La degeneración de los mitos y la espiritualidad: de Orfeo a Halloween

(ABC)

Por Alfonso de la Vega.- Una de las muestras más patentes de la actual postración española es la celebración del llamado Jalogüin, antigua fiesta pagana oportunamente reciclada por el neomarxismo cultural y el mal gusto mercader anglosajón. Un espectáculo grotesco, estúpido y frívolo en el mejor de los casos; de necromancia en el peor, es decir, de magia negra. Un festejo que pretende sustituir a las antiguas tradiciones, tanto puramente españolas como las precedentes derivadas de la civilización mediterránea grecorromana. Los antiguos mitos y misterios griegos. Nuestro mito de Don Juan con su visión de Eros y Tánatos, o la redención por el Amor. La metafísica trascendente de nuestra tradición, versus la estulticia del anglosajón truco o trato.

Decía René Guénon que lo que mejor caracterizaba a la sociedad occidental era su pérdida del sentido de la metafísica. Uno de los medios más potentes para lograrlo es la devastación del arte. La crisis estética suele ir por delante y fomenta la de la ética. Así se explicaría lo de la perfomance y demás crímenes estéticos o de magia negra glosados hace poco por don Felipe de Borbón. En ello están.

A diferencia de las antiguas tradiciones cíclicas relacionadas con el año solar, desde la Ilustración nos hemos acostumbrado a un sentido lineal del tiempo. Al goethiano conflicto fáustico, o el mito del progreso indefinido de la humanidad. Pero las fiestas del uno de noviembre tuvieron su interpretación griega y luego romana. Participaban de cierto carácter sagrado común. En Grecia, al comienzo del Pyanepsion, se celebraban las Noemenias o fiestas de la Luna nueva consagradas a Hécate, mientras se preparaban las Thesmoforias de los misterios eleusinos: una de las más importantes instituciones sagradas de la antigüedad que representaban un profundo conocimiento del alma y su descenso a los infiernos, tema recurrente en la cultura y el arte occidentales. Primero por un rapto, luego por ingesta de una pepita de granada, se simbolizaba la caída del alma en la materia. Pero parcialmente salvada luego por amor: materno filial en el caso de Eleusis; erótico entre hombre y mujer en el de los misterios órficos; el bellísimo e inspirador mito de Orfeo, tan ligado a la música, que ha dado varias obras cumbres: el sublime Orfeo y Eurídice de Gluck, el Orfeo de Monteverdi, considerada la primera ópera representada en Europa, o el Orfeo de Haydn. Y entre los romanos, bajo la protección de Diana, el uno de noviembre se celebraba el festín de Júpiter.

Es verdad que en la Europa septentrional también existió una tradición cética gala, hoy deformada: el samaín. Los antiguos druidas celebraban dos manifestaciones anuales. La del muérdago del año nuevo, donde el gran sacerdote druida después de recortarlo del tronco de un quercus ofrecía un sacrificio de pan y vino que más tarde distribuía entre los asistentes. Y con gran solemnidad se ocupaban de los negocios de la república. La otra gran celebración se hacía en otoño. Era la de la renovación del fuego, con un cierto carácter fiscal. Para asegurar el pago del tributo anual a los druidas, los sacerdotes exigían que cada familia de su distrito apagara el fuego de sus casas la última tarde de octubre, y presentarse en el templo con el tributo anual y recibir el primer día de noviembre una parte del fuego sagrado que ardía sobre el altar con el cual volvían a encenderlo en sus casas. Si alguno faltaba a tomar el fuego, o más bien a pagar la contribución, aquel de sus amigos o vecino, quien daba o permitía tomar fuego, quedaba también excomulgado lo mismo que el delincuente.

Pero, además, existe un importante aspecto espiritual. En esas mágicas noches se abría una puerta entre el más allá y el mundo de los vivos, que podían comunicarse. En las noches de Jalogüin se produce una verdadera entrada de fuerzas negativas que han de ser rechazadas y combatidas con las armas de la luz, el bien, la bondad, la compasión o la oración. O escuchando algunas de las versiones musicales más sublimes.

El Cristianismo recalificó muchas de las fiestas y celebraciones del paganismo, cristianizando su elevada concepción metafísica acerca del alma. En el caso de Todos los santos, una doble concepción: la implicación dialéctica entre amor y muerte.

La muerte redimida o superada por el amor. Por el amor sagrado del Salvador o por su remedo, el amor humano. Y ligada a la cultura española se halla la figura del Don Juan, un mito con raíces históricas reelaborado por varios autores españoles, pero que alcanza su mayor logro estético en el don Juan del gran Mozart. Introducido por Tirso de Molina, una forma cristianizada del mito, ligada también a una variante de las realidades espirituales, tipo la Santa Compaña, es el Don Juan en su posterior versión de Zorrilla; la terrorífica visita de la figura astral del Comendador.

Pero es el amor y la redención lo que ha de prevalecer. La escena del cementerio, bien representada, aún sigue siendo conmovedora.

Sin embargo, en el actual proceso de estupidización y embrutecimiento programado de masas al que se dedican los políticos, los docentes, los “artistas” degenerados, las actuales televisiones y la mayoría de los media, la fiesta anglosajona resulta mucho más rentable que las disquisiciones metafísicas propias de nuestra tradición, según se celebraban el uno de noviembre.

Mientras no reconstruyamos la metafísica y la genuina concepción del arte estaremos en crisis permanente. La espiritual es la madre de todas las demás, incluida la estética. Mas tales cuestiones parecen relegadas en este siglo tan frívolo, tan ignorante, tan supersticioso, tan cobarde e incapaz de mirar a la muerte cara a cara, en el que tomar en serio la metapsíquica, las otras dimensiones de la existencia, la metafísica, se considera anticuado o incorrecto.

Pero resulta más enriquecedor el tradicional Tenorio de Zorrilla, incluso con todos sus ripios, que estas costumbres extrañas, bárbaras y desatinadas.

Orfeo se ha disfrazado de impertinente macarra gringo. Nada de rescate del alma de las garras de la muerte por el amor. En el posmoderno Jalogüin olvida rescatar a su amada Euridice y se contenta con ser sobornado para que se calle. Ya ni las Bacantes se molestan en despedazarle. Lo ha hecho la entropía del olvido.

No es el Amor quien muere, que somos nosotros mismos.

*Ingeniero y escritor

https://www.alertadigital.com/2021/10/30/la-degeneracion-de-los-mitos-y-la-espiritualidad-de-orfeo-a-halloween/

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