La tragedia de Macbeth es una de las obras más conocidas de William Shakespeare y, junto a Hamlet y El rey Lear, una de las piezas más elogiadas por la profundidad de los conflictos que ahí se tejen.
Grosso modo, Macbeth es la historia del noble escocés de dicho nombre que, por una combinación misteriosa de mérito, azar y hado, termina siendo rey de su país pero a través de medios ilícitos y perversos, pues para hacerse de la corona de Escocia mata a su rey, Duncan, y uno de sus mejores amigos, el general Banquo. En la obra de Shakespeare, los hechos terribles de la tragedia están impulsados decisivamente por Lady Macbeth, la esposa del noble, cuya ambición desmedida por el trono y por el poder real conduce a Macbeth a ejecutar los actos deshonrosos de la traición y el asesinato, creando un arco en el que su esposo pasa de ser un personaje tímido y dubitativo a uno más bien despiadado hacia el final de la obra. Todo ello enmarcado por una misteriosa profecía pronunciada por las “tres hermanas raras” (tres brujas que Macbeth encuentra un par de veces en la pieza: al inicio y a poco del desenlace), la cual también incita al thane a ir en pos de una supuesta gloria prometida.
La tensión narrativa, emocional y ética de la obra es notable. Macbeth es en cierto modo una pieza que lleva al espectador o al lector a preguntarse por los límites del ser humano en la búsqueda del poder sobre los demás, en el freno que a esa búsqueda pueden poner el amor o la ternura (“the milk of human kindness”, escribe Shakespeare), así como si en la vida hay decisiones que son un punto sin retorno, entre otras situaciones que pueden poner en entredicho ideas que se creerían imprescindibles para la convivencia como el honor, la amistad, el amor, etcétera.
Por si fuera poco, como en todas las piezas de madurez de Shakespeare, Macbeth es una obra literaria de genio puro, en la que el lenguaje es llevado a formas de expresión inesperadas y hasta un poco imposibles.
Entre otros momentos destacados, uno de los más célebres es el monólogo de Macbeth cerca del final de la obra, al inicio del acto V, cuando su ruina es inminente e inevitable. El ejército comandado por Malcolm y Macduff está a las puertas del castillo, la mayoría de sus fieles le ha dado la espalda y, como remate doloroso, su esposa fallece en circunstancias poco claras, luego de un periodo muy intenso de sonambulismo y crisis nerviosas provocadas por la culpa que siente por los hechos atroces a los que empujó a su marido.
Con la debacle encima y como respuesta al anuncio que recibió de la muerte de su mujer, Macbeth cae en un estado de derrota y melancolía en el que pronuncia estas palabras:
Debería haber muerto más tarde.
Habría habido tiempo para semejante palabra.
Mañana y mañana y mañana
se desliza con pasos apacibles un día tras otro
hasta la última sílaba del tiempo que podemos recordar,
y todos nuestros ayeres han alumbrado a los necios
el camino a la polvorienta muerte.
¡Apágate, apágate, vela efímera!
La vida no es más que una sombra andante,
un pobre actor que se pavonea y se retuerce
sobre la escena en su momento y después
nadie lo recuerda. Es un cuento contado
por un idiota, lleno de ruido y furia,
que no significa nada.
(She should have died hereafter;
There would have been a time for such a word.
To-morrow, and to-morrow, and to-morrow,
Creeps in this petty pace from day to day
To the last syllable of recorded time,
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more: it is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing).
Cabe mencionar que los versos “it is a tale /Told by an idiot, full of sound and fury” han desvelado a lectores de Shakespeare de todos los niveles y ámbitos, especialistas y amateurs, pues aun cuando se les podría atribuir cierto sentido innegable y contundente, las dificultades comienzan cuando se intenta explicarlos. ¿Quién es ese “idiota” al que se refiere Shakespeare? ¿Una entidad que está tejiendo nuestras vidas sin razón ni sentido, sólo porque sí? ¿Y qué quiere decir que ese cuento, que es la vida, está “lleno de ruido y furia”? ¿Se trata también de una alusión al absurdo esencial de la existencia?
No es sencillo dar una respuesta a esas preguntas, y acaso ni siquiera exista. Después de todo, la magia de la literatura (y de la obra de arte en general) es trascender las limitaciones del significado para entregarnos un mensaje que creemos entender, que aceptamos y que después, como el milagro, no podemos explicar, sino sólo decir que fuimos testigos de un suceso increíble. Por ejemplo, la aparición momentánea de un noble escocés que llegó a hacernos ver la posibilidad de que la vida por sí misma, en su fugacidad, sea también insignificante.
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