Polémica por supuestos planes de convertir Notre-Dame en una ‘Disneylandia políticamente correcta’

Polémica por supuestos planes de convertir Notre-Dame en una 'Disneylandia  políticamente correcta'

El incendio de la catedral de Notre-Dame en el 2019 mostró la apreciación que tiene la sociedad, particularmente la francesa, por la cultura. Notre-Dame es considerada una de las obras maestras de la arquitectura gótica y cientos de miles de personas respondieron rápidamente con donaciones. Muchos de los donadores seguramente no tenían una fe religiosa pero de cualquier manera donaron, entre ellos algunos multimillonarios. Las cifras alcanzaron más de 1,000 millones de dólares.

La campaña fue indudablemente exitosa y actualmente ya se ha logrado asegurar la estructura del edificio, para lo que se usaron casi 200 millones de dólares. Se tiene pensado usar alrededor de 300 millones de dólares más en la fase uno de la restauración. Y, según el diario británico The Telegraph, que obtuvo acceso a los detalles de los planes para la remodelación interna, parte de la cantidad restante se usará para hacer algunas innovaciones.

Y es aquí donde se centra la polémica, que apenas empieza y seguramente dará mucho de qué hablar en los siguientes meses. El Telegraph sostiene que los planes harían de Notre-Dame una especie de «Disneylandia políticamente correcta», haciendo eco de críticos que habrían comparado el plan con un «Cristianismo para tontos» (Christianity for dummies).  Esto puede ser una exageración, y cabe recordar que el Telegraph es un sitio conservador, con una clara orientación de derecha. Y, sin embargo, es indudable que hay razones al menos para polemizar.

Según los documentos a los que accedió el diario británico «los confesionarios, los altares y algunas esculturas clásicas serán reemplazados por murales modernos y efectos de luz y sonido con el fin de crear espacios emocionales.» Se implementará un «camino de descubrimiento» en el que se educará al público sobre el cristianismo, con un «énfasis en África y Asia» (presumiblemente para ser más inclusivos) y se proyectarán citas de la Biblia en diversos idiomas. El camino de descubrimiento concluirá con una parte centrada en la ecología.

Esto suena interesante, sensible, divertido incluso, pero los críticos señalan que se confunde lo profano con lo sagrado y se muestra una clara tendencia hacia los valores seculares. En la decisión de emplear tecnología e incluir la temática de la ecología o de la conservación del medio ambiente, ciertamente la cuestión crucial de nuestra era, se puede ver un rasgo de la auténtica religión de la época.

Para el arquitecto parisino, Maurice Clot, citado por The Telegraph, los planes sugieren que «Disney está entrando en Notre-Dame». El diario británico The Spectator nota el peligro de «innovar» en una remodelación y sostiene que se corre el riesgo no sólo de una afrenta a la religión sino al canon estético. Esto se explica por el dudoso resultado de mezclar «efectos de luz y sonido» de origen digital, (la catedral en sí misma es un gigantesco espacio de exploración de la luz y el sonido) y otras innovaciones modernas. Y también por el hecho de que, según The Spectator, los arquitectos y sacerdotes de nuestra época generalmente tienen un menor dominio de la tradición, lo cual suele traducirse en una menor calidad estética.

Existen ejemplos de esta tendencia a hacer de espacios religiosos una suerte de parque de atracción y no son particularmente felices. En India un caso sobresaliente, muy similar a una Disneylandia religiosa, es el templo Akshardham, un lugar que lleva la impronta del nacionalismo hindú (hindutva).

La catedral de Notre-Dame es la sede de la Arquidiócesis de París y, antes del incendio, obviamente un templo religioso muy activo. Si bien ya existía un pequeño museo dedicado a la catedral, los planes ventilados por The Telegraph son sintomáticos de un fenómeno común a nuestra época. Pues el valor de la religión yace en que es una manifestación cultural que engloba la mayoría de las las obras de arte más sublimes, y no en sus aspectos devocionales,  soteriológicos y ya ni siquiera morales. La visión de la arquitectura gótica, inaugurada por Suger de Saint-Denis era que el espacio debía servir como un lugar para el encuentro con lo divino, para producir experiencias místicas. Lo que queda de esta visión grandilocuente es sólo un espacio museográfico -literalmente un espacio para contemplar lo muerto-, y quizá un poco de nostalgia de tiempos con mayor refinación estética, en los que los seres humanos todavía creían en principios trascendentes.

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