De esta modo, confundiendo reflejo con imagen «reflejada», has tomado por real todo aquello que es exterior a ti, diferenciándolo, separándolo, en un pobrísimo intento de reconstruir aquel hogar del cual crees haber sido expulsado por una mano totalitaria que decidió que no debías permanecer ni un instante más en El.

Craso error este, origen de todo tu sufrimiento e infelicidad.

Crees que puedes amar sin ese ser amoroso que eres. Nada se construye

apartado de tu ser.

Nada se construye solo.

Todos tus intentos por mantener las cosas separadas no son más que una reproducción de la separación original cuyo fin es convencerte de que la separación en verdad ocurrió.

Pero eso jamás fue, es ni será.

¿Acaso la gota de agua se encuentra separada del océano del que mana?

¿Acaso el tenue rayo de luz es diferente del sol que generosamente lo emite para mantener la vida?

La Vida se mantiene y sostiene a Sí Misma, a pesar de las múltiples adaptaciones que de ella intentamos hacer.

Y cualquier cosa que te haga creer algo distinto será un engaño que tan solo intenta mantener la ilusión, un conjunto de pensamientos que te empujan al abismo de la dualidad estéril, una manifestación limitada que te quiere convencer de que el aire se puede mantener encerrado en una jaula, de que el sol cabe en una caja de cerillas, de que, en fin, la vida sólo existe y es en un cuerpo encerrado en el capullo de pensamientos sedosos unas veces, áridos otras, pero siempre obstaculizador de la auténtica Vida.

Comiste del árbol del bien y del mal y la dualidad te expulsó del Jardín del Edén de lo Único sin Dos.

Expulsa la envenenada manzana que te mantiene en ese sueño y recibe el beso de lo que Es, de Aquello que es puro, sólo y único Amor, Vida, Ser.

Así, de esa forma, el cuento llegará a su fin.