El culto a los árboles pertenece, sin duda, a las primeras etapas en el amanecer de la cultura humana. Se le puede rastrear y encontrar en diferentes momentos de la historia antigua, tal como lo demuestra el compendio hecho por sir James Frazer. Sin embargo, los orígenes del culto se han perdido para siempre en la larga noche de la más remota antigüedad.
La historia del árbol Huluppu pertenece a la tradición sumeria, quizá la primera civilización de la historia humana. De origenes desconocidos hasta ahora, la civilización sumeria floreció hace 6 mil años en Mesopotamia, en la actual Irak. Cuenta la historia que el árbol Huluppu fue plantado a orillas del Éufrates, pero un viento del sur arrancó el árbol de raiz y fue arrastrado por las aguas del río. Una mujer joven que reverenciaba los dioses lo recogió y lo llevó al jardín sagrado del templo de Inanna, diosa patrona de la ciudad de Uruk, para construirse un trono y un lecho. De éste primer parrafo de la historia podemos inferir muchas cosas. Gracias a la existencia de diferentes documentos sabemos que los árboles sagrados de la antigüedad eran atendidos y cuidados por mujeres que le dedicaban la vida entera. Baste recordar la historia contada por Fineo, el rey adivino ciego, a los argonautas. Cuenta Fineo la historia de Paberio que, por más que se esforzaba en el trabajo, más fuerte le torturaba la penuria de alimentos. Pagaba una triste venganza por un pecado de su padre. «Pues cuando aquél talaba en solitario los árboles de los montes, una vez despreció las súplicas de una ninfa hamadríada, que sollozando le suplicó con firme ruego, que no cortara el venerable tronco de un roble, sobre el cual había pasado sin abandonarlo gran parte de su vida. Y sin embargo, lo taló sin miramientos, con la insolencia de la juventud. Por eso la ninfa le procuró un destino infausto para él y sus hijos.» No hace falta hablar de la antigüedad del relato argonáutico. Así, cuando el árbol Huluppu fue plantado a orilla del Éufrates, podemos conjeturar que se le rendía culto desde muy antiguo por mujeres. Mujeres que, alrededor del árbol se convertían en soberanas del lugar, además de, al parecer por el lecho, practicar actos de sexualidad. El árbol fue transportado al jardín sagrado de Inanna, es decir, un nuevo lugar construido expresamente para el culto dentro de la ciudad: el templo. Es precisamente en Eridú y Uruk donde se han encontrado los restos de los templos más antiguos.
Sin embargo, continua el relato, la joven mujer observa que el árbol no crece como es debido, pues el árbol se ve invadido por tres criaturas problemáticas: una serpiente que no puede ser hechizada, el ave anzú que en otro relato roba las tablas del destino al dios de la sabiduría, y por último, en su tronco habita la virgen Lilith, un espíritu maligno con cuerpo de mujer, alas de pájaro y garras de lechuza, que acostumbra a salir por las noche para alimentarse con la sangre de los niños y para fertilizarse con el semen de los hombres solitarios, con el fin de engendrar demonios. Innana, pide ayuda a Gilgamesh para que abata a la serpiente y ahuyente al pájaro anzú y a la virgen Lilith. Gilgamesh lo hace y, además, corta el árbol y se lo entrega a Innana para que se haga su trono y su lecho. Inanna se ve enriquecida con la transformación del árbol pues desde ese momento se evidencia que está preparada para ejercer su poder y sexualidad.
El relato no solamente habla sobre la existencia de algún posible culto al árbol en la antigua Sumeria, por el hecho de plantar el árbol en el jardín sagrado del templo, sino también nos trae reminiscencias del árbol descrito en el libro del Génesis, donde Eva, engañada por la serpiente, comparte el fruto del árbol con Adán. Pero esa es otra historia. Además, el cuidado del árbol liberándolo de seres malignos le dá cierta preeminencia a la joven mujer, pues gracias a él puede fabricarse un trono, el trono de Uruk, y un lecho, símbolo de la sexualidad.