Expresar las emociones de manera asertiva es una de nuestras asignaturas pendientes. No es extraño si tenemos en cuenta que vivimos en una cultura altamente represora de las emociones. Desde pequeños nos enseñan que debemos reprimir las emociones “negativas” porque no están bien vistas. Se supone que no deberíamos enfadarnos o frustrarnos, y si nos sentimos tristes o abatidos, deberíamos esconderlo para no mostrar nuestra vulnerabilidad. Sin embargo, cada vez más estudios van en la dirección opuesta y mostró por qué es bueno expresar nuestras emociones.
Expresar las emociones genera cambios en nuestro cerebro
Los estímulos a los que nos exponemos continuamente generan una respuesta a nivel cerebral que desencadena diferentes emociones. Cuando vemos una fotografía de un rostro enojado o asustado, por ejemplo, se activa una región del cerebro llamada amígdala, la cual actúa como un sistema de alarma que desencadena una cascada de reacciones a nivel fisiológico y emocional que nos ayudan a prepararnos para afrontar el supuesto peligro.
Los estudios con neuroimagen han demostrado que la amígdala es tan sensible que se activa incluso cuando vemos esas fotografías a nivel subliminal; o sea, tan rápido que no podemos procesarlas a nivel consciente. Sin embargo, nuestra mente inconsciente las capta y las procesa.
Cuando la reacción de la amígdala es muy intensa podemos sufrir un secuestro emocional . Es decir, el sistema límbico – con la amígdala como gestora principal – toma el mando y dejamos de pensar de manera racional. Entonces podemos volvernos impulsivos y es probable que digamos o hagamos cosas de las que después nos arrepintamos. La buena noticia es que existe una manera muy sencilla para controlar la respuesta de la amígdala.
Neurocientíficos de la UCLA comprobaron que, si vemos un rostro enojado y lo etiquetamos verbalmente, la activación de la amígdala se reduce. En sus experimentos pidieron a un grupo de personas que catalogaran las emociones que transmitían los rostros que aparecían en las imágenes. Los investigadores apreciaron que la amígdala se mostraba menos reactiva cuando las personas etiquetaban esas emociones y sentimientos.
También comprobaron que al expresar las emociones se activa otra región del cerebro: la corteza prefrontal ventrolateral derecha. Esta zona se ha asociado con la expresión verbal de las experiencias emocionales y está implicada en la inhibición del comportamiento y el procesamiento emoional.
Expresar las emociones nos permite liberarnos de su peso
Expresar las emociones es bueno porque es como pisar el freno de nuestras respuestas emocionales más impulsivas. Como resultado, estaremos menos enojados o tristes. Es decir, podemos disminuir el impacto emocional de las situaciones, lo cual nos ayuda a mantener nuestro equilibrio emocional, incluso en las peores circunstancias.
La corteza prefrontal ventrolateral derecha puede desactivar la primera respuesta emocional que se activa ante un estímulo que nos enoja, entristece o frustra. Eso también nos da el margen de maniobra psicológico que necesitamos para reflexionar y actuar en consecuencia. Así podemos pasar de la reacción impulsiva a la acción considerada.
Por tanto, expresar las emociones nos ayuda a encontrar respuestas más adaptativas ante los problemas. Preserva nuestro equilibrio mental y nuestro raciocinio, de manera que podemos buscar alternativas y elegir la más conveniente.
Esa es la razón por la cual, hablar de nuestros problemas con alguien y expresar nuestras preocupaciones tiene un efecto catártico. Por eso, cuando confesamos cómo nos sentimos, podemos quitarnos un peso de encima. No es una mera metáfora. Hablar de nuestros sentimientos realmente aligera su carga.
De hecho, a veces ni siquiera es necesario verbalizar esas emociones, escribir un diario terapéutico también puede ser beneficioso para liberar ese peso emocional que muchas veces llevamos sobre nuestra espalda.
Practicar el mindfulness también puede ayudarnos a reducir la respuesta de la amígdala. En práctica, solo tenemos que enfocar la atención sobre nosotros y etiquetar lo que estamos sintiendo, pero sin apegarnos a esa emoción. Se trata, simplemente, de reconocer ese estado emocional. Decirnos: “ me siento muy enojado / frustrado / triste ”.
Ese acto de reconocimiento emocional no eliminará el problema, pero nos permitirá verlo mejor, desde una perspectiva más equilibrada. Nos ayudarán a hacer las paces con nuestras reacciones emocionales. A fin de cuentas, aceptar las emociones, en vez de negarlas y reprimirlas, es el primer paso para gestionarlas.
Como colofón, cabe aclarar que la corteza prefrontal ventrolateral derecha se desarrolla fundamentalmente durante la preadolescencia y la adolescencia, por lo que esa etapa de la vida sería un período sensible para aprender a expresar las emociones de manera asertiva y contener su impacto negativo.
Fuente:
Lieberman, MD y col. Alabama. (2007) Poner los sentimientos en palabras: el etiquetado de los afectos interrumpe la actividad de la amígdala en respuesta a los estímulos afectivos. Psychol Sci ; 18 (5): 421-428.
Por qué es bueno expresar las emociones, según los neurocientíficos