Estamos llegando al fin de una año absolutamente extraño y desafiante para toda la humanidad. Qué admirable el que se nos haya dado una oportunidad excepcional para reconocer nuestra humanidad compartida. Dukkha, el sufrimiento nos hace iguales como seres humanos y la superación de Dukkha, como budas.
En muchas de nuestras enseñanzas se repite que lo fundamental es no discriminar, no apegarse a las diferencias, que lo esencial es cultivar una mente-corazón libre de elección o rechazo, de avidez o aversión.
En muchos aspectos, a pesar de nuestras críticas u opiniones, seguimos haciendo parte de una cultura que se fundamenta en dividir para controlar, que fomenta la desigualdad para justificar la autoridad, que promueve la avidez, la ignorancia y la aversión por su gran valor productivo (por su capacidad de explotación). Practicamos la Vía, el Dharma porque queremos curarnos de esos tres venenos, porque queremos reducir, mitigar su capacidad destructiva, insana.
Un asunto urgente en nuestro tiempo es el de la superación de la dolorosa discriminación de género. En lugar de inventar nuevos términos, a veces un poco estrambóticos, quizás podamos usar la forma femenina como incluyente, decir, por ejemplo, “todas nosotras” de la misma manera que usamos “todos nosotros” al referirnos a la totalidad de los seres humanos. Tal vez, si los que nos identificamos con el género masculino aceptamos hablar por un tiempo incluyéndonos en los términos y expresiones femeninas podamos entender al fin el peso de la dominación y exclusión que nuestro género ha ejercido por miles de años a través del lenguaje.
Dos razones para apoyar esta propuesta. Lo femenino genéticamente se expresa por la unión de 2 cromosomas X y lo masculino, por la unión de uno X y otro Y, entendiendo que este cromosoma Y surgió de la pérdida de un brazo de un antiguo cromosoma X, es decir, genéticamente lo masculino proviene de lo “femenino ancestral”, y en consecuencia no hay respaldo alguno para considerar que la mujer pueda nacer de la costilla de un varón.
Del mismo modo, es la más antigua observación empírica del surgimiento de la vida entre especies sexuadas que tanto varones como hembras nacen de un vientre femenino. La mujer ha sido, es y será, al menos para la subespecie Homo sapiens sapiens, el “origen de la vida”. Por genética y por la forma de nacer, lo natural, la base, el soporte indispensable para la vida es lo femenino, lo masculino es un agregado, una ayuda, un complemento, con seguridad, indispensable.
Celebro entonces como un síntoma auténtico de madurez y crecimiento que, al interior de nuestra sangha, este año se haya conformado un grupo de mujeres que quieren conocer y definir su verdadero lugar dentro de las tradiciones budistas. Grupo que a fin de año cambió su denominación por el de Grupo Costurero Budista, recordando la sabiduría ancestral de las tejedoras y, tal vez, el sentido más simbólico que viene del significado de la palabra sutra: hilo.
Hombres y mujeres no deberíamos seguir representando roles, usando lenguajes ni realizando actividades que nos separen, que fomenten abusos ni dominaciones insanas, pues eso no es coherente con la enseñanza de Buda ni de las ancestras (mujeres y hombres).
También debemos celebrar con profunda satisfacción el crecimiento y la madurez adquirida por el Grupo de Meditación Insight expresión de la visión incluyente de Montaña de Silencio que quiere ver en el encuentro y el acompañamiento de dos tradiciones budistas provenientes de orígenes y culturas diferentes, aún recién llegadas a nuestra ciudad y país, un camino de fraternidad, de amistad que nos invita a ir más allá de los discursos de la desconfianza, el menosprecio y la vanidad infundadas, nacidos de pugnas históricas, políticas, geográficas o étnicas ajenas a nosotros. Mucha más sabiduría y compasión surgen del reconocimiento, en medio de las diferencias, de las semejanzas, de la identidad común, del sabor único del Dharma que predican “montañas, nubes, ríos y guijarros”, entre otros, como enseña el venerable maestro Eihei Dogen.
Grande es nuestra alegría y gratitud al ver como este año, condicionados por la obligatoriedad de la interconexión virtual, han comenzado acompañarnos muchas personas desde otras ciudades y pueblos de Colombia, como también desde otros países de Europa, Norte América, Latinoamérica e incluso desde Australia. Lo que ha estimulado y fortalecido nuestras prácticas de meditación tanto en el grupo de zazen como en el grupo Insight.
El grupo Ecuánimes, el de la Cátedra Budista, el de traducción de los sábados y un nuevo grupo de estudio de las enseñanzas de Dogen cumplieron con sus objetivos y terminaron el año revitalizados, con muchos y nuevos propósitos para el próximo año.
Estamos muy agradecidos con nuestros maestros y preceptores, la maestra Andrea Castillo de Insight Meditation Center que orienta al grupo Insight y el maestro Jiryu del San Francisco Zen Center, al grupo zen. Sus charlas reposadas, amorosas, oportunas, llenas de sabiduría y compasión avivan nuestra búsqueda y nuestra práctica, les dan sentido a nuestras actividades. Para el 2021, esperamos seguir contando con su apoyo y presencia virtual, hasta que
sea posible organizar de nuevo actividades presenciales con ellos.
La pequeña comunidad de residentes en la sede de Casa Blanca hizo todo lo posible por mantener una forma de vida alrededor de la práctica y de la tradición del zen. Sabemos que lo mejor de nuestra enseñanza solo es posible “cara a cara”, “corazón a corazón” por lo que esperamos encontrar estrategias seguras que permitan a algunas personas que quieran acompañarnos, lo puedan hacer así sea por cortos períodos mientras se termina esta pandemia.
Estamos creciendo, madurando, aprendiendo, pero, sobre todo, tratando de establecernos en medio de las condiciones propias de nuestra cultura y sociedad. Mi corazón está lleno de gratitud y de confianza. Soy testigo del surgimiento de nuevas formas de liderazgo que en la medida en que se expresen con fraternidad, humildad, generosidad y amor llevaran por buen camino a toda nuestra comunidad
,Finalmente, creo poder afirmar con todas nosotras, con toda esta comunidad múltiple y diversa en que nos estamos constituyendo que, a pesar de la adversidad y los desafíos, hemos hecho juntas este año un gran trabajo. Gracias a todas por elegir esta vía, continuar la práctica y trabajar por establecer el Dharma para poder ofrecerlo a muchas otras personas en nuestra ciudad… y en el mundo entero.
Felices fiestas para todas.
En gassho,