Todos hemos perdido el control en alguna ocasión. Todos hemos cedido ante ese impulso que crecía dentro, devorando razones y comedimientos a su paso, empujándonos a actuar sin pensar. Y no siempre necesitamos mucho para caer en esa trampa.
A veces basta un comentario sarcástico de un compañero de trabajo. Un reproche de nuestra pareja. Una mirada o un tono ligeramente fuera de lugar. Una prohibición. O una tentación. En determinados momentos, cualquier situación puede hacer que mordamos el anzuelo empujándonos a ese punto de no retorno.
Obviamente, nuestro “yo” adulto y racional es consciente de que estamos reaccionando de manera exagerada, pero a pesar de ello, no podemos evitarlo. Es como cuando intentamos contener un estornudo. En el budismo tibetano existe una palabra para describir ese estado: shenpa.
¿Qué significa shenpa?
Según Pema Chödrön, el significado más común de shenpa suele ser “apego”, pero en realidad esa palabra va mucho más allá e implica “engancharse a la experiencia”, como el pez que muerde el anzuelo. También se utiliza para hacer referencia a una “carga”, la carga que a menudo se esconde detrás de nuestros pensamientos, palabras y acciones, esa carga que nos empuja a reaccionar impulsivamente.
Shenpa también es un impulso. De hecho, podemos experimentarlo y reconocerlo fácilmente. Es ese momento en el que experimentamos un deseo irrefrenable de fumar un cigarrillo o comer un dulce. El impulso de tomar una copa más, aunque sepamos que ya nos hemos pasado. O de escupir nuestra rabia y frustración contra alguien.
El mecanismo psicológico que nos hace morder el anzuelo una y otra vez
Cuando surge un impulso, normalmente se produce una pausa en la que decidimos si darle rienda suelta o contenerlo. Sin embargo, cuando caemos en un estado shenpa ese impulso crece sin control, hasta que ya no podemos contenerlo. Es como si no lográramos deshacernos de la experiencia que lo originó y las emociones que generó, nos quedamos aferrados al anzuelo que nos ha tirado el mundo, aunque seamos conscientes de que esa actitud nos daña o hiere a los demás.
En práctica, la situación en la que nos hemos sumergido genera olas continuas e intensas que impiden que la mente se aquiete y asuma la distancia psicológica necesaria para contener el impulso. El ego comienza a tomar el control, se produce un estrechamiento involuntario de la conciencia, perdemos la perspectiva y sentimos como va creciendo la ansiedad.
Entonces experimentamos la urgencia de movernos en la dirección que nos marca ese impulso, no solo para responder a la situación que lo originó sino para intentar calmar las emociones desagradables. Y es que cuando sentimos una ligera incomodidad, inquietud o incluso aburrimiento, en vez de identificar esas sensaciones, observarlas y dejarlas ir, sin hacer nada para sacárnoslas de encima cuanto antes, buscamos calmantes como la comida, el trabajo, las compras compulsivas, la droga, el sexo, el alcohol o incluso las quejas o los reproches, pensando que eso eliminará nuestra incomodidad.
Cuando ese mecanismo se perpetúa terminamos cayendo en una espiral negativa que nos hace sucumbir cada vez más rápido a la ira, los antojos y los malos hábitos. Simplemente nos dejamos llevar y comenzamos a vivir en piloto automático, sin darnos cuenta de que eso nos daña.
Las 4R para superar el shenpa
Para superar el shenpa necesitamos mantener una atención plena y una conexión profunda con nosotros mismos. Esta labor requiere una comunicación constante y, sobre todo, saber escucharnos, prestar atención a lo que nuestro “yo” quiere decirnos.
Tenemos que aprender a distinguir esos espacios de cambio, como las pausas que se producen en la música o el momento entre una inspiración y espiración. Cuando tomamos conciencia de esas pequeñas ventanas de tiempo tenemos el poder para cambiar el curso de los acontecimientos, las relaciones y nuestro estado interior. Cuando aprendemos a detenemos antes de que explote la ira, de ese pensamiento que genera el ataque de ansiedad o de la tentación que nos lleva a lanzarnos sobre un cigarrillo o el chocolate, podemos curar viejos patrones y cambiar la forma en que vivimos.
Chödrön nos da las pistas para superar el estado shenpa:
- Reconocer el shenpa. El primer paso es reconocer que, lo queramos o no, hemos mordido el anzuelo y hemos caído en un bucle tóxico, ya sea por la situación o por las emociones y los pensamientos que esta ha generado. Si no somos capaces de darnos cuenta de ese estado, no podremos interrumpirlo. Por tanto, se trata de observar las semillas que hemos plantado en nuestra mente. ¿Solemos reaccionar con ira ante las circunstancias que nos contrarían? ¿No logramos controlar ciertos impulsos? ¿Qué eventos nos suelen hacer perder el control? Cuando detectemos las situaciones en las que solemos “morder el anzuelo”, debemos activar nuestra “alerta shenpa” para detenerlas a tiempo.
- Refrenarse. El shenpa no es solo un impulso, es un “aferrarse a la experiencia”. Por tanto, debemos asegurarnos de no seguir ese camino. De hecho, en el budismo tibetano no se trata de expulsar algo de nosotros sino más bien de ver con claridad a través de ese algo para actuar en consecuencia. Eso significa no aferrarnos a la situación o las emociones que generaron el impulso. No seguir dando vueltas en nuestra mente a las palabras que nos enfadaron o a la situación que desencadenó el miedo o los celos. Sea lo que sea con lo que tengamos que lidiar, simplemente debemos refrenar el impulso de seguir reproduciendo esa situación o emociones en nuestra mente para ser capaces de detenernos antes de llegar al punto de no retorno.
- Relajación. Saber que no debemos sucumbir al impulso es fácil, lo difícil es lograrlo. Sin embargo, los ejercicios de respiración pueden convertirse en nuestros mejores aliados para aquietar y despejar la mente. La respiración profunda es una técnica muy poderosa porque no solo nos aporta paz y calma interior, sino que activa el sistema nervioso parasimpático para reducir la velocidad y disminuir efectivamente la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Así nuestro cuerpo y nuestra mente podrán ir más despacio. Eso nos permite centrarnos en el momento presente para liberarnos del shenpa.
- Resuelve. Una vez que estemos calmados, podemos aprovechar ese momento de serenidad, esa pequeña ventana de paz, para intentar encontrar la fuente de inseguridad o “sentarnos” con la experiencia de provocación para analizar de dónde proviene, sin juzgarla. Aprender a mantenernos serenos y controlar el shenpa nos ayudará a sentirnos más cómodos con lo incómodo. Nos permitirá volvernos menos reactivos, para poder decidir cómo actuar, en vez de simplemente dejarnos llevar por los eventos. Así lograremos bailar a nuestro ritmo, en vez de bailar al ritmo que marquen los demás o las circunstancias.
Por supuesto, no podemos restaurar la paz interior de la noche a la mañana. Necesitamos ser pacientes, compasivos y perseverantes. Debemos ser conscientes de que no siempre lo haremos bien. Podemos superar algunas pruebas, pero fallaremos en otras. El shenpa nos irá indicando capas cada vez más profundas en nuestro interior que demandan atención y curación.
Por eso, este proceso de búsqueda interior debe ir marcado por la amabilidad hacia nosotros mismos y la autoempatía. Sin esas cualidades, sentiremos cada intento por refrenar el shenpa como una camisa de fuerza, de la que intentaremos liberarnos, para morder de nuevo el anzuelo.
“Mientras estemos acostumbrados a necesitar algo a lo que aferrarnos, siempre sentiremos este retumbar de fondo de leve malestar o inquietud que nos empujará al shenpa”, escribió Chödrön.
Fuentes:
Chödrön, P. (2011) Libérate: Abandona tus temores y descubre el poder del ahora. Madrid: Ediciones Oniro.
Chödrön, P. (2009) Don’t Bite the Hook. En: The Buddhist Review: Tricycle.