La parentificación emocional es una dinámica dañina e invisible que aparece en muchas familias. Sucede cuando un niño se convierte en el confidente o consejero de alguno de sus progenitores. Esta realidad conforma un tipo de trauma invisible del que no siempre se habla y que, sin embargo, arrastran consigo muchas personas a día de hoy.
Son muchos los adultos que fueron niños parentificados al ejercer de cuidadores de sus padres. También, cuando se convirtieron en esas figuras que siempre mediaban con los problemas de los mayores. Tener que dar este paso y asumir responsabilidades que no son propias para alguien de 8, 10 o 12 años altera por completo el desarrollo psicosocial de la persona.
Las causas que orquestan este tipo de circunstancias son múltiples. Pueden ir desde problemas económicos hasta trastornos de salud mental o adicciones. Son situaciones de elevado estrés que inoculan una carga emocional amarga y adversa, capaz de dejar marca de por vida. Profundizamos en este tema.
Parentificación emocional: características y orígenes
La parentificación es un término que acuñó el psiquiatra Ivan Boszormenyi-Nagy y que define esas situaciones en las que un niño asume las responsabilidades propias de un adulto. Esa perturbación en los límites generacionales al invertir los roles sacrifica por completo las necesidades propias de la infancia. También su desarrollo psicosocial se ve afectado.
Si lo pensamos bien, este tipo de situaciones eran frecuentes en el pasado. Muchas de nuestras abuelas, por ejemplo, nos relatan a menudo cómo de niñas tuvieron que ocuparse de sus hermanos pequeños y familiares. No hace demasiadas décadas las niñas asumían desde bien temprano responsabilidades que no eran propias de su edad. Lo mismo sucedía con los niños.
De hecho, todavía es habitual ver esta práctica en países del tercer mundo. Ahora bien, dentro de la parentificación, es decir, de ese proceso en el que un menor de edad ejerce las obligaciones de un adulto, hay una dinámica particular. Hablamos de esa que atañe al mundo de las emociones.
Podemos definir la parentificación emocional como esa práctica en la que un niño se convierte en el confidente, consejero y cuidador emocional de un adulto. Esta realidad, tienen un coste psicológico inmenso en la mente infantil.
La parentificación emocional suele aparecer en familias en las que alguno de los progenitores sufre alguna depresión o trastorno psicológico.
“Incestos emocionales”, una práctica lesiva muy común
Los expertos suelen etiquetar la parentificación emocional como una forma de “incesto psicológico”. De pronto el niño asume (a nivel psicológico) una responsabilidad similar a la de una pareja afectiva. Es decir, debe escuchar los miedos, las preocupaciones, los anhelos y las necesidades de sus progenitores. Y no solo eso. Muchas veces incluso el adulto llega a pedirle consejos a su propio hijo.
Volcar en un niño las insatisfacciones vitales de un adulto, así como sus problemas psicoemocionales, no deja de ser una forma evidente de maltrato psicológico. Porque la carga mental puede ser enorme. Un ejemplo de ello es una madre que relata a su hijo de 9 años todos sus problemas en el matrimonio.
Debemos tenerlo presente, ningún niño o una niña está mental y emocionalmente preparado para ser confidente y consejero de sus progenitores. Sin embargo, esta es una dinámica que aparece en muchas familias.
Características de la parentificación emocional
La parentificación emocional se manifiesta de muchas maneras y, por lo general, el niño empieza a sufrirla desde edades muy tempranas. A menudo, podemos tener pequeños de 5 o 6 años, que sin comprender qué les están diciendo exactamente sus padres, ya hacen de oyentes pasivos de sus problemas vitales.
Veamos más características y comportamientos asociados:
- Los padres solo hablan con sus hijos de sus propias necesidades y problemas. Las realidades propias del niño quedan en segundo plano.
- Los progenitores atribuyen a los niños capacidades maduras que no tienen. Proyectan sobre ellos la idea de que ya son mayores, y que pueden responsabilizarse de casi cualquier cosa. De ese modo, se les condiciona para cargar sobre ellos tareas que no son propias para su edad.
- Se comparte con ellos todo tipo de intimidades, problemas, necesidades, miedos y ansiedades. Es más, muchas veces e incluso se les pide consejos.
- Asimismo, es común que estos niños deban atender a sus padres cuando lloran, sufren ansiedad, estrés o insomnio. Esa responsabilidad hace que, en ocasiones, pierdan horas de clase.
- Muchos de los adultos que ejercen la parentificación emocional comenten actos autolíticos (intentos de suicidio).
Efectos de ser confidentes y cuidadores emocionales de los adultos
La universidad de Varsovia realizó un interesante estudio sobre los efectos de la parentificación emocional. Una de las consecuencias más comunes de haber sufrido este tipo de experiencias en la infancia es el riesgo de padecer trastornos depresivos en la edad adulta.
Cuando nuestros padres nos convierten en objetos para favorecer su propia regulación emocional, a nosotros se nos veta todo tipo de necesidad y derecho emocional. Asimismo, estar sometidos a un entorno parental basado en la dependencia, traza un desarrollo social y psicoafectivo muy complejo:
- Uno de los efectos de la parentificación emocional es desarrollar una baja autoestima. También, desplazar las propias necesidades emocionales, algo que se traduce a corto y largo plazo en estrés, ansiedad, etc.
- Hay mayor riesgo de establecer en la edad adulta relaciones basadas también en la dependencia.
- Suelen aparecer trastornos psicosomáticos, así como posibles trastornos en la conducta alimentaria, riesgos de adicciones, etc.
¿Cuál es el origen de estas dinámicas familiares?
El niño parentalizado suele tener progenitores claramente inmaduros. Esto último puede deberse o bien a algún problema mental o una clara incapacidad para asumir el papel de padre o madre. Así, y por término medio, el sustrato que alimenta este tipo de dinámicas tan lesivas para el desarrollo de un niño son las siguientes:
- Padres deprimidos que a menudo arrastran sus propios traumas psicológicos.
- Progenitores con problemas de apego (focalizan sobre el hijo todas sus necesidades emocionales).
- Adicciones.
- Enfermedades crónicas o discapacidades.
- Progenitores que ejercen conductas abusivas con sus hijos.
Para concluir. Es necesario que, desde el entorno social de todo niño, seamos capaces de identificar los problemas asociados a la parentificación, ya sea la emocional o la instrumental. Pocas cosas son más lesivas que perder la infancia, que crecer en un entorno en el que no se atienden las necesidades psicoemocionales de toda criatura.
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