y ahora”.

El mundo de la meditación es amplio y diverso, es el poderoso vehículo de transformación que nos han heredado las tradiciones contemplativas. La meditación, mucho más allá de ser un método para regular el estrés o aumentar la productividad, es el medio hábil para investigar la realidad y transformar nuestra mente/corazón en beneficio de todos los seres.

La meditación es uno de los temas estudiados por la Psicología Positiva, disciplina que defiende la idea de que estar sano, emocionalmente hablando, es más que no padecer una enfermedad, y se centra en el estudio de las cualidades presentes en las personas que se sienten bien y llevan una vida de lo más saludable.

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Contemplación, Mente y Tiempo.

En la contemplación, la mente se aquieta, el tiempo se dilata.

La contemplación lleva a aquietar la mente. Una mente que tantas veces es como el agua de un lago turbio agitada por lanchas motoras. Se debe esperar hasta que el lodo removido vuelva a asentarse y las aguas recuperen su transparencia. Entonces podemos ver el fondo. Nuestro fondo y el de lo que nos rodea.

Cuando el tiempo no existe para nosotros tenemos, paradójicamente, la sensación de que se dilata. Un poco como lo percibíamos en nuestra infancia, en la que los días, las semanas, los meses, los años… parecían (¿o realmente eran?) más largos. La vida era más vida.

Los niños están en un estado más próximo al contemplativo. Estan jugando constantemente en el laberinto. Para ellos todo es motivo de asombro. En todo ponen su atención infinita. Un insecto, las olas del mar… Todo les fascina. Todo les hechiza. Sin estar condicionados por el reloj, ni las preocupaciones, ni tantos pensamientos e inquietudes, en la infancia parecíamos caminar en la eternidad en medio de un mundo que nos parecía maravilloso, más emocionante y más grande. Más salvaje. Más libre.

Los adultos tenemos que aprender a pasear de nuevo, disfrutando de todo lo que nos ofrece la naturaleza a través de un camino. Vamos directo al lugar y cuanto antes mejor, con un tipo de mentalidad muy planificada. Y el paseo es dejarte sorprender por un árbol, un pájaro, o un ruido.

La práctica de meditación caminando nos permite también reconciliarnos con nuestro planeta, creando un vínculo de cuidado y respeto con respecto a él. Mientras la practicamos, además de establecer calma en nuestro interior, nos hacernos conscientes y nos nutrirnos de las maravillas que nos rodean en el momento presente..

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La Leyenda de San Virila.

Vivir la naturaleza, moverse, perder la noción del tiempo, es como en ésa fábula de San Virila y el ruiseñor.

Virila fue un religioso y santo nacido en Tiermas (Zaragoza) en 870 y, si no se atiende a la leyenda que se cierne sobre su persona, debió morir en el Monasterio de Leyre en 950.

Esta leyenda cuenta que cierto día primaveral, el abad Virila decidió dar un paseo por los bosques cercanos al monasterio, mientras meditaba sobre el gozo de la eternidad. En ello, un ruiseñor le distrajo hacia una fuente donde se quedó dormido. Al despertar, encontró el camino de vuelta al monasterio tras una larga búsqueda, pero quedó contrariado al ver que el tamaño de la iglesia y otras dependencias era mayor de lo que él recordaba. Cuando entró en el monasterio, nadie supo reconocerlo ni él pudo identificar a ninguno de los monjes que ahora ocupaban Leyre, así que decidieron buscar en el archivo del cenobio y descubrieron que se trataba del abad Virila, desaparecido en el bosque trescientos años antes.

Esta narración está cargada con una moraleja religiosa: «si el canto de un simple ave puede entretener durante tres siglos a un hombre, ¿qué no puede hacer la luz divina del  Creador?»

Como os imaginaréis, esta historia cautiva a los más pequeños que viven cerca de Pamplona, que no dejan de preguntar e imaginar cómo pudo haber pasado algo así! Si no han subido nunca, la expectación y las ganas de encontrar la fuente donde se quedó dormido San Virila será máxima. Y la recompensa será un pequeño lugar con una fuente pequeña, una plaquita donde explica la historia y un grabado en piedra del abad y del ruiseñor.

Podemos creer o no la leyenda, pero qué duda cabe que encierra una verdad subyacente. Las cosas son muchas veces paradójicas. Aparentes verdades, muy lógicas y racionales, pueden encerrar grandes mentiras, y aparentes mentiras, contener verdades eternas. Como sucede, por ejemplo, con tantos mitos y cuentos infantiles.

Para ello se hace patente, ya se ha dicho, la necesidad de estar en tiempo presente. La contemplación es estar en tiempo presente, con atención absoluta, con todos los poros de la piel, los ojos, los oídos, todo nuestro ser…

Simplemente ser y estar, sin que nada nos distraiga de lo que somos y de lo que es lo que nos rodea. Recuperar la percepción. Estar en un continuo estado de atención. Sin distracciones. Como guardianes. Con tanto asombro como si el mundo acabase de ser creado y lo contemplásemos por vez primera.

Una vez así podemos escuchar la voz de la Naturaleza. Una voz que muchos hoy no escuchan porque se han atrofiado los sentidos, internos y externos, que lo permitirían. Una voz que nos habla en un lenguaje misterioso que no es como los idiomas humanos. Es más bien como la música. Algo que nos toca dentro aunque no sepamos por qué. No en balde, la palabra música viene de las Musas que eran, precisamente, espíritus de la Naturaleza, que inspiraban a los poetas. Como a los griegos en la fuente de Castalia en el santuario de Delfos del monte Parnaso. La leyenda de laimagen inferior dice: Yo, ninfa de la fuente sagrada, duermo. No interrumpas mi sueño. Se ha sugerido que la fuente sagrada representada en esta obra es la fuente Castalia.

La ninfa de la fuente. de Lucas Cranach el Viejo,  Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza.

La NATURALEZA como fuente de inspiración del AMOR

 La naturaleza es la fuente de la que procedemos y de la que podemos aprender si la sabemos escuchar.

Cuando algo se ama ése algo se agranda. Como cuando amamos a alguien una sonrisa suya, una mirada… no representan lo mismo que cuando no lo amamos. No lo contemplamos del mismo modo. Eso pasa también cuando contemplamos la Naturaleza. Si una mariposa, algún día, se posa en nuestra mano, sentimos en realidad que se está
posando en nuestro corazón. Si la brisa mece las hojas de los álamos, sentimos el murmullo dentro de nuestro pecho. Porque en la contemplación no hay un dentro de nosotros y un fuera. En la contemplación se percibe la realidad. Que todo es Uno.

La contemplación nos hace experimentar la armonía de la Naturaleza. VIVIR ésa armonía. No como una idea seca sino como una experiencia. Como un sentimiento profundo. Ésa experiencia, como algo vivido y no tan solo como una abstracción mental, es algo poderoso. La contemplación convierte a la Naturaleza en nuestro Ser Amado. La  contemplación es amor.

“Ama toda la creación de Dios, cada grano completo de arena de ella. Ama cada hoja, cada rayo de la luz de Dios. Ama los animales, ama a las plantas, ama todo. Si amas todo, perseverarás en el misterio divino de las cosas. Una vez que lo percibas, comenzarás a comprender mejor cada día, y al final vendrás a amar el mundo entero con un amor que todo lo abarca.”

Fyodor Dostoyevsky, Los Hermanos Karamazov

Dostoievski expresó acertadamente que la belleza puede salvar al mundo. Si nos detuviéramos más a contemplar la belleza de lo que nos rodea, nos sentiríamos más integrados al mundo. Si el arte nos enseñara a escuchar el silencio, a estar a solas, nos acercaríamos de manera nueva a la realidad

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LOS BAÑOS DE BOSQUE: INMERSIÓN SENSORIAL EN LA NATURALEZA.

Realizar una inmersión en un paraje densamente poblado de árboles grandes y viejos supone para el cuerpo una indiscutible sanación.

Sal a un entorno natural, guarda silencio y quédate mirando a punto fijo en actitud meditativa, sin nada que hacer. Siente el latido de la tierra. Abre las palmas de las manos y escucha sin interpretar. Respira al ritmo del viento o la cadencia que te marque la naturaleza. Focaliza en la hoja de un árbol, una roca en la cumbre, la nube en el cielo. Finalmente, cierra los ojos y siente la vibración de la naturaleza en ti.

Prácticamente todos hemos pasado un tiempo en el bosque, sea para un picnic, para una ruta de senderismo o para una acampada, y hemos tenido esa sensación de calma y tranquilidad, de que el estrés va disminuyendo.  Hay algo que le sienta muy bien a nuestro cuerpo y a nuestra alma, algo que los restaura y vivifica, que da paz, que deshace los nubarrones de preocupación cuando estamos en íntimo contacto con la naturaleza. Sin embargo, la ciencia no había estado interesada en descubrir los mecanismos detrás de estas sensaciones.

Los baños de bosque son la punta del iceberg de un conjunto de terapias naturales que buscan la sanación desde los elementos de la Tierra. Tanto la medicina china como el ayurveda hindú curan mediante el estudio y equilibrio de los cinco elementos (tierra, fuego, aire, agua, espacio/éter).

El propósito es conectar con la naturaleza para vivir en armonía con ella, con un respeto próximo a lo divino. Así ha sido en antiguas tradiciones milenarias, como taoísmo chino o el sintoísmo japonés. Percibir las armonías de la naturaleza, su vibración, su mensaje oculto, el lenguaje secreto de los árboles…

Conectamos con la naturaleza para aprender de ella. Nos abrimos a la empatía con la Tierra buscando una relación, no por encima de ella. No hay explotación, dominio, ni abuso.

Una forma de espiritualidad de la Tierra que gana adeptos.

En próximos artículos profundizaremos en El Poder del Bosque.

Muchas gracias por leernos.

FUENTES:

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https://www.elsantuariodelalba.com/2020/12/01/51596/

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