Nunca terminamos de madurar emocionalmente. Sin embargo, hay ciertas actitudes y conductas que indican que ya hemos recorrido buena parte del camino. ¡Descubre si cumples con todas!
Normalmente, pensamos que la madurez es una cuestión de edad, que el paso de los años nos convierte en seres más conscientes, asertivos y resueltos. Sin embargo, no se trata del tiempo que transcurre, sino de las experiencias que tenemos y, sobre todo, de lo que hacemos con ellas. Por esto, para saber si eres una persona madura, tendrás que ir más allá.
A nivel físico, la madurez designa el momento en que el organismo ha completado el desarrollo, en especial, a nivel de talla, peso y maduración sexual. A nivel cognitivo, nos habla del punto en el que el cerebro ha completado su evolución y el funcionamiento mental es óptimo, especialmente en cuanto a funciones mentales superiores.
Estos dos procesos suelen llevarse a cabo durante la adolescencia y la edad adulta, y no requieren un esfuerzo deliberado por nuestra parte. Sin embargo, la madurez emocional puede tardar mucho más tiempo en adquirirse y, en este caso, sí dependerá de nosotros trabajar y favorecer este camino.
¿Crees que ya lo has completado? Entonces, analiza las siguientes claves e identifica en qué grado reflejan tu realidad.
¿Cómo saber si eres una persona madura?
Los principales indicadores de que una persona ha madurado a nivel emocional serían los siguientes:
1. Eres capaz de tomar decisiones
Nuestra capacidad para tomar decisiones es una excelente forma de medir nuestra autonomía y madurez emocional, y es que refleja el grado en que hemos aprendido a valernos por nosotros mismos. Tomar una decisión implica escoger una opción, renunciar al resto y asumir las consecuencias de este acto. Y, para muchas personas, constituye un auténtico reto.
Se ha encontrado que quienes tienden a ser indecisos tardan más en escoger un camino, necesitan más información para hacerlo y se muestran reticentes a decidir. En realidad, se sienten abrumados al percibir las situaciones como más amenazantes de lo que son y al no confiar en sus propios recursos para hacerles frente. Así, es común que busquen un apoyo excesivo en su entorno.
Por el contrario, la madurez emocional nos permite afrontar la incertidumbre con serenidad y hacernos cargo de ella, sabiendo que, aunque nuestra elección sea errada, podremos asumir las consecuencias y cambiar el rumbo.
2. Sabes decir “no” y “basta”
Este es uno de los aprendizajes más valiosos en la vida de toda persona y, sin embargo, a muchas de ellas les cuesta casi una vida adquirirlo. Decir “no quiero”, “no me apetece”, “no estoy de acuerdo”, “ya no acepto esto” puede resultar muy complicado, ya que la mayoría de nosotros crecemos con la idea de que debemos complacer a los demás.
Sabrás que eres una persona madura cuando te veas negándote con naturalidad a peticiones, situaciones y eventos que así lo requieran. Negarse a realizar un favor, declinar la invitación a una reunión que no nos apetece, abandonar una relación abusiva, defender nuestros derechos… Todas estas pequeñas acciones suelen ser la consecuencia de un gran trabajo interior.
3. Te haces responsable de ti
Ser una persona madura implica hacerse responsable de uno mismo, del propio bienestar y no colocar ese peso en manos ajenas. Significa abandonar el papel de víctima, dejar de culpar a los demás o a la vida por nuestra situación y tomar las riendas. Esto no quiere decir que todo deba acomodarse a nuestro favor, siempre hay elementos que escapan a nuestro control, pero sí requiere asumir un papel activo en la consecución de nuestras metas.
Así, quien ha madurado emocionalmente logra encontrar en sí mismo su propio centro, no busca cambiar a otros ni espera que estos le aporten la felicidad que no se ofrece a sí mismo. Al contrario, se ocupa de convertirse en un ser completo que pueda compartir con los demás esa plenitud desde la libertad.
Además, es capaz de asumir sus errores y rectificar cuando sea necesario. Comprende que no es un ser perfecto y no teme trabajar en sus vulnerabilidades.
4. Tienes una alta inteligencia emocional
La gestión de las emociones es un indicador clave de la madurez, siendo uno de los aspectos que más influye en el bienestar personal y en las relaciones sociales. El desarrollo de la inteligencia emocional tiene mucho que ver con la educación temprana que recibimos, pero también con el trabajo posterior que hacemos para compensar esas posibles carencias.
Así, si deseas saber si eres una persona madura, pregúntate cómo te relacionas con las emociones propias y ajenas. ¿Sueles sentirte secuestrado por estados emocionales muy intensos?, ¿actúas de modos que te llevan después a arrepentirte?, ¿sabes escucharte y actuar en coherencia con lo que sientes? Y no menos importante: ¿eres capaz de ver, entender y respetar las emociones de otros?
Cuando huimos de los sentimientos a través de adicciones, fiestas, compras compulsivas, deporte o cualquier otra actividad que empleamos como evasión, es evidente que nos falta un trabajo por hacer. Y lo mismo sucede si no somos capaces de lidiar con las emociones de quienes nos rodean, si nos incomoda ser empáticos, mostrarnos vulnerables o ceder y negociar en nuestros vínculos.
5. Has integrado tu pasado
Por último, para identificar si eres una persona madura, analiza la visión que tienes respecto a tu pasado. Todos hemos cometidos errores, hemos dañado y nos han herido, hemos enfrentado la frustración, la decepción y el fracaso. Ahora bien, la madurez nos permite comprender, integrar y liberar ese pasado doloroso.
Desde este punto, ya no lo recordamos con rencor, rabia o tristeza, sino como parte de un gran aprendizaje. Con el paso del tiempo y la introspección, hemos logrado extraer una lección de cada evento y hemos podido perdonar y perdonarnos.
Así, no cargamos con duelos sin resolver, odios enquistados ni culpas patológicas. Echando la vista atrás, podemos percibir un cambio notorio en nosotros mismos y somos capaces de agradecer, en cierta medida, como todas esas experiencias contribuyeron a convertirnos en quienes somos.
La madurez emocional es un crecimiento constante
¿Crees que has alcanzado la mayoría de los puntos anteriores? Si no es así, no te preocupes, pues en realidad la madurez emocional no es un destino, sino un camino. Todos tenemos algo que aprender, algún área por pulir, una nueva y mejorada versión de nosotros mismos que desarrollar.
Así, no se trata de buscar la perfección, sino de disfrutar del camino de crecimiento, de apreciar y celebrar nuestros avances y, sobre todo, de disfrutar la paz que llega con la madurez emocional; esta es la verdadera base de la felicidad.
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