Mis Recuerdos de Sri Nisargadatta Maharaj
Harriet: Ramesh Balsekar solia decir: «El único esfuerzo efectivo es la percepción inmediata de la realidad». Algunas personas interpretarán esta frase como que si no logras la experiencia directa cuando el gurú, en este caso Maharaj, está hablándote, no la lograrás nunca. ¿Estás seguro de que no eres víctima de la ilusión del pensamiento?
David: Hay algo de verdad en lo que dices. Si eras capaz de mantener tu intelecto al margen cuando Maharaj estaba hablando, sus palabras, y la autoridad que subyacía tras ellas, harían su trabajo. Cuando él hablaba, no estaba pidiéndote que participaras en absoluto en el proceso. ¿Cómo podía estar pidiéndote que hicieses algo cuando sabía que tú ni siquiera existías? No te estaba pidiendo que entendieras, y no te estaba diciendo «haz esto y te iluminarás». No se estaba dirigiendo en absoluto a ti. Estaba dirigiendo sus palabras a la conciencia que había en tu interior, en un intento de hacerte consciente de quién eras tú realmente. Sin embargo, si sus palabras no producían resultados inmediatos, sabia que podían dar fruto más tarde. Recuerda lo que ocurrió en su propio caso: Siddharameshwar le dijo que él era Brahman; Nisargadatta luchó contra eso durante tres años, hasta que finalmente abandonó sus dudas y se dio cuenta de que era la verdad.
Hay un poder en las palabras de un jnani, y ese poder no se desvanece a los dos segundos de que el jnani las haya pronunciado. Permanece y sigue siendo efectivo; continúa haciendo su trabajo.
Harriet: ¿Corroboró eso el propio Maharaj?
David: Sí. No recuerdo cómo surgió la cuestión, pero le oí decir: «Las palabras de los seres iluminados tienen un poder que las hacen perdurar. Los grandes santos del pasado dieron sus enseñanzas y esas enseñanzas han sobrevivido porque hay en ellas un poder y una autoridad inherentes. Puede que otras personas dijeran lo mismo en la misma época, pero sus palabras desaparecieron porque no tenían poder. Las palabras de los jnanis han perdurado porque tras ellas subyace el poder y la autoridad del Ser».
Hace unos años estaba entrevistando a Papaji y le mencioné esta respuesta, y él la respaldó de todo corazón.
Harriet: Cuando dices que las palabras «han perdurado», ¿significa simplemente que han perdurado en los libros, como citas que se recuerdan, o que todavía tienen el poder de despertar a la gente, incluso siglos después de que fueran pronunciadas? ¿No es necesaria la presencia inmediata del gurú para eso?
David: Creo que debería decir que para realizar al Ser todo el mundo, excepto la gente más madura, necesita un gurú vivo. Sin embargo, una vez que has visto a un gurú auténtico y has estado con él, su presencia siempre permanece contigo. Puedes sintonizar con su presencia, su gracia y su poder de muchas maneras: a través de su foto, pensando en él y leyendo sus palabras.
Harriet: Una vez más me siento obligada a preguntarte: ¿esa es una opinión tuya o cuentas con algún apoyo de Maharaj que la corrobore?
David: Me viene a la memoria una conversación que tuve con Maharaj en mi primera visita. No recuerdo cómo llegamos a ese tema, pero terminamos hablando sobre el poder del gurú y los diversos canales por los que se manifestaba. A mi me había impresionado y emocionado mucho Yo soy eso, y se lo dije.
La conversación fue más o menos como sigue: «Llevo varios meses leyendo Yo soy eso. A través de esas palabras siento una gran conexión con usted y con sus enseñanzas. ¿Se puede tener una conexión con un gurú sólo por leer sus palabras o hace falta ir en persona a verle?», le pregunté. Él me respondió: «Las palabras surtirán su efecto tanto si las escuchas como si las lees. Puedes venir aquí y escucharlas en persona o puedes leerlas en un libro. Si el maestro está iluminado, tendrán poder». Le dije: «En mi caso concreto, leí las palabras de un gurú que todavía está vivo y esas palabras me forzaron a venir aquí y verle a usted. Quizás sus palabras tuvieron ese efecto tan intenso porque Ud. todavía está vivo y está enseñando. He contactado con un maestro vivo, una presencia viva. ¿Qué ocurriría en el hipotético caso de que alguien leyera Yo soy eso dentro de cincuenta años y en un país ubicado a miles de kilómetros de distancia? Esa persona nunca tendría la oportunidad de verle. ¿Tendrían todavía esas palabras el poder de transformarla y despertarla?». Su respuesta fue la siguiente: «El tiempo y el espacio existen en tu mente, no en el Ser. El poder del Ser no tiene límites. El poder del Ser siempre está presente, actuando, siempre de la misma manera. Lo que varía es la disposición y la voluntad de la gente de dirigir su atención a él. Si alguien toma este libro a miles de kilómetros de distancia dentro de mil años, esas palabras tendrán efecto siempre que el lector se halle en el estado adecuado para escuchar y asimilar las palabras».
En realidad, Maharaj no dijo que uno se pudiera iluminar leyendo las palabras de un gurú ya fallecido, pero fue muy claro al asegurar que las palabras de un ser iluminado, incluso las consignadas en un libro, están cargadas con un poder con el que pueden sintonizar las generaciones futuras. Creo que le hice esta pregunta concreta por mi relación con Ramana Maharshi. Yo era la persona «hipotética» que había descubierto las palabras de un gran maestro que ya había fallecido. Me imagino que realmente quería saber si Ramana Maharshi podía ser el gurú de alguien como yo, que había nacido años después de que él hubiera fallecido. Maharaj realmente no me contestó a esa pregunta, pero me convenció de que una parte considerable del poder y de la autoridad del gurú se puede encontrar en sus enseñanzas escritas.
Con el tiempo, llegué a la conclusión de que la gran mayoría de la gente necesita un gurú vivo, pero al mismo tiempo siento un gran respeto por el poder que reside en las palabras escritas de esos maestros.
Harriet: ¿Se grabó ese diálogo? Creo que sería una conversación muy importante para las muchas personas que, como yo misma, no hemos descubierto a Maharaj hasta después de su muerte.
David: Lo dudo. Era una sesión de tarde muy tranquila, en la que solo estábamos unas cuantas personas. Nunca se organizaban grabaciones. Quienes tenían grabadoras las llevaban y grababan desde el lugar de la sala donde estaban sentados. En los dos últimos años había varias personas que lo hacían, pero cuando fui la primera vez casi no había nadie que lo hiciera.