A UN DEDO DE LA VERDAD

              

 El maestro zen Gutei, solía levantar su dedo cuando explicaba cuestiones relativas al zen. Un discípulo muy joven comenzó a imitarlo, y cuando alguien le preguntaba de qué había hablado su maestro, el muchacho levantaba el dedo.

               Gutei se enteró de lo que estaba ocurriendo y un día, en el momento en que lo estaba haciendo, tomó al muchacho, sacó un cuchillo, le cortó el dedo y lo tiró lejos.              

               Cuando el chico salió corriendo, Gutei le gritó: «¡Alto!» El muchacho se detuvo, se dio la vuelta y vio a su maestro a través de las lágrimas.

               Gutei tenía el dedo levantado. El muchacho fue a levantar su dedo y cuando se dio cuenta de que no estaba, hizo una reverencia. En ese momento se iluminó.

 

          La Iluminación no es algo que pueda ser alcanzado, no es algo que a lo que pueda llegarse por medio del conocimiento o incluso la Sabiduría.

          Pero tampoco podemos, estar Iluminados por medio de aparentar estarlo, ni por imitar lo que hacen los que sí han alcanzado la Iluminación.

          Cada día, amanece, cada día llega a su mitad al mediodía, donde tiene una mitad de luz que comenzará a transformarse en oscuridad. Poco a poco, llega la noche, la oscuridad y sin darnos cuenta apenas tenemos recuerdo del Sol, que ha alumbrado hasta esos momentos.

          Mirando el cielo, vemos las estrellas, a veces la Luna, otras la luz reflejada en las nubes o que pasan a través de ellas, como si de una lámpara cubierta por un velo se tratase.

          Incluso en lo más profundo de la oscuridad, los ojos u otros sentidos, nos permiten conocer aquello que nos rodea, si bien, no podemos ver con claridad lo que es.

          Y, sin embargo, ni el Sol ni las estrellas, han dejado de brillar, exactamente igual de día que de noche. Nuestro permanecer en la oscuridad, no es por falta de luz, sólo algo se interpone entre la luz y nosotros, podemos ver su reflejo, pero nos sentimos incapaces de ver la verdad de lo que nos rodea.        

          Gutei, sabía que podía reflejar la luz, pero que no podía eliminar la oscuridad de quien preguntaba. Entre el Maestro y el discípulo, no puede haber nada, para que la luz puede iluminar la oscuridad del discípulo.

          Por ello, ante cualquier pregunta, levantaba imperturbable y sin cambio el dedo. El discípulo que no portaba nada, percibía el reflejo de la Luz de Gutei, que encendía la suya poco a poco.

          Pero quien descansa en las explicaciones, quien sólo ve el dedo levantado, las explicaciones y el dedo, se interponen entre ambos, y sólo la oscuridad puede percibir quien, en busca de la luz, carga con su conocimiento, con su memoria, con su repetición de que es portador de la luz, porque incluso lo más sutil es suficiente para no percibir la Luz del Maestro, la Luz de Buda.

          El joven discípulo, portó su luz, cuando dejó de interponerse con el Sol, Iluminando cuanto había alrededor.

          Porque no es posible mostrar lo que no se Es, sólo podemos ser reflejo de lo ajeno, de lo aprendido, de lo memorizado, que sólo brinda oscuridad a quien vive como topo, o en las profundidades de la Tierra, donde no llega la Luz.

          Un dedo levantado, Sabiduría e Ignorancia, en un dedo, que parecen diferentes, pero son sólo Uno.

https://yuishinsan.blogspot.com/2021/02/a-un-dedo-de-la-verdad.html

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.