En 1984 fue descubierto un enorme escondite que contenía más de 300 artefactos, por un pequeño grupo de buscadores de oro, liderados por el ingeniero Dr. Elías Sotomayor. El hallazgo fue hecho en un túnel 100mts bajo las montañas selváticas de La Maná en Ecuador. Un fechado preciso de los artefactos es aún imposible con los métodos más recientes, ya que la técnica de la termoluminiscencia sería poco fiable debido a los años de exposición a la luz solar desde su descubrimiento.
La tecnología lítica y la geometría presentes en los artefactos imposibilitan su ubicación dentro de los contextos culturales de la región, lo cual sugiere que podrían predatar las culturas conocidas de tal región. El simbolismo presente en las formas y en los diseños y escritura incrustados en los artefactos de La Maná se relaciona más estrechamente con aquellos de la cultura sánscrita más conocida en los contextos del sureste asiático. Este sorprendente hallazgo ha viajado internacionalmente con la Exposición de Misterios sin resolver. La escritura es congruente con la forma logográfica del sáncrito, la lengua madre de la cual los glifos mayas y egipcios han descendido.
El análisis geométrico aquí presentado sugiere que los artefactos de La Maná contienen información fractal referente a las propiedades resonantes de la calcita, replicando la función del diseño de las pirámides de Orión en Gizeh, Egipto.
La Maná (0.95°S 79.18°W) se ubica a 7,470 millas de Gizeh, una distancia que es exactamente el 30.0% de la circunferencia de la Tierra. Los hallazgos han cuestionado su categorización dentro de cualquier cultura conocida en Suramérica, mostrando una iconografía congruente con las tradiciones sánscritas, foráneas a la región. El nombre mismo del lugar es de por sí antiguo, probablemente un remanente de los antiguos habitantes sánscritos para quienes la palabra «maná» significaba «mente» o «cuerpo mental».
El significado de este nombre puede aclararse al tiempo que los artefactos revelan su cifrada geometría psicoacústica. Lo más sorprendente son las representaciones de la Gran Pirámide de Gizeh, una cobra rey (una serpiente que se sabe que sólo existe en el sureste de Asia) y un mapa tallado del globo con los continentes actuales y otras zonas ahora sumergidas. Aspectos tecnológicos avanzados están presentes en la talla, incluyendo efectos magnéticos de punto cero y líneas incrustadas que fluorescen bajo luz ultravioleta. Los artefactos desafían cualquier explicación simple, mostrando que las capacidades tecnológicas del hombre antiguo estaban miles de años por delante de aquellas del hombre industrial.
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El grupo de más de 300 artefactos ha permanecido en Ecuador en la colección privada de Germán Villamar durante más de una década después de haber sido descubiertos por Sotomayor, un regalo de conocimiento cifrado de maestro a discípulo. Este análisis de los enigmáticos artefactos se centrará principalmente en las implicaciones de la geometría representada por sus formas y diseños incrustados, intentando así resolver el misterio velado por la diáspora cultural que precedió a la genialidad de la cultura madre sánscrita que floreció bajo la superficie terrestre.
La fluorescencia ultravioleta es una conocida propiedad de la calcita y otros minerales encontrados abundantemente en estado natural. La calcita ha sido mezclada como mortero e incrustada en las líneas grabadas en las facetas de la talla. La luz visible es emitida bajo la exposición a luz ultravioleta de onda larga (longitudes de onda de 365nm) cuando los electrones regresan a sus estados iniciales o de base, provocando que parte de la energía liberada se pierda en forma de calor. Lo cual resulta en un cambio en la longitud de onda de la energía hacia luz visible de energía menor (longitudes de onda mayores). Muchos minerales poseen esta cualidad, también observada bajo la exposición a luz ultravioleta de onda corta (255nm). Al parecer diversas mezclas han sido utilizadas para especificar el espectro lumínico emitido por los morteros de diferentes colores usados para lograr las incrustaciones. Probablemente el magnesio está entre estos aditivos minerales de la mezcla de calcita, sin embargo, no se han determinado las combinaciones específicas generadoras del color.
La calcita puede emitir una amplia gama de colores bajo luz ultravioleta, incluido el blanco, azul, rojo, naranja, amarillo y verde y los antiguos artistas de La Maná usaron la paleta entera en sus diseños geométricos. Este efecto fluorescente ha sido descrito como una dispersión cuántica y ha sido también empleado en la creación de brillantes pigmentos por los ceramistas mayas de la península de Yucatán. El barro usado por los mayas contenía nanopartículas de hierro y magnesio que al ser hervidas con índigo producen el azul maya. Las nanopartículas de metal dispersan la luz de una forma no-lineal y cuántica ya que la vibración de los átomos en los metales es cercana a la luz azul re-emitida (José-Yacamán et al, Hubbard et al). Esta resonancia amplifica la luz reflejada tal como en los artefactos fluorescentes de La Maná, probablemente los mayas heredaron numerosas técnicas no-lineales de la precedente cultura madre sánscrita.
También se recuperó un conjunto de discos de piedra incisos finamente labrados, de los túneles cerca de La Maná. Su complejo diseño, estrictamente geométrico, está basado en el círculo, o mandala en sánscrito, un símbolo sagrado utilizado durante la meditación. El disco de piedra con el mandala en espiral tiene incrustado un diseño en espiral que al parecer describe un sendero orbital hacia el centro gravitacional, el sendero hacia adentro del punto de la quietud. El camino espiral que se expande es una incrustación en azul fluorescente, mientras que el círculo exterior es de un rojo-naranja a la luz del día y de un blanco brillante bajo la luz ultravioleta. El diseño en espiral es, aún hoy en día, culturalmente simbólico del viaje interior mediante la meditación y es usado con efectos hipnóticos en rotación perpetua para inducir estados hipnagógicos. Este disco muestra una región de cero magnético en su centro que ha sido comprobada consistentemente, haciendo que cualquier imán colocado sobre el centro del disco como un péndulo, gire en el mismo sentido de las líneas incisas. La magnetización del disco se debe muy probablemente a su exposición a fuertes campos magnéticos, como aquellos observados en la arquitectura psicoacústica resonante descritos previamente. El disco circular de piedra revela sorprendentemente la antigua sabiduría concerniente a la relación entre magnetismo y gravedad, fuerzas planetarias que pueden ser enfocadas.
Un par de discos octagonales de piedra, del tamaño de una mano, encontrados juntos, pudieron haber sido colocados sobre cada mano durante la meditación. Una de estas piedras octagonales tiene incrustados siete círculos concéntricos y la otra tiene tanto círculos concéntricos como excéntricos. Este patrón de círculos concéntricos es una expresión matemática de la estructura de los números primos, descrita más adelante como un diseño unificador del cosmos. Los anillos concéntricos son también idénticos a aquellos generados por la refracción de la luz a través de cristales de calcita. Se encuentra este mismo patrón de anillos concéntricos en el centro de las imágenes cristalográficas de la calcita. Sorprendentemente, los antiguos artistas de La Maná representaron con exactitud la simetría refractiva del cristal de calcita, la misma propiedad que produce el efecto observado en la luz ultravioleta fluorescente. De hecho, el diseño mismo es una explicación visual completa del fenómeno fluorescente del mineral de calcita incrustado, el cual es también el principal constituyente de la piedra caliza con la que fue construido el complejo piramidal de Orión.
No sólo los efectos fluorescentes de los materiales de mortero usados, sino, de hecho, las formas enteras de las tallas en piedra, fueron diseñados para transmitir la estructura de onda estacionaria de la resonancia magnética. Las longitudes de onda corta de la luz producidas por los círculos incisos de calcita se ordenan a sí mismas en el mismo tipo de patrón en el que lo hacen las longitudes de onda larga de sonido resonante a través de las pirámides de Orión. Estos mandalas representan la resonancia de la Tierra, un patrón de refracción observado en todas las longitudes de onda de energía.
Un principio fundamental subyacente a la hipótesis de la resonancia magnética es que el polo Norte magnético es el centro del cual emanan las frecuencias del murmullo de la Tierra, lo que presenta una interesante posibilidad. Tal vez la variación entre los diseños de los dos discos octagonales puedan ser vistos como una descripción de la estructura resonante de la Tierra en dos estados cuánticos diferentes, asociados a diferentes ubicaciones del polo Norte magnético.
La ubicación actual del polo Norte magnético fluctúa más de 11º fuera del polo geográfico, lo cual ha sido la norma durante los últimos 12.000 años de tendencias de calentamiento global. La anterior era glacial del pleistoceno terminó abruptamente debido a un evento catastrófico que probablemente involucró el desfase de los polos a su ubicación actual. El disco octagonal con los círculos multicolores descentrados puede ser simbólico de la actual desalineación del polo Norte magnético y la resultante asimetría en los patrones de onda estacionaria de la resonancia terrestre. La anterior alineación de alta resonancia es representada por los artistas de La Maná como círculos perfectamente concéntricos en la simetría octagonal de la calcita, los siete círculos son primos. Esta cruz octagonal fue una vez llamada la «cruz rosa» por los coptos, y a la cual se refieren las culturas indígenas americanas como el aro de cuatro cuartos de la nación y es una compleja estructura subyacente al significado detrás de las referencias de los números primos codificados en cientos de artefactos de La Maná. En su presentación colectiva del orden sagrado de los números primos, se revela el significado holístico más profundo de estos artefactos.
La antigua escritura sánscrita ha sido documentada en algunos de los artefactos de La Maná, aunque la complejidad de los símbolos geométricos utilizados supera en mucho los textos básicos, sugiriendo que su lenguaje global definitorio es el de las matemáticas de los números primos, el lenguaje universal de la conciencia. La estructura de los números primos ha sido de profundo interés para las matemáticas puras. La pregunta esencial ha permanecido sin respuesta: si los números primos aparecen de una manera aleatoria o no en la secuencia de los números enteros. Mientras que los números primos generalmente muestran un ciclo basado en el seis de pares primos, no parece haber un patrón repetitivo subyacente al orden cíclico. Las incrustaciones geométricas fluorescentes presentes en las tallas en piedra de La Maná refieren los números primos 3, 5, 7, 11, y 13 repetidamente.
Los números primos se definen como números que sólo son divisibles por sí mismos y por la unidad. La organización de los números primos dentro de la serie de los números enteros ha sido un misterio para la matemática moderna hasta la obra de Peter Plichta, un químico de Dusseldorf. En 1997 presentó su teoría de la estructura de los números primos basándola en un ciclo de 6, un producto de los números indivisibles 1, 2 y 3. Aunque no es el único matemático en reconocer el ciclo de 6 en la secuencia de los números primos, su trabajo ha extendido esta concepción a la importancia de los números primos en todas las estructuras subyacentes al universo físico.
Aparte de los números 2 y 3 todos los números primos aparecen en un ciclo de 6. 6 n ±1 donde n= 1, 2, 3, … Por razones de combinación, este ciclo produce una serie de números pares gemelos, [5, 7], [11, 13], [17,19], 23, aunque con el número 25 inevitablemente obtenemos la primera raíz cuadrada de un número primo a partir de la función 6 n ±1 (el siguiente número compuesto es el producto de 5 x 7 = 35) que no es primo. La razón por la cual el número 6 tiene un papel tan elemental en la complejidad de los números enteros es que los números 1, 2 y 3 son indivisibles. Como resultado, el número 6 debe ser rodeado por la expresión: 6 – 1 = 5 y 6 + 1 = 7 y de ahí el primer par de números primos.
La búsqueda de Plichta del significado de los números primos se extiende hasta las estructuras esenciales de la química y bioquímica nucleares, específicamente aquella de los átomos y la tabla periódica de los elementos, así como también los aminoácidos y la hélice del ADN. La estructura del ciclo de 6 de los números primos puede ser visualizada como una cruz octagonalmente simétrica, con siete círculos concéntricos divididos en 24 puntos radiales. Al ser una constante universal «la cruz de los números primos no es una invención humana. Es, de hecho, un modelo del plan de construcción con el cual el infinito fue hecho finito en la estructura de los átomos.» Este mismo modelo también ha sido obtenido a partir de algoritmos de la mecánica cuántica del físico teórico Arkadiusz Jadczyk en una expresión más compleja: la función iterada cuántica octagonal (FIC). La cruz de los números primos y la FIC octagonal son patrones sincrónicos que reflejan la estructura de resonancia inherente a las estructuras atómicas, moleculares, planetarias y galácticas.
El artefacto más desconcertante del grupo es una representación de una pirámide (arriba) con 13 divisiones horizontales o escalones, 3 lados sobre la cara triangular incisa y 1 ojo símbolo. El único ojo fluorescente tallado e incrustado es un símbolo espiritual sánscrito de la visión psíquica: el tercer ojo. Al no haber verdaderas pirámides conocidas en América, sólo una multitud de pirámides escalonadas, ésta debe ser considerada como una representación de la Gran Pirámide de Gizeh, ubicada a miles de kilómetros de La Maná. Es interesante el hecho de que este artefacto ecuatoriano registre el símbolo del tercer ojo de la fachada original cuyas piedras de revestimiento ya no existen. En el lado anterior del artefacto triangular aparece una inscripción dorada de la constelación del cinturón de Orión y una serie de glifos sánscritos arcaicos aún sin interpretar.
También fue descubierto un juego de 13 copas de piedra con incrustaciones fluorescentes, otra referencia numérica prima. La perfeccionada geometría de las copas, hechas en jade, sugiere el uso de avanzadas técnicas tardías para rotar la piedra mientras era cortada. Una de las copas resalta por su tamaño y un diseño de puntos incrustado que representa el mismo grupo de constelaciones señalado en el mapa de los observadores de estrellas. La copa grande de piedra también tiene incisos doce puntos fluorescentes azules alrededor de su pie, un conjunto de doce puntos naranja más grandes alrededor de la base y del fondo en el interior de la copa. Cada una de las doce copas pequeñas tiene un punto inciso y un numeral en el exterior y el contenido de líquido total de las copas pequeñas llena exactamente el volumen del recipiente mayor. La numeración de las copas pequeñas, de 1 a 12 está asociada con el zodiaco y los cálculos calendáricos de los ciclos de precesión terrestres. Los numerales de La Maná se asemejan a los de la cultura maya cuyos complejos cálculos astronómicos se preservan en sus veinte calendarios sagrados.
Se ha sospechado desde hace mucho que el profundo conocimiento astronómico y la precisión de las observaciones de los mayas, sumerios y egipcios son la herencia dejada por una avanzada civilización anterior, al igual que sus numerales y escritura logográfica. La cultura maya habla de sus antecesores como una civilización avanzada de gente de piel blanca, una complexión que puede ser el resultado de vivir bajo tierra, el tipo de lugar en el cual fueron descubiertos los técnicamente complejos artefactos de La Maná. El comienzo del calendario baktún maya cósmico antecede a la cultura maya misma en milenios, un hecho que sugiere la continuidad del conocimiento de los ciclos cósmicos desde un fuente más antigua y avanzada. Las complejas enseñanzas sagradas han sido meticulosamente transmitidas por los Guardianes del tiempo, sacerdotes como Gerardo Barrios Kaanek quien comenzó su peregrinaje espiritual a los 13 años de edad con un maestro maya, Ajq’iij. Dice Kaanek que estamos viviendo los tiempos de las profecías del Ox Lahuj Baktún. Este calendario cósmico abarca 5,200 años y finalizará el 21 de diciembre de 2012, en el calendario gregoriano.
El final de este ciclo del calendario se profetiza como un período de gran destrucción y renovación para la humanidad, un cambio cataclísmico que involucra al sistema solar entero. El calendario planetario es llamado el Ha´ab. Existen cuatro calendarios proféticos de los cuales uno tiene un lapso de 9 veces 52 años, conocido como el Belajeb Bolamtiku o «las nueve oscuridades». Este calendario habla de la oscuridad prevista que llevaron los españoles en la forma de epidemias, armas y catolicismo. Su duración es de 468 años, habiendo empezado el mismo día y hora en que Hernán Cortés desembarcó en Veracruz, México. El ciclo del Belajeb Bolamtiku ya ha transcurrido y ha sido precedido por un ciclo de nueve años de gestación que terminó en el año 2001, del calendario gregoriano. Los calendarios mayas más importantes son el Tzolk´in y el Tzolk´ij. El Tzolk´in es para la observación del tiempo y las distintas energías que se interrelacionan con el ser humano, tiene ciclos de 260 días igualando el ciclo de gestación humano. Un período de nueve meses en el calendario gregoriano, el ciclo del Tzolk´in forma una proporción áurea de 3:2 con el ciclo equinoccial de 6 meses. Se ha descubierto que existen relaciones y números Fibonacci subyacentes a la interacción del Tzolk´in con los otros calendarios, basadas en los números 5, 8, 13 y (la suma de los primeros seis números Fibonacci) 20. La observación de ritmos temporales interrelacionados por los mayas está ligada a su concepción de k´ulthanlilni y chacla, correspondientes directamente con la energía sánscrita kundalini y los centros de los chakras. La moderna concepción superficial y lineal del tiempo contraste fuertemente con la concepción maya cíclica del tiempo y la primacía del círculo.
La sabiduría indígena se hace eco de esta penetrante verdad, como en las palabras del sioux Oglala Alce Negro, nacido en 1863:
«Usted se habrá dado cuenta de que todo lo que un indio hace es un círculo y eso es así porque el poder del mundo siempre opera en círculos y todo tiende a ser redondo. En los viejos tiempos cuando éramos un pueblo fuerte y feliz, todo nuestro poder procedía del aro sagrado de la nación y mientras el aro permaneciera unido la gente prosperaba. El árbol floreciente era el centro del aro y el círculo de los cuatro cuartos lo alimentaba… Todo lo que El poder del mundo hace, es hecho en un círculo.»
Los hopi del sureste norteamericano se referían a su paisaje sagrado como «las cuatro esquinas», mientras que los incas de Los Andes ocupaban el Tawantisuyu: «tierra de los cuatro cuartos». Estas potentes descripciones de la estructura de la Cruz Prima es también descrita con precisión por otros numerosos artefactos encontrados en las cámaras subterráneas de La Maná, especialmente un conjunto de discos de piedra cuidadosamente pulidos con incrustaciones circulares que también describen el aro sagrado de la nación tanto en su estado completo como en su actual estado «roto» y desalineado.
El objeto más grande encontrado en La Maná es una piedra tallada de granito, del tamaño de un torso humano, con líneas talladas y rellenas con mortero, además de piedras pulidas incrustadas. Los contornos tallados son al tiempo sorprendentemente familiares y extraños: representan los continentes de la Tierra en lo que debe ser el mapa más antiguo conocido por la humanidad, una representación global del Pleistoceno. Las líneas incisas en la piedra y rellenas con mortero describen las antiguas líneas costeras en rosa y otro conjunto de líneas rectas y caminos curvilíneos en blanco. Cualquiera que esté familiarizado con la forma de los continentes actuales del globo puede reconocer una enorme similitud en el complejo entramado de líneas rosas del objeto. Por ello ha sido denominado «la piedra del mapa del mundo». Los continentes son inconfundibles, un lado muestra claramente a Italia, Grecia, el Mar Muerto, el Golfo Pérsico e India. La zona costera del sureste asiático es delineado de un modo un poco diferente a como lo hacen los mapas modernos, mostrando una masa terrestre actualmente sumergida en el área que ha sido nombrada por R. Schoch como Sundaland.
El otro lado de la piedra-mapa muestra las Américas de una manera un poco diferente, sin las islas del Caribe ni la península de Florida, pero revelando enormes masas terrestres ahora bajo las aguas del Atlántico y el Pacífico. En medio del Atlántico Norte se ve un pequeño continente que se asemeja a la descripción del filósofo griego Platón de la Atlántida, en los diálogos Timeo y Critias que datan del 400 a.c. Se ve en el área del Pacífico una enorme isla justo por debajo de la línea ecuatorial, probablemente del tamaño del actual Madagascar. También está representada una masa terrestre, al sur de lo que es hoy Japón, desde hace mucho sumergida cuya existencia ha sido propuesta por M. Kimura, cuyos investigaciones arqueológicas submarinas en Okinawa y en el monumento de Yonaguni han contribuido a la hipótesis de que la antigua civilización de Mu una vez habitó esta tierra perdida. Esta diferencia significativa sugiere la gran antigüedad del mapa, ya que deben haber ocurrido colosales eventos catastróficos de subducción y de elevación del nivel del mar desde la creación de la talla, ubicándola probablemente en una antigüedad superior a los 12.000 años.