La sociedad deshumanizada según Erich Fromm traza una reflexión que nos es particularmente familiar. Según el célebre psicoanalista, filósofo y psicólogo social, el mundo se irá dirigiendo de manera progresiva hacia un escenario con menos interacción social y mayor aislamiento. En la “megamáquina”, como él definió a la sociedad industrializada, el hombre será esclavo de la tecnología.
Es cierto, esta definición nos parece más bien una predicción, una visión casi exacta de la realidad actual. Y nos lo parece porque lo fue. En su libro publicado en 1968 La revolución de la esperanza, quiso reflexionar sobre la sociedad y el tipo de ser humano que encontraríamos en el año 2000. Si las guerras nucleares no nos destruían antes, especuló, tendríamos un mundo alineado, frío y menos empático.
La llegada al nuevo milenio, concretó no será la culminación de la felicidad, y aún menos de la libertad. Por ello, y para traer de nuevo la esperanza a un mundo desesperanzado, era necesario tomar conciencia de una serie de dimensiones. Así, las propuestas que nos dejó Fromm en su día no dejan de tener trascendencia en el momento actual.
“Las máquinas y las computadoras deben volverse medios para los fines determinados por la razón y la voluntad del hombre”.
-Erich Fromm-
Claves para comprender la sociedad deshumanizada
Hay quien señala que Erich Fromm es una de esas figuras que no ha recibido la suficiente atención o la relevancia que merece. Colegas de la Escuela de Frankfurt, como Theodor Adorno o Max Horkheimer, por ejemplo, son nombres quizá con más tradición dentro de la filosofía o la sociología. Ahora bien, es inevitable reconocer el gran impacto intelectual que tuvo en el mundo intelectual estadounidense y de manera más profunda en la psicología.
Fromm fue un gran defensor de la libertad, alertando de los mecanismos frente a los que podríamos volvernos sumisos. Esa actitud era la que podía dar paso a nuevos gobiernos autoritarios, como había sucedido en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial. Lo que logró, sobre todo, fue enseñarnos a entender el nazismo desde un punto de vista socieconómico y psicológico.
Ahora bien, entre todas sus obras, hubo una con un carácter profético. En La revolución de la esperanza, (1968) quiso alertarnos sobre cómo sería el ser humano del 2000: un mero consumidor, un ser pasivo sometido a una realidad mecanizada que nos separará a los unos de los otros.
La sociedad deshumanizada según Erich Fromm es, en muchos rasgos, un retrato de nuestro mundo actual.
“Para tener una economía sana estamos generando trabajadores enfermos. ¿Debe la mayor parte de las personas ser pasivas y dependientes a fin de tener fuertes organizaciones que funcionen bien?”.
-Erich Fromm-
El ser humano será una parte más de las máquinas
Erich Fromm observaba con cierta inquietud el avance de las sociedades industrializadas, como Estados Unidos. Bien es cierto que el progreso trae comodidad, no hay duda, pero ese aparente bienestar tiene un coste, un reverso oscuro.
La élite empresarial, y hasta los propios empresarios, son meros apéndices de las máquinas que mueven el mundo. Somos esclavos de la tecnología. La megamáquina es para Fromm un sistema social totalmente organizado y homogeneizado en el que las máquinas y las personas son la misma cosa. Con la única diferencia de que el ser humano pierde la libertad, la salud y la felicidad para que esos engranajes funcionen.
Damos por sentado que nuestros ordenadores y demás tecnologías están a nuestro servicio, cuando en realidad, es a la inversa. Por otro lado, hay otro aspecto interesante que señalaba en su libro La revolución de la esperanza. Los hombres y las mujeres perderán la fe y la confianza en los valores humanos y, en su lugar, solo se dará validez a los valores técnicos y materiales.
La sociedad deshumanizada según Erich Fromm será una sociedad infeliz.
Ante un panorama desolador, tenemos dos opciones
Erich Fromm nos quiso prevenir y, para ello, señaló que la humanidad tenía dos opciones. La primera es dejarse llevar por una sociedad mecanizada en la que el individuo será un simple engranaje. El segundo camino es la esperanza. Si queremos progresar como sociedad, pongamos cuidado en hacer que la tecnología esté al servicio del bienestar humano y no a la inversa.
Ahora bien, en el modelo frommiano del ser humano hay algo que siempre se percibe. Es como si el filósofo alemán de origen judío supiera que nos cuesta mucho invertir en el propio crecimiento y avance. Caemos con frecuencia en la apatía y la inercia. No nos comprometemos en los cambios, sino que, en muchos casos, somos meros esclavos de la propia pasividad y complacencia.
Los seres humanos se están volviendo apáticos al depender cada vez más de la maquinaria, que de su propia capacidad para razonar e iniciar revoluciones.
¿Estamos a tiempo?
“Si la gente no se da cuenta de la dirección en la que marcha, despertará cuando sea ya demasiado tarde y su destino haya sido sellado irrevocablemente”, señalaba en La revolución de la esperanza. Lo cierto es que la teoría de la sociedad deshumanizada según Erich Fromm tenía una connotación profética muy similar a la idea que nos dejó George Orwell.
Ahora bien, la siguiente pregunta sería: ¿estamos a tiempo de evitar o prevenir esa falta de humanidad al quedar supeditados al universo tecnológico? Algo que señala el propio Fromm es que el consumismo no es el camino de la felicidad y que el auténtico progreso y la libertad llega con los agitadores e impulsores. Tal vez ya hayamos llegado tarde para esa revolución, pero vale la pena tenerlo en cuenta.
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