Detrás de la mente hay una presencia inalterable que la observa exenta de opiniones, juicios y conceptos. Solo observa. Mientras la mente no descansa de conjeturar, categorizar, dialogar consigo misma, esta presencia silenciosa se dedica sólo a observar, como si la observación fuera su único propósito, no hace otra cosa más que observar a la mente.
Es curiosa esta presencia. Siempre está ahí. No hay un momento en que no esté. La mente no puede tocarla porque siempre está detrás, observando; cuando la mente piensa que la tiene, está de nuevo detrás, observando. Es inatrapable, maravillosamente intocable.
Esta presencia está en todo, es el silencio que subyace detrás de lo que la mente percibe como pensamientos, emociones, cosas, mundo. Está incluso en los sueños, y en los sueños sin sueños. ¡UAO! Esta presencia no se apaga. ¡Es eternamente presente! ¡Está siempre ahí! Nada puede tocarla, ni modificarla. En el tremendo caos que se tuerce en el centro de una supernova, la presencia está ahí, silenciosa, imperturbable, observando como quien tiene la certeza de que nada puede sucederle.
Cuando la mente queda impresa por la mirada de la presencia, se da cuenta de que hay algo que la trasciende, y ya nada vuelve a ser como antes. «¿Hay algo superior a mí, viviendo dentro de mí?» Se pregunta la mente. Y entonces comienza la búsqueda de ese algo, de esa misteriosa y escurridiza presencia que no se puede encontrar, a menos que la mente se deje otra vez observar. Y he aquí la gran paradoja que termina descubriendo la mente, para su dolor y descanso al mismo tiempo: «Solo puedo atrapar a la presencia, dejándome atrapar por ella».
La mente usualmente se pregunta: «¿Qué es este mundo exterior? ¿Qué es este cuerpo en el que me siento enclaustrada? ¿Qué son todos estos pensamientos, sentimientos y emociones?» El buscador es siempre la mente. La presencia observa tranquila mientras la mente se desgasta buscando. La mente quiere conocer, comprender un mundo que ella misma ha creado. El creador se pregunta de dónde ha salido su propia creación, mientras la presencia descansa detrás, plena de atención y desnuda de pensamientos.
¿Qué es samadhi?
― ¿Qué es samadhi?
Es la completa absorción de los sentidos.
― ¿Y cómo se alcanza?
Mediante la pacificación de la mente.
― ¿Cómo se hace eso?
Imagina un lago perfectamente apacible y transparente, en el que puedes ver la imagen de tu rostro como en un espejo. Si te acercaras demasiado a ese lago, de manera que terminaras metiendo tu cara en él. ¿Podrías verte?
― Por supuesto que no.
Ahora, imagina que sacas tu rostro del lago para poder verte. ¿Crees que podrías ver tu cara a la perfección, como en un espejo, inmediatamente después de retirar tu rostro?
― Bueno, pienso que no porque habría perturbaciones en su superficie. Tendría que esperar a que se aquietase el agua.
Exacto. No te quedaría otra opción que esperar a que las perturbaciones desaparecieran por sí solas; y este último detalle es muy importante, las perturbaciones desaparecen solas, por ley natural. No hay que hacerlas desaparecer. ¿Qué sucedería si intentases aquietar el lago con tus manos? ¿Crees que podrías alejar las perturbaciones empujándolas con tus manos?
― No. Si hiciera eso, provocaría más perturbaciones.
Intentar calmar el lago de esa manera sólo empeoraría más las cosas. ¿No es verdad? Bien. Entonces, no tendrías más opción que esperar. En este caso, esperar sería lo mejor que podrías hacer. Pero, hay una cosa más que no te convendría descuidar.
― ¿Qué es?
Deberías evitar meter la cara otra vez en el lago. Si lo hicieras, tendrías que volver a sentarte y esperar. Pero, ¿sabes qué? No importa. Lo haces y ya, porque es que no hay otra forma de hacerlo mejor. Aunque, OJO, la tendencia a meter la cara puede ser fuerte. Tendrías que desarrollar la habilidad de tomar distancia y mantenerte desapegado de la superficie hasta que el lago alcanzase su estado de quietud; cosa que sucede de forma totalmente natural, sin ningún esfuerzo por parte tuya. Lo único que tendrías que hacer es esperar. Luego, después de eso, ¿qué sucedería?
― Lograría ver mi rostro con perfecta nitidez.
Y cuando eso sucede, puedes conocerte. Aquí, la mente es el lago y las perturbaciones son los pensamientos. Ya viste que no puedes alejarlos empujándolos para que se vayan. En lugar de eso, sólo debes esperar a que se vayan por sí solos. La mejor manera de calmar tu mente es manteniendo una pequeña distancia de ella. Debes desapegarte de los pensamientos, observándolos, y darles el tiempo suficiente para que se aquieten, cosa que harán solos, por ley natural. Cuando esto sucede, gracias a la transparencia de la mente en ese momento, puedes ver quién eres, puedes conocerte. El momento en el cual la mente alcanza la perfecta quietud y transparencia, es durante el sueño profundo. Tu mente estará profundamente dormida, con sus sentidos de percepción completamente absortos, pero tu conciencia permanecerá despierta, lo suficiente como para ver directamente con ella la apariencia de tu verdadero rostro. ¡Esto es un gran descubrimiento! Porque nunca antes te habías visto de esa manera. Y entonces conocerás quién eres en realidad. Esto es samadhi, y como resultado de esta experiencia, tus conexiones neuronales comenzarán a reestructurarse de forma automática, en base a tu nueva y verdadera identidad.