¿Qué quieres en la vida? Quizá desees pasar más tiempo con tu familia. O tener un trabajo más gratificante y estable. O quizá encontrar a tu media naranja. O mejorar tu salud. Sin embargo, ¿por qué quieres realmente esas cosas?
Es probable que tu respuesta sea: para ser feliz.
En este punto cabe preguntarse: ¿estás seguro de que esas cosas te harán feliz?
Un experimento realizado en el Imperial College of Science reveló que no somos muy precisos prediciendo la intensidad de nuestras emociones y sentimientos. Solemos pensar que los eventos positivos nos harán muy felices, pero luego descubrimos que no era para tanto. Eso nos abocaría a una búsqueda infructuosa de la felicidad que probablemente terminaría conduciéndonos a la insatisfacción, la frustración y la decepción.
Buscar la felicidad en la dirección equivocada
Nuestra cultura está tan obsesionada con buscar la felicidad que presuponemos que el deseo de ser felices no necesita justificación. Lo damos por sentado. Pensamos que la felicidad es buena porque ser feliz es bueno. No obstante, el filósofo Nat Rutherford se cuestiona si es válido y sensato construir nuestra vida en base a ese razonamiento circular.
“En el mundo moderno, la felicidad es lo más parecido que tenemos a un summum bonum, el bien supremo del que fluyen todos los demás bienes. Siguiendo esta lógica, la infelicidad se convierte en summum malum, el mayor mal a evitar”, escribió.
Sin embargo, un estudio desarrollado en la Universidad de California demostró que la búsqueda obsesiva de la felicidad está asociada con un mayor riesgo de depresión. Psicólogos de la Universidad de Denver también comprobaron que las personas que más valoraban la felicidad reportaban ser menos felices bajo condiciones de estrés en comparación con quienes no le daban tanta importancia a la felicidad.
Por tanto, probablemente uno de nuestros mayores errores en la búsqueda de la felicidad consiste en preocuparnos demasiado por ser felices, hasta el punto de llegar a juzgar todos los aspectos de nuestra vida según su contribución a ese estado emocional idealizado.
Nos preocupamos más por cómo buscar la felicidad que por intentar comprender qué es realmente y hasta qué punto es una meta deseable en la vida. Desarrollamos una concepción de la felicidad limitada y demasiado pragmática enfocada más en la búsqueda de emociones positivas que en el significado.
¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por ser felices?
En 1989 el filósofo Robert Nozick nos planteó un dilema: Imaginar por un momento que existe una máquina que puede darnos todo lo que deseamos. Podría cumplir todos nuestros deseos. Podríamos ser grandes escritores, convertirnos en inventores de renombre o en empresarios de éxito. Podríamos vivir la vida que siempre hemos soñado, esa que nos haría felices. Sin embargo, esa máquina en realidad es un simulador, de manera que tendríamos que vivir sumergidos en un tanque con unos electrodos conectados a nuestro cerebro.
¿Te conectarías a esa máquina para ser feliz?
Psicólogos de las universidades de Groninga y La Soborna le plantearon ese mismo escenario a 249 personas. La inmensa mayoría de los participantes decidieron no conectarse a la máquina rechazando la supuesta felicidad que les brindaba. La posibilidad de tomar una píldora a diario que les generaría experiencias placenteras durante toda la vida solo convenció a la mitad de las personas. En cambio, casi todos eligieron tomar una píldora que mejorara su funcionamiento físico, cognitivo y social.
Ese experimento revela que, aunque estemos inmersos en la búsqueda de la felicidad, en realidad no estamos dispuestos a sacrificar todo por tener experiencias placenteras. Nuestro “yo” más profundo en realidad aspira a una vida significativa que va mucho más allá de la felicidad y que muchas veces entronca con el esfuerzo.
Por tanto, aunque la felicidad es deseable, no es lo único deseable. Comprenderlo nos ayudará a despojarnos de la “tiranía de la felicidad”, de manera que dejemos de buscarla obsesivamente, perdiéndola en el camino.
Aceptar el sufrimiento, condición indispensable para encontrar la felicidad
Para Epicuro, la felicidad consiste en buscar el placer y evitar el dolor y sufrimiento. Según este filósofo griego, la ausencia sostenida de dolor nos otorga la tranquilidad mental o ataraxia, un estado en el que estamos “en paz con nosotros mismos”. Sin embargo, una vida plena y satisfactoria va más allá de equilibrar ese contador de placer y dolor.
De hecho, Friedrich Nietzsche nos recuerda que a menudo estamos dispuestos a sufrir o afrontar situaciones desagradables si estamos seguros de obtener una recompensa. “El hombre no repudia el sufrimiento como tal, incluso lo busca, siempre que se le muestre un significado”, escribió.
La visión de una felicidad que depende fundamentalmente de nuestros estados de ánimo, que suelen ser fugaces y están influenciados por las circunstancias, nos condena inevitablemente a vivir en un estado de insatisfacción persiguiendo una quimera inalcanzable. La vida, incluso la de las personas más afortunadas, no escapa al dolor, la pérdida, las decepciones, la enfermedad, la tristeza y la soledad. El dolor es una consecuencia inevitable de estar vivo.
Sin embargo, cuando el sufrimiento tiene un propósito o le encontramos un sentido, puede ser más llevadero. De hecho, felicidad y sufrimiento no son mutuamente excluyentes sino más bien dos caras de una misma moneda. Uno no existe sin el otro, de manera que huir del sufrimiento no nos acercará a la felicidad.
¿Cómo buscar la felicidad a través de la eudaimonia?
En lugar de la felicidad, Aristóteles prefirió hablar de eudaimonia. Aunque muchos traducen esta palabra como “felicidad”, en realidad es un concepto más parecido al “florecimiento humano” o un “equilibrio significativo”.
La visión de Aristóteles sobre la eudaimonia es compleja porque no solo abarca aquello que nos genera placer sino también la satisfacción individual, la excelencia, el compromiso y la virtud moral. A diferencia de la felicidad, la eudaimonia no es el resultado de nuestros estados mentales – que suelen ser volubles – sino más bien de llevar una vida significativa.
Si aplicamos esta idea a la búsqueda de la felicidad, podemos comprender que la clave no consiste en preguntarnos qué nos hace felices sino qué nos llena, nos permite crecer y nos resulta significativo. Las respuestas a esas preguntas no suelen conducir a un placer epicúreo y momentáneo sino que se proyectan al futuro, confiriendo sentido a nuestra vida.
“Ninguna vida digna de ser vivida debería cumplir el estándar establecido por las visiones epicúreas o utilitarias de la felicidad, por lo que sus seguidores modernos están destinados a desilusionarse por las imperfecciones de la vida humana”, escribió Rutherford.
Por tanto, florecer como persona a través de acciones significativas podría ser el secreto de la felicidad ya que esta llegaría como resultado de ello. Apuntar a la eudaimonia nos permitirá abrazar nuestras imperfecciones y prosperar a pesar de ellas, encontrando lo significativo en nuestra vida. La felicidad será un resultado lógico. Por tanto, quizá no debamos preguntarnos qué nos hace felices, sino qué es significativo para nosotros.
Fuentes:
Rutherford, N. (2021) Why our pursuit of happiness may be flawed. En: BBC.
Hindriks, F. & Douven, I. (2016) Nozick’s experience machine: An empirical study.
Philosophical Psychology; 31(2): 278-298.
Ford, B. Q. et. Al. (2014) Desperately Seeking Happiness: Valuing Happiness is Associated With Symptoms and Diagnosis of Depression. J Soc Clin Psychol; 33(10): 890–905.
Mauss, I. B. et. Al. (2011) Can seeking happiness make people unhappy? Paradoxical effects of valuing happiness. Emotion; 11(4):807-15.
Sevdalis, N. & Harvey, N. (2007) Biased forecasting of postdecisional affect. Psychological Science; 18: 678-681.
Nozick, R. (1989) The Experience Machine. En: Universidad de Colorado.