Dismorfia de Zoom: cómo nos afecta vernos a través de una pantalla

Las cámaras en los dispositivos móviles han multiplicado de alguna manera los espejos. Continuamente tenemos la oportunidad de ver reflejada nuestra imagen. Ahora, ¿cómo nos afecta?
Dismorfia de Zoom: cómo nos afecta vernos a través de una pantalla

La pandemia generó muchos cambios en nuestro estilo de vida; por ejemplo, el trabajo y las clases se desplazaron a las distintas plataformas digitales. El contacto virtual con los demás se arraigó mucho más y pasamos más tiempo en videoconferencias en las que teníamos la oportunidad de observar nuestra imagen con mayor frecuencia que antes.

Sin embargo, esas largas horas que pasamos mirándonos en la pantalla produjeron algunos cambios sustanciales y percepciones inquietantes sobre cómo nos veíamos a nosotros mismos. Fue así como el fenómeno conocido como dismorfia de Zoom cobró vida y empezó a afectar a cómo nos relacionábamos con nuestra apariencia.

¿Qué es la dismorfia de Zoom?

Es la incapacidad de dejar de pensar en uno o más defectos percibidos en la apariencia después de mirar nuestra imagen durante cierto tiempo. Esta experiencia puede hacer que la persona se sienta ansiosa al asistir a una videollamada, que intente lucir perfecta y que se centre en exceso en su rostro en la pantalla, encontrando imperfecciones en él.

Esta dismorfia corporal se caracteriza por una preocupación por la imagen proyectada en una pantalla digital. En los últimos años, y como consecuencia del incremento de las videollamadas y reuniones virtuales, aumentaron este tipo de preocupaciones.

La dermatóloga Dra. Shadi Kourosh observó que sus pacientes deseaban hacer modificaciones en su apariencia, incluyendo cirugías, a pesar de los estragos de la pandemia en curso. A ella le empezó a preocupar que el tiempo que las personas pasaban frente a la cámara estuviera afectando las percepciones que tenían de su apariencia.

En una encuesta realizada a 134 proveedores de atención dermatológica se encontró que, un 56,7 % de la muestra informaron que hubo un aumento de pacientes que buscaban consultas cosméticas en comparación con antes de la pandemia. El 86,4 % de los proveedores señalaron que los pacientes mencionaron las videoconferencias como el motivo para buscar atención.

Con respecto a las áreas del cuerpo que se consultaban, el 80 % de los encuestados afirmaron que los pacientes se enfocaban en la frente y el 78 % informaron que se centraban en las áreas perioculares. Otras regiones que recibieron mucha atención fueron las arrugas en la parte superior del rostro, las ojeras, las manchas oscuras en la cara y la flacidez del cuello.

Mujer haciendo una reunión por videollamada
Verse la cara durante las videollamadas aumenta la consciencia sobre las propias imperfecciones.

¿Por qué las cámaras son tan inquietantes para las personas?

Rice, Graber y Kourosh (2020) sostiene que, durante las conversaciones en la vida real, no observamos nuestra cara hablando y expresando emociones, y no comparamos nuestro rostro al lado de otro, como lo hacemos en las videollamadas. Además, las cámaras pueden distorsionar la calidad del video y crear una representación imprecisa de la apariencia real.

En una investigación se encontró que cuando las personas se toman fotos a 12 pulgadas de distancia, los selfies aumentan el tamaño de la nariz en un 30 % en los hombres y en un 29 % en las mujeres. En cambio, una imagen tomada a 5 pies prácticamente no produce ninguna diferencia en el tamaño percibido.

Así pues, la imagen que se proyecta en las cámaras nos muestra una apariencia de nosotros diferente a como somos en realidad. Nuestra imagen se filtra y empezamos a fijarnos en nuestras imperfecciones. A su vez, magnificamos y generalizamos los defectos percibidos, lo que nos lleva a preocuparnos cada vez más por ellos y por cómo nos ven los demás.

La relación con la autoestima

Cuando tenemos baja autoestima, tendemos a externalizar nuestra valía, es decir, dependemos de las personas que nos rodean para sentirnos bien con nosotros mismos, para sentirnos dignos de amor, aceptados y reconocidos. Valemos por los demás, no por ser lo que somos.

Si la valía se deposita afuera, entonces se empieza a depender de la imagen que se proyecta, pues de esta depende, en cierta medida, la aceptación de los demás. En consecuencia, se intenta construir una imagen agradable, bella, perfecta que sea capaz de ganarse el aprecio de los demás sobre el cual se mide el valor propio.

La percepción de nuestro cuerpo y los sentimientos asociados a ella influyen no solo en nuestro autoconcepto, sino también en nuestra autoestima. De esta manera, la influencia entre autoestima e imagen corporal es mutua. En la dismorfia del Zoom lo vemos claramente, la continua desvalorización de la imagen corporal, en específico la del rostro, afecta la manera en que la persona se siente consigo misma y el valor que se atribuye.

Mujer tapándose la cara frente al espejo
La dismorfia de Zoom ha aumentado el número de cirugías estéticas.

Estrategias para evitar las preocupaciones de la dismorfia de Zoom

De manera muy general, puedes seguir las siguientes recomendaciones:

  • Intenta no mirarte continuamente en la pantalla o cámara del teléfono. Para ello, puedes tener la cámara desactivada; en caso de no ser posible, se puede tapar con un papel el recuadro donde aparece tu imagen.
  • Cambia tu perspectiva y ponte en el lugar de las otras personas: ¿crees que se han reunido contigo para analizar y contar tus imperfecciones? Es muy probable que ellos estén interesados en a la conversación y su contenido.
  • Recuerda que las personas, así como tú, están más pendientes de ellos mismos y de la imagen que están proyectando que de la apariencia de los demás. Piensa que hay mucha gente sufre con su imagen y tal vez tu interlocutor es una de ellas.

Para concluir, la exposición continua a nuestra imagen en las plataformas o dispositivos digitales puede terminar alterando la percepción que tenemos de nuestro cuerpo, haciendo que nos sintamos inconformes, imperfectos y poco valioso. Por eso, es importante recordar que la manera en que nos vemos y nos ven los demás va más allá de lo que una pantalla puede mostrarnos.

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