La Fundación Ferrer i Guàrdia presentó este jueves su informe sobre la evolución de la religiosidad y el laicismo en España y constató que durante los dos años de la pandemia se aceleró la pérdida de creencias religiosas entre la población.
Según los datos del estudio -tratados por los barómetros de CSI- si en el año 2000 sólo el 13,2% de la población española se declaraba atea o agnóstica, en 2019 lo hará el 27,5% y en 2021 los no creyentes serán el 37,1% frente al 58,8% que se considera católico y el 2,5% de creyentes de otras confesiones. La Fundación Ferrer i Guàrdia destaca que los españoles más jóvenes son cada vez más descreídos: el 63,5% de los ciudadanos de entre 18 y 24 años no tiene ningún tipo de creencia y el 56,2% de los encuestados de entre 25 y 34 años se declara ateo o agnóstico. En cambio, sólo el 21,1% de los mayores de 65 años no tiene ninguna creencia religiosa.
Josep Mañé es uno de los investigadores de la Fundación Ferrer i Guàrdia que ha participado en la elaboración del informe. Asegura que el escándalo de los casos de abusos sexuales en la Iglesia (que se ha intensificado en los dos últimos años) no tiende, por la experiencia de otros informes, a cambiar las convicciones de los entrevistados. Aun así, la coautora del trabajo quiso señalar que, tras analizar el barómetro del CIS, la fundación pudo confirmar que el porcentaje de «creyentes no practicantes» aumentó tras la pandemia, pasando del 41,7% al 44% entre abril y mayo de 2020. «Creemos en la hipótesis de que, debido al confinamiento y al teletrabajo, un mayor número de personas respondió a la encuesta telefónica del CIS y esto proporcionó una imagen más real. Aun así, no descartamos que la situación del covid-19 pueda haber cambiado la tendencia en cuanto a la práctica religiosa», argumenta Mañé.
El presidente de la Fundación Ferrer i Guàrdia, Joan-Francesc Pont, se pregunta en voz alta: «¿Cuántos de los que se dicen creyentes son el 100%, el 55% o el 6%? Hay que tener en cuenta que cuando la intensidad de las creencias disminuye, es mucho más fácil convivir todos juntos porque eso significa que nadie pretende ocupar todo el espacio. Un alto nivel de laicidad permite una religión a la carta en la que la gente toma lo que le interesa y no lo que le traumatiza. El ejemplo más evidente es la relación entre el número de católicos en España y las estadísticas de venta de anticonceptivos. Las cifras son incompatibles y está claro que, afortunadamente, optan por una religión a la carta».
El informe señala que nueve de cada diez matrimonios se organizan ya por lo civil. En 2008, la mitad de los matrimonios eran civiles, y desde entonces los matrimonios religiosos han descendido hasta el mínimo histórico de 2020, cuando sólo el 10,5% de los matrimonios eran religiosos. A pesar de ello, la pandemia ha reducido el número de matrimonios en un 45%, y los propios autores del informe afirman que es demasiado pronto para determinar la tendencia. Aun así, hay lugares donde los matrimonios religiosos casi han desaparecido. En Melilla, el 93,88% de los matrimonios son civiles, en Cataluña el 93,59% y en el País Vasco el 93,55%.
Los últimos datos fiscales disponibles en el Ministerio de Hacienda en 2018 muestran que el número de personas que han elegido únicamente la casilla de la Iglesia católica en su declaración de la renta ha ido descendiendo año tras año desde la década de los 90. Aquí es donde debería encontrarse el verdadero drama económico de la Iglesia española, pero no es así. Los contribuyentes pueden elegir en su declaración de la renta destinar un porcentaje de su impuesto total a contribuir al sostenimiento económico de la Iglesia católica o destinarlo a «otros fines de interés social». En 1998, el 36,60% de los contribuyentes marcó exclusivamente la casilla de la Iglesia en su declaración de la renta, mientras que en 2018 lo hizo el 11,30%.
«Se habla mucho entre los párrocos y hemos notado que ahora viene menos gente a misa los domingos. No creo que haya menos creyentes, pero, sobre todo en las grandes ciudades, parece que su estilo de vida ya no incluye la obligación de ir a misa todos los domingos», admite el párroco de la iglesia central de Santa Anna de Barcelona, Peio Sánchez.
La pandemia triplica el número de ateos y desploma la recaudación de la Iglesia