Querida amiga:
Tengo que reconocer que sí, que a veces entramos en conflicto,
y qué pena malgastar nuestro escaso tiempo de encuentro, tan preciado.
No siempre ha sido así.
Hubo un tiempo, una larga etapa, en que tú solías decir:
«Eres una emanación de Buda».
Y no te lo discutía porque yo vivía igual tu aparición en mi vida.
El Nirmanakaya.
Una emanación de Buda en su versión más amable y amorosa.
Tan inspiradora.
Y el amor siempre disolvía de antemano
cualquier posible situación de conflicto.
Pero parece que la emanación de Buda a veces cambia su forma
y su función.
Y qué ha pasado ahora?
Por mi parte, no siempre contemplo amorosa y pacientemente tu adicción al sufrimiento,
tu culto al esfuerzo y el dolor.
Mientras tú sostienes que el sufrimiento es la única puerta posible al despertar
(«No te vas a iluminar tumbada tranquilamente en una hamaca»)
y contemplo cómo lo buscas, una vez tras otra,
yo siento que el camino más directo y accesible para mí (no diré el único)
es el amor.
Por eso, cuando me cuentas que te has enamorado
siempre siento el regocijo
de la gran oportunidad que ha aparecido en tu vida.
Y luego, suele ocurrir, la tristeza de que la conviertas, una vez más,
en una de esas trampas
que nos mantienen en la hipnosis del ego sufriente, tan herido.
Y entonces es cuando te oigo decir:
«La pareja es la única experiencia en mi vida en la que siento el apego,
ese nudo que me hace sufrir tanto».
Y yo siento el mismo pellizco de tantas veces antes:
Qué desperdicio!
De tendencia a la simplicidad, recurro a menudo a la misma prueba del algodón,
esa pregunta:
Esto que estoy viviendo, ¿me hace sentir más libre y expansiva
o más presa del miedo?
Si la respuesta es el miedo
(las exigencias, las expectativas, el control,
el dolor del estrés postraumático, de otros «traumas» anteriores,
el miedo a sufrir),
en ese caso, entiendo que esta experiencia no me está haciendo más libre,
que no me acerca a la fuente,
que, por el contrario, estoy fortaleciendo la hipnosis del ego
que me mantiene atrapada en el samsara de dolor.
Otra vez repitiendo la pauta del miedo,
desarrollando el músculo del miedo,
olvidando todas mis experiencias de libertad,
el amor que desea la felicidad y la libertad de todos los seres,
empezando por el ser que me inspira,
ese regalo de la vida.
Cómo desaprovechar esa mano que me conduce al nirvana?
Al yo más expansivo,
a la muerte del sórdido yo que nunca existió.
Cómo iba a convertirla en alimento para el yo más egocéntrico y mezquino?
Cómo desaprovechar la experiencia del amor, esa llama poderosa,
y no convertirla en el fuego que destruye todas las pesadillas,
empezando por la hipnosis de separación?
Ya sabes que el amor solo es amor
si se proyecta en todas direcciones,
cuando impregna todas las formas que aparecen en este sueño,
como una lluvia de bendiciones.
Por qué iba a usar el amor como una ofrenda al ego que me esclaviza?
Como dice Alfred Font, la cuestión está en saber ver
cuándo estoy actuando desde la plenitud
y cuándo desde la carencia.
En el amor, no puedes actuar desde otro sitio que no sea
la plenitud
y la abundancia.
La carencia (la exigencia, el control)
no es un atributo del amor
sino del miedo.
Y ver dónde estoy es parte de la gran comprensión,
tan necesaria.
http://reflexionesdeunaestudiantebudista.blogspot.com/2021/07/sobre-el-amor-y-el-miedo.html