La caída de Netflix en la bolsa luego de que la plataforma revelara que ha perdido numerosos suscriptores ha generado mucha especulación sobre las razones de este revés. El anuncio hizo que las acciones cayeran un 35% y la empresa ya reportaba una baja del 40% en lo que va del año. La explicación común fue que los usuarios comparten contraseñas o que se debe a la guerra en Ucrania. Pero otros creen que la verdadera causa es la baja calidad de la programación, aunada a la competencia con otros sitios de streaming.
Elon Musk, el magnate que amenaza con comprar Twitter en su intento de defender «la libertad de expresión» (en sus propias palabras), tuiteó: «The Woke mind virus is making Netflix unwatchable.» (El virus mental woke está haciendo que Netflix sea imposible de ver). El tuit de Musk fue borrado, pero no sin antes generar airada discusión en Twitter y en diversos medios. Antes Musk había tuiteado esto:
Musk entiende que lo woke, o lo políticamente correcto, es un nuevo fanatismo, que evita la libertad de expresión y quita humor e inteligencia al mundo. Musk ha dicho que «en su esencia, lo woke divide, excluye y genera odio. Básicamente le da a las personas un escudo para ser crueles, bajo la armadura de la falsa virtud«. Esto pues, según los críticos del woke, muchas personas se sienten con autoridad para criticar e insultar a las personas que forman parte de grupos que han sido identificados con el «heteropatriarcado» o algo similar, sin otra virtud, a veces, que pertenecer a un grupo «oprimido».
Es evidente que plataformas como Netflix, Google o Facebook no son neutras, son medios de comunicación que tienen posturas, ideologías e intereses (aunque por supuesto lo principal es simplemente generar más ingresos). Netflix se ha convertido en el estandarte de la cultura woke, que defiende la inclusividad a toda costa, aunque eso puede significar una versión del nihilismo, y una nueva explotación de la diversidad -y la guerra de identidades que genera- con fines de lo espectacular.
La misma critica de Musk aparece ya en la serie Curb Your Enthusiasm, en la que Larry David hace una sátira de Netflix. David está haciendo un «pitch» de su nueva serie ante ejecutivos de Netflix, por supuesto, se trata de un grupo de diverso: un hombre gay, una mujer negra, un latino, etc… Este grupo, sin embargo, resulta mayormente incompetente, pero eso sí, exige a David que sea sensible a las dificultades que enfrentan las personas que han sido lastimadas por la injusticia de la sociedad. En este caso un joven actor irritable que ha sufrido un leve abuso sexual por una mujer más grande, sumamente hermosa, y que por ello puede exigir todo tipo de concesiones.
Más allá del «wokeness» de Netflix, que para algunos quizá sea más bien una virtud, existe otra razón por la cual Netflix es «un virus mental» y esa es la otra gran crítica que ha recibido la plataforma. Eso es, que fomenta el «bing watching«, sesiones maratónicas, mayormente adictivas de consumo de entretenimiento fácil. Netflix se ha convertido en el facilitador emblemático de un ser humano moderno que piensa que la vida no ofrece nada mejor que pasar las tardes y las noches viendo series en la televisión, consumiendo programas hechos para mantener al espectador cautivo, generalmente sin mayor propuesta intelectual y estética. Netflix es de alguna manera el perfeccionamiento de la máquina de entretenimiento, una mezcla entre Hollywood, MTV e Instagram, para las nuevas generaciones acostumbradas a los algoritmos hechos a la medida y que quieren ver cosas «reales» o basadas en la «vida real». Tan reales como la vida de las Kardashian o alguna otra influencer o como la vida de Luis Miguel.
De la misma manera que la comida rápida o que las drogas, estos programas tienen efectos en la psique de las personas, tanto en su capacidad de poner atención como en su voluntad y en la orientación de sus deseos. En este sentido quizá sea buena noticia que Netflix se desploma. Al menos otras cadenas de streaming tienen un poco de mejor calidad.
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