Micheal Marder es indudablemente uno de los filósofos más interesantes de nuestra época. En los últimos años se ha dedicado a desarrollar lo que llama «pensamiento vegetal», moviendo la atención hacia el mundo de las plantas, no sólo como la base de la vida en un sentido biológico, sino como un modelo para una vida filosófica. Marder, quien es profesor de investigación de la Fundación Vasca para la Ciencia, tuvo hace unos años la intuición de que mirar hacia el mundo de las plantas era lo mejor que el ser humano podía hacer si quería «crecer» y no perecer.
Empezó con Plant-Thinking: A Philosophy of Vegetal Life, de 2013. Este libro decisivo fue seguido, entre otros, por The Philosopher’s Plant: An Intellectual Herbarium, de 2014, donde presenta la influencia de las plantas o el entorno vegetal en ciertas ideas y en ciertos filósofos. Publicó también Through Vegetal Being en el 2016 en diálogo con la filósofa feminista Luce Irigaray y más recientemente Dump Philosophy: A Phenomenology of Devastation. (2020) y Green Mass: The Ecological Theology of St. Hildegard of Bingen (2021).
Marder ha sugerido que las plantas han sido los seres más olvidados de la filosofía. Considera que la capacidad de las plantas de atender a los elementos que las rodean, crecer, nutrir a su medio ambiente y existir a un ritmo más lento y en cierta forma más sensible, puede usarse como analogía del pensamiento mismo y de cómo podríamos pensar. En su libro sobre la música y mística Hildegard de Bingen, Marder rescata el concepto de la polímata alemana de viriditas, el «verdor» o la energía de crecimiento y frescura que existe en la naturaleza, en la cual se reconoce la presencia del espíritu. Marder llama a escuchar esa frescura que es viriditas y a alimentar todos los aspecto de nuestra existencia de ella.
Pero particularmente relevante para la situación actual es Dump Philosophy. Aquí Marder sugiere que el ser humano, con el impulso de la industrialización y el crecimiento económico sin brida, ha hecho justo lo opuesto de las plantas, que son capaces de emplear los desechos para crecer. Marder sugiere que debido a la acción humana la tierra se ha convertido en un tiradero y, en vez de vivir conectados a esa viriditas que es la fuente de una «teología ecológica», empezamos a crear desiertos en todas partes, ariditas. Marder usa el término «dump», mayormente intraducible, que sugiere al mismo tiempo el acto de tirar (incluso de tirar ruidosamente) y la basura o el excremento que se deposita. Este juego de palabras tiene también un doble significado «escatológico», pues al convertir el planeta en una zona de excremento (no renovable) nos acercamos al final de un horizonte, a una especie de punto de no retorno, un eschaton o final de una época. Todo lo que vemos está actualmente en proceso de convertirse en un tiradero de productos industriales con todos sus efectos secundarios. En los términos más crudos lo que predomina es shitting without giving a shit.
Foto: Bloomsbury
Marder señala que el tiradero se lleva a todas partes y ocurre también en nuestro cuerpo y mente, que se ven también expuestos a un constante influjo de desperdicios y material tóxico, tanto físico como cultural. La idea del «dump» se extiende a todos los ámbitos de la existencia, en gran medida porque hemos perdido esa conexión con la frescura de la vida y no tenemos ya conciencia de la estructura rizomática en la que vivimos o, en otras palabras, de la fina madeja de interdependencia en la que vivimos. La era del dumping se caracteriza por la ignorante irresponsabilidad con la que el ser humano actúa, creyendo que sus actos no tendrán consecuencias. Pero el precio de seguir consumiendo a un ritmo frenético y creer que podemos olvidarnos de los desechos que hemos creado, ya nos ha alcanzado y puede que sea demasiado caro.
Una de las ideas esenciales de este libro es que, como enseñan las plantas, no hay crecimiento sin descomposición, pero si las cosas no se descomponen, como el plástico y otros materiales, entonces se bloquea el proceso mismo de crecimiento; la acumulación de material inorgánico anega el espacio, el vacío mismo que es necesario para crecer y genera trabas en el flujo energético. Así lo que se engendra en todas partes hoy en día, incluso en un nivel mental, es pura decadencia.
Marder tiene una gran cantidad de ideas en este tenor, las cuales presenta a través de ricas metáforas e incluso al final a través de una serie de poemas. Sus libros son especie de piezas performáticas que reclaman nuestra atención entre el ruido del Antropoceno.
Al final, lo que la filosofía de Marder implica es que en vez de un tiradero, el ser humano debería de pensar en crear jardines y su labor, más que cualquier otra, debería ser la de un jardinero.
https://pijamasurf.com/2021/09/dump_philosophy_nuevo_libro_muestra_como_hemos_convertido_el_mundo_en_un_tiradero_gigante/
Sí, pero ésto no es más que Filosofía descriptiva, medio mística, poética y absolutamente inútil. Señalar los problemas sirve de poco si no se acompaña de apuntar remedios.
Es muy fácil identificar los problemas del planeta, y de otras muchas cosas, éso lo sabemos hacer casi todos. Lo importante es encontrar vías de mejora efectivas y posibles. Las utopías naturistas y ecobobadas aportan nada, más allá de crear tristeza, disgusto y frustración.
Se echa de menos la Filosofía práctica, beligerante, comprometida. No sólo el lamento estéril de lo que no es sino el grito productivo de lo que debe ser.
Pero es más fácil subirse al carro del » que mal está todo » en vez de ponerse a mejorarlo.