La metáfora del roble y la espiga nos muestra dos formas de hacer frente a la adversidad. Una que nos rompe por dentro y otra que nos ayuda a adaptarnos y seguir adelante. ¿Con cuál te identificas?
Solemos pensar que, ante la adversidad, ser fuertes nos hace más invencibles frente a ella. Sin embargo, a veces es más necesario ser flexibles. La metáfora del roble y la espiga ilustra el concepto de flexibilidad psicológica como una fortaleza propia que puede desarrollar el ser humano.
La metáfora del roble y la espiga es un recurso empleado en la terapia de aceptación y compromiso (ACT), que junto otras metáforas nos permite visualizar de forma clara, el concepto de flexibilidad psicológica. A continuación, te lo contamos.
La metáfora del roble y la espiga
Durante toda una tarde, el viento soplaba fuerte. Tanto fue así que un roble y una espiga respondieron ante el mismo de forma diferente. Mientras el roble se hacía más rígido, la espiga aprovechaba la dirección del viento para adaptarse a las condiciones adversas de las inclemencias climáticas.
Después de varios años soportando fuertes tormentas, el roble pasó de ser un árbol flexible a desarrollar una postura más rígida. Tantos años de condiciones climáticas adversas le habían convertido en un ser más duro, pero también en un ser arrogante. Por su parte, la espiga entendió que no podía controlar esa situación –aceptación- y optó por una postura flexible.
Mientras que el roble renegaba del viento e iba en contra del mismo, se decía lo que sus padres le habían enseñado: “tú eres roble y aristócrata”, “de ninguna manera vas a ceder”, “jamás debes mostrarte débil ante el enemigo”, “no pienses en el miedo y no lo sentirás”, “el viento jamás debe percatarse de tus temores”.
Por su parte, la espiga adoptó una actitud más humilde. Sabía que el viento era poderoso y pedía consejo a otras espigas para obtener mayor conocimiento sobre cómo actuar ante esas situaciones. Además de observar al viento, no ocultaba sus temores. Respiraba ante la adversidad.
El roble, que no entendía a la espiga, la miraba con menosprecio mientras la espiga lo miraba con admiración. En una ocasión, la tormenta duró toda la noche y el viento sopló como nunca antes lo había hecho. Ambos actuaron, como solían hacer: el roble con rigidez y la espiga con mayor flexibilidad, hasta poner al límite sus recursos.
En un momento, las rachas de viento eran tan fuertes que el roble no pudo más y con un grito de dolor, el tronco se dobló y quedó partido en dos. La espiga, con su flexibilidad, cedió tanto que se quedó literalmente, pegada en el suelo. Cuando la luz del sol amaneció, el roble fue testigo de cómo la espiga recuperaba su forma. Con el paso de los días, surgieron nuevos brotes en el suelo. Solo el tiempo dirá si son robles o son espigas.
La terapia de aceptación y compromiso (ACT)
La metáfora del roble y la espiga ejemplifica algunos de los valores y los procesos de la terapia de aceptación y compromiso. Son los siguientes.
La orientación hacia valores
Nos permite conocer qué terrenos o aspectos de la vida son valiosos. Mientras para el roble es la rigidez, la espiga es ser más flexible. Los valores sirven como direcciones de la propia conducta.
La desesperanza creativa
Este proceso busca que la persona tome conciencia acerca de la inutilidad de sus intentos de solución de problemas. En este caso, el roble no cuestiona la utilidad de sus intentos para hacer frente al viento hasta que se quiebra.Para el cuestionamiento de los intentos infructuosos también se utiliza la metáfora de las arenas movedizas.
Abordar que el control es el problema
En este proceso se busca que la persona entienda que los propios intentos de control son el problema. Este caso lo representa el roble, con sus intentos de controlar al viento y no adaptarse al mismo.
La aceptación
Este proceso es el que lleva por nombre la terapia de aceptación y compromiso (ACT) y lo encarna la figura de la espiga, en el momento que acepta la fuerza del viento. Esta aceptación no es un proceso pasivo. No supone una pérdida, sino lo contrario.
La espiga acepta que no puede luchar contra el viento, lo que le permite buscar otras vías para superar el viento, o la adversidad.
La defusión cognitiva
Este proceso consiste en hacer un cambio en el uso normal del lenguaje y las cogniciones de tal manera que el proceso de pensamiento se hace más evidente. Se anima a las personas que cambien la relación con los pensamientos y otras experiencias privadas y verlas como eventos mentales que van y vienen.
Se trata de no fusionar los pensamientos con las emociones de malestar. En este caso, la espiga separa el pensamiento con la emoción, y este proceso incrementa la probabilidad de aceptación. Un ejercicio conocido de la defusión cognitiva es el de las nubes.
El “yo” como contexto
Este proceso pretende contextualizar verbalmente la construcción del yo, diferenciándolo de los pensamientos, sentimientos y recuerdos. Se busca que la persona se aleje de los contenidos verbales, dejándolos de considerar parte de su identidad personal y que busquen un sentido de identidad que trascienda lo literal.
Mientras el roble dice “yo soy un aristócrata y fuerte”, la espiga se desliga de la identidad literal y busca cómo identidad personal ser más flexible ante el contexto. Además de esta, la metáfora de la casa y los muebles ilustra también este proceso.
La acción comprometida
Este proceso busca definir metas en las áreas del camino, con aceptación, a pesar de la adversidad y los obstáculos. Mientras el roble toma una acción estática, la espiga busca –preguntando a otras espigas- actuaciones dirigidas a una acción comprometida.
La metáfora del roble y la espiga no solo representa los procesos de la ACT, sino también otros valores que resulta positivo cultivar para el crecimiento personal. Así, por ejemplo, para determinar si son espigas o robles lo que renace del suelo, esta metáfora nos recuerda que la paciencia y el proceso del tiempo son esenciales para obtener resultados
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