¿Alguna vez has tenido la sensación constante de que todo dependía de ti? O, por lo contrario, ¿has sentido que eran tus circunstancias las que te controlaban a ti y que eras incapaz de cambiar nada? Entonces, puede que hayas experimentado la falacia de control.
Pero, ¿qué hay detrás de este tipo de falacia? ¿Qué son las falacias realmente? ¿Cómo nos condiciona esta en concreto? ¿Se puede combatir? ¡Vamos a descubrirlo!
¿Qué es la falacia de control?
La falacia de control es un sesgo mental, una distorsión cognitiva. Las distorsiones cognitivas son maneras erróneas de procesar la información. Implican una malinterpretación de la realidad, y conllevan juicios inexactos de la misma.
A través de este sesgo de control, la persona cree que tiene el control absoluto de todo lo que le ocurre; o por lo contrario, cree que es completamente incompetente para resolver sus problemas. En el segundo caso, la persona cree que las circunstancias (u otras personas) le controlan a ella.
La persona con este sesgo suele creerse responsable de todo lo que le ocurre, o justo lo contrario: sentirse impotente y sin poder controlar nada de su vida.
Como vemos, en la falacia de control, el concepto de control, válgase la redundancia, está alterado. O bien por exceso (“todo depende de mí, tengo el control sobre todo lo que me ocurre”) o bien por defecto (“soy incapaz de controlar nada de mi entorno”).
¿Qué son las falacias?
También podemos entender este sesgo como una falacia, como su propio nombre indica. Las falacias son conceptos muy relacionados con las distorsiones cognitivas.
Según Irving M. Copi, autor de Introducción a la lógica (Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1969), la falacia es ‘una forma de razonamiento que parece correcto, pero que resulta no serlo cuando se analiza cuidadosamente’. En el ámbito más filosófico, la falacia ha sido definida como un ‘razonamiento incorrecto, pero psicológicamente persuasivo‘.
No siempre es fácil detectar las falacias, ya que estas suelen sonar “bien”, además de ser sutiles y de resultar convincentes.
Sentir que podemos controlarlo todo
Una persona con falacia de control, que siente que puede controlarlo todo, es probable que sienta también que ese control puede llevarle a una situación cada vez mejor. Hablamos de personas que suelen ser muy controladoras, rígidas y perfeccionistas.
Lo que piensan que no pueden controlar les genera miedo o rechazo. Por contra, sobreestiman el grado de control real que tienen sobre aquello que piensan que sí pueden controlar.
Sin embargo, no nos engañemos: todo esto genera una autoexigencia y un estrés brutal a la persona que mantiene esta falacia.
Sentir que nada depende de nosotros
En el polo contrario de la falacia de control, nos encontramos con lo siguiente: la persona cree que no puede cambiar nada de su vida. Que su vida la controla a ella.
Y esto también genera sufrimiento. Suelen ser personas con baja autoestima y con muchas inseguridades, que tienden a depositar en los otros las responsabilidades de su propia vida.
Causas de la falacia de control
¿Qué hay detrás de la falacia de control? En los camerinos del problema encontraríamos lo siguiente:
- Una elevada autoexigencia.
- Tener creencias muy arraigadas de que “todo depende de nosotros”.
- Tener un locus de control interno (según el cual, lo que nos ocurre depende de uno mismo, y no de factores externos).
- Miedo a delegar tareas.
- Ser excesivamente perfeccionista.
- Tener una personalidad ansiosa.
Por otro lado, cuando creemos que nada depende de nosotros y que, por lo tanto, no tenemos ningún control sobre los eventos, encontraríamos:
- Un locus de control externo (“todo depende del ambiente, del entorno”).
- Ser una persona ansiosa, que se preocupa mucho por las cosas.
- Sentimiento de indefensión aprendida.
- Inseguridades personales (pensar que no somos capaces de cambiar nada).
- Baja autoestima.
¿Cómo combatir la falacia de control?
¿Se puede combatir este tipo de falacia? La respuesta es sí, con paciencia y dedicación. Algunas ideas que pueden ayudarte son las siguientes:
- Contrastar las ideas con fuentes de información fiables.
- Empezar a desarrollar un pensamiento crítico de las cosas.
- Cuestionar nuestra manera de pensar; no darla siempre como “válida”.
- Evaluar nuestros pensamientos y registrando las posibles falacias o distorsiones cognitivas que cometemos.
En definitiva: en la falacia de control existe un filtro a la hora de procesar e interpretar la realidad que puede darse en dos sentidos. En el primero, tenemos la sensación de poder controlarlo todo; en el segundo, sentimos que no tenemos control sobre nada y que las personas, la vida o el entorno nos dominan.
En el segundo caso, además, puede darse una sensación de indefensión aprendida, a través de la cual nos sentimos incapaces de cambiar nada de nuestra vida.
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