Un incidente ocurrido cuando tenía 26 años de edad cambió la visión de la vida de Ken Smith, quien ha pasado las últimas cuatro décadas viviendo solo y sin conexión con la vida moderna.
Durante casi 40 años, Ken Smith ha evitado la vida convencional y ha vivido sin electricidad ni agua corriente en una cabaña de madera hecha a mano a orillas de un lago remoto en las Tierras Altas de Escocia.
«Es una vida agradable. Todo el mundo desea poder hacerlo, pero nadie lo hace», dice Smith.
No todo el mundo estaría de acuerdo en que el estilo de vida aislado y solitario de Ken, pescando y recolectando alimentos, recogiendo leña y lavando su ropa en un viejo baño al aire libre sea lo ideal. Y menos aún a los 74 años.
Su cabaña de troncos está a dos horas a pie de la carretera más cercana en el borde de Rannoch Moor, por el lago Treig (Escocia)
«Es conocido como el lago solitario. No hay camino para llegar aquí, pero aquí solía vivir gente antes de que se construyera la presa», cuenta.
«Todas sus ruinas están allí. El censo [de habitantes] ahora es de uno y ese soy yo», dice mientras mira hacia el lago desde la ladera.
La cineasta Lizzie McKenzie se puso en contacto por primera vez con Smith hace nueve años y durante los últimos dos años lo ha filmado para el documental de BBC Escocia The Hermit of Treig («El ermitaño de Treig»).
Ken, quien es originario de Derbyshire, cuenta allí cómo comenzó a trabajar a la edad de 15 años, construyendo estaciones de bomberos.
Pero su vida cambió a la edad de 26 años cuando fue golpeado por una banda de matones después de una noche de fiesta.
Sufrió una hemorragia cerebral y perdió el conocimiento durante 23 días.
«Dijeron que nunca me recuperaría. Dijeron que nunca volvería a hablar. Dijeron que nunca volvería a caminar, pero lo hice. Fue entonces cuando decidí que nunca viviría en los términos de nadie más que en los míos», afirma.
Buscando una nueva dirección
Ken comenzó a viajar y se interesó en la idea de la naturaleza.
En el Yukón, el territorio canadiense que limita con Alaska, se preguntó qué pasaría si simplemente se marchara caminando de la carretera y «se fuera a ninguna parte».
Así que eso es lo que hizo. Asegura que caminó unos 35.000 kilómetros antes de regresar a casa.
Mientras estaba lejos, sus padres murieron y no se enteró hasta que llegó a casa.
«No sentí nada. Pasó mucho tiempo hasta que me golpeó», relata.
Ken caminó a lo largo de Gran Bretaña y estaba en Rannoch, en las Tierras Altas de Escocia, cuando de repente pensó en sus padres y comenzó a llorar.
«Lloré todo el camino mientras caminaba», dice.
«Pensé ¿dónde está el lugar más aislado de Gran Bretaña?«, agrega en el documental.
«Estuve dando vueltas y seguí cada bahía y cada cumbre donde no hubiera una casa construida. Cientos y cientos de kilómetros de nada. Miré al otro lado del lago y vi este bosque», recuerda.
Sabía que había encontrado el lugar donde quería quedarse.
Ken dice que ese fue el momento en que dejó de llorar y terminó su constante deambular.
Se dispuso a construir una cabaña con troncos, habiendo experimentado primero el diseño con palos pequeños.
Una vida en aislamiento
Cuatro décadas después, la cabaña tiene un fogón de leña, pero no hay electricidad, gas ni agua corriente y, definitivamente, no hay señal de teléfono celular.
La leña debe cortarse en el bosque y llevarse de regreso al refugio remoto.
Cultiva verduras y busca frutas del bosque, pero su principal fuente de alimentación proviene del lago.
«Si quieres aprender a vivir una vida independiente, lo que tienes que hacer es aprender a pescar», comparte.
Diez días después de que la directora de cine Lizzie McKenzie dejara la cabaña, en febrero de 2019, los peligros de la existencia aislada de Ken se hicieron presentes cuando sufrió un derrame cerebral mientras estaba afuera en la nieve.
Él usó un GPS que le habían dado días antes, para activar un SOS que se envió automáticamente a un centro de respuesta en Houston, Texas.
Desde allí se notificó a la guardia costera en Reino Unido y Ken fue trasladado en avión al hospital en Fort William, donde pasó siete semanas recuperándose.
El personal hizo todo lo posible para asegurarse de que él pudiera volver a vivir de forma independiente y los médicos intentaron que regresara a la civilización, donde tendría un apartamento y cuidadores. Pero Ken solo quería volver a su cabaña.
Sin embargo, la «visión doble» que sufrió después de su accidente cerebrovascular y su pérdida de memoria significan que Ken ha tenido que aceptar más ayuda de la que había recibido anteriormente.
El jede de cazadores de la zona, que cuida el bosque donde vive Ken, le lleva comida cada dos semanas, que él paga con su pensión.
«La gente en estos días ha sido muy buena conmigo», dice Ken.
Un año después de su primer rescate, Ken tuvo que ser trasladado en avión nuevamente después de resultar herido cuando una pila de troncos se derrumbó sobre él.
Pero afirma que no le preocupa su futuro.
«No vinimos a la tierra para siempre. Me quedaré aquí hasta que lleguen mis últimos días, definitivamente. He tenido muchos incidentes, pero parece que los he sobrevivido a todos», dice.
«Seguramente me enfermaré de nuevo en algún momento. Algo me sucederá que me llevará un día como a todos los demás. Pero espero llegar a 102 años», apunta.
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